XXX

Dejando su café, María Fernanda sonrió a la entrada de la cafetería en cuanto sus ojos divisaron a Antonio. Él también sonrió al ver a María Fernanda después de tanto tiempo.

—María Fernanda, estás aquí—, la saludó.

—Por favor, toma asiento. Lo siento, tuve que pedir mi café antes de tu llegada.

—¡Oh, no! No te preocupes, María Fernanda. Entiendo cómo puedes ser.

Se rieron.

—De todos modos, ¿por qué me pediste que viniera? Quiero decir, no es que me moleste, pero...

Ella soltó una risita al ver lo incómodo que se puso. Siempre había sido el problema de Antonio. A pesar de ser abogado, había momentos en los que no hacía ningún esfuerzo por no meter la pata con sus palabras y se limitaba a decir las cosas como las estuviera pensando.

—Te entiendo, Antonio. No hace falta que me des explicaciones. Sé que te sorprende verme aquí después de... después de todo...

—¡Shh! Está bien, María Fernanda. No necesitas pronunciarlo. A decir verdad, estaba esperando este momento aunque no sabía cómo ll
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