Caminando de un lado a otro, sabiendo que no conocían a nadie pero comportándose como si lo hicieran, Antonio y Fernanda bebían de sus copas mientras andaban de aquí para allá. María Fernanda tenía una única carta que jugar y esa era con la que se estaba presentando. Ella era la autora de tan deliciosos bocadillos, sin contar todavía la cena, las decoraciones de la mesa, las decoraciones del salón y quizá, todo en general.—Esto es exquisito. No puedo creer que lo haya hecho usted, junto con las decoraciones y todo lo demás —halagó una mujer a María Fernanda.Ella solo sonrió. —Espero sigan disfrutando.Antonio y María Fernanda habían esperando alrededor de una hora la llegada de esa persona que tanto detestaba en la vida. La misma que ya había demorado más de lo normal.—¿Estás dispuesta a hacer esto? —Preguntó Antonio por última vez.María Fernanda sacó el pequeño frasquillo de su bolso. —Te juro que es la única manera que tengo para que Stefan me persiga y así yo me pueda vengar de
En un mundo de apariencias, había solo una cosa que se podía hacer y eso era, fingir, fingir como todos en esa fiesta debían de estar haciendo. Porque solo bastaba ver la familiaridad más falsa con la que la gente de ahí, se trataba, solo bastaba ver las sonrisas y las miradas falsas pero al mismo tiempo, siendo aquellas miradas las que declararan todo lo que ellos realmente estaban sintiendo.No era que María Fernanda hubiera crecido en aquel ambiente, rodeada de aquella gente que solo sabía estar ahí por beneficio y no porque realmente lo deseara. Y aunque no había nada fuera del mundo de María Fernanda, ella era diferente, ella siempre queriendo ser tratada con honestidad, ella siempre queriendo casarse porque así lo decidiera su corazón y no alguien o simplemente, algún documento que la habían obligado a firmar. Y por un momento creyó que así lo hizo hasta que el hombre que más quiso mintió haciendo que la justicia de Stefan cayera sobre ella. Una justicia que iba a desear nunca h
Apurada, con el corazón latiente, la señora Lourdes entró sin permiso alguno en aquel lugar en el que les dijeron que estaría su nieto.—¡Niño del demonio! —Entró —. ¿Dónde está ella?—¿De qué hablas abuela?—¡¿Ya le pediste disculpas? ¿Cómo te atreves?!—Abuela, por favor, no estoy para tus dramas.—¿Dónde está ella? ¡Contesta!—¡Se está cambiando!Y de pronto, todo el silencio cesó pues unos pasos suaves fueron escuchados. La mirada de la señora Lourdes se enterneció mientras Stefan detrás solo rodeaba los ojos.— ¡Oh! Ahí estás. Wuooo, te asienta perfecto ese color. Te ves bellísima.Fernanda sonrió. —Muchas gracias, señora.—Dime, este idiota de mi nieto, ¿ya te pidió disculpas?—¡Abuela! —Se quejó Stefan por el insulto.—¿Te pidió disculpas, niña? —Insistió la señora con una sonrisa.Fernanda volteó a ver a Stefan. Stefan hizo lo mismo. Si tan solo la señora supiera que el hombre le había hecho algo peor.—¡No, abuela, no lo he hecho! —Habló Stefan.—Bien, eso me gusta —dijo la s
Al momento, la vista de María Fernanda cambió de dirección tan pronto como sintió la mirada de alguien más, pronto se dio cuenta que era nada más y nada menos que el señor de la Barrera. El gran Stefan de la Barrera que caminar de manera decidida hasta ellos, finalmente él había logrado verlos.— ¡Oh, Stefan! Un gusto verte —saludó Elijah de la manera más falsa que hubiera podido —. No había ido a saludarte porque…—Muchas gracias por venir —lo encaró Stefan cortando sus palabras.Los dos hombres se miraron sin tener mucho que decir. Todo lo que buscaban decirse, estaba impreso en la mirada de uno y otro.— ¿Ya terminaste de hablar con tu gente?! —preguntó Elijah de manera descarada.— ¿Qué haces aquí? Dijiste que no podías venir.—¡Oh! ¿Eso significa que después de todo si estás al tanto de lo que hago y lo que no?Stefan no dijo nada.—Yo solo vi a tu acompañante sola y pensé que no era bueno que ella se sintiera así.—¡Ella no es mi acompañante!María Fernanda, lejos de sentirse co
Elijah era un hombre que poco insistía, sabía que el mundo estaba lleno de mujeres, sabía que solo necesitaba un poco de poder y sonreír de la manera en que él lo hacía para tener a las mujeres que quisiera ante él. Aunque la realidad para ese momento se estaba tornando un poco más complicada. ¿Por qué tenía que insistirle tanto a esa mujer que encima, estaba siendo una cabeza dura?A Elijah le debía de importar poco si estaba casada, era soltera, viuda o lo que fuera, al final ella era una mujer hermosa y de carácter que él debía de respetar. Pero se le estaba haciendo tan difícil hacerlo.—Señor, los autos ya están listos, —dijo el hombre que acompañaba a Stefan y que podíamos decir, era su mano derecha.—Tendrán que esperar un momento —dijo al momento que caminaba rumbo a donde estaba su invitada discutiendo con Elijah, su peor enemigo.Tan pronto como María Fernanda se dio cuenta de la presencia de Stefan acercándose un poco más, bajó la voz al momento que retrocedía y soportaba t
De pronto, entre las pálidas imágenes que lograba ver sus ojos entreabiertos después de que comenzara a despertar del desmayo, pudo ver aquel rostro que parecía ser más atractivo que ninguno otro. El mismo que miraba frente a ella y que nunca se imaginó que iba a despertar viéndolo.Nerviosamente supo removerse entre los brazos de aquella persona que la había logrado rescatar de caer al vacío. Sus ojos parecieron reclamar aquella realidad de la que ella no era consciente con cada parpadeo. Sentía su cuerpo tan débil.Y la gente, la misma gente que había estado disfrutando de aquella celebración no pudo evitar pero sentirse atraída por las diferentes voces que parecieran querer hacerse escuchar al momento. Con pasos lentos, se acercaron al ver a un hombre en el suelo, a Stefan en cunclillas y a dos mujeres más queriéndose hacerse escuchar. Su abuela y alguna otra compañía.Inmediatamente, como si toda la gente de esa celebración estuviera conectada por el mismo pensamiento, pensaron lo
En el auto, Stefan hacía lo imposible para que fuerzas no fueran a flaquearle más que en ningún otro momento.Y por cada minuto que pasaba, María Fernanda parecía desvanecerse.—Ya casi llegamos —dijo él.María Fernanda sonrió, se estaba perdiendo en el mundo de los sueños, los sueños rotos y las culpas. Y de las alucinaciones.—Lo siento —dijo ella llamado la atención de Stefan al momento. La mujer estaba alucinando. —Lo siento mucho —continuó ella diciendo. La fiebre la estaba haciendo más débil físicamente y emocionalmente.— ¿Por qué dices eso, María Fernanda? Yo soy quien no vigilo de mi personal.—Yo no soy María… Yo no soy… María Ferna… —informó ella casi en un susurro.Esa sola frase entrando en la consciencia de Stefan lo hizo dudar de tantas cosas.De pronto y sin que el mismo Stefan se diera cuenta de lo hacía, comenzó a bajar la velocidad del auto. No entendía lo que le había dicho pero parecía eso tener un significado muy especial. Lo presentía.—Sé que… sé que siento que
A toda prisa el auto continuó su camino, sintiendo la inestabilidad hacer presa al cuerpo de Stefan, de vez en vez volteaba a ver a María Fernanda quien iba profundamente dormida a lado de él. En la mente de Stefan quería pensar que las miradas que le daba no era más que una forma de ver como estaba pero dentro de él, muy dentro de él sabía que la razón era muy diferente y tenía que ver con lo que había descubierto tan pronto como ella había caído en sus brazos tal como una cenicienta. Algo le había picado y por primera vez, a él le importaba una mujer.—Ya vamos a llegar, María Fernanda —dijo él como si verdaderamente ella pudiera escucharle. —Dije que no debía de tener una compasión por gente como tú —continuó explicando pero más que ser una explicación para ella, era una explicación para él. —Pero aquí estoy, María Fernanda, no soy una mala persona.Una vez más, Stefan dirigió su vista al rostro de su empleada. Porque al final, daba igual por qué se atravesó en su camino, lo que im