En el auto, Stefan hacía lo imposible para que fuerzas no fueran a flaquearle más que en ningún otro momento.Y por cada minuto que pasaba, María Fernanda parecía desvanecerse.—Ya casi llegamos —dijo él.María Fernanda sonrió, se estaba perdiendo en el mundo de los sueños, los sueños rotos y las culpas. Y de las alucinaciones.—Lo siento —dijo ella llamado la atención de Stefan al momento. La mujer estaba alucinando. —Lo siento mucho —continuó ella diciendo. La fiebre la estaba haciendo más débil físicamente y emocionalmente.— ¿Por qué dices eso, María Fernanda? Yo soy quien no vigilo de mi personal.—Yo no soy María… Yo no soy… María Ferna… —informó ella casi en un susurro.Esa sola frase entrando en la consciencia de Stefan lo hizo dudar de tantas cosas.De pronto y sin que el mismo Stefan se diera cuenta de lo hacía, comenzó a bajar la velocidad del auto. No entendía lo que le había dicho pero parecía eso tener un significado muy especial. Lo presentía.—Sé que… sé que siento que
A toda prisa el auto continuó su camino, sintiendo la inestabilidad hacer presa al cuerpo de Stefan, de vez en vez volteaba a ver a María Fernanda quien iba profundamente dormida a lado de él. En la mente de Stefan quería pensar que las miradas que le daba no era más que una forma de ver como estaba pero dentro de él, muy dentro de él sabía que la razón era muy diferente y tenía que ver con lo que había descubierto tan pronto como ella había caído en sus brazos tal como una cenicienta. Algo le había picado y por primera vez, a él le importaba una mujer.—Ya vamos a llegar, María Fernanda —dijo él como si verdaderamente ella pudiera escucharle. —Dije que no debía de tener una compasión por gente como tú —continuó explicando pero más que ser una explicación para ella, era una explicación para él. —Pero aquí estoy, María Fernanda, no soy una mala persona.Una vez más, Stefan dirigió su vista al rostro de su empleada. Porque al final, daba igual por qué se atravesó en su camino, lo que im
Estando en la sala de espera de aquel hospital, con un café en la mano, sin poder saber todo lo que había pasado en ese breve momento. A Stefan le habían dicho que todo lo que le había pasado a la mujer era debido al picazón de un animal. El peligro ya había pasado pero eso no significaba que no estuviera delicada.Lo peor de todo, ¿desde cuándo a él le había comenzado a importar lo que le pasara a la gente de su alrededor? Todo parecía que la causa era porque ella era diferente, a ella le gustaba pelear por lo que creía y Stefan, en años se había encontrado con una mujer así.“Elisa, ¿qué me está pasando?” Preguntó como si en verdad aquella mujer pudiera escucharlo.No sabía lo que estaba sintiendo con tan solo recordar cómo esa mujer había caído en sus brazos. No estaba listo para verla, esa era su única verdad.En ese momento recordó que tenía que informarle a la familia de esa mujer. Ellos tenían que saber lo que había sucedido con ella.Y sin más, marcó el número de su mejor amig
En el hospital, siendo las tres de la madrugada, Stefan regresaba a la habitación con una café en la mano. Sería una noche larga y él tenía que soportar. Incluso si la doctora ya le había dicho lo bien que ella podría encontrarse para ese momento, él no se iba a ir, ni siquiera él podía imaginar la angustia que ella debió de sentir en el corazón tan pronto como le dijeron que el señor de la Barrera se había ido.Ni siquiera podía pensar en que ella tuvo que haberse sentido como una basura que había sido arrojada al lugar donde debía de estar, para después él pudiera desaparecer. En una sola noche él le había hecho mucho daño. En una sola noche, él ya había cometido tantos errores con ella. El mundo tenía razón cuando decían que él era uno de los peores jefes con el que una persona podía encontrarse.Sentado con las piernas cruzadas y el café en la mesa de su lado derecho, Stefan estudiaba un poco la siguiente exposición que tendría a la mañana siguiente en la Tablet que había ido a tr
María Fernanda cerró los ojos. Ahora lo entendía todo. Ahora entendía la razón por la que ese hombre le había hablado de esa manera cuando ella le hizo saber que se quedaría en la fiesta con Stefan y que no iba a retroceder hasta que él pagara.—¿En verdad no te importa? —Preguntó Adamaris al ver tan indiferente a su amiga después de aquellas palabras.—Yo se lo dije, Adamaris. Se lo dije tantas veces, mi corazón… ya no hay nada que pueda sentir… no más que amor por esta venganza que tarde o temprano se hará realidad.—¿María Fernanda?—¿Te puedo contar algo, Adamaris?—Lo que tú quieras. Sabes que somos amigas.—Solo si me dices que puedo contar contigo, por favor, dilo, necesito entender a Stefan para seguir con esta venganza.—Él no merece que lo entiendas.—Por favor, Adamaris, te lo pido con el alma.Suspirando, sabiendo perfectamente que no había nadie más que pudiera ayudarla, ella asintió. María Fernanda podía seguir contando con ella para lo que sea porque al final, la misma
Ya importaba menos qué tanto se atreviera defenderse, su familia nunca iba a cambiar si se trataba de dinero y de poder. Bueno, aunque no era exactamente su familia sino la gente, la gente que no tenía vida, la gente que envidiaba, la gente que se sentía mejor viendo la vida de los demás que la propia.Su misma familia, las personas que se supone más deben de apoyarnos eran las mismas que nunca aceptaron la felicidad de su nieto cuando se quiso casar con Eliza, y ahora lo forzaba la misma sociedad que tuviera un hijo con una persona a la que no iba a conocer y su abuela, ella no hacía nada para hacerlo sentir seguro.Stefan, el gran Stefan de la Barrera también necesitaba un poco de apoyo. Era adulto, el CEO más temido quizá, pero no dejaba de ser humano. Y Eliza, a la única mujer que él más quiso, ya no estaba.De vuelta a la habitación de hospital, a la mente de María Fernanda llegó él, el único hombre que le dio felicidad por el momento que duró.Un recuerdo vino a ella.—¿Me amas
De vuelta en la compañía de los de la Barrera, el mismo infierno de siempre y la misma vida sin saber que él había probado desde el momento en que Elisa se había ido de su vida.—Bien, estás son las bases que presentamos para asegura el consumo del nuevo producto que será lanzado el próximo año, señor de la Barrera. También queremos proceder con los siguientes restaurantes en París, ¿está de acuerdo con el resumen de los datos proporcionados? —preguntó uno de los inversionistas queriendo ganar la atención del hombre que se encontraba en frente de ellos con la mirada baja mientras su bolígrafo se deslizaba por una hoja en blanco.Stefan parecía seguir pensando en todo menos en lo que le acababan de preguntar, las miradas de los demás se clavaron en él esperando por su respuesta.— ¿Señor de la Barrera? —Insistió el hombre.— ¡¿Sí?! —llamó él prontamente al darse cuenta de su error. —Le preguntábamos si está de acuerdo con los cambios que se van a hacer para el próximo año.Stefa
Una, dos, tres… cuatro y, ¿cuántas horas más iban a pasar hasta que él lograra concentrarse en todo lo que tenía que hacer? La verdad era que de su mente no se podía sacar las últimas dos noches en las que más cerca había estado de su empleada. El rostro enfermo de su mente no se iba, aquella sonrisa que jamás le había visto se había convertido en su curiosidad y que por supuesto era una sonrisa honesta, lo pudo ver en el momento en que sonrió a su amiga sin maldad, ¿por qué la necesidad de ir al hospital y volverle a decir que nada de lo que había pasado debía de hacerle pensar cosas que no eran? Quizá porque más allá de ser a ella a quien quería convencer de eso era a él mismo y así, dejar morir a todas las ideas extrañas que se estaban haciendo en su mente. Él seguía amando a Elisa. Daba más daba menos que ella estuviera muerta.Molesto, queriéndose olvidar de todo el trabajo, tomó su saco y salió de la empresa con solo una idea en mente.Y afuera, su amigo, el mismo hombre que sie