Valeria estaba tan campante, con una sonrisa socarrona, como si no estuviera engañando a su novio. Y no estábamos hablando de cualquier hombre; era Lucas, el capitán del equipo de fútbol, el que manda, el que impone y hace lo que quiere. Y ahora su chica le está siendo infiel frente a toda la universidad, o al menos frente a aquellos con suficiente dinero para estar aquí.
Valeria parecía despreocupada, casi orgullosa, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello y susurraba algo al oído de su acompañante. El tipo, con una expresión de satisfacción, la abrazó por la cintura, ajeno o indiferente a la magnitud de lo que estaba sucediendo. Sentí una mezcla de incredulidad y fascinación al ver la escena. ¿Cómo podía ser tan descarada?
Carla, notando mi asombro, siguió mi mirada y también se dio cuenta de quién era la chica.
—Bueno, bueno... parece que alguien se está divirtiendo —comentó, levantando una ceja con interés.
—¿Sabes quién es su novio? —le pregunté, aún sorprendida.
Ella se rio, encogiéndose de hombros.
—¿Y qué? —respondió con desdén.
—¿Estás de acuerdo con la infidelidad? —inquirí, sintiendo una oleada de indignación.
—No está siendo infiel —respondió, con una sonrisa sarcástica.
Estaba a punto de replicarle, ya visiblemente enojada, cuando ella me agarró del brazo y me arrastró hacia el otro extremo de la sala. Me costó un momento ubicarme en el nuevo ángulo, pero cuando lo hice, me quedé sin aliento.
Allí estaba él, captando sin esfuerzo la atención de tres mujeres que estaban a su alcance. Sus rasgos cincelados y su sonrisa confiada eran magnéticos y atraían como polillas a una llama. Lucas deslizó una mano por el muslo de una rubia curvilínea, avanzando cada vez más mientras se inclinaba para reclamar sus labios en un beso apasionado. Mientras tanto, deslizó un dedo por el escote expuesto de una chica de cabello negro azabache que estaba a su lado, lo que le valió un gemido sensual que pareció animarlo aún más. La tercera, una castaña de rostro ardiente, se encontraba más cerca mío, pero no por mucho tiempo. En un movimiento, él dio un paso atrás y la rodeó con sus fuertes brazos, presionando su pequeña figura contra su cuerpo duro.
—¿Ahora entiendes? —murmuró Carla en mi oído, con un tono lleno de satisfacción—. No solo Valeria está pasando un buen rato.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire como un perfume dulce y venenoso.
Una ola de repulsión me recorrió. Me horrorizaba pensar que Lucas siempre había sido así, usando y descartando a las personas para su propio placer, pero al fin y al cabo era su vida, él sabría qué decisiones tomar.
Carla me observó con una sonrisa burlona, disfrutando de mi shock. Luego, soltó una risa breve antes de preguntarme:
—¿No sabías que ellos están en una relación abierta? —preguntó, con un tono que insinuaba que ya era de conocimiento común.
Por eso antes me dijo que ella no estaba siendo infiel. Ambos acordaron esta especie de libertad dentro de su relación.
Me di cuenta de que los comentarios provocadores de Lucas y las miradas que me lanzaba no eran casuales. Él sabía exactamente lo que hacía, incluso yo lo había cuestionado sobre su lealtad hacia la castaña.
Mi rommie me condujo hacia uno de los sofás de terciopelo situados a un lado de la pista de baile. Mientras nos acercábamos, aprovechó para quitarle a los camareros algunas copas de bebida que llevaban en bandejas. Estos estaban llenos de cócteles coloridos, y Carla las colocó sobre la mesa antes de acomodarse en el sofá, gesticulando para que me sentara a su lado.
—Por cierto, lo hace MUY BIEN —dijo de repente, y el énfasis que hizo en esas dos palabras era inconfundible, insinuando un nivel de habilidad o destreza en la cama.
Resoplé ante su comentario, ¿realmente era tan talentoso?
Me dije a mí misma que no debía importarme en lo más mínimo, pero a pesar de mi esfuerzo por evitarlo, la curiosidad me hizo cuestionarla de nuevo.
—¿Así que te has acostado con él? —y de hecho, eso fue más una afirmación que una pregunta.
La comisura de la boca de Carla se curvó en una sonrisa maliciosa. Sus ojos brillaban con picardía y no se molestó en ocultar su diversión.
—Bueno, ¿no eres tú la cosita más curiosa? —ronroneó, inclinándose para acercarse. Su cálido aliento me hizo cosquillas en la oreja mientras continuaba en un tono bajo y ronco—. Digamos que Lucas sabe cómo hacer gritar a una mujer... y no solo por su encantadora personalidad.
Era un mujeriego, eso estaba claro, y se había conseguido a alguien que estuviera de acuerdo con su estilo de vida.
—Quieres saber cómo es, ¿no?
Una risa brotó de mi garganta, no exactamente burlona, sino más bien incrédula ante la mera sugerencia.
—Oh, por favor.
Pero las palabras sonaron huecas, incluso para mis propios oídos. La verdad era que la curiosidad se había despertado en mí y mi cuerpo vibraba con una extraña tensión.
—Pasas mucho tiempo con él —el tono de la pelirroja era casual, pero debajo de la superficie había una observación aguda, como si estuviera evaluando la dinámica entre nosotros.
—Si por 'tiempo' te refieres a reuniones académicas y encuentros ocasionales durante clases, entonces sí —respondí secamente, tratando de desviar el tema.
—Entonces aprovecha la proximidad y lánzate de lleno. Créeme, no te arrepentirás.
Fruncí ceño en señal de ofensa y mis mejillas se sonrojaron con una mezcla de indignación y algo completamente distinto.
—Escucha, no me importa lo que creas que has visto o deducido. La verdad es que no me interesa un tipo como Lucas. Es arrogante, egocéntrico y completamente imbécil para mí.
Y, sin previo aviso, empecé a percibir unos ojos invisibles que me observaban. Me di la vuelta y escudriñé la habitación llena de gente, pero no encontré a nadie. Aun así, la sensación persistía y me erizaba el vello de la nuca.
Ella enarcó una ceja y su mirada me escrutó con escepticismo.
—Vaya, entonces no te debe de importar saber que él no se acuesta con la misma chica dos veces —bromeó, con voz baja y ronca.
Ahogué la risa, ¿qué se creía él, un postre que valía millones de dólares para comprarlo sólo una vez en la vida y disfrutarlo un momento? La idea era absurda. En realidad, Lucas era sólo otro niño rico malcriado, acostumbrado a conseguir todo lo que quería sin esforzarse.—Ya te lo he dicho, es un tipo arrogante, con derecho a todo y absolutamente indeseable como pareja romántica.—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre las caras bonitas y los cerebros inútiles —dijo Carla con una sonrisa—. Por eso solo debes disfrutar.De repente, el humo surgió de la nada, se elevó por la habitación y cubrió cada superficie con una suave capa similar a una neblina. El aroma era único, ni acre ni agradable, simplemente... de otro mundo.—¿Qué es esto? —pregunté tosiendo, agitando una mano frente a mi rostro para despejar la niebla. Pero la música atronadora, ahora mucho más alta, ahogó cualquier respuesta, obligándome a ahuecar las manos sobre mis oídos para intentar escuchar a Carla.—... olvidé decirte
—¡Cállate! —le espeté, mi paciencia se estaba agotando—. No quiero oír ni una palabra más de tu sucia boca. Eres imposible, ¿lo sabías?Lo miré con enojo, mi ira ardía a fuego lento. ¿Cómo podía una persona estar tan exasperantemente segura de sí misma, acerca de lo que decía? ¿esa era la manera en la que las chicas caían rendidas a sus pies?—Eres incluso más tentadora cuando te enfadas conmigo.Su actitud despreocupada y su comentario impertinente solo aumentaron mi irritabilidad y deseé que se retractara. Pero él simplemente se encogió de hombros, con una sonrisa pícara en sus labios.—Oye, solo estoy afirmando hechos. Tu espíritu fogoso solo aumenta tu atractivo. —Su voz se convirtió en un susurro ronco, haciendo que mi piel se erizara—. Me pregunto cuán intenso sería el sexo entre nosotros...No soportaba seguir escuchándolo, las provocativas imágenes que ya se desplegaban en mi mente eran demasiado incitantes para ignorarlas. Con un gruñido de frustración, giré sobre mis talones
—¿Qué demonios…? —empecé a decir, pero las palabras se me quedaron en la garganta mientras el suelo continuaba su vertiginosa rotación. Los fuertes brazos de Lucas me envolvieron, estabilizando mi cuerpo vacilante mientras yo luchaba por comprender el extraño fenómeno que se desarrollaba ante mis ojos incrédulos. En medio de la turbulenta escena, no pude evitar acercarme más a él, ansiando la estabilidad que solo su toque proporcionaba.Mi mente se apresuraba a encontrarle sentido a aquel inesperado suceso. Me llevé una mano a la frente, intentando despejar la bruma que nublaba mis pensamientos. ¿Estaba borracha? no, seguro que no, no había bebido lo suficiente como para perder el equilibrio de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta mi tolerancia. Y, sin embargo, la sensación desorientadora persistía, dejándome mareada y desequilibrada.—¿Es tu primera vez aquí? —la voz de Lucas atravesó el estruendo, sus palabras estaban cargadas de diversión mientras me sujetaba firmemente por la
Su figura musculosa estaba estirada a mi lado, ocupando más espacio del que parecía razonable. Su pecho desnudo subía y bajaba con un ritmo lento y constante, revelando la firmeza de los músculos definidos que, incluso en reposo, parecían estar listos para la acción. Un mechón de su cabello oscuro y desordenado le caía despreocupadamente sobre la frente, contrastando con su piel blanca. Su rostro, relajado en el sueño, tenía una expresión serena, casi vulnerable, pero era su boca lo que más capturó mi interés. Sus labios, ligeramente entreabiertos, esbozaban una pequeña sonrisa, como si incluso dormido, fuera consciente de su efecto en los demás.Mis pensamientos empezaron a correr descontrolados. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él? Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente, volviendo en fragmentos desordenados: la fiesta, su tacto, el vértigo que experimenté y luego...nada.—Mierda, no, no, no —murmuré en voz baja.Me llevé la mano a la frente como si intenta
Nunca imaginé que mi primer día en la universidad sería tan caótico. Mientras caminaba por el campus con mi mapa arrugado, tratando de encontrar el edificio de ciencias, me di cuenta de que todo esto era mucho más grande de lo que había esperado. Las personas iban de un lado a otro, hablando, riendo, como si ya pertenecieran a este sitio, mientras yo me sentía completamente fuera de lugar.Venir de un pequeño pueblo a una ciudad grande y bulliciosa era abrumador. No conocía a nadie aquí, y estar completamente sola me hacía sentir vulnerable. Todo lo que había conocido estaba a kilómetros de distancia, y aunque había estado emocionada por este nuevo comienzo, ahora solo sentía un nudo en el estómago.Finalmente, encontré el aula 203 y entré justo antes de que el profesor comenzara la clase. Busqué un asiento libre y me senté, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, eso fue imposible cuando una figura alta y oscura se plantó frente a mí.—Ese es mi asiento —dijo con voz grave.Lev
—¿Bienvenida? Parece más bien que están buscando a alguien a quien humillar para sentirse mejor con ustedes mismas —respondí con voz firme, mirando directamente a la chica rubia.Ella arqueó una ceja, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le contestara de esa manera.—Oh, tenemos una valiente aquí —dijo la secuaz con tono sarcástico.En lugar de retroceder, la chica rubia dio un paso hacia mí, con una expresión desafiante en su rostro. Extendió una mano y tomó un mechón de mi cabello.—¿Por qué eres tan aburrida? —dijo, tirando ligeramente de mi cabello como si fuera un juguete.Sentí una mezcla de rabia y humillación. Nadie tenía derecho a tratarme así, especialmente no el primer día en la universidad. Sin pensar, aparté bruscamente su mano, haciendo que soltara mi cabello.—¡No vuelvas a tocarme! —exclamé, con voz tensa y mirándola fijamente a los ojos.Ella abrió los ojos con sorpresa y enojo, claramente no esperaba que le respondiera de esa manera.—¡Maldita! ¿Quién te c
Mientras el maestro Alden hablaba, sentí una oleada de desinterés y frustración. No solo era mi primer día en la universidad y ya había tenido que lidiar con gente desagradable, sino que ahora tenía que soportar una clase sobre mitos y leyendas que no me provocaban absolutamente nada. Para mí, los cuentos de terror eran aburridos y predecibles, y no lograban emocionarme en lo más mínimo.Durante las próximas dos horas, me mantuve garabateando en mi cuaderno, tratando de encontrar la manera de hacer pasar el tiempo más rápido. Mis dibujos no tenían sentido, eran solo una mezcla de líneas y figuras abstractas que reflejaban mi deseo de escapar de aquella monótona lección.Ocasionalmente, miraba a Sara, que parecía estar bastante interesada en la clase. Le sonreía de vez en cuando, pero mi mente estaba en otro lugar, rezando para que esto terminara de una vez.En un momento, decidí mirar a través de la ventana. El cielo, que había estado despejado al inicio de la clase, ahora se había to
No me apetecía en lo más mínimo. ¿Por qué haría tal cosa? Ni siquiera sabía la finalidad de poner mi huella allí. Miré a Sara, buscando en su expresión alguna pista de lo que debía hacer, pero ella también parecía confundida y un poco inquieta.—¿Qué es esto exactamente? —pregunté, intentando mantener la calma en mi voz.Valeria sonrió de nuevo, pero esta vez había algo en su mirada que no me gustó.—Es solo un registro formal para la universidad —respondió con tono despreocupado—. Todos los estudiantes nuevos tienen que hacerlo.No estaba convencida. Algo en todo esto me parecía extraño y fuera de lugar.Pero antes de que pudiera decir algo, Sara puso su dedo índice en el huellero y luego plasmó la tinta en el papel. Me quedé sorprendida. ¿Para mi compañera era tan fácil hacer eso sin siquiera cuestionarse? Aunque, pensándolo bien, quizás solo quería evitarse problemas.—Tu turno —dijo Valeria, extendiéndome el huellero con una sonrisa que ahora parecía más forzada.Miré aquel objeto