Capítulo 25. Quieres saber cómo es, ¿no?

Valeria estaba tan campante, con una sonrisa socarrona, como si no estuviera engañando a su novio. Y no estábamos hablando de cualquier hombre; era Lucas, el capitán del equipo de fútbol, el que manda, el que impone y hace lo que quiere. Y ahora su chica le está siendo infiel frente a toda la universidad, o al menos frente a aquellos con suficiente dinero para estar aquí.

Valeria parecía despreocupada, casi orgullosa, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello y susurraba algo al oído de su acompañante. El tipo, con una expresión de satisfacción, la abrazó por la cintura, ajeno o indiferente a la magnitud de lo que estaba sucediendo. Sentí una mezcla de incredulidad y fascinación al ver la escena. ¿Cómo podía ser tan descarada?

Carla, notando mi asombro, siguió mi mirada y también se dio cuenta de quién era la chica.

—Bueno, bueno... parece que alguien se está divirtiendo —comentó, levantando una ceja con interés.

—¿Sabes quién es su novio? —le pregunté, aún sorprendida.

Ella se rio, encogiéndose de hombros.

—¿Y qué? —respondió con desdén.

—¿Estás de acuerdo con la infidelidad? —inquirí, sintiendo una oleada de indignación.

—No está siendo infiel —respondió, con una sonrisa sarcástica.

Estaba a punto de replicarle, ya visiblemente enojada, cuando ella me agarró del brazo y me arrastró hacia el otro extremo de la sala. Me costó un momento ubicarme en el nuevo ángulo, pero cuando lo hice, me quedé sin aliento.

Allí estaba él, captando sin esfuerzo la atención de tres mujeres que estaban a su alcance. Sus rasgos cincelados y su sonrisa confiada eran magnéticos y atraían como polillas a una llama. Lucas deslizó una mano por el muslo de una rubia curvilínea, avanzando cada vez más mientras se inclinaba para reclamar sus labios en un beso apasionado. Mientras tanto, deslizó un dedo por el escote expuesto de una chica de cabello negro azabache que estaba a su lado, lo que le valió un gemido sensual que pareció animarlo aún más. La tercera, una castaña de rostro ardiente, se encontraba más cerca mío, pero no por mucho tiempo. En un movimiento, él dio un paso atrás y la rodeó con sus fuertes brazos, presionando su pequeña figura contra su cuerpo duro.

—¿Ahora entiendes? —murmuró Carla en mi oído, con un tono lleno de satisfacción—. No solo Valeria está pasando un buen rato.

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire como un perfume dulce y venenoso.

Una ola de repulsión me recorrió. Me horrorizaba pensar que Lucas siempre había sido así, usando y descartando a las personas para su propio placer, pero al fin y al cabo era su vida, él sabría qué decisiones tomar.

Carla me observó con una sonrisa burlona, disfrutando de mi shock. Luego, soltó una risa breve antes de preguntarme:

—¿No sabías que ellos están en una relación abierta? —preguntó, con un tono que insinuaba que ya era de conocimiento común.

Por eso antes me dijo que ella no estaba siendo infiel. Ambos acordaron esta especie de libertad dentro de su relación.

Me di cuenta de que los comentarios provocadores de Lucas y las miradas que me lanzaba no eran casuales. Él sabía exactamente lo que hacía, incluso yo lo había cuestionado sobre su lealtad hacia la castaña.

Mi rommie me condujo hacia uno de los sofás de terciopelo situados a un lado de la pista de baile. Mientras nos acercábamos, aprovechó para quitarle a los camareros algunas copas de bebida que llevaban en bandejas. Estos estaban llenos de cócteles coloridos, y Carla las colocó sobre la mesa antes de acomodarse en el sofá, gesticulando para que me sentara a su lado.

 —Por cierto, lo hace MUY BIEN —dijo de repente, y el énfasis que hizo en esas dos palabras era inconfundible, insinuando un nivel de habilidad o destreza en la cama.

Resoplé ante su comentario, ¿realmente era tan talentoso?

Me dije a mí misma que no debía importarme en lo más mínimo, pero a pesar de mi esfuerzo por evitarlo, la curiosidad me hizo cuestionarla de nuevo.

—¿Así que te has acostado con él? —y de hecho, eso fue más una afirmación que una pregunta.

La comisura de la boca de Carla se curvó en una sonrisa maliciosa. Sus ojos brillaban con picardía y no se molestó en ocultar su diversión.

—Bueno, ¿no eres tú la cosita más curiosa? —ronroneó, inclinándose para acercarse. Su cálido aliento me hizo cosquillas en la oreja mientras continuaba en un tono bajo y ronco—. Digamos que Lucas sabe cómo hacer gritar a una mujer... y no solo por su encantadora personalidad.

Era un mujeriego, eso estaba claro, y se había conseguido a alguien que estuviera de acuerdo con su estilo de vida.

—Quieres saber cómo es, ¿no?

Una risa brotó de mi garganta, no exactamente burlona, ​​sino más bien incrédula ante la mera sugerencia.

—Oh, por favor.

Pero las palabras sonaron huecas, incluso para mis propios oídos. La verdad era que la curiosidad se había despertado en mí y mi cuerpo vibraba con una extraña tensión. 

—Pasas mucho tiempo con él —el tono de la pelirroja era casual, pero debajo de la superficie había una observación aguda, como si estuviera evaluando la dinámica entre nosotros.

—Si por 'tiempo' te refieres a reuniones académicas y encuentros ocasionales durante clases, entonces sí —respondí secamente, tratando de desviar el tema.

—Entonces aprovecha la proximidad y lánzate de lleno. Créeme, no te arrepentirás.

Fruncí ceño en señal de ofensa y mis mejillas se sonrojaron con una mezcla de indignación y algo completamente distinto.

—Escucha, no me importa lo que creas que has visto o deducido. La verdad es que no me interesa un tipo como Lucas. Es arrogante, egocéntrico y completamente imbécil para mí.

Y, sin previo aviso, empecé a percibir unos ojos invisibles que me observaban. Me di la vuelta y escudriñé la habitación llena de gente, pero no encontré a nadie. Aun así, la sensación persistía y me erizaba el vello de la nuca.

Ella enarcó una ceja y su mirada me escrutó con escepticismo.

—Vaya, entonces no te debe de importar saber que él no se acuesta con la misma chica dos veces —bromeó, con voz baja y ronca.

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