Ricardo con ayuda de todo el personal y las puertas que se abrían para él por el solo hecho de ser el mejor amigo de Stefan de la Barrera en cuestión de horas fue capaz de dar con el paradero de la mujer que Stefan quería ver.La verdad era que Ricardo tenía la esperanza que ese hombre amargado en el que Stefan se había coinvertido después de la muerte de Elisa, regresara a ser quien fue ahora que había encontrado a su rival, una mujer sin miedo a nada como lo había sido la tal María Fernanda.—Bien, denme la dirección de la mujer y yo mismo iré por ella —dijo Ricardo al hombre que le había conseguido la información.—Aquí está, señor. ¿No quiere que le acompañemos?—No, solo vendrán dos escoltas conmigo. Muchas gracias, díganle al señor de la Barrera que solo es cuestión de minutos para que la mujer esté aquí —. Y sin más, Ricardo se fue con dos hombres más, montado en uno de los autos de lujo que tenía a su disposición gracias a Stefan.Mientras tanto en la oficina de Stefan de la B
Sin bajar la mirada, sin temer más de lo que ya había temido en el pasado, todo lo que hizo Fernanda fue mirarlo directamente a los ojos. Ahora que lo tenía un poco más cerca, se daba cuenta de dos cosas muy importantes; lo guapo que era, quizá el hombre más guapo que ella haya visto y dos, aquel odio y aquella amargura en sus débiles ojos.—No sé de qué me está hablando, señor de la Barrera.Inmediatamente Stefan pareció caer en cuenta sobre lo que acababa de hacer así que poco a poco, dio un paso atrás. Esa mujer no era su esposa, esa mujer frente a él seguro ni sabía que Elisa solía tener un vestido idéntico al que ella tenía puesto.—Todo lo que sé es que usted me ha mandado llamar, y como soy una mujer respetable, que ejerzo mi carrera con respeto, no deseo que nada ni nadie se interponga en eso.Stefan se frotó el rostro. —Tome asiento, por favor.María Fernanda lo hizo mientras Stefan hacía lo mismo.—Quiero ser muy claro con lo que tengo que decirle. El incidente que pasó, yo…
Aventando los documentos que llevaba en la mano a su escritorio, Stefan tomó asiento en su silla giratoria de un solo golpe. No lo podía creer, juraba que no lo podía creer.Riendo, entró Ricardo detrás de su amigo.—¿Qué es lo que te pasa ahora, Stefan? —Preguntó Ricardo.—¿De qué te ríes, imbécil?—Uy, no te desquites conmigo.Stefan suspiró. Tenía razón, podía desquitarse con todos menos con su mejor amigo, el único que había estado para él en sus momentos más terribles.—¡Es que no soporto a esa mujer! ¡Juro que no la soporto y que estos quince días en que debo de verla se están yendo como… como… como mes de enero!Ricardo comenzó a reír fuerte, ganando solo la atención de su amigo.—¿De qué te ríes?—Me rio de que por fin te encontraste con alguien igual o peor que tú.—¿De qué estás hablando, Ricardo? ¿A qué te refieres con “peor a mí”?—Me refiero a que si esa niña tiene la fuerza para enfrentarte enfrente de todos tus trabajadores debe ser porque tiene un carácter peor que él
Caminando de un lado a otro, sabiendo que no conocían a nadie pero comportándose como si lo hicieran, Antonio y Fernanda bebían de sus copas mientras andaban de aquí para allá. María Fernanda tenía una única carta que jugar y esa era con la que se estaba presentando. Ella era la autora de tan deliciosos bocadillos, sin contar todavía la cena, las decoraciones de la mesa, las decoraciones del salón y quizá, todo en general.—Esto es exquisito. No puedo creer que lo haya hecho usted, junto con las decoraciones y todo lo demás —halagó una mujer a María Fernanda.Ella solo sonrió. —Espero sigan disfrutando.Antonio y María Fernanda habían esperando alrededor de una hora la llegada de esa persona que tanto detestaba en la vida. La misma que ya había demorado más de lo normal.—¿Estás dispuesta a hacer esto? —Preguntó Antonio por última vez.María Fernanda sacó el pequeño frasquillo de su bolso. —Te juro que es la única manera que tengo para que Stefan me persiga y así yo me pueda vengar de
En un mundo de apariencias, había solo una cosa que se podía hacer y eso era, fingir, fingir como todos en esa fiesta debían de estar haciendo. Porque solo bastaba ver la familiaridad más falsa con la que la gente de ahí, se trataba, solo bastaba ver las sonrisas y las miradas falsas pero al mismo tiempo, siendo aquellas miradas las que declararan todo lo que ellos realmente estaban sintiendo.No era que María Fernanda hubiera crecido en aquel ambiente, rodeada de aquella gente que solo sabía estar ahí por beneficio y no porque realmente lo deseara. Y aunque no había nada fuera del mundo de María Fernanda, ella era diferente, ella siempre queriendo ser tratada con honestidad, ella siempre queriendo casarse porque así lo decidiera su corazón y no alguien o simplemente, algún documento que la habían obligado a firmar. Y por un momento creyó que así lo hizo hasta que el hombre que más quiso mintió haciendo que la justicia de Stefan cayera sobre ella. Una justicia que iba a desear nunca h
Luces radiantes en un cielo que solo parecía ser hecho para ella. Los rayos del sol no podían alumbrar más para ella siendo el día más feliz de su vida. Finalmente, después de tanto, habiendo recorrido aquel camino de rosas y espinas, el amanecer alumbraba. Rayos de luz fuertes y claros.— ¡Está preciosa, señorita Elisa! —Dijo una de las mujeres que le servían.El vestido blanco junto con el velo caía como una hermosa ola blanca sobre ella. El día de su vida había llegado. Y en menos de lo pensado, ella se iba a convertir en la señora de la Barrera.—Deberíamos de irnos ya, señorita Elisa, el novio ya debe de estar esperándola en el altar —. Presionó la misma servidora.—Estoy nerviosa, estoy muy nerviosa. María.—No tiene por qué estarlo, señorita Elisa, todo va a salir muy bien, el señor de la Barrera está muy enamorado de usted, nada tiene que salir mal.Elisa finalmente suspiró. Era cierto, el hombre que sería su esposo estaba tan enamorado de ella que nada podía salir mal porque
Y por cada minuto que pasaba, cada metro que el auto avanzaba, Isela se sentía más lejos de su destino. Tenía que encontrar a su esposo antes que la policía.— ¡Contesta, contesta, Enrique! —Dijo Isela bajando su celular.La verdad era que no sabía en qué lugar de todo ese país lo iba a encontrar. Su esposo no podía ir a la cárcel.Entonces de pronto lo recordó. Enrique había hablado muchas veces de ir a una bodega fuera de la ciudad para hacer algún tipo de negocios. Él debía de estar ahí así que acelerando un poco más, siguió adelante sin saber que la policía ya iba en camino también al haber rastreado el celular de uno de los ladrones.Sobre todas las cosas estaba su esposo sin importar el mal que había hecho.En una casa de las más lujosas que podían pertenecerle a la familia de los Barrera, más de 500 invitados esperaban por ver llegar a la novia. Y entre ellos Stefan siendo el más nervioso pero ya no porque se fuera a casar sino porque su esposa había demorado demasiado, las sir
Caminando de un lugar a otro, no sabiendo que hacer, Enrique se tomaba la cabeza una y otra vez. Todo se había complicado en un segundo, solo esperaban que esa mujer realmente hubiera muerto porque de lo contrario, ella iba a decir quienes fueron las personas que la secuestraron y le dispararon. Enrique tenía que irse del país pero, ¿qué había de su esposa?La pobre Isela, tenía que ir por ella a la casa e irse juntos, quizá con el tiempo le explicaría lo que pasó.— ¿Qué hacemos, jefe? —Preguntó uno de los hombres que había ayudado con todo.—Tenemos que irnos a cualquier lugar y no estar cerca de donde todo pasó.— ¿Qué hay del collar?—Cuando lo venda yo mismo les daré su parte. Ahora largo. Yo iré a buscar a mi esposa y juntos nos iremos, juro que regresaré a darles su parte.—Creo que es demasiado tarde para eso, señor —dijo el tercer hombre.— ¿De qué habla?—La policía ha arrestado a su esposa.— ¿Qué? ¿De qué rayos hablas?—Todo parece ser que su esposa llegó en el lugar para