VII

En el departamento que Antonio, el abogado de María Fernanda y el mismo que le tenía una sorpresa justamente ese día para cuando llegara, se escuchaba el fuerte cantar de quien no podía estar contenta con tomar un baño en una casa decente.

Envuelta en una bata de baño, Adamaris salió sin importarle que ahí estuviera Antonio. Es que Adamaris era así, le gustaba no preocuparse por la vida, le gustaba que el mundo siguiera su paso, a ella nada le preocupara mientras el mundo afuera enloquecía por quererlo cambiar.

—¿No deberás de irte a cambiar primero? —Preguntó Antonio.

—¿Qué? ¿Te pone nervioso que solo traiga una bata puesta? —Adamaris rió.

—No, la verdad es que no me pone nervioso ni mucho menos, es solo que si llega Isela va a pensar otra cosa.

Adamaris no evitó ir con él y sentarse a su lado en uno de los sillones. Ella no era ese tipo de mujer que todos creían, ella simplemente era alguien a quien la vida le daba igual.

—Antonio, no tienes que explicarme que te pones nervioso —rió
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