La pelirroja regresó rápidamente a mi lado, y sin decir una palabra, emprendimos nuevamente el camino. Mientras avanzábamos, no pude contener mi curiosidad.
—¿Quién era él? —pregunté, tratando de sonar casual.
—Uno de los chicos con los que tengo sexo—respondió ella con un tono despreocupado.
—Fue muy afectuoso contigo —comenté, recordando el beso en la mejilla y la mano en su cintura.
Carla hizo una mueca y rodó los ojos.
—Sí, a veces suelen confundirse y se vuelven muy cariñosos, pero ya le he dejado las cosas claras. Ya sabes, para que no se ilusionen —dijo, encogiéndose de hombros con indiferencia.
—¿Y por qué no tener una pareja fija? —pregunté, genuinamente curiosa.
Carla me miró como si se cansara de repetir lo mismo.
—Otra vez con eso... —suspiró—. Soy joven y bonita, tengo que vivir todo lo que pueda —respondió con media sonrisa.
La entendía. Estar en una relación amorosa implicaba mucha responsabilidad, especialmente porque podías encontrarte con cualquier tipejo. De cierta manera, estaba de acuerdo con su estilo de vida; de verdad que lo entendía, después de todo, yo misma había tenido algunos encuentros con uno que otro chico. Sin embargo, sentía que era diferente. Lo mío fue pasajero, mientras que para Carla parecía una rutina. Para ella, involucrar sentimientos era casi como cometer un delito.
A medida que nos acercábamos a la fiesta, la música se hacía cada vez más audible, con ritmos electrónicos que se entrelazaban con risas y conversaciones animadas. La energía del lugar era tan evidente incluso antes de cruzar las puertas del salón. Cuando lo hicimos, las luces estroboscópicas y el bajo atronador asaltaron nuestros sentidos y nos adentraron en la multitud de estudiantes.
El salón estaba abarrotado; había tanta gente que no reconocía a nadie, salvo a algunas caras que había visto en los pasillos de la universidad. Carla, sin embargo, saludaba alegremente a todos los que pasaban a nuestro lado, como si estuviera completamente en su elemento. Su familiaridad con el entorno era claro, y se notaba que este tipo de eventos era su terreno.
La opulenta decoración gritaba riqueza. Las lámparas de araña de cristal reflejaban la luz en el lujoso espacio y proyectaban destellos sobre los suelos de mármol. Sofás de terciopelo en tonos joya flanqueaban imponentes chimeneas de piedra, donde las llamas bailaban juguetonamente entre ornamentados mantos dorados. Un DJ en directo pinchaba ritmos hipnóticos tras un escenario de ónice pulido, mientras la pista de baile se iluminaba con focos brillantes.
Camareros con delantales blancos mezclaban licores en barras de acero inoxidable relucientes, con sus cocteleras llenas de hielo tintineando rítmicamente.
Cada paso que daba me llevaba más lejos, adentrándome en un mundo de fiesta desinhibida. Los cuerpos se balanceaban al ritmo hipnótico, perdidos en su propia danza privada. En las sombras, las parejas se entregaban a besos furtivos y manos errantes, apenas ocultas por la multitud caótica. Algunas habían migrado a los sofás de felpa, donde se desparramaban lascivamente, con las extremidades entrelazadas mientras sucumbían al dulce abrazo de la lujuria. Contra las paredes, unos chicos encontraban privacidad, con sus bocas juntas en besos apasionados mientras los dedos vagaban por debajo de la ropa, avivando las llamas del deseo.
La audacia de todo aquello hizo que un escalofrío recorriera mis venas. Allí, en el corazón de nuestra estimada institución, el decoro y la propiedad habían quedado a un lado, reemplazados por impulsos primarios y placeres carnales.
Carla me puso una bebida en las manos y se inclinó hacia mi oído, ya que la música alta no nos dejaba hablar con normalidad.
—Tengo dos reglas —dijo, y ahora me miró directamente a los ojos—. La primera es que cuando vengo con mis amigas, siempre estamos juntas.
Asentí, más que de acuerdo con eso. No conocía a nadie aquí y me sentía un tanto extraña entre la multitud.
—¿Y la segunda? —pregunté, curiosa.
—Que si alguna está interesada en algún chico, debe decirlo. Así, en caso de que desaparezca de aquí, ya sabremos con quién está y es entonces cuando la primera regla se deshace —añadió, sonriendo con complicidad.
Su lógica tenía sentido, se preocupaba por la persona a su lado, pero también por ella misma. Reprimí una risa ante su plan y asentí con la cabeza. Carla, satisfecha con mi aceptación, me dio una palmada en el brazo.
—¡Vamos a bailar! —dijo, tirando de mí y llevándome hacia la pista.
Sin pensarlo dos veces nos abrimos paso entre la multitud y el ritmo palpitante de la música nos atrapó, nuestros cuerpos se movieron instintivamente al unísono. Giramos y giramos, perdidas en el momento, mientras desconocidos pasaban a nuestro lado en un borrón de color y luz.
Carla me agarró de las manos y me acercó para que hiciéramos un movimiento sincronizado de cadera. Me reí y mi voz se elevó por encima del estruendo mientras jugábamos al ritmo. Su sonrisa radiante y su energía contagiosa alimentaron la mía y juntas nos entregamos a la música, dejando que fluyera a través de nosotras como fuego líquido.
De repente, algo llamó mi atención. Dos personas en una esquina me hicieron detener mi baile bruscamente. Era una pareja besándose apasionadamente. La chica, de cabello castaño, llevaba un vestido delicado, muy similar a los que solía usar alguien que conocía. Aunque su rostro me era vagamente familiar, no podía recordar con claridad dónde la había visto antes.
Carla, al notar que había dejado de moverme, se acercó rápidamente.
—¿Qué pasa? —preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado mientras me observaba con curiosidad.
Yo señalé a las dos figuras en la esquina.
—Mírala... —dije, tratando de darle forma a la sensación de reconocimiento que me invadía.
—¿Qué tiene? Es algo que los seres humanos suelen hacer cuando les atrae alguien. ¿No ves que sólo se están besando? —dijo, con un tono que utilizaría para hablarle a alguien estúpido.
Justo cuando iba a responderle, la chica se separó del hombre. Me quedé paralizada al reconocerla: era Valeria, nada menos que Valeria... pero el hombre con el que estaba definitivamente no era Lucas.
Valeria estaba tan campante, con una sonrisa socarrona, como si no estuviera engañando a su novio. Y no estábamos hablando de cualquier hombre; era Lucas, el capitán del equipo de fútbol, el que manda, el que impone y hace lo que quiere. Y ahora su chica le está siendo infiel frente a toda la universidad, o al menos frente a aquellos con suficiente dinero para estar aquí.Valeria parecía despreocupada, casi orgullosa, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello y susurraba algo al oído de su acompañante. El tipo, con una expresión de satisfacción, la abrazó por la cintura, ajeno o indiferente a la magnitud de lo que estaba sucediendo. Sentí una mezcla de incredulidad y fascinación al ver la escena. ¿Cómo podía ser tan descarada?Carla, notando mi asombro, siguió mi mirada y también se dio cuenta de quién era la chica.—Bueno, bueno... parece que alguien se está divirtiendo —comentó, levantando una ceja con interés.—¿Sabes quién es su novio? —le pregunté, aún sorprendida.Ella se r
Ahogué la risa, ¿qué se creía él, un postre que valía millones de dólares para comprarlo sólo una vez en la vida y disfrutarlo un momento? La idea era absurda. En realidad, Lucas era sólo otro niño rico malcriado, acostumbrado a conseguir todo lo que quería sin esforzarse.—Ya te lo he dicho, es un tipo arrogante, con derecho a todo y absolutamente indeseable como pareja romántica.—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre las caras bonitas y los cerebros inútiles —dijo Carla con una sonrisa—. Por eso solo debes disfrutar.De repente, el humo surgió de la nada, se elevó por la habitación y cubrió cada superficie con una suave capa similar a una neblina. El aroma era único, ni acre ni agradable, simplemente... de otro mundo.—¿Qué es esto? —pregunté tosiendo, agitando una mano frente a mi rostro para despejar la niebla. Pero la música atronadora, ahora mucho más alta, ahogó cualquier respuesta, obligándome a ahuecar las manos sobre mis oídos para intentar escuchar a Carla.—... olvidé decirte
—¡Cállate! —le espeté, mi paciencia se estaba agotando—. No quiero oír ni una palabra más de tu sucia boca. Eres imposible, ¿lo sabías?Lo miré con enojo, mi ira ardía a fuego lento. ¿Cómo podía una persona estar tan exasperantemente segura de sí misma, acerca de lo que decía? ¿esa era la manera en la que las chicas caían rendidas a sus pies?—Eres incluso más tentadora cuando te enfadas conmigo.Su actitud despreocupada y su comentario impertinente solo aumentaron mi irritabilidad y deseé que se retractara. Pero él simplemente se encogió de hombros, con una sonrisa pícara en sus labios.—Oye, solo estoy afirmando hechos. Tu espíritu fogoso solo aumenta tu atractivo. —Su voz se convirtió en un susurro ronco, haciendo que mi piel se erizara—. Me pregunto cuán intenso sería el sexo entre nosotros...No soportaba seguir escuchándolo, las provocativas imágenes que ya se desplegaban en mi mente eran demasiado incitantes para ignorarlas. Con un gruñido de frustración, giré sobre mis talones
—¿Qué demonios…? —empecé a decir, pero las palabras se me quedaron en la garganta mientras el suelo continuaba su vertiginosa rotación. Los fuertes brazos de Lucas me envolvieron, estabilizando mi cuerpo vacilante mientras yo luchaba por comprender el extraño fenómeno que se desarrollaba ante mis ojos incrédulos. En medio de la turbulenta escena, no pude evitar acercarme más a él, ansiando la estabilidad que solo su toque proporcionaba.Mi mente se apresuraba a encontrarle sentido a aquel inesperado suceso. Me llevé una mano a la frente, intentando despejar la bruma que nublaba mis pensamientos. ¿Estaba borracha? no, seguro que no, no había bebido lo suficiente como para perder el equilibrio de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta mi tolerancia. Y, sin embargo, la sensación desorientadora persistía, dejándome mareada y desequilibrada.—¿Es tu primera vez aquí? —la voz de Lucas atravesó el estruendo, sus palabras estaban cargadas de diversión mientras me sujetaba firmemente por la
Su figura musculosa estaba estirada a mi lado, ocupando más espacio del que parecía razonable. Su pecho desnudo subía y bajaba con un ritmo lento y constante, revelando la firmeza de los músculos definidos que, incluso en reposo, parecían estar listos para la acción. Un mechón de su cabello oscuro y desordenado le caía despreocupadamente sobre la frente, contrastando con su piel blanca. Su rostro, relajado en el sueño, tenía una expresión serena, casi vulnerable, pero era su boca lo que más capturó mi interés. Sus labios, ligeramente entreabiertos, esbozaban una pequeña sonrisa, como si incluso dormido, fuera consciente de su efecto en los demás.Mis pensamientos empezaron a correr descontrolados. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él? Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente, volviendo en fragmentos desordenados: la fiesta, su tacto, el vértigo que experimenté y luego...nada.—Mierda, no, no, no —murmuré en voz baja.Me llevé la mano a la frente como si intenta
Nunca imaginé que mi primer día en la universidad sería tan caótico. Mientras caminaba por el campus con mi mapa arrugado, tratando de encontrar el edificio de ciencias, me di cuenta de que todo esto era mucho más grande de lo que había esperado. Las personas iban de un lado a otro, hablando, riendo, como si ya pertenecieran a este sitio, mientras yo me sentía completamente fuera de lugar.Venir de un pequeño pueblo a una ciudad grande y bulliciosa era abrumador. No conocía a nadie aquí, y estar completamente sola me hacía sentir vulnerable. Todo lo que había conocido estaba a kilómetros de distancia, y aunque había estado emocionada por este nuevo comienzo, ahora solo sentía un nudo en el estómago.Finalmente, encontré el aula 203 y entré justo antes de que el profesor comenzara la clase. Busqué un asiento libre y me senté, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, eso fue imposible cuando una figura alta y oscura se plantó frente a mí.—Ese es mi asiento —dijo con voz grave.Lev
—¿Bienvenida? Parece más bien que están buscando a alguien a quien humillar para sentirse mejor con ustedes mismas —respondí con voz firme, mirando directamente a la chica rubia.Ella arqueó una ceja, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le contestara de esa manera.—Oh, tenemos una valiente aquí —dijo la secuaz con tono sarcástico.En lugar de retroceder, la chica rubia dio un paso hacia mí, con una expresión desafiante en su rostro. Extendió una mano y tomó un mechón de mi cabello.—¿Por qué eres tan aburrida? —dijo, tirando ligeramente de mi cabello como si fuera un juguete.Sentí una mezcla de rabia y humillación. Nadie tenía derecho a tratarme así, especialmente no el primer día en la universidad. Sin pensar, aparté bruscamente su mano, haciendo que soltara mi cabello.—¡No vuelvas a tocarme! —exclamé, con voz tensa y mirándola fijamente a los ojos.Ella abrió los ojos con sorpresa y enojo, claramente no esperaba que le respondiera de esa manera.—¡Maldita! ¿Quién te c
Mientras el maestro Alden hablaba, sentí una oleada de desinterés y frustración. No solo era mi primer día en la universidad y ya había tenido que lidiar con gente desagradable, sino que ahora tenía que soportar una clase sobre mitos y leyendas que no me provocaban absolutamente nada. Para mí, los cuentos de terror eran aburridos y predecibles, y no lograban emocionarme en lo más mínimo.Durante las próximas dos horas, me mantuve garabateando en mi cuaderno, tratando de encontrar la manera de hacer pasar el tiempo más rápido. Mis dibujos no tenían sentido, eran solo una mezcla de líneas y figuras abstractas que reflejaban mi deseo de escapar de aquella monótona lección.Ocasionalmente, miraba a Sara, que parecía estar bastante interesada en la clase. Le sonreía de vez en cuando, pero mi mente estaba en otro lugar, rezando para que esto terminara de una vez.En un momento, decidí mirar a través de la ventana. El cielo, que había estado despejado al inicio de la clase, ahora se había to