La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.
—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.
La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.
El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.
Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y cada sombra parecía estar acechándome. Estaba a punto de salir corriendo cuando un crujido más fuerte que los demás me hizo girar la cabeza una última vez. No había nada, solo la oscuridad y las sombras de los árboles moviéndose con el viento.
Respiré hondo, tratando de calmarme, y seguí caminando hasta que las luces del campus estuvieron a la vista. La familiaridad del entorno y la presencia de otros estudiantes me tranquilizaron un poco. Me dirigí directamente a mi dormitorio, sin mirar atrás, y cerré la puerta con fuerza, apoyándome contra ella mientras mi corazón seguía latiendo con fuerza.
¿Qué carajos había sido eso? Me pregunté a mí misma, pero cuando la luz llenó la habitación, me encontré con otra sorpresa.
Todo estaba desordenado. Mis libros y apuntes estaban esparcidos por el suelo, la ropa tirada por todas partes, y mi escritorio parecía haber sido saqueado. Sentí un nudo formarse en mi estómago mientras recorría la habitación con la mirada, intentando entender qué había sucedido. ¿Alguien había entrado a robar? No había nada de gran valor, monetario al menos.
Caminé lentamente hacia mi escritorio, tratando de encontrar algún indicio de lo que pudieran haberse llevado. Sin embargo, parecía que todo estaba en su lugar, excepto por el caos. Mi laptop, mis joyas baratas, e incluso mi cartera con algo de efectivo, seguían allí. ¿Qué estaban buscando entonces?
Se me vino a la mente Carla, la chica con la que comparto habitación. No me había metido con ella ni había hecho algo que le molestara, hasta donde sabía. Además, no permanecía mucho tiempo aquí, solo la veía durmiendo en la mañana cuando yo estaba a punto de salir y cuando ella llegaba a altas horas de la madrugada, borracha.
Me dirigí hacia su lado de la habitación, buscando algún indicio de su presencia. Su cama estaba desordenada, como de costumbre, pero algo parecía diferente. Me acerqué y noté que su armario estaba abierto, con la ropa revuelta, algo que no era normal en ella, ya que aunque era desordenada, siempre mantenía su ropa bien doblada.
Mi mente comenzó a dar vueltas, tratando de conectar los puntos. ¿Podría haber sido Carla? Pero, ¿por qué haría algo así? ¿O quizás alguien más había entrado buscando algo de ella?
Justo en ese momento, escuché el sonido de pasos acercándose al pasillo y mi corazón comenzó a latir con fuerza nuevamente.
La puerta se abrió lentamente y Carla apareció, con el aspecto desaliñado y los ojos vidriosos que delataban una noche de fiesta. Se quedó en la entrada, mirándome con una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó, tambaleándose ligeramente mientras cerraba la puerta detrás de ella.
—¿Fuiste tú? —le pregunté directamente, sin poder contener la sospecha en mi voz.
Ella frunció el ceño y se tambaleó hasta su cama, dejándose caer pesadamente sobre el colchón.
—¿Yo? ¿Qué? No, yo acabo de llegar... —murmuró, dejándose caer pesadamente sobre su cama.
La observé con atención, tratando de discernir si estaba diciendo la verdad o si había algo más detrás de sus palabras. Su estado no me daba muchas esperanzas de obtener respuestas claras en ese momento.
—Probablemente fuiste tú, Elena —Dijo Carla, con los ojos ya medio cerrados, mientras se acomodaba para dormir.
La miré con confusión, sin entender a qué se refería.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté, cruzándome de brazos.
Ella abrió los ojos apenas, mirándome con un atisbo de cansancio y desinterés.
—He escuchado que has estado molestando a los Sinisterra —murmuró, antes de dejarse caer nuevamente sobre la almohada.
No entendía absolutamente nada. Quería saber más, así que me acerqué a su cama y le pregunté:
—¿Los Sinisterra?
Pero ya estaba medio dormida y solo murmuró algo ininteligible antes de quedarse completamente en silencio. La incertidumbre y el miedo volvieron a golpearme con fuerza. Estaba claro que algo más grande estaba en juego y que, de alguna manera, estaba involucrada sin siquiera saber cómo o por qué.
La falta de respuestas y el caos en mi habitación solo añadían más preguntas a mi mente agotada. Me desplomé en mi propia cama, mirando el techo, tratando de juntar las piezas del rompecabezas que se estaba formando, pero me di cuenta de que ni siquiera sabía el número de pedazos que tenía que combinar.
A la mañana siguiente, me desperté con una sensación de agobio, como si cada movimiento estuviera cargado con el peso de un montón de piedras sobre mi espalda. No había descansado bien, y el desorden persistente en la habitación solo agravaba mi malestar. Al levantarme lentamente de la cama, sentí cómo el recuerdo de la noche anterior se reflejaba en cada gesto, como si el cansancio físico y emocional se hubiera convertido en una carga difícil de sacudir.
Vi a Carla durmiendo tranquilamente, como si la conversación de ayer, si es que se puede decir así, no hubiera sucedido.Sin embargo, no podía quedarme de brazos cruzados. Mi determinación era firme: estaba allí por mis padres y no permitiría que nadie me apartara de ese camino. Quién o qué estuviera detrás de todo este caos, no me intimidaba. Estaba decidida a quedarme y enfrentar cualquier adversidad que se presentara.
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s
¿Qué carajos?Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.Me sorprendí al ver cómo, a m
Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con u
—¿A qué te refieres? —preguntó Sara, frunciendo el ceño.Me puse las manos en el rostro, sintiendo la presión acumulada en mi cabeza.—Ya no sé ni lo que digo —murmuré, dejando caer las manos a los lados—. Vayamos por algo de comer. Necesito distraerme un poco.Nos dirigimos a la cafetería común, un lugar que siempre me había encantado. No solo ofrecía una variedad deliciosa de comida tipo buffet, sino que también la arquitectura era impresionante. Al cruzar las puertas, el aire acondicionado nos envolvió en un fresco abrazo, alejándonos del calor sofocante del exterior.Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura, y las mesas de mármol blanco brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. Grandes ventanales con cortinas de terciopelo rojo permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente cálido y acogedor. Las sillas tapizadas en cuero negro y los detalles dorados en la decoración añadían un toque de sofisticación que hacía que el lugar se sintiera lujos
Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos.Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían.Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión entre la carpeta y el enfado de Lucas se hizo más clara en mi mente. Su novia había dicho que Carolina se encargaba de esos documentos, pero ahora parecía que había algo más en juego o quizá no estaba ha
El colchón se amoldó a mi cuerpo, proporcionando un alivio temporal mientras la gravedad de la situación seguía presionando en mi mente.Justo entonces, el sonido familiar de mi teléfono rompió el silencio. Saqué el celular del bolsillo y vi el nombre "Mamá" en la pantalla. Una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato, iluminando el momento con un rayo de esperanza. Contesté la llamada, sintiendo una calidez reconfortante solo al escuchar su voz.—Hola, mamá —dije, tratando de mantener mi voz lo más normal posible, aunque sabía que ella podría percibir cualquier rastro de inquietud.—Hola, mi niña. Solo quería saber cómo estás —respondió su voz familiar y llena de cariño, la cual siempre lograba calmarme.Aunque tenía 22 años, ella seguía tratándome como si fuera pequeña. La manera en que su tono se suavizaba y se llenaba de ternura, me hacía sentir como si estuviera de nuevo en casa, protegida y querida. Lo entendía; para los padres, sus hijos siempre serían sus bebés a quienes cui
Pero la que se llevó una sorpresa fui yo cuando me di cuenta de que la chica con el labial corrido y la ropa arrugada era Carla. Ella levantó una ceja y abrió los ojos como si estuviera en shock al encontrarme allí. En un instante, su asombro se transformó en molestia.—¿Qué rayos haces aquí? —preguntó, con un tono lleno de irritación, como si yo fuera la intrusa en esta situación absurda.—¿Qué rayos hago yo aquí? —respondí, con mi indignación creciendo—. ¡Esta es mi habitación! ¡Aquí duermo!Carla me miró de arriba abajo, como si evaluara mi presencia.—¿No deberías estar en clases? —dijo, con fastidio.—Me cambiaron el horario —contesté, cruzando los brazos—. ¿Y tú? ¿No deberías estar estudiando en lugar de estar casi cogiéndote a un tipo, que probablemente ni siquiera conoces, en un dormitorio compartido?—No sabía que ibas a estar aquí —respondió, como si eso justificara todo.Se dio la vuelta, tomando la mano del desconocido, y cerró la puerta tras de sí, dejándome en una mezcla
Hice una mueca, tratando de ocultar mi frustración.—Lo último que quiero hacer ahora es buscar una prenda para que te vayas de fiesta, Carla.—Habrá aperitivos, alcohol y muchos chicos sexys. Necesito toda la ayuda que pueda obtener porque estoy super indecisa sobre qué vestidito usar. ¡Vamos, por favor! —imploró, juntando las manos y haciendo un puchero que añadía un toque dramático a su petición.Ignorando sus alaridos, me dirigí hacia la puerta con firmeza. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, ella apareció frente a mí, bloqueando la salida con un gesto de súplica.—No me dejes en esto sola —dijo con un tono de desesperación.La apunté con un dedo, sintiendo cómo la rabia crecía dentro de mí.—Me estás haciendo enojar, Carla —hablé con dureza, con la esperanza de que entendiera lo seria que era mi advertencia.De repente, su teléfono vibró. Lo sacó de su bolsillo trasero con un movimiento rápido y, con un suspiro, me dijo que necesitaba atender la llamada. Traté de apartarla