Luces radiantes en un cielo que solo parecía ser hecho para ella. Los rayos del sol no podían alumbrar más para ella siendo el día más feliz de su vida. Finalmente, después de tanto, habiendo recorrido aquel camino de rosas y espinas, el amanecer alumbraba. Rayos de luz fuertes y claros.
— ¡Está preciosa, señorita Elisa! —Dijo una de las mujeres que le servían.
El vestido blanco junto con el velo caía como una hermosa ola blanca sobre ella. El día de su vida había llegado. Y en menos de lo pensado, ella se iba a convertir en la señora de la Barrera.
—Deberíamos de irnos ya, señorita Elisa, el novio ya debe de estar esperándola en el altar —. Presionó la misma servidora.
—Estoy nerviosa, estoy muy nerviosa. María.
—No tiene por qué estarlo, señorita Elisa, todo va a salir muy bien, el señor de la Barrera está muy enamorado de usted, nada tiene que salir mal.
Elisa finalmente suspiró. Era cierto, el hombre que sería su esposo estaba tan enamorado de ella que nada podía salir mal porque incluso si tenían un solo problema en ese día tan especial, era su amor lo que los iba a hacer enfrentar todos los problemas que vinieran en el futuro.
—Bien, bien, entonces vámonos ya antes de que comience a llorar —dijo ella mientras se echaba aire para evitar que las lágrimas salieran.
—Así se habla, señora. El señor de la Barrera va a estar muy ansioso.
—Entonces vamos, ¡qué estamos esperando! —Dijo Elisa tomando el vestido de la parte inferior mientras se daba prisa por bajar las escaleras.
Siendo el salón más caro que Stefan había contratado, no pudiendo dejar de ver a su alrededor al mismo tiempo que miraba el reloj de su muñeca. No veía llegar la hora en que su dulce Elisa estuviera frente a él.
—Tranquilo, tranquilo, Stefan —le dijo su amigo al verlo caminar de un lado a otro.
—Es que no puedo verme ya casado con mi esposa.
—Hey, todavía no es tu esposa.
—Para mí ya lo es, para mí lo fue desde el momento en que mis ojos la supieron el amor de mi vida —rieron.
—Yo solo digo que has perdido la cabeza.
—He perdido la cabeza por ella, nadie más que ella.
Y Ricardo no podía estar más feliz por su amigo. Al fin, había logrado encontrar a su vida, a la mujer que no iba a dejar ir. Ya solo faltaba esperar por la hora en que la novia se dignara en llegar.
Afuera de una de las casas más grandes de todo el país y en la misma que vivía un hombre tan respetado como Stefan de la Barrera, ya estaba el auto que llevaría a Elisa a su destino.
En menos de dos minutos, todos ya le servían y la ayudaban a subir al auto. Desde ese día ella iba a ser otra persona.
Con una enorme sonrisa en el rostro, su maquillaje siendo natural, el vestido blanco no pudiendo ser más blanco y las flores no pudiendo perfumar más la vida que le esperaba, Elisa subió al auto.
Ella, al igual que Stefan no veía la hora de ser la mujer de Stefan de la Barrera. Lo haría muy feliz, le daría tantos hijos como él quisiera, serían la familia perfecta.
Lamentablemente el día más feliz de su vida iba a terminar por ser el día más triste de toda su existencia. Algo que ni ella sabía. Si tan solo hubiera sabido antes que el chofer no era exactamente su chofer, quizá nada malo hubiera pasado.
— ¿Nos vamos, señora? —Habló el hombre con un tono diferente al que conocía Elisa.
—Por supuesto, vamos, mi futuro esposo ya debe estar esperando por mí.
El chofer sonrió de manera discreta mientras tomaba su celular y mandaba un mensaje sin que nadie se diera cuenta.
“Todo listo, la novia lleva el collar de diamantes del que hablamos. Los espero a la salida de la ciudad.”
Y de esa manera, el auto se puso en marcha haciendo que Elisa se despidiera de los sirvientes, quienes se quedaban a acomodar las mesas para la llegada de los invitados después del matrimonio.
En la comodidad de su pequeño departamento, habiendo terminado de preparar la rica comida con la que quería sorprender a su esposo tan pronto llegara para darle la buena noticia, Isela se quitaba el delantal junto con los guantes de cocina. Era extraño, su marido no le había hablado aún.
“¿Dónde te habrás metido, Enrique?” Pensó ella al darse cuenta de la hora que era.
Solo esperaba que él no fuera a demorar tanto. La comida no se podía enfriar.
Y justo cuando pensó en eso, el timbre sonó. Con una sonrisa acudió pensando que podría ser su esposo. El corazón le latió de felicidad al querer recibirlo con esa noticia de una vez por todas.
—Ya te he dicho que te lleves las llaves, Enrique, siempre es lo mismo contigo —, dijo abriendo la puerta solo para darse cuenta que no era su esposo sino dos hombres vestidos de traje —. ¿Sí? ¿En qué puedo ayudarles? —Preguntó un poco desconcertada.
— ¿Señora Velar? —Preguntaron.
—Sí, soy yo, ¿en qué puedo ayudarles?
—Se trata de su esposo, el señor Enrique Bustamante, ¿se encuentra en casa?
—No, está en una junta de trabajo, ¿en qué puedo ayudarles?
Los hombres se miraron de manera sospechosa. —Entonces es cierto —dijo uno de ellos.
—Tenemos que irnos.
— ¿Es cierto qué? ¿De qué me están hablando? —Preguntó Isela asustada.
—El señor Enrique ha cometido muchos crímenes y hoy será el último.
— ¿Qué? ¿De qué me están hablando?
—El señor Enrique actúa con astucia y hoy, quien corre peligro es la futura esposa del señor de la Barrera. ¡Vámonos, tenemos que irnos! —Y sin más, los hombres se fueron mientras pedían refuerzos.
Isela se quedó con uno y mil pensamientos más, las lágrimas se alojaron en sus ojos al pensar en lo peor. No evitó negar con la cabeza mientras se llevaba las manos a la boca. Eso no podía ser cierto, se negaba a creerlo.
Un recuerdo le vino a la mente. No había pasado mucho de ese momento y ahora todo parecía concordar.
— ¿Será hoy?
—Por supuesto que será hoy —dijo Enrique —. Hoy obtendremos esa fortuna. ¿Tienes el uniforme de chófer que usaré yo?
—Sí, todo como lo pediste.
—Nos vemos más tarde para planear todo. Nada puede salir más —. Colgó Enrique siendo escuchado por su esposa.
— ¿Con quién hablabas, amor? —Preguntó Isela.
—Con nadie, solo me acaban de avisar que mañana hay una junta y tendré que quedarme más tarde. No me esperes hasta las seis, amor, es asunto de trabajo.
Y de esa manera, Isela supo quedarse tranquila. Confiaba en su esposo, no había nadie como él en el mundo.
No creyendo lo que acababa de descubrir, aun negando con la cabeza mientras las palabras de los policías y de sus propios recuerdos le hacían ruido en la mente, se dirigió a la habitación de su esposo para terminar por darse cuenta si eso era cierto o no.
Buscó y rebuscó en los muebles, en la cama, debajo de ella, en su ropa, en todos lados hasta que dio con lo que esperaba. Y eso era un montón de joyas debajo de la cama. Joyas muy finas que ya tenía separadas por tamaños y por material. Y no solo eso, dos tipos de arma en una caja que estaba bien oculta en uno de los muebles personales de él.
Era cierto, su esposo siempre le mintió, él era un ladrón, pero no cualquier ladrón, alguien que actuaba con astucia. Alguien que sabía actuar con un equipo para difícilmente ser atrapado.
— ¡Enrique! —Gritó Isela saliendo a prisa.
Ella no iba a permitir que su esposo fuera a la cárcel, no cuando ella lo amaba de esa manera. Era cierto que se estaba poniendo del lado de un ladrón pero, no lo podía evitar, era el amor de su vida.
Media hora después del tiempo acordado para comenzar la ceremonia y el auto no era capaz de llegar al lugar donde su matrimonio tendría lugar.
—Señor, el camino no es por aquí, ¿qué pasa? —Preguntó Elisa claramente asustada.
El hombre no contestó.
— ¡Señor, le estoy hablando!
Silencio.
— ¡Señor, ¿a dónde me lleva? Por aquí no es camino a la iglesia!
Harto de oírla hablar, Enrique sacó un arma amenazándola. — ¡Cállese en este m*ld*t* momento!
Elisa gritó en cuando vio el arma frente a ella. — ¿Quién es usted? Usted no es mi chófer —. Las lágrimas ya se habían alojado en sus ojos. Su corazón latía lleno de terror, por un momento se olvidó de la boda pensando solo en su vida y en el peligro que estaba corriendo.
— ¡Cállese, le digo! La llevaré hasta donde yo quiera y usted no dirá nada, ¿de acuerdo? Si no quiere que la mate en este m*ld*t* momento.
Ahora todo lo que se podía escuchar era el llanto de Elisa. Ya no era su deseo llegar al lugar de su matrimonio, ahora solo se conformaba con salir ilesa de ahí.
— ¡Dígame, ¿qué es lo que quiere? Le daré lo que quiera perro por favor…!
— ¡Le digo que se calle!
Y sin más, el auto continuó su camino hasta que llegó a las afueras de la ciudad, no había nadie que pudiera salvarla, el lugar estaba desértico, una bodega era todo lo que Elisa pudo ver. No importaba lo mucho que gritara, nadie estaba ahí para rescatarla.
—Salte del carro —le ordenó Enrique apuntándole con el arma.
— ¡No, déjenme ir, ¿qué quieren? Déjenme ir! —Continuó llorando.
— ¡Te digo que te salgas del m*ld*t* carro!
Al momento salieron dos hombres más de la bodega. Completamente cubiertos de negro.
— ¡¿Quiénes son ustedes? No, no me hagan daño! —Imploró Elisa. Su maquillaje estaba hecho un desastre.
— ¡Sáquela del carro! —Ordenó Enrique.
Los hombres obedecieron mientras uno se quedó hablando con él.
Elisa en su vestido blanco llegaba a aquel lugar donde iban a hacer lo que quisieran con ella. En su cuello estaba la razón de todo lo que los había llevado a hacer todo eso. Elisa no podía parar de llorar de terror.
Cuando entraron a la bodega, los hombres la dejaron caer al momento que cerraban todo con candado. Elisa lloraba inconsolablemente.
— ¡No me vayan a hacer nada, por favor!
Los hombres se miraron.
—El collar no es lo único valioso que tiene —digo uno de los hombres —. Podemos pedir un rescate por ella.
—No, ya te he dicho que así nos descubrirían más fácil —contestó otro —. Quítenle el collar.
Y de un solo tirón, le quitaron el collar a Elisa haciendo sangrar su cuello. Quizá las cosas estaban a punto de salírsele de las manos. Esa mujer que estaba a punto de convertirse en la esposa del gran Stefan de la Barrera representaba dinero, mucho dinero, muchas comodidades, una vida de placeres si ellos sabían manejar la situación correctamente.
El hombre le entregó el collar a Enrique. En sus manos ya tenía muchísimo dinero.
— ¿Qué más deberíamos de hacer con la novia?
—Déjenme pensar una manera de sacarle más dinero. Después de esto, me iré con Isela a disfrutar la vida sin tener que preocuparnos por trabajar.
Y por cada minuto que pasaba, cada metro que el auto avanzaba, Isela se sentía más lejos de su destino. Tenía que encontrar a su esposo antes que la policía.— ¡Contesta, contesta, Enrique! —Dijo Isela bajando su celular.La verdad era que no sabía en qué lugar de todo ese país lo iba a encontrar. Su esposo no podía ir a la cárcel.Entonces de pronto lo recordó. Enrique había hablado muchas veces de ir a una bodega fuera de la ciudad para hacer algún tipo de negocios. Él debía de estar ahí así que acelerando un poco más, siguió adelante sin saber que la policía ya iba en camino también al haber rastreado el celular de uno de los ladrones.Sobre todas las cosas estaba su esposo sin importar el mal que había hecho.En una casa de las más lujosas que podían pertenecerle a la familia de los Barrera, más de 500 invitados esperaban por ver llegar a la novia. Y entre ellos Stefan siendo el más nervioso pero ya no porque se fuera a casar sino porque su esposa había demorado demasiado, las sir
Caminando de un lugar a otro, no sabiendo que hacer, Enrique se tomaba la cabeza una y otra vez. Todo se había complicado en un segundo, solo esperaban que esa mujer realmente hubiera muerto porque de lo contrario, ella iba a decir quienes fueron las personas que la secuestraron y le dispararon. Enrique tenía que irse del país pero, ¿qué había de su esposa?La pobre Isela, tenía que ir por ella a la casa e irse juntos, quizá con el tiempo le explicaría lo que pasó.— ¿Qué hacemos, jefe? —Preguntó uno de los hombres que había ayudado con todo.—Tenemos que irnos a cualquier lugar y no estar cerca de donde todo pasó.— ¿Qué hay del collar?—Cuando lo venda yo mismo les daré su parte. Ahora largo. Yo iré a buscar a mi esposa y juntos nos iremos, juro que regresaré a darles su parte.—Creo que es demasiado tarde para eso, señor —dijo el tercer hombre.— ¿De qué habla?—La policía ha arrestado a su esposa.— ¿Qué? ¿De qué rayos hablas?—Todo parece ser que su esposa llegó en el lugar para
DOS MESES DESPUÉSSegundos, minutos, horas, horas que compusieron días, días que nunca más iban a regresar. Las lágrimas se habían ido de ella, su alma parecía estar quedando seca conforme el tiempo pasaba.De la manera en que los días iban pasando, conforme el odio fue creciendo en su corazón, Isela se dio cuenta de una sola cosa. Ella se había casado enamorada, ella estaba dispuesta a todo por él, ella incluso estuvo dispuesta a culparse de todo lo que había pasado para al final tener en la mente el nombre de dos personas que le habían hecho daño. Stefan de la Barrera, quien la había acusado de asesinato pagando mucho dinero y su esposo, Enrique, quien la dejó a su suerte y no suficiente con eso, la acusó de algo que ella nunca se hubiera atrevido a hacer.Era muy pronto para pensar en el día en que todo terminara. Era muy pronto para pensar en esa mañana y aun así, ya tenía un solo plan.—En ocho años mi condena se cumple —dijo al abogado frente a ella.Ahora Antonio sabía que Stef
Poco a poco ella comenzó a estudiar a su enemigo y todo eso que iba a hacer para que pudiera acercarse a él. Nunca antes había visto su rostro pero ya se decía que era un hombre muy guapo e inteligente. Solo por fotos fue como aprendió de él, de su familia, de cada uno de sus movimientos, incluso se aprendió de memoria su rutina, la misma que había dado en sus entrevistas.Días, meses, años que se fueron de esa manera, el abogado por su parte haciendo todo para que ella pudiera cambiar todo lo que era empezando por su nombre.Ocho años que se redujeron a cinco prontamente.CINCO AÑOS DESPUÉS—La reclusa Isela Velar, habiendo cumplido con su sentencia reducida a cinco años por buen comportamiento, hoy queda libre.Y de esa manera, las puertas del reclusorio fueron abiertas solo para ella, quien llevaba una maleta en mano, lista para tomar una nueva vida como se lo había prometido a su abogado y a su mejor amiga Adamaris, quien en menos de cuatro meses también saldría de la cárcel.Una
TRES DÍAS DESPUÉS“Todo lo que tienes que hacer es comportarte como una mujer de clase, una mujer sencilla, una mujer que sabe lo que quiere, una mujer que confía en sus conocimientos porque si de algo estoy seguro es que no hay chef como tú, no importan los estudios, tú eres mejor que ellos.”.Recordando esas palabras, María Fernanda bajó del auto que la había llevado hasta esa empresa.Inmediatamente el odio vino a ella, sus hijos se llenaron de tantos sentimientos negativos en el momento en que supo que en esa guarida debía de estar la persona que la hizo tan desgraciada.El plan de María Fernanda era sencillo, ella no se iba a presentar como la mujer de mucho dinero que llegaba para hacer alianzas con un hombre como él, ella iba a empezar muy despacio su venganza, estaría cerca de él, se ganaría su confianza siendo una niña simple para al final, dar los goles finales más dolorosos que él hubiera podido sentir en la vida.Con papeles en la mano, María Fernanda en su abrigo color bl
En el departamento que Antonio, el abogado de María Fernanda y el mismo que le tenía una sorpresa justamente ese día para cuando llegara, se escuchaba el fuerte cantar de quien no podía estar contenta con tomar un baño en una casa decente.Envuelta en una bata de baño, Adamaris salió sin importarle que ahí estuviera Antonio. Es que Adamaris era así, le gustaba no preocuparse por la vida, le gustaba que el mundo siguiera su paso, a ella nada le preocupara mientras el mundo afuera enloquecía por quererlo cambiar.—¿No deberás de irte a cambiar primero? —Preguntó Antonio.—¿Qué? ¿Te pone nervioso que solo traiga una bata puesta? —Adamaris rió.—No, la verdad es que no me pone nervioso ni mucho menos, es solo que si llega Isela va a pensar otra cosa.Adamaris no evitó ir con él y sentarse a su lado en uno de los sillones. Ella no era ese tipo de mujer que todos creían, ella simplemente era alguien a quien la vida le daba igual.—Antonio, no tienes que explicarme que te pones nervioso —rió
Regresando en sí debido a lo que había estado recordando y no queriendo sentir más eso en su interior, Stefan se levantó de su lugar mientras se limpiaba alas lágrimas. A pesar de los años él seguía siendo una persona que seguía amando a quien fue su esposo sin serlo pero de pronto la vida le arrebató.María Fernanda lo vio actuar. Lo vio limpiarse las lágrimas de manera discreta y todo lo que ella pudo sentir fue felicidad pues en su corazón estaba que quería que sufriera, quería que él siempre se mantuviera sufriendo y sintiera un poco el dolor que ella había sentido estando cada día en la cárcel mientras pedía porque la sacaran de ahí porque era inocente.—¿Sabes qué? Me aburres —dijo Stefan caminando hasta la puerta de salida. —Ve con Ricardo y que te dé tu liquidación del tiempo que has estado aquí.Y en el momento en que Stefan se dignaba por querer abrir la puerta, se dio cuenta que esta se había atrancado con algo.María Fernanda lo veía todo desde atrás. No, solo eso le falta
En una cama de hospital, siendo cuidado por el mismo doctor que lo había tratado a él y a su familia durante años, Stefan de la Barrera comenzó a despertar. No se acordaba de mucho, solo sabía que lo último que había sentido era el suelo frío en su espalda y una persona que le pedía que se mantuviera.—Hasta que despiertas —dijo esa voz ya tan conocida.Stefan miró a todos los lados. El único que conocía era a su mejor amigo Ricardo.—¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó Stefan.—Te desmayaste en el mismo lugar donde planeabas castigar a otra persona solo por estar en lo correcto.—No entiendo.—Pensé que habías superado tu miedo a los lugares cerrados.Poco a poco Stefan se levantó de la cama. Le dolía la cabeza, se sentía fuera de él.—Deberías de ser más agradecido.—No entiendo de qué hablas, Ricardo.—Bueno, pues, la misma mujer que te llevaste al cuarto de alimentos y que castigaste enfrente de todo por estar en lo correcto, fue la misma que de una u otra manera te salvó y se mantuvo