XXXII

Bailando su mirada, se puso nervioso.

—¡Entra, chica! ¡Pasa, cariño!

—¿Eva? —Stefan susurró.

—¡Stefan! ¡Oh, mi dios, te ves tan guapo en esta oficina digna de un CEO!

Stefan se sintió incómodo. ¿Se había olvidado de todo?

—¡Eh, mocoso, la pequeña Eva te está hablando!

—¡Oh! Sí, sí, gracias. Gracias, Eva.

—De todos modos, creo que tengo que irme, Stefan. Hay cosas que tengo que hacer todavía. ¿Vienes conmigo, Eva?

—Oh, no, Sra. De la Barrera, quiero ponerme al día con todo lo que Stefan ha hecho todos estos años.

—Eso me gusta. Nos vemos, Eva. Espero que vayas a visitarme.

—Por supuesto, señora De la Barrera.

En cuanto la abuela de Stefan cerró la puerta Eva supo que era su momento de empezar a actuar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vio a Stefan. Cuando ella se fue al extranjero a estudiar gastronomía, Stefan estaba a punto de recibir ese importante puesto en la empresa tras la muerte de su abuelo. Stefan estaba locamente enamorado de una mujer que había encontrado e
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