Me despertó un beso en la espalda y el picor subió por mi columna.—Mmmm —gemí complacida—. ¿Estás bien?—Discúlpame por lo de antes. —Me plantó un beso en la mejilla—. Sé que te preocupas por mí, pero todo está genial.Me giré hasta colocarme de lado y sobé su cara de forma lenta y tierna.—Estás disculpado. —Dejé un beso en sus labios y lo miré por un largo rato, mientras él enrulaba un mechón de mi cabello con uno de sus dedos—. Eres hermoso, ¿ya te lo había dicho? Te miro aquí y no me lo creo.Sonrió como me encantaba que lo hiciera, embelesado, y acercó sus labios a los míos para regalarme su buen estado de ánimo.—Tengo hambre, ¿quieres comer algo? —me preguntó.—Mmm, no sé. ¿Qué vas a preparar?—Tampoco sé. Tenemos cereal, huevos, pasta... —Se rascó la cabeza y lanzó una mueca circunstancial. Se le veía tan bello, su emoción era preciosa—. ¿Unos panes, tal vez?Me eché a reír mientras se levantaba.—¿Todo eso junto?—¿Qué? No me presiones, no soy mamá. Una sola cosa, elige.Me
—¡ESTÁS LOCA!Más risas.—Dios mío, tu cara… —Negué con la cabeza y tuve que apoyarme a la encimera—. Parecías un conejo frente a un cazador.—¡Será frente a una bruja! Delu, estás loca. —No podía parar de reírme, me dolía el estómago y el pecho—. ¡Pensé que de verdad me clavarías el cuchillo! —Eché la cabeza para atrás y me desgrané como ordinaria—. Pero, ¿qué diablos te pasa?—Ay señor… Diosito, dame fuerzas… —Intenté calmarme, secándome las lágrimas e intentando respirar—. Lo siento.—¡¿Qué lo sientes?! ¡No me des esos sustos, coño!—Es que me encanta molestarte…—Pues, deja de hacerlo.De nuevo la risa que pensé me mataría, pero pegué un grito cuando se abalanzó a mi cintura y comenzó a hacerme cosquillas.—¡No, no, no!Siguió empecinado en clavarme sus garras en lugares súper sensibles, pero de pronto y desde atrás, agarró uno de mis senos y me lo pellizcó.—¡AY! —Manoteé su mano y me giré—. ¡Oye, chico, eso duele!—Te lo mereces por loca.—¡Que te estaba gastando una broma! —Sis
—¿Vas a salir?Maël se despertó viéndome meter varias cosas en mi bolsa y trajinando de un lado para el otro.—Las llaves, el maquillaje... —mencionaba cada objeto checando que estuviesen conmigo.Salí de la habitación y caminé hasta el salón, abrí las persianas para que entrara la luz de la mañana. Detrás, venía un poderoso chiquillo somnoliento, limpiándose los ojos y peinándose con los dedos o desordenándolo, no sé qué era lo correcto.—Son las 7:00 de la mañana y es domingo, ¿a dónde vas?Me acerqué hasta él y le di un besito.—Disculpa que te haya despertado. Sé que los domingos es tu día de levantarte tarde, pero debo irme ya para la casa.—¿Pasó algo?—Debo ordenar unas cosas allá antes de viajar.Eso lo despertó por completo.—¿Viajar a dónde?Abrí la nevera y tomé una jarra plástica… VACÍA. La saqué con rabia. «Van tres veces en una semana». Me giré como el exorcista.—Maël, no hay ni una gota de agua para beber, ¿qué te cuesta llenarla?—Joder, sí que estás refunfuñona hoy.
Le pedí el carro prestado a mi madre para viajar a Castelo. Emprendí camino a las 18:00 horas del domingo para llegar a buen tiempo. Odiaba manejar de noche por aquella carretera, por eso lo hice temprano.Logré reservar en un hotel cerca de la villa Saravia. No pensaba quedarme a dormir en ninguna de las casas de mi ex.Usé un vestido rojo por encima de la rodilla y de mangas cortas. Mi cartera y la misma chaqueta de cuero que usé para el concierto en Mafalaia. Coloqué música en el reproductor con la idea de relajarme y apartar de mi mente la conversación que tuve con mamá. Pasé por una tienda de vinos para comprar uno como regalo. Ya lista para pagar me entró una llamada, era Maël.—Hola, nene.—Niñita, ¿por qué no te vas conmigo? Llegando allá nos dividimos, —Next! Ya voy en viaje.—Ah.—Bueno, no exactamente.—¿Dónde estás? ¿Te busco?—No, tranquilo, uso el carro de mamá.—Bueno, baby, no hay remedio. Tomaré carretera entonces. Al parecer es una gran celebración con sonido de am
—¿Cuánto le debemos? —preguntó Maël.Ella lo miró y por un momento percibí un sonrojo en sus mejillas. Ahí estaba, el efecto Maël causando estragos en otra mujer.—Nada —respondió ella—. Lo cierto es que ella se merece un premio po… po… por haberlo salvado.Maël sonrió y giró su cara hacia mí. Me miró a los ojos de una forma intensa, una mirada nueva.De nuevo en la recepción, Beatriz nos pidió que nos quedáramos con el perro, porque de alguna forma aseguraba que no tenía dueño.—Nos lo quedamos —sentencié—. ¿Cuándo crees que podemos llevárnoslo?—Eh… —intervino Maël—. Discúlpanos un momento, Beatriz —le pidió a la veterinaria llevándome delicadamente a un lado de la recepción.Me tomó de los hombros y alineó su mirada con la mía.—Delu.—Me lo voy a quedar.—¿Y dónde lo vas a meter?Mi respiración quedó suspendida en el aire.—¿En el apartamento? —sugerí con cara de circunstancias.—No.—Puedo hablar con el conserje, todo tiene solución.—No.—¿Por qué no?—Delu, en esos apartamentos
—Cata, ¿nos vamos? —interrumpí la larga conversación que ella mantenía con Nikko en el estacionamiento.—Sí, claro —dijo amena. Cruzó miradas con su primo antes de dirigirnos a mi carro y montarnos.—¡Hey, chicas! —Pina, la esposa del primo Harry fue corriendo hacia nosotras—. ¿Puedo irme con ustedes, por favor?—Claro, móntate —le indiqué.Lo hizo y arrancamos.La conversación, mientras me quitaba las prendas mojadas en el cuarto de la dueña, ya estando en la casa de Catalina, se enfocó en Pina y en Harry. Quedé de piedra con lo que me contaban. Al parecer, esa pareja vivía bajo una tensa relación que hasta los momentos no me había percatado. Ellas me llamaron ciega por no darme cuenta de lo que sucedía entre el primo y su mujer, de la cual esta última sufría a causa de una lejanía rara y sospechosa por parte de su marido. ¿Qué otros secretos guardaban las mujeres Saravias? Fue una sorpresa para mí darme cuenta de algo que había estado sucediendo en mis narices y la tristeza golpeó
Encendía y apagaba la pantalla de mi celular una y otra vez, mientras observaba la noche pasar a través del gran ventanal del apartamento. Con las persianas abiertas al completo, dejando un vidrio descubierto en todo su esplendor, mi pierna izquierda colgaba desde la encimera frente a la cocina, llevando el ritmo de mi inquieta mano, mientras mi barbilla pegada a la rodilla derecha creaba una mueca en mis labios. Eran las 4:21 de la mañana.Miré de nuevo la pantalla. Allí, un texto de Maël.Maël: ¿Qué te dijo Nikko?No era su único mensaje. Leí muchos y observé sus tantas llamadas perdidas.Me escribió contándome que agarró carretera en plena madrugada hacia Braga y que llegaría directo a verme, donde sea que yo estuviese.Volvió a llamarme y decidí que ya era hora de contestar.—Delu, ¿dónde…?—Estoy en el apartamento. —Colgué.No solo le esperaba para acabar con todo de una vez. Sí, quería terminarle, machacarle mi rabia. Pero también debía contarle algo que no sabía cómo lo iba a t
En el camino de regreso, recibí una llamada de Rosa, la compañera de estudios de mi hermano, pidiendo mi ayuda para llevarme a Danilo de su casa.Al llegar, me encontré a una familia molesta por el espectáculo que mi hermano menor acababa de dar, apareciendo de la nada en aquellas horas en casa de su amiga, totalmente ebrio y vociferando incoherencias. Aunque no muchas lo eran: pude saber de dónde provenía tal situación.Me disculpé con los padres de la chica y hasta con su hermana menor, quien era una pequeña niña no más de cinco años. Luego, la estudiante de medicina me ayudó a subir a Danilo al asiento trasero de mi carro y arranqué de allí.Pensé mucho dejarlo en casa, pero no quería preocupar a mis padres y menos enfrentar sus preguntas del porqué me regresé de Viana; y mucho menos llegarles con su otro hijo en esas condiciones. Tampoco pagaría por un hotel, no volvería a caer en esas, así que no tuve de otra que llevármelo al apartamento que compartía con Maël.Ahora, este últim