Su figura musculosa estaba estirada a mi lado, ocupando más espacio del que parecía razonable. Su pecho desnudo subía y bajaba con un ritmo lento y constante, revelando la firmeza de los músculos definidos que, incluso en reposo, parecían estar listos para la acción. Un mechón de su cabello oscuro y desordenado le caía despreocupadamente sobre la frente, contrastando con su piel blanca. Su rostro, relajado en el sueño, tenía una expresión serena, casi vulnerable, pero era su boca lo que más capturó mi interés. Sus labios, ligeramente entreabiertos, esbozaban una pequeña sonrisa, como si incluso dormido, fuera consciente de su efecto en los demás.
Mis pensamientos empezaron a correr descontrolados. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él? Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente, volviendo en fragmentos desordenados: la fiesta, su tacto, el vértigo que experimenté y luego...nada.
—Mierda, no, no, no —murmuré en voz baja.
Me llevé la mano a la frente como si intentara alejar el desastre inminente que seguramente estaba a punto de ocurrir. Los acontecimientos de ayer volvían a mi mente una y otra vez en una oleada caótica, dejándome sin aliento y cuestionándome cada decisión que había tomado. ¿Había perdido todo el sentido de la razón y la moderación, dejándome llevar por las tentadoras insinuaciones de Lucas? ¿Y si esto era más que un simple error de borrachera, un lapsus momentáneo? ¿Y si esto marcaba el comienzo de una obsesión tóxica, una que me consumiría por completo?
Con mano temblorosa, levanté el borde del edredón, mi corazón latía con fuerza anticipando lo peor. ¿Me encontraría desnuda y expuesta, evidencia de los actos que habíamos cometido? ¿O quizás peor, vestida con su ropa, un símbolo de mi rendición a sus deseos?
Nada podría haber pasado con este hombre y simplemente no recordarlo, ¿verdad?, joder, si me hubiera rendido ante él, esperaría tener algún tipo de detalle grabado en mi mente.
Contuve la respiración, preparándome para la inevitable revelación, y miré debajo de las sábanas.
…
…
…
Había cerrado los ojos por un momento, pero cuando abrí uno y descubrí la situación, quise salir de allí de inmediato.
Estaba vestida, gracias al cielo estaba completamente vestida, a excepción de mis pies, quienes se removían en el aire fresco de la mañana. El mismo atuendo verde esmeralda que había usado para la fiesta todavía se adhería a mis curvas, solo que esta vez se encontraba muy arrugado. Dejé que mi cabeza cayera de nuevo sobre la almohada y no pude evitar dar un suspiro de alivio. La idea de despertar desnuda con Lucas a mi lado era lo suficientemente mortificante; la idea de quedarme en la cama con él después de una noche de... lo que fuera que hubiera sucedido... era impensable.
Nada extraño había sucedido después de todo, yo estaba vestida y él…¡¿y él?!
Con dedos casi temblorosos, extendí la mano y tiré levemente del edredón hacia atrás, lo suficiente para revelar su figura.
Se me cortó la respiración cuando vi la mitad inferior de su cuerpo enfundada en un bóxer. La tela negra se pegaba a los contornos de sus caderas, muslos y...oh, Dios, se le estaba abultando. Un bulto visible se tensaba contra el fino material, una clara indicación de su excitación matutina.
A pesar de que la parte racional de mi cerebro me gritaba que pusiera el acolchado en su lugar y saliera de allí, mi mirada permaneció fija en la íntima exhibición que tenía ante mí. En ese momento, mi cuerpo reaccionó por sí solo, el calor se acumuló en mi interior, mis pezones se endurecieron contra la tela de mi vestido. Tragué saliva con fuerza, tratando de humedecer mi garganta repentinamente seca. Era absurdo, me reprendí a mí misma, pero había algo innegablemente atractivo en presenciar este acto.
De repente, un destello de mi memoria se apoderó de mis pensamientos: las palabras de Lucas, pronunciadas en un murmullo bajo mientras estaba tan cerca de mí: "Me pregunto cuán intenso sería el sexo entre nosotros..."
M****a, m****a, m****a, ¿cómo era que había llegado acá? Cualquiera que fuera la razón, debía salir de inmediato.
Aparté lentamente las sábanas enredadas, con cuidado de no hacer ningún ruido que pudiera despertar a Lucas de su sueño. Lo último que necesitaba era que se despertara y tratara de explicar o justificar lo que había sucedido. Tenía la sensación de que una vez que empezara a hablar, no habría forma de detenerlo, y no creía que mi frágil determinación pudiera soportar otra ronda de sus argumentos persuasivos.
En silencio, me deslicé fuera de la cama, mis pies descalzos se hundieron en la mullida alfombra. Las frías fibras acariciaron mi piel, en marcado contraste con el calor del hombre que había dejado atrás. Me quedé quieta un momento, saboreando la tranquilidad matutina que me envolvía, antes de volver mi atención a mi reflejo en el espejo del tocador.
El vestido se ajustaba a mis curvas, resaltando la sutil curva de mis pechos y la caída de mi cintura. Era lo suficientemente corto como para revelar un tentador atisbo de mis muslos cuando me movía, y el escote era pronunciado, atrayendo la atención hacia mi escote expuesto.
A la dura luz del amanecer, parecía que acababa de salir de un increíble polvo, con mis mechones habitualmente ordenados que ahora se encontraban en una maraña de pelo.
Me pasé los dedos por el cabello, intentando verme lo más presentable posible. Luego, agarré el par de tacones que estaban tirados al lado de la cama y me los calcé con un suave chasquido.
Instintivamente, mi mano se estiró hacia el picaporte, pero me detuve al darme cuenta de que me estaba mordiendo el pulgar con ansiedad. Solté un resoplido de frustración al darme cuenta de que no podía enfrentarme al mundo en ese estado.
—No puedo salir así —murmuré para mí misma.
Mi mirada se posó en la gran extensión de armario que había detrás de mí, con las puertas entreabiertas.
—Debe de tener algo que me quede bien —musité en voz alta, acercándome para investigar.
Tal vez Lucas guardaba por allí algún hoodie que pudiera servirme mientras tanto.
Nunca imaginé que mi primer día en la universidad sería tan caótico. Mientras caminaba por el campus con mi mapa arrugado, tratando de encontrar el edificio de ciencias, me di cuenta de que todo esto era mucho más grande de lo que había esperado. Las personas iban de un lado a otro, hablando, riendo, como si ya pertenecieran a este sitio, mientras yo me sentía completamente fuera de lugar.Venir de un pequeño pueblo a una ciudad grande y bulliciosa era abrumador. No conocía a nadie aquí, y estar completamente sola me hacía sentir vulnerable. Todo lo que había conocido estaba a kilómetros de distancia, y aunque había estado emocionada por este nuevo comienzo, ahora solo sentía un nudo en el estómago.Finalmente, encontré el aula 203 y entré justo antes de que el profesor comenzara la clase. Busqué un asiento libre y me senté, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, eso fue imposible cuando una figura alta y oscura se plantó frente a mí.—Ese es mi asiento —dijo con voz grave.Lev
—¿Bienvenida? Parece más bien que están buscando a alguien a quien humillar para sentirse mejor con ustedes mismas —respondí con voz firme, mirando directamente a la chica rubia.Ella arqueó una ceja, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le contestara de esa manera.—Oh, tenemos una valiente aquí —dijo la secuaz con tono sarcástico.En lugar de retroceder, la chica rubia dio un paso hacia mí, con una expresión desafiante en su rostro. Extendió una mano y tomó un mechón de mi cabello.—¿Por qué eres tan aburrida? —dijo, tirando ligeramente de mi cabello como si fuera un juguete.Sentí una mezcla de rabia y humillación. Nadie tenía derecho a tratarme así, especialmente no el primer día en la universidad. Sin pensar, aparté bruscamente su mano, haciendo que soltara mi cabello.—¡No vuelvas a tocarme! —exclamé, con voz tensa y mirándola fijamente a los ojos.Ella abrió los ojos con sorpresa y enojo, claramente no esperaba que le respondiera de esa manera.—¡Maldita! ¿Quién te c
Mientras el maestro Alden hablaba, sentí una oleada de desinterés y frustración. No solo era mi primer día en la universidad y ya había tenido que lidiar con gente desagradable, sino que ahora tenía que soportar una clase sobre mitos y leyendas que no me provocaban absolutamente nada. Para mí, los cuentos de terror eran aburridos y predecibles, y no lograban emocionarme en lo más mínimo.Durante las próximas dos horas, me mantuve garabateando en mi cuaderno, tratando de encontrar la manera de hacer pasar el tiempo más rápido. Mis dibujos no tenían sentido, eran solo una mezcla de líneas y figuras abstractas que reflejaban mi deseo de escapar de aquella monótona lección.Ocasionalmente, miraba a Sara, que parecía estar bastante interesada en la clase. Le sonreía de vez en cuando, pero mi mente estaba en otro lugar, rezando para que esto terminara de una vez.En un momento, decidí mirar a través de la ventana. El cielo, que había estado despejado al inicio de la clase, ahora se había to
No me apetecía en lo más mínimo. ¿Por qué haría tal cosa? Ni siquiera sabía la finalidad de poner mi huella allí. Miré a Sara, buscando en su expresión alguna pista de lo que debía hacer, pero ella también parecía confundida y un poco inquieta.—¿Qué es esto exactamente? —pregunté, intentando mantener la calma en mi voz.Valeria sonrió de nuevo, pero esta vez había algo en su mirada que no me gustó.—Es solo un registro formal para la universidad —respondió con tono despreocupado—. Todos los estudiantes nuevos tienen que hacerlo.No estaba convencida. Algo en todo esto me parecía extraño y fuera de lugar.Pero antes de que pudiera decir algo, Sara puso su dedo índice en el huellero y luego plasmó la tinta en el papel. Me quedé sorprendida. ¿Para mi compañera era tan fácil hacer eso sin siquiera cuestionarse? Aunque, pensándolo bien, quizás solo quería evitarse problemas.—Tu turno —dijo Valeria, extendiéndome el huellero con una sonrisa que ahora parecía más forzada.Miré aquel objeto
En un primer momento, creí que la rubia era la cabecilla del grupo, pero al parecer me equivoqué, pues ahora veo que es Carolina quien está visiblemente lastimada.Me pregunto qué pudo haber ocurrido, pero claramente no es mi asunto. Me volví hacia Sara y, con una mezcla de desconcierto y desdén, le susurré:—¿Estos se creen de la alteza?A pesar de que ellos estaban a una distancia considerable, Valeria me miró con una expresión fulminante. Fruncí el ceño sin entender; si fue por mi comentario, en todo caso, no podrían haberme escuchado. Sin embargo, ella cambió rápidamente su expresión y optó por levantar la mano y saludarme con una sonrisa.Valeria continuó su camino, desapareciendo por uno de los pasillos principales. Me giré hacia Sara, aún confundida.—¿Qué demonios acaba de pasar? —murmuré, esperando que ella tuviera alguna respuesta.Sara se encogió de hombros.—No lo sé, pero no le des mucha importancia.Y así fue, porque el día se pasó en un cerrar de ojos, pero cuando estab
A la semana siguiente, decidí volver a la piscina. Pero esta vez, el lugar no estaba vacío. Un grupo de nadadores estaba entrenando y sus movimientos coordinados creaban ondas en el agua cristalina. Me acerqué al borde de la piscina, absorta en observarlos y fue allí, cuando estaba tan concentrada en el ritmo de los deportistas que no noté la presencia de alguien hasta que fue demasiado tarde.De repente, sentí un empujón fuerte y desequilibrante en la espalda, y antes de poder reaccionar, me encontré cayendo hacia adelante, sumergiéndome bruscamente en el agua fría.Con suerte, no me topé con uno de los nadadores, aunque el impacto de mi caída provocó un gran chapoteo que perturbó la práctica.La interrupción fue suficiente para llamar la atención del entrenador, un hombre corpulento con una expresión severa, quien se volvió hacia mí con el ceño fruncido y los ojos llenos de irritación.Se acercó al borde de la piscina, señalándome con un dedo acusador mientras su voz resonaba por to
El maestro frunció el ceño al verme. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, apretando los labios en una línea fina. Luego levantó la vista nuevamente, encontrando mis ojos con una expresión de creciente irritación. El aula entera estaba en silencio, con todos los estudiantes observando la escena con curiosidad y anticipación.—Ha llegado veinte minutos tarde, señorita —dijo, con un tono de voz cortante como un cuchillo.Cada palabra parecía cargada de desaprobación. El profesor se cruzó de brazos, con una postura rígida, reflejando claramente su irritación. Pude sentir el peso de las miradas de mis compañeros, y el calor del rubor volvió a mi rostro, esta vez por la vergüenza de ser el centro de atención por segunda vez en el día.Mis ojos barrieron el aula en busca de culpables y se detuvieron en Lucas, quien estaba sentado al fondo, con una expresión de triunfo mal disimulada. Su sonrisa burlona y el brillo de satisfacción en sus ojos delataban que había sido él quien había alert
Decidida a concentrarme en mis estudios y en mantenerme al margen de cualquier drama, desvié mi atención hacia la clase de Literatura y Teoría Política, donde ya había perdido minutos valiosos. Si bien el tema no me apasionaba, me esforzaría en sacar excelentes notas, como lo había estado haciendo desde el colegio. Así que anoté todo, cada detalle que decía el profesor.A mi lado, Lucas parecía entretenido con su teléfono, sin un atisbo de interés en la asignatura. Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla de aquel aparato último modelo, y de vez en cuando soltaba una sonrisa burlona, como si estuviera leyendo algo divertido. Su actitud despreocupada me irritaba aún más.¿Cuál era el sentido de estar aquí si se concentraba en cualquier cosa menos en lo que era realmente importante? Cada pieza de su atuendo gritaba opulencia: la camisa de diseñador, perfectamente planchada, los jeans impecablemente ajustados que probablemente costaban más que todo mi guardarropa, y las zapatill