—¿Cuánto le debemos? —preguntó Maël.Ella lo miró y por un momento percibí un sonrojo en sus mejillas. Ahí estaba, el efecto Maël causando estragos en otra mujer.—Nada —respondió ella—. Lo cierto es que ella se merece un premio po… po… por haberlo salvado.Maël sonrió y giró su cara hacia mí. Me miró a los ojos de una forma intensa, una mirada nueva.De nuevo en la recepción, Beatriz nos pidió que nos quedáramos con el perro, porque de alguna forma aseguraba que no tenía dueño.—Nos lo quedamos —sentencié—. ¿Cuándo crees que podemos llevárnoslo?—Eh… —intervino Maël—. Discúlpanos un momento, Beatriz —le pidió a la veterinaria llevándome delicadamente a un lado de la recepción.Me tomó de los hombros y alineó su mirada con la mía.—Delu.—Me lo voy a quedar.—¿Y dónde lo vas a meter?Mi respiración quedó suspendida en el aire.—¿En el apartamento? —sugerí con cara de circunstancias.—No.—Puedo hablar con el conserje, todo tiene solución.—No.—¿Por qué no?—Delu, en esos apartamentos
—Cata, ¿nos vamos? —interrumpí la larga conversación que ella mantenía con Nikko en el estacionamiento.—Sí, claro —dijo amena. Cruzó miradas con su primo antes de dirigirnos a mi carro y montarnos.—¡Hey, chicas! —Pina, la esposa del primo Harry fue corriendo hacia nosotras—. ¿Puedo irme con ustedes, por favor?—Claro, móntate —le indiqué.Lo hizo y arrancamos.La conversación, mientras me quitaba las prendas mojadas en el cuarto de la dueña, ya estando en la casa de Catalina, se enfocó en Pina y en Harry. Quedé de piedra con lo que me contaban. Al parecer, esa pareja vivía bajo una tensa relación que hasta los momentos no me había percatado. Ellas me llamaron ciega por no darme cuenta de lo que sucedía entre el primo y su mujer, de la cual esta última sufría a causa de una lejanía rara y sospechosa por parte de su marido. ¿Qué otros secretos guardaban las mujeres Saravias? Fue una sorpresa para mí darme cuenta de algo que había estado sucediendo en mis narices y la tristeza golpeó
Encendía y apagaba la pantalla de mi celular una y otra vez, mientras observaba la noche pasar a través del gran ventanal del apartamento. Con las persianas abiertas al completo, dejando un vidrio descubierto en todo su esplendor, mi pierna izquierda colgaba desde la encimera frente a la cocina, llevando el ritmo de mi inquieta mano, mientras mi barbilla pegada a la rodilla derecha creaba una mueca en mis labios. Eran las 4:21 de la mañana.Miré de nuevo la pantalla. Allí, un texto de Maël.Maël: ¿Qué te dijo Nikko?No era su único mensaje. Leí muchos y observé sus tantas llamadas perdidas.Me escribió contándome que agarró carretera en plena madrugada hacia Braga y que llegaría directo a verme, donde sea que yo estuviese.Volvió a llamarme y decidí que ya era hora de contestar.—Delu, ¿dónde…?—Estoy en el apartamento. —Colgué.No solo le esperaba para acabar con todo de una vez. Sí, quería terminarle, machacarle mi rabia. Pero también debía contarle algo que no sabía cómo lo iba a t
En el camino de regreso, recibí una llamada de Rosa, la compañera de estudios de mi hermano, pidiendo mi ayuda para llevarme a Danilo de su casa.Al llegar, me encontré a una familia molesta por el espectáculo que mi hermano menor acababa de dar, apareciendo de la nada en aquellas horas en casa de su amiga, totalmente ebrio y vociferando incoherencias. Aunque no muchas lo eran: pude saber de dónde provenía tal situación.Me disculpé con los padres de la chica y hasta con su hermana menor, quien era una pequeña niña no más de cinco años. Luego, la estudiante de medicina me ayudó a subir a Danilo al asiento trasero de mi carro y arranqué de allí.Pensé mucho dejarlo en casa, pero no quería preocupar a mis padres y menos enfrentar sus preguntas del porqué me regresé de Viana; y mucho menos llegarles con su otro hijo en esas condiciones. Tampoco pagaría por un hotel, no volvería a caer en esas, así que no tuve de otra que llevármelo al apartamento que compartía con Maël.Ahora, este últim
Me levanté, salí y cerré la puerta con cuidado y me quedé mirando la otra puerta de madera blanca, la del cuarto siguiente. Cerré los ojos pensando en lo que me tocaría vivir, en lo que tendría que decirle a mi hermano, convencida de no conocer bien su reacción por esa locura en la que me había metido. Danilo era tan impredecible…Me asustó el sonido de la puerta tras de mí, de donde apareció un Maël quien se colocó sus pantalones de pijama y así, despeinado, sin camisa y somnoliento, sentí que mis propias mariposas habían migrado para explorar otras partes de mi cuerpo.—¿No se ha levantado? —Negué con la cabeza—. Bueno, aún es temprano. Me voy a dar una ducha y a entrenar un poco. Déjale que duerma. Cuando salga del baño prepararé café.—Si quieres lo preparo yo. ¿Vas a salir hoy?—Sí, tengo que prepararme para una exposición.Sonreí y estuve a punto de proponerle que él y sus compañeros de estudios podían estudiar allí, pero recordé todo lo que eso significaría (de nuevo recordé a
La sala de mi apartamento… Corrijo. La sala de nuestro apartamento convirtió en el área de entretenimiento para las únicas personas que conocían dicho espacio: Joao, Danilo, Maël y yo. No solamente se trataba de juegos, fiestas o de (como solía llamarlo el moreno) encuentros tecnológicos. Sino de un sin fin de horas gastadas en mí, escenificando personajes en los cuales había trabajado sobre las tablas o detrás de ellas. Es decir, YO era el entretenimiento y por mucho que adorara esa profesión, esperaba que esa obsesión por verme actuar terminara algún día. ¡Y todo por culpa de mi hermano! Quien les advirtió que antes de morir, debían verme actuar. Qué exagerado. "Es algo así como una imitadora nata, pero imita lo que ella misma invienta”, llegó a decirles. Pero no fue allí cuando realmente quise matarlo. Aprovechó la oportunidad para informarles que en el vano mundo de la Internet, mi cuerpecito aparecía en videos: actuando, ensayando, dando clases y otras grabaciones más profesional
—¡Escuchen, coño! —gritó Danilo intentando llamar nuestra atención.No suponía una tarea fácil, en vista de que nuestra algarabía rellenaba el salón completo.—A ver, ¿qué tiene que decirnos nuestro doctor favorito? —preguntó Joao.La graduación de mi hermano se efectuó la tarde del primero de agosto, en medio de una organización universitaria muy ajena a la nuestra: donde mi persona fue la única reconocida por mis padres en la estancia, mientras Maël y Joao solo se limitaron a esperar en el estacionamiento.Ya entrando la noche, nos encontramos en la sala de nuestro apartamento como siempre: las mismas personas, el mismo grupito de cuatro con la excepción de una nueva incorporación casi inevitable: ROSA, la compañera de estudios de Danilo. Incorporación un poco refutada por mí, pero mi hermano me rogó que la dejara entrar esa noche en casa. ¿Cómo negarme? Al fin y al cabo ella estuvo con nosotros aquel excelente, extraño, ansioso y fatídico día en Viana cuando viajamos para las obras
Por razones de logística no salimos de viaje al día siguiente, sino dos días después. Rosa, quien calladita se guardaba las mejores cartas, nos sorprendió al informarnos que conservaba una tarjeta que se la había dado uno de los co-fundadores de Imtbike: un español llamado Alfredo Milmoar, hijo de uno de sus pacientes en las prácticas de universidad dentro del hospital en el cual comenzaría a laborar. ¿Casualidad? Algo me decía que todos ya tenían organizado ese viaje antes de la fiesta de graduación, que yo fui la única desentendida del plan y que la dulce Rosa fue quien lanzó la idea de viajar en moto por parajes lusitanos.Por un lado, ese paripé para no alarmarme me pareció justo, conociendo mi sentido de la prudencia en cuanto a mi relación con Maël. Por el otro, me sentí un poco engañada al respecto. El que planificaran algo sin decirme, sin incluirme o contándomelo cuando ya la decisión estaba prácticamente tomada no me gustó. De hecho, odiaba todas las veces que conversaban