Capítulo 14. ¿Fuiste tú?

La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.

—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.

La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.

El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.

Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y cada sombra parecía estar acechándome. Estaba a punto de salir corriendo cuando un crujido más fuerte que los demás me hizo girar la cabeza una última vez. No había nada, solo la oscuridad y las sombras de los árboles moviéndose con el viento.

Respiré hondo, tratando de calmarme, y seguí caminando hasta que las luces del campus estuvieron a la vista. La familiaridad del entorno y la presencia de otros estudiantes me tranquilizaron un poco. Me dirigí directamente a mi dormitorio, sin mirar atrás, y cerré la puerta con fuerza, apoyándome contra ella mientras mi corazón seguía latiendo con fuerza.

¿Qué carajos había sido eso? Me pregunté a mí misma, pero cuando la luz llenó la habitación, me encontré con otra sorpresa.

Todo estaba desordenado. Mis libros y apuntes estaban esparcidos por el suelo, la ropa tirada por todas partes, y mi escritorio parecía haber sido saqueado. Sentí un nudo formarse en mi estómago mientras recorría la habitación con la mirada, intentando entender qué había sucedido. ¿Alguien había entrado a robar? No había nada de gran valor, monetario al menos.

Caminé lentamente hacia mi escritorio, tratando de encontrar algún indicio de lo que pudieran haberse llevado. Sin embargo, parecía que todo estaba en su lugar, excepto por el caos. Mi laptop, mis joyas baratas, e incluso mi cartera con algo de efectivo, seguían allí. ¿Qué estaban buscando entonces?

Se me vino a la mente Carla, la chica con la que comparto habitación. No me había metido con ella ni había hecho algo que le molestara, hasta donde sabía. Además, no permanecía mucho tiempo aquí, solo la veía durmiendo en la mañana cuando yo estaba a punto de salir y cuando ella llegaba a altas horas de la madrugada, borracha.

Me dirigí hacia su lado de la habitación, buscando algún indicio de su presencia. Su cama estaba desordenada, como de costumbre, pero algo parecía diferente. Me acerqué y noté que su armario estaba abierto, con la ropa revuelta, algo que no era normal en ella, ya que aunque era desordenada, siempre mantenía su ropa bien doblada.

Mi mente comenzó a dar vueltas, tratando de conectar los puntos. ¿Podría haber sido Carla? Pero, ¿por qué haría algo así? ¿O quizás alguien más había entrado buscando algo de ella?

Justo en ese momento, escuché el sonido de pasos acercándose al pasillo y mi corazón comenzó a latir con fuerza nuevamente.

La puerta se abrió lentamente y Carla apareció, con el aspecto desaliñado y los ojos vidriosos que delataban una noche de fiesta. Se quedó en la entrada, mirándome con una mezcla de sorpresa y confusión.

—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó, tambaleándose ligeramente mientras cerraba la puerta detrás de ella.

—¿Fuiste tú? —le pregunté directamente, sin poder contener la sospecha en mi voz.

Ella frunció el ceño y se tambaleó hasta su cama, dejándose caer pesadamente sobre el colchón.

—¿Yo? ¿Qué? No, yo acabo de llegar... —murmuró, dejándose caer pesadamente sobre su cama.

La observé con atención, tratando de discernir si estaba diciendo la verdad o si había algo más detrás de sus palabras. Su estado no me daba muchas esperanzas de obtener respuestas claras en ese momento.

—Probablemente fuiste tú, Elena —Dijo Carla, con los ojos ya medio cerrados, mientras se acomodaba para dormir.

La miré con confusión, sin entender a qué se refería.

—¿Qué estás diciendo? —pregunté, cruzándome de brazos.

Ella abrió los ojos apenas, mirándome con un atisbo de cansancio y desinterés.

—He escuchado que has estado molestando a los Sinisterra —murmuró, antes de dejarse caer nuevamente sobre la almohada.

No entendía absolutamente nada. Quería saber más, así que me acerqué a su cama y le pregunté:

—¿Los Sinisterra?

Pero ya estaba medio dormida y solo murmuró algo ininteligible antes de quedarse completamente en silencio. La incertidumbre y el miedo volvieron a golpearme con fuerza. Estaba claro que algo más grande estaba en juego y que, de alguna manera, estaba involucrada sin siquiera saber cómo o por qué.

La falta de respuestas y el caos en mi habitación solo añadían más preguntas a mi mente agotada. Me desplomé en mi propia cama, mirando el techo, tratando de juntar las piezas del rompecabezas que se estaba formando, pero me di cuenta de que ni siquiera sabía el número de pedazos que tenía que combinar.

A la mañana siguiente, me desperté con una sensación de agobio, como si cada movimiento estuviera cargado con el peso de un montón de piedras sobre mi espalda. No había descansado bien, y el desorden persistente en la habitación solo agravaba mi malestar. Al levantarme lentamente de la cama, sentí cómo el recuerdo de la noche anterior se reflejaba en cada gesto, como si el cansancio físico y emocional se hubiera convertido en una carga difícil de sacudir.

Vi a Carla durmiendo tranquilamente, como si la conversación de ayer, si es que se puede decir así, no hubiera sucedido.Sin embargo, no podía quedarme de brazos cruzados. Mi determinación era firme: estaba allí por mis padres y no permitiría que nadie me apartara de ese camino. Quién o qué estuviera detrás de todo este caos, no me intimidaba. Estaba decidida a quedarme y enfrentar cualquier adversidad que se presentara.

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