XXII

En el hospital, siendo las tres de la madrugada, Stefan regresaba a la habitación con una café en la mano. Sería una noche larga y él tenía que soportar. Incluso si la doctora ya le había dicho lo bien que ella podría encontrarse para ese momento, él no se iba a ir, ni siquiera él podía imaginar la angustia que ella debió de sentir en el corazón tan pronto como le dijeron que el señor de la Barrera se había ido.

Ni siquiera podía pensar en que ella tuvo que haberse sentido como una basura que había sido arrojada al lugar donde debía de estar, para después él pudiera desaparecer. En una sola noche él le había hecho mucho daño. En una sola noche, él ya había cometido tantos errores con ella. El mundo tenía razón cuando decían que él era uno de los peores jefes con el que una persona podía encontrarse.

Sentado con las piernas cruzadas y el café en la mesa de su lado derecho, Stefan estudiaba un poco la siguiente exposición que tendría a la mañana siguiente en la Tablet que había ido a tr
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