Suspiré aliviada al verlo irse y recogí mis cosas, decidida a enfocarme en la próxima clase. Mientras caminaba por el pasillo, mi mente aún estaba ocupada con la situación absurda que había acabado de vivir. No estaba prestando mucha atención a mi entorno cuando de repente me choqué con alguien, haciendo que todos sus libros y papeles cayeran al suelo.
—¡Lo siento mucho! —exclamé, agachándome rápidamente para ayudar a recoger sus cosas.
Al tomar un libro y levantar la mirada, mis ojos se encontraron con los del chico al que Lucas había lastimado. Su mirada era intensa, con una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar de inmediato. Tenía un rostro anguloso y serio, con un aire de vulnerabilidad que contrastaba con su expresión dura.
—¿Estás bien? —pregunté, intentando romper el hielo mientras le entregaba sus cosas.
—Sí, gracias —respondió, tomando sus libros con una sonrisa agradecida, aunque sus ojos todavía mostraban una sombra de algo más profundo.
Nos quedamos unos segundos en silencio, en una especie de reconocimiento mutuo, antes de que él se apartara ligeramente, como si estuviera evaluando si seguir la conversación o no.
—¿Ya fuiste a la enfermería? —le pregunté, notando cómo se rascaba el cuello, claramente incómodo.
Yo, evidentemente quería saber si se estaba tratando las heridas de manera adecuada.
—Estoy bien —insistió, con voz tensa.
—Puedo acompañarte si quieres —ofrecí, tratando de ser amable.
—No, gracias —respondió inmediatamente, con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
—Deberías comunicarle la situación a un superior —le sugerí con un tono más enfático.
Él me miró por un momento, como si considerara mis palabras, pero luego negó con la cabeza.
—No es necesario —dijo finalmente, con una voz más suave pero aún decidida. —Gracias por tu preocupación.
—¿De verdad vas a dejar que él se salga con la suya? —le pregunté, con frustración evidente.
Su mirada se endureció por un instante antes de suavizarse de nuevo.
—No es tan simple —respondió con un suspiro, como si llevara un peso invisible sobre sus hombros. —Hay cosas que no puedes entender.
—¿Entonces estás tratando de justificar lo que ese idiota te hizo? —le espeté, indignada.
Él me miró, con sus ojos llenos de una mezcla de dolor y algo que no podía identificar del todo.
—No lo estoy justificando —dijo en voz baja—. Simplemente hay más en esta historia de lo que parece.
Antes de que pudiera decir algo más, se dio la vuelta y se alejó, dejándome con más preguntas que respuestas.
Al parecer, huir era algo común en este chico.
Me quedé allí, mirando su espalda mientras se alejaba, sintiendo una mezcla de frustración y curiosidad. ¿Qué podía ser tan complicado? Sacudí la cabeza, tratando de concentrarme en mis propias preocupaciones. Ya tenía suficiente con lidiar con Lucas y el proyecto que nos había impuesto el profesor.
Cuando finalmente llegué a mi siguiente clase, apenas podía concentrarme. Las palabras de aquel muchacho y su actitud evasiva seguían rondando en mi mente. No podía entender por qué alguien aceptaría ser tratado de esa manera sin hacer nada al respecto.
Sara, quien estaba sentada a mi lado, me miró con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿En quién estás pensando tan intensamente? —preguntó con tono juguetón.
Fruncí el ceño, confundida por su pregunta.
—Aparentemente, quien está pensando en alguien eres tú —le respondí, alzando una ceja al notar su expresión tan particular.
Ella rio y se inclinó hacia mí, como si compartiera un secreto.
—Sabes, hay un chico en esta clase que me parece increíblemente atractivo —susurró, con una mirada traviesa en sus ojos.
Alcé las cejas, sorprendida por su revelación. Ella no solía ser tan directa sobre nada y muchísimo menos acerca de sus intereses amorosos. A ver, no nos conocíamos hace mucho, pero durante este tiempo nos habíamos vuelto muy cercanas.
—¿En serio? ¿Quién es? —pregunté con curiosidad.
Ella, con una sonrisa, señaló con el mentón a un chico que estaba sentado diagonal a nosotras. Al girar discretamente la cabeza para mirar, mis ojos se encontraron con un hombre de tez morena, de cabello negro y rizado. Sus facciones eran marcadas y atractivas, con pómulos altos y una mandíbula bien definida. Llevaba una camisa de cuadros que se ajustaba perfectamente a su torso atlético, y sus ojos oscuros estaban fijos en el cuaderno frente a él mientras tomaba notas con concentración. Había algo en su porte y en la manera en que se movía que irradiaba una confianza tranquila y natural.
—Él —susurró Sara, con sus ojos brillando de entusiasmo—. ¿No es guapísimo?
Lo observé por un momento y me pareció familiar, pero no lograba recordar de dónde.
—Sí, es bastante guapo —admití, volviendo la mirada hacia Sara—. Es como si lo hubiera visto antes.
—Claro que sí —respondió ella—. Usualmente se la pasa con la pareja de Valeria.
¿La pareja de Valeria? ¿estaba hablando de Lucas? Dios, otra vez, no.
La pequeña sonrisa que tenía se me desdibujó al instante.
—Lo siento, Sara, pero si él es amigo de una persona como Lucas, entonces muy bueno no tiene que ser —le dije, sintiendo un nudo de frustración formarse en mi estómago.
—No puedes juzgar a alguien solo por sus amigos, Elena —dijo con un tono defensivo—. La gente es más compleja que eso. Tal vez él sea diferente.
—Sara, las personas tienden a rodearse de quienes tienen valores y comportamientos similares. Si él es amigo de Lucas, entonces comparte algo con él. Y Lucas no ha mostrado nada más que violencia, arrogancia y desdén hacia los demás. No quiero verte involucrada con alguien que podría ser igual.
Sara suspiró, como si mis palabras la hubieran bajado de la nube en la que ella solita se había subido.
—Pero al final, la decisión es tuya —le dije, tratando de suavizar un poco mis palabras—. Si quieres conocerlo más a fondo o no intentarlo, depende de ti.
Sara negó con la cabeza lentamente y sus ojos perdieron el brillo de antes.
—Tienes razón —dijo con un tono resignado—. No habría ninguna buena razón para
relacionarme con alguien como él.
Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, intelig
Seguía mirando a esa estúpida, idiota, engreída... todas las palabras descalificativas que pudieran existir para describir a Carolina cruzaban mi mente, pero no dije nada, porque de repente, el término "pegamento" rebotó en mi cabeza una y otra vez. ¿Sara acababa de decir que el slime se hacía con pegamento? ¡¿Pegamento?!Mi rabia se transformó en una mezcla de incredulidad y preocupación. Recordé cómo esa sustancia se había sentido pesada y pegajosa, y el pensamiento de que contenía pegamento me hizo entrar en pánico. Como dijo ella, si no salíamos de ahí rápidamente, el slime se secaría, y quitarlo sería mucho más difícil.Sentí un nudo en el estómago mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.Sara, aún intentando tirarme del brazo, me sacó de mi ensimismamiento. Asentí rápidamente, dándome cuenta de que necesitábamos movernos. No podía dejar que esa rubia maleducada disfrutara más de su pequeña victoria. Con el corazón latiendo a mil por hora y la rabia aún burbuj
Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que est
Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s
¿Qué carajos?Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.Me sorprendí al ver cómo, a m
Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con u