Capítulo 19. Fue él

Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos.

Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían.

Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión entre la carpeta y el enfado de Lucas se hizo más clara en mi mente. Su novia había dicho que Carolina se encargaba de esos documentos, pero ahora parecía que había algo más en juego o quizá no estaba haciendo su "trabajo" como debía.

—Es un líder nato —susurró Sara—. Todo el mundo lo sigue, y no solo porque es el capitán del equipo. Tiene una forma de hacer que la gente haga lo que él quiere sin cuestionarlo. Es...intimidante.

La penúltima frase rebotó en mi mente una y otra vez, chocándose contra los muros de mi cerebro, "Tiene una forma de hacer que la gente haga lo que él quiere sin cuestionarlo" y como si fueran engranajes, todo encajó a la perfección, porque recuerdos de mi estancia en la universidad llegaron a mí.

La caída en la piscina, el momento en que Lucas me delató frente al profesor y toda la clase, la vez que me volcaron slime, y cómo mis cosas estaban desordenadas en la habitación. Todo estaba conectando de manera alarmante. Él no era solo un jugador de fútbol con una actitud arrogante; era el maestro de la manipulación. Había estado detrás de cada uno de esos incidentes, moviendo los hilos sin que yo siquiera me diera cuenta.

Me quedé atónita, preguntándome por qué había sido tan estúpida al buscar respuestas en lugares equivocados cuando las tenía justo frente a mí. La conexión era obvia ahora. Lucas había orquestado cada detalle con precisión, desde las bromas pesadas hasta los momentos más embarazosos. Mi incapacidad para ver el patrón antes me parecía casi ridícula.

Incluso me lo había dicho cuando lo enfrenté por golpear a un chico: "Veremos cuánto duras en este juego." Lo tenía planeado desde el principio, cada movimiento que tuvo fue calculado para llevarme al borde. Sentí un ardor subir por mi pecho y mi rostro, acompañado de la ira que estaba transformándose en una oleada de calor que me envolvía por completo. Cerré las manos en puños, notando cómo las uñas se clavaban en la palma de mis manos, el dolor físico era apenas un eco del tormento emocional que sentía.

La rabia me consumía, y en ese momento solo quería una cosa: devolverle a Lucas cada una de las humillaciones que me había hecho pasar.

—¿Estás bien? —preguntó Sara, mirándome con preocupación.

Me llevé las manos al rostro, tratando de contener la frustración que me ahogaba. Sentía las lágrimas ardiendo detrás de mis ojos, pero me negaba a dejarlas caer.

—Fue él, Sara —afirmé—. Fue él quien ha estado haciendo todo esto.

—¿Lucas? —preguntó, buscando confirmar lo que había oído.

Asentí lentamente, la rabia y el dolor se mezclaban en mi interior.

—Sí —repetí, sintiendo cómo la amargura teñía mis palabras—. Me he estado entrometiendo en sus asuntos y cuando digo eso, me refiero a que simplemente hago preguntas sobre cosas que no me cuadran, y defiendo a quienes él lastima.

Me levanté con firmeza, fijando la mirada en el ególatra maleducado al otro lado de la cafetería.

—Esto no se va a quedar así —declaré, sintiendo el enojo burbujear por dentro.

Antes de que pudiera dar un paso hacia él, sentí la mano de Sara en mi brazo.

—Recuerda lo de tu beca, Elena —susurró en mi oído.

Sus palabras me golpearon con fuerza, trayéndome de vuelta a la realidad. Mi beca era mi salvación, mi oportunidad de futuro. No podía ponerla en riesgo, no por alguien como ese imbécil.

Y desafortunadamente, él ahora me estaba mirando. Su expresión permanecía seria, pero había una intensidad nueva en sus ojos. Sentí una oleada de impotencia y convicción. No podía dejar que ganara, pero tenía que ser inteligente al respecto. Este no sería el final; encontraría una manera de exponerlo sin perder lo que más importaba.

Sara enganchó su brazo con el mío, tirando de mí suavemente pero con firmeza, y ambas salimos de la cafetería. Caminamos en silencio por el campus, cada paso acompañó el ritmo acelerado de mi corazón. La brisa fresca de la tarde me ayudó a calmarme un poco, pero la furia aún latía bajo la superficie. Sentía la tensión en cada músculo de mi cuerpo, como si en cualquier momento pudiera romperme.

Al llegar a la residencia, Sara finalmente soltó su agarre y se volvió hacia mí, con sus ojos llenos de preocupación genuina.

—¿Quieres que me quede? —preguntó, con su voz apenas en un susurro, como si temiera que un tono más alto pudiera hacerme estallar. Recordaba claramente la última vez que había dejado que la ira me dominara, y cómo había terminado enfrentándome a Lucas sin pensarlo, lo que no había salido nada bien.

Negué con la cabeza, esforzándome por esbozar una sonrisa tranquilizadora.

—No, ve a clases —le dije, tratando de mantener mi voz firme—. No te preocupes por mí. Estaré bien.

Ella vaciló, mordiéndose el labio como si no quisiera dejarme sola en ese estado.

—¿Segura? —insistió.

Asentí, esta vez con más convicción.

—Está bien. Pero si necesitas algo, cualquier cosa, llámame —repitió.

La vi alejarse, su figura desapareció por el pasillo, y al cerrar la puerta de mi habitación, me dejé caer en la cama.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo