Valeria estaba tan campante, con una sonrisa socarrona, como si no estuviera engañando a su novio. Y no estábamos hablando de cualquier hombre; era Lucas, el capitán del equipo de fútbol, el que manda, el que impone y hace lo que quiere. Y ahora su chica le está siendo infiel frente a toda la universidad, o al menos frente a aquellos con suficiente dinero para estar aquí.Valeria parecía despreocupada, casi orgullosa, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello y susurraba algo al oído de su acompañante. El tipo, con una expresión de satisfacción, la abrazó por la cintura, ajeno o indiferente a la magnitud de lo que estaba sucediendo. Sentí una mezcla de incredulidad y fascinación al ver la escena. ¿Cómo podía ser tan descarada?Carla, notando mi asombro, siguió mi mirada y también se dio cuenta de quién era la chica.—Bueno, bueno... parece que alguien se está divirtiendo —comentó, levantando una ceja con interés.—¿Sabes quién es su novio? —le pregunté, aún sorprendida.Ella se r
Ahogué la risa, ¿qué se creía él, un postre que valía millones de dólares para comprarlo sólo una vez en la vida y disfrutarlo un momento? La idea era absurda. En realidad, Lucas era sólo otro niño rico malcriado, acostumbrado a conseguir todo lo que quería sin esforzarse.—Ya te lo he dicho, es un tipo arrogante, con derecho a todo y absolutamente indeseable como pareja romántica.—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre las caras bonitas y los cerebros inútiles —dijo Carla con una sonrisa—. Por eso solo debes disfrutar.De repente, el humo surgió de la nada, se elevó por la habitación y cubrió cada superficie con una suave capa similar a una neblina. El aroma era único, ni acre ni agradable, simplemente... de otro mundo.—¿Qué es esto? —pregunté tosiendo, agitando una mano frente a mi rostro para despejar la niebla. Pero la música atronadora, ahora mucho más alta, ahogó cualquier respuesta, obligándome a ahuecar las manos sobre mis oídos para intentar escuchar a Carla.—... olvidé decirte
—¡Cállate! —le espeté, mi paciencia se estaba agotando—. No quiero oír ni una palabra más de tu sucia boca. Eres imposible, ¿lo sabías?Lo miré con enojo, mi ira ardía a fuego lento. ¿Cómo podía una persona estar tan exasperantemente segura de sí misma, acerca de lo que decía? ¿esa era la manera en la que las chicas caían rendidas a sus pies?—Eres incluso más tentadora cuando te enfadas conmigo.Su actitud despreocupada y su comentario impertinente solo aumentaron mi irritabilidad y deseé que se retractara. Pero él simplemente se encogió de hombros, con una sonrisa pícara en sus labios.—Oye, solo estoy afirmando hechos. Tu espíritu fogoso solo aumenta tu atractivo. —Su voz se convirtió en un susurro ronco, haciendo que mi piel se erizara—. Me pregunto cuán intenso sería el sexo entre nosotros...No soportaba seguir escuchándolo, las provocativas imágenes que ya se desplegaban en mi mente eran demasiado incitantes para ignorarlas. Con un gruñido de frustración, giré sobre mis talones
—¿Qué demonios…? —empecé a decir, pero las palabras se me quedaron en la garganta mientras el suelo continuaba su vertiginosa rotación. Los fuertes brazos de Lucas me envolvieron, estabilizando mi cuerpo vacilante mientras yo luchaba por comprender el extraño fenómeno que se desarrollaba ante mis ojos incrédulos. En medio de la turbulenta escena, no pude evitar acercarme más a él, ansiando la estabilidad que solo su toque proporcionaba.Mi mente se apresuraba a encontrarle sentido a aquel inesperado suceso. Me llevé una mano a la frente, intentando despejar la bruma que nublaba mis pensamientos. ¿Estaba borracha? no, seguro que no, no había bebido lo suficiente como para perder el equilibrio de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta mi tolerancia. Y, sin embargo, la sensación desorientadora persistía, dejándome mareada y desequilibrada.—¿Es tu primera vez aquí? —la voz de Lucas atravesó el estruendo, sus palabras estaban cargadas de diversión mientras me sujetaba firmemente por la
Su figura musculosa estaba estirada a mi lado, ocupando más espacio del que parecía razonable. Su pecho desnudo subía y bajaba con un ritmo lento y constante, revelando la firmeza de los músculos definidos que, incluso en reposo, parecían estar listos para la acción. Un mechón de su cabello oscuro y desordenado le caía despreocupadamente sobre la frente, contrastando con su piel blanca. Su rostro, relajado en el sueño, tenía una expresión serena, casi vulnerable, pero era su boca lo que más capturó mi interés. Sus labios, ligeramente entreabiertos, esbozaban una pequeña sonrisa, como si incluso dormido, fuera consciente de su efecto en los demás.Mis pensamientos empezaron a correr descontrolados. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él? Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente, volviendo en fragmentos desordenados: la fiesta, su tacto, el vértigo que experimenté y luego...nada.—Mierda, no, no, no —murmuré en voz baja.Me llevé la mano a la frente como si intenta
Abrí ambas puertas y vi hileras de percheros meticulosamente organizados. El impecable gusto de Lucas por la moda estaba a la vista: camisas de diseño, pantalones a medida y elegantes chaquetas llenaban el espacio.Mis ojos escudriñaron las prendas, buscando algo que ocultara mi escandaloso atuendo sin llamar la atención. Fue entonces cuando lo vi, justo lo que necesitaba, un abrigo bastante grandeLo saqué y lo examiné con atención. La tela negra era suave al tacto y el corte era clásico pero moderno. Sin duda, ocultaría mi vestido escandaloso.Respiré profundamente y me puse el abrigo, dejando que la prenda cayera elegantemente sobre mis hombros. El suave material rozaba mi piel, proporcionándome una agradable capa de protección. Satisfecha con mi disfraz improvisado, me giré para continuar con mi camino, sin embargo, me detuve de nuevo, Lucas se daría cuenta si ve la percha ahí en la mitad completamente vacía. Me volví rápidamente y la tomé hasta colocarla en el fondo del armario p
Siendo sincera, pensé que esto iba a ser mucho más complicado. Aún no lo sabía con certeza, pero teniendo en cuenta el portón gigante frente a mí y la absoluta soledad a mi alrededor, excepto por el lejano canto de los pájaros, creí que el destino me tenía preparada alguna otra sorpresa. Por un segundo, me pregunté si podría escalar. No tenía ni idea de cómo hacerlo, pero podría intentarlo, ¿no? Sin embargo, al observar mejor toda la fachada, mis ojos se posaron en un botón mediano en una esquina. Era sencillo: o ese botón abría la puerta o activaba una alarma de emergencia. No había más opciones. Tenía que decidirme.Me acerqué al botón con cautela, y después de unos segundos de duda, lo presioné, esperando que el ambiente tranquilo explotara en un caos. Contuve la respiración, creyendo que sucedería lo peor... pero no pasó nada. Al menos, no en cuanto al ruido. En su lugar, la puerta empezó a abrirse lentamente. Sentí un alivio tan grande que di un pequeño salto de alegría. Sin perd
Cuando me sentí completamente limpia, me sequé el cabello y me envolví en la toalla antes de regresar a mi habitación. Al entrar, esperaba encontrarme a Carla, pero no había ni rastro de ella. Todo seguía en silencio. Con un suspiro, decidí elegir un conjunto de ropa interior de algodón, algo cómodo, mientras esparcía crema por mi cuerpo, disfrutando por un momento de la calma.Sin embargo, mis planes se vieron interrumpidos por dos golpes en la puerta. Me sobresalté, y rápidamente empecé a buscar la toalla. La había dejado a un lado hace apenas un minuto, ¿cómo era posible que ya no la encontrara? Levanté todos los objetos que tenía cerca, revisando el borde de la cama y las sillas, pero nada. ¿Dónde demonios la había metido?Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes, cada vez más apremiantes.—¡Voy! —dije con apuro, mientras seguía buscando desesperadamente.O era Carla, ansiosa por entrar, o la supervisora de la residencia. Y sinceramente, no sabía qué opción era peor. A