LXII

Enloquecido por la información que su amigo le había dado sobre María Fernanda, Stefan sólo sabía una cosa: tenía que averiguar dónde estaba. María Fernanda no podía haberse desvanecido así como así. Pero lo más importante, ¿por qué ella iba detrás de él? Era como si alguien la hubiera secuestrado y le hubiera impedido estar con Stefan. Muchas cosas empezaron a fluir en su mente.

Siguió corriendo por la carretera que le iba a llevar hasta donde estaba el coche de ella. La gente de Stefan ya estaba allí junto con la policía.

Finalmente, su coche se detuvo en cuanto vio a mucha gente reunida alrededor del coche.

—Hola, ¿Sr. de la Barrera? —Preguntó el oficial.

—Sí, soy yo.

—Encantado de conocerle—. El hombre intentó ser respetuoso con él. Había oído muchas historias sobre el gran Stefan de la Barrera cuando lo único que Stefan quería era saber qué habían encontrado hasta ahora. —Soy el oficial González.

—Sí, encantado de conocerle también. ¿Dónde está?

—Ammm, todavía estamos investigan
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