Capítulo 29. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él?

Su figura musculosa estaba estirada a mi lado, ocupando más espacio del que parecía razonable. Su pecho desnudo subía y bajaba con un ritmo lento y constante, revelando la firmeza de los músculos definidos que, incluso en reposo, parecían estar listos para la acción. Un mechón de su cabello oscuro y desordenado le caía despreocupadamente sobre la frente, contrastando con su piel blanca. Su rostro, relajado en el sueño, tenía una expresión serena, casi vulnerable, pero era su boca lo que más capturó mi interés. Sus labios, ligeramente entreabiertos, esbozaban una pequeña sonrisa, como si incluso dormido, fuera consciente de su efecto en los demás.

Mis pensamientos empezaron a correr descontrolados. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él? Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente, volviendo en fragmentos desordenados: la fiesta, su tacto, el vértigo que experimenté y luego...nada.

—Mierda, no, no, no —murmuré en voz baja.

Me llevé la mano a la frente como si intentara alejar el desastre inminente que seguramente estaba a punto de ocurrir. Los acontecimientos de ayer volvían a mi mente una y otra vez en una oleada caótica, dejándome sin aliento y cuestionándome cada decisión que había tomado. ¿Había perdido todo el sentido de la razón y la moderación, dejándome llevar por las tentadoras insinuaciones de Lucas? ¿Y si esto era más que un simple error de borrachera, un lapsus momentáneo? ¿Y si esto marcaba el comienzo de una obsesión tóxica, una que me consumiría por completo?

Con mano temblorosa, levanté el borde del edredón, mi corazón latía con fuerza anticipando lo peor. ¿Me encontraría desnuda y expuesta, evidencia de los actos que habíamos cometido? ¿O quizás peor, vestida con su ropa, un símbolo de mi rendición a sus deseos?

Nada podría haber pasado con este hombre y simplemente no recordarlo, ¿verdad?, joder, si me hubiera rendido ante él, esperaría tener algún tipo de detalle grabado en mi mente.

Contuve la respiración, preparándome para la inevitable revelación, y miré debajo de las sábanas.

Había cerrado los ojos por un momento, pero cuando abrí uno y descubrí la situación, quise salir de allí de inmediato.

Estaba vestida, gracias al cielo estaba completamente vestida, a excepción de mis pies, quienes se removían en el aire fresco de la mañana. El mismo atuendo verde esmeralda que había usado para la fiesta todavía se adhería a mis curvas, solo que esta vez se encontraba muy arrugado. Dejé que mi cabeza cayera de nuevo sobre la almohada y no pude evitar dar un suspiro de alivio. La idea de despertar desnuda con Lucas a mi lado era lo suficientemente mortificante; la idea de quedarme en la cama con él después de una noche de... lo que fuera que hubiera sucedido... era impensable.

Nada extraño había sucedido después de todo, yo estaba vestida y él…¡¿y él?!

Con dedos casi temblorosos, extendí la mano y tiré levemente del edredón hacia atrás, lo suficiente para revelar su figura.

Se me cortó la respiración cuando vi la mitad inferior de su cuerpo enfundada en un bóxer. La tela negra se pegaba a los contornos de sus caderas, muslos y...oh, Dios, se le estaba abultando. Un bulto visible se tensaba contra el fino material, una clara indicación de su excitación matutina.

A pesar de que la parte racional de mi cerebro me gritaba que pusiera el acolchado en su lugar y saliera de allí, mi mirada permaneció fija en la íntima exhibición que tenía ante mí. En ese momento, mi cuerpo reaccionó por sí solo, el calor se acumuló en mi interior, mis pezones se endurecieron contra la tela de mi vestido. Tragué saliva con fuerza, tratando de humedecer mi garganta repentinamente seca. Era absurdo, me reprendí a mí misma, pero había algo innegablemente atractivo en presenciar este acto.

De repente, un destello de mi memoria se apoderó de mis pensamientos: las palabras de Lucas, pronunciadas en un murmullo bajo mientras estaba tan cerca de mí: "Me pregunto cuán intenso sería el sexo entre nosotros..."

M****a, m****a, m****a, ¿cómo era que había llegado acá? Cualquiera que fuera la razón, debía salir de inmediato.

Aparté lentamente las sábanas enredadas, con cuidado de no hacer ningún ruido que pudiera despertar a Lucas de su sueño. Lo último que necesitaba era que se despertara y tratara de explicar o justificar lo que había sucedido. Tenía la sensación de que una vez que empezara a hablar, no habría forma de detenerlo, y no creía que mi frágil determinación pudiera soportar otra ronda de sus argumentos persuasivos.

En silencio, me deslicé fuera de la cama, mis pies descalzos se hundieron en la mullida alfombra. Las frías fibras acariciaron mi piel, en marcado contraste con el calor del hombre que había dejado atrás. Me quedé quieta un momento, saboreando la tranquilidad matutina que me envolvía, antes de volver mi atención a mi reflejo en el espejo del tocador.

El vestido se ajustaba a mis curvas, resaltando la sutil curva de mis pechos y la caída de mi cintura. Era lo suficientemente corto como para revelar un tentador atisbo de mis muslos cuando me movía, y el escote era pronunciado, atrayendo la atención hacia mi escote expuesto.

A la dura luz del amanecer, parecía que acababa de salir de un increíble polvo, con mis mechones habitualmente ordenados que ahora se encontraban en una maraña de pelo.

Me pasé los dedos por el cabello, intentando verme lo más presentable posible. Luego, agarré el par de tacones que estaban tirados al lado de la cama y me los calcé con un suave chasquido.

Instintivamente, mi mano se estiró hacia el picaporte, pero me detuve al darme cuenta de que me estaba mordiendo el pulgar con ansiedad. Solté un resoplido de frustración al darme cuenta de que no podía enfrentarme al mundo en ese estado.

—No puedo salir así —murmuré para mí misma.

Mi mirada se posó en la gran extensión de armario que había detrás de mí, con las puertas entreabiertas.

—Debe de tener algo que me quede bien —musité en voz alta, acercándome para investigar.

Tal vez Lucas guardaba por allí algún hoodie que pudiera servirme mientras tanto.

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