LXIII

Cuando Enrique llegó al parque de atracciones con Isela, ella ya estaba despierta. Ya no le tenía miedo, sabía cómo actuaba y de lo que era capaz, esa era la razón por la que estar con él allí era lo mismo que estar en el infierno, donde había vivido los últimos 6 años.

Las vendas alrededor de sus muñecas estaban todas manchadas de sangre, se estaba desangrando y no le importaba. Enrique la había llevado allí sólo por una razón: era hora de acabar con lo que empezó pero nunca tuvo tiempo de terminar.

Isela era esa mujer que le iba a abrir cualquier puerta al mundo de los poderosos. Enrique la necesitaba en todos los aspectos de su vida, e Isela necesitaba acabar con su venganza. Todos salían ganando, ¿no?

—¡Déjame en paz! —Gritó ella, soltándose de su agarre.

Enrique sonrió. No había lugar al que huir. El parque de atracciones era sólo para ellos dos porque Stefan le había hecho el favor de alquilar aquel lugar para cualquier ocasión especial.

—Querida Isela, mi amor, ¿cuánto hace qu
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