Me resultaba difícil creer que no supiera todo acerca del lugar en el que estudiaba y vivía. Aunque muchas cosas sobre la universidad aún eran un misterio para mí, pensaba que al menos cosas tan básicas como estas debería conocerlas.
—¿No se supone que también es tu primer año? —pregunté, frunciendo el ceño con incredulidad. Carla se irguió, dejando de buscar en su armario y girándose para mirarme.
—Sí, lo es —respondió con una sonrisa traviesa—, pero he hecho algunos amigos de años superiores que me han mostrado todos los rincones secretos. —Hizo una pausa, su mirada se iluminó con entusiasmo—. Además, estos eventos no son tan publicitados. Solo los que están en el círculo correcto lo saben.
—¿Por eso mencionaste algo de una tarjeta? —dije, comenzando a entender—. O sea, ¿que son fiestas... privadas?
Ella asintió, y sus ojos empezaron a brillar con complicidad.
—Exacto. Son exclusivas y muy selectas. No cualquiera puede entrar. Necesitas una invitación o, en este caso, una tarjeta especial. —Sonrió—. Por eso deberías sentirte afortunada de venir conmigo.
—Tampoco te vengas arriba —repliqué—. Hace unos minutos estabas rogándome.
Ella soltó una carcajada y se encogió de hombros, sin dejar que mi comentario afectara su estado de ánimo.
—Sí, sí, lo que digas, de igual manera, será una noche para recordar.
Ambas empezamos a cambiarnos de atuendo. La pelirroja, con su exceso de energía, se movía de un lado a otro mientras se ponía el vestido negro que había elegido. Me sorprendió ver lo rápida que era para prepararse, como si todo el proceso fuera un juego para ella.
Mientras tanto, yo busqué algo que combinara para la ocasión, así que me decidí por unos tacones oscuros que parecían apropiados.
Me acerqué al tocador y empecé con el maquillaje. Opté por un look sutil pero sofisticado. Apliqué una base ligera para igualar el tono de mi piel, seguido de un toque de corrector para ocultar cualquier imperfección. Para mis ojos, elegí una sombra de tonos neutros que realzara el color natural sin ser demasiado llamativa. Delineé mis párpados con un lápiz negro suave, y apliqué varias capas de máscara para darle volumen a mis pestañas, dándoles un efecto más abierto y despierto. Un rubor en un tono suave, casi dorado, completó el maquillaje, añadiendo un resplandor saludable a mis mejillas. Finalmente, elegí un labial nude con un toque de brillo para un acabado fresco y elegante.
En cuanto a mi cabello, lo llevaba suelto, mayormente liso con ondas ligeras, herencia de mi madre. Sin embargo, utilicé una rizadora para darle un poco más de volumen y movimiento. Apliqué un poco de spray para asegurarme de que el peinado se mantuviera en su lugar sin verse rígido.
Me sentí orgullosa del resultado, luego me dirigí hacia el espejo de cuerpo completo que recientemente Carla había comprado. Allí vi cómo mis pechos se tensaban contra el escote bajo, mientras que el dobladillo corto del vestido acentuaba mis piernas ahora tonificadas y mi trasero curvilíneo, producto de pasar suficiente tiempo en el gimnasio.
A mi lado apareció la morena, dándose un vistazo y una expresión de satisfacción se formó en su rostro.
—¡Estamos listas para la fiesta! —exclamó ella, con una gran sonrisa.
Al salir de la residencia, nuestras apariciones llamaron la atención de los pocos estudiantes que aún estaban vagando por el campus. Los edificios a nuestro alrededor estaban en calma, casi desiertos, ya que el toque de queda se acercaba rápidamente. Las luces de los pasillos parpadeaban de forma intermitente, y el aire fresco de la noche nos envolvía mientras nos dirigíamos hacia el lugar del evento.
Me sentí aliviada al pensar que, al tener una especie de “invitación” para uno de los salones exclusivos, podríamos estar exentas de cualquier sanción que normalmente se aplicaría a los estudiantes fuera de horario.
La idea de una noche animada en un entorno exclusivo y sofisticado ofrecía una ventaja inesperada sobre las estrictas normas de la universidad.
En un momento, hicimos una breve parada en la esquina de una majestuosa... ¡¿mansión?! que se erguía imponente frente a nosotras. Esta construcción, claramente, no pertenecía al campus universitario común. Era un alojamiento gigantesco, destinado exclusivamente a quienes podían permitirse un estilo de vida opulento. Con sus columnas imponentes y balcones ornamentados, el lugar parecía una fortaleza de lujo, un contraste marcado con la simplicidad de la residencia estudiantil.
Carla sacó su celular con una expresión de urgencia y comenzó a marcar un número. Mientras esperaba que la llamada se conectara, sus ojos recorrían el entorno con impaciencia. Finalmente, una voz al otro lado de la línea respondió.
—Ya estoy aquí —dijo ella, moviendo una de sus piernas una y otra vez—. Pero sabes que no puedo entrar... Además, tengo prisa. Sal ya.
Después de escuchar una respuesta breve, colgó de inmediato. Su rostro mostraba una mezcla de frustración y ansiedad mientras guardaba el teléfono en su bolso.
Pocos minutos después, el portón de la mansión se comenzó a abrir lentamente y el sonido metálico resonó en el aire. Carla se volvió hacia mí, con una mirada decidida.
—Quédate aquí, no demoro —me dijo, y antes de que pudiera añadir algo, se dirigió hacia la entrada casi corriendo.
Sin embargo, en lugar de caminar directamente hacia el centro del camino, como haría cualquier persona normal, ella se pegó rápidamente al muro. Sus movimientos eran ágiles y discretos, como si intentara evitar ser vista. Se deslizó hacia la puerta principal, donde se encontró con un chico alto de apariencia pálida, probablemente la persona enferma que había mencionado antes. Su figura era delgada y su rostro mostraba signos de agotamiento, lo que confirmaban las sospechas de que no estaba en su mejor momento.
Carla se acercó a él con una mezcla de urgencia y familiaridad, intercambiando unas palabras rápidas y furtivas. En un gesto inesperado, él la tomó de la cintura y le depositó un beso en la mejilla. La conversación fue breve, y el chico asintió antes de que la puerta se cerrara con un suave clic.
Mientras todo esto ocurría, yo aprovechaba para observar con los ojos bien abiertos el lugar. Había varias cámaras de seguridad, y desde mi posición, noté que no podían capturarme, ni tampoco a Carla. Esto sugería que mi compañera de habitación había estado aquí varias veces y ya sabía cuáles eran los puntos ciegos de aquellos aparatos. La situación me intrigaba más de lo que quería admitir, y no podía evitar preguntarme cuántos secretos más guardaba este lugar y estas personas.
La pelirroja regresó rápidamente a mi lado, y sin decir una palabra, emprendimos nuevamente el camino. Mientras avanzábamos, no pude contener mi curiosidad.—¿Quién era él? —pregunté, tratando de sonar casual.—Uno de los chicos con los que tengo sexo—respondió ella con un tono despreocupado.—Fue muy afectuoso contigo —comenté, recordando el beso en la mejilla y la mano en su cintura.Carla hizo una mueca y rodó los ojos.—Sí, a veces suelen confundirse y se vuelven muy cariñosos, pero ya le he dejado las cosas claras. Ya sabes, para que no se ilusionen —dijo, encogiéndose de hombros con indiferencia.—¿Y por qué no tener una pareja fija? —pregunté, genuinamente curiosa.Carla me miró como si se cansara de repetir lo mismo.—Otra vez con eso... —suspiró—. Soy joven y bonita, tengo que vivir todo lo que pueda —respondió con media sonrisa.La entendía. Estar en una relación amorosa implicaba mucha responsabilidad, especialmente porque podías encontrarte con cualquier tipejo. De cierta
Valeria estaba tan campante, con una sonrisa socarrona, como si no estuviera engañando a su novio. Y no estábamos hablando de cualquier hombre; era Lucas, el capitán del equipo de fútbol, el que manda, el que impone y hace lo que quiere. Y ahora su chica le está siendo infiel frente a toda la universidad, o al menos frente a aquellos con suficiente dinero para estar aquí.Valeria parecía despreocupada, casi orgullosa, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello y susurraba algo al oído de su acompañante. El tipo, con una expresión de satisfacción, la abrazó por la cintura, ajeno o indiferente a la magnitud de lo que estaba sucediendo. Sentí una mezcla de incredulidad y fascinación al ver la escena. ¿Cómo podía ser tan descarada?Carla, notando mi asombro, siguió mi mirada y también se dio cuenta de quién era la chica.—Bueno, bueno... parece que alguien se está divirtiendo —comentó, levantando una ceja con interés.—¿Sabes quién es su novio? —le pregunté, aún sorprendida.Ella se r
Ahogué la risa, ¿qué se creía él, un postre que valía millones de dólares para comprarlo sólo una vez en la vida y disfrutarlo un momento? La idea era absurda. En realidad, Lucas era sólo otro niño rico malcriado, acostumbrado a conseguir todo lo que quería sin esforzarse.—Ya te lo he dicho, es un tipo arrogante, con derecho a todo y absolutamente indeseable como pareja romántica.—Bueno, ya sabes lo que dicen sobre las caras bonitas y los cerebros inútiles —dijo Carla con una sonrisa—. Por eso solo debes disfrutar.De repente, el humo surgió de la nada, se elevó por la habitación y cubrió cada superficie con una suave capa similar a una neblina. El aroma era único, ni acre ni agradable, simplemente... de otro mundo.—¿Qué es esto? —pregunté tosiendo, agitando una mano frente a mi rostro para despejar la niebla. Pero la música atronadora, ahora mucho más alta, ahogó cualquier respuesta, obligándome a ahuecar las manos sobre mis oídos para intentar escuchar a Carla.—... olvidé decirte
—¡Cállate! —le espeté, mi paciencia se estaba agotando—. No quiero oír ni una palabra más de tu sucia boca. Eres imposible, ¿lo sabías?Lo miré con enojo, mi ira ardía a fuego lento. ¿Cómo podía una persona estar tan exasperantemente segura de sí misma, acerca de lo que decía? ¿esa era la manera en la que las chicas caían rendidas a sus pies?—Eres incluso más tentadora cuando te enfadas conmigo.Su actitud despreocupada y su comentario impertinente solo aumentaron mi irritabilidad y deseé que se retractara. Pero él simplemente se encogió de hombros, con una sonrisa pícara en sus labios.—Oye, solo estoy afirmando hechos. Tu espíritu fogoso solo aumenta tu atractivo. —Su voz se convirtió en un susurro ronco, haciendo que mi piel se erizara—. Me pregunto cuán intenso sería el sexo entre nosotros...No soportaba seguir escuchándolo, las provocativas imágenes que ya se desplegaban en mi mente eran demasiado incitantes para ignorarlas. Con un gruñido de frustración, giré sobre mis talones
—¿Qué demonios…? —empecé a decir, pero las palabras se me quedaron en la garganta mientras el suelo continuaba su vertiginosa rotación. Los fuertes brazos de Lucas me envolvieron, estabilizando mi cuerpo vacilante mientras yo luchaba por comprender el extraño fenómeno que se desarrollaba ante mis ojos incrédulos. En medio de la turbulenta escena, no pude evitar acercarme más a él, ansiando la estabilidad que solo su toque proporcionaba.Mi mente se apresuraba a encontrarle sentido a aquel inesperado suceso. Me llevé una mano a la frente, intentando despejar la bruma que nublaba mis pensamientos. ¿Estaba borracha? no, seguro que no, no había bebido lo suficiente como para perder el equilibrio de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta mi tolerancia. Y, sin embargo, la sensación desorientadora persistía, dejándome mareada y desequilibrada.—¿Es tu primera vez aquí? —la voz de Lucas atravesó el estruendo, sus palabras estaban cargadas de diversión mientras me sujetaba firmemente por la
Su figura musculosa estaba estirada a mi lado, ocupando más espacio del que parecía razonable. Su pecho desnudo subía y bajaba con un ritmo lento y constante, revelando la firmeza de los músculos definidos que, incluso en reposo, parecían estar listos para la acción. Un mechón de su cabello oscuro y desordenado le caía despreocupadamente sobre la frente, contrastando con su piel blanca. Su rostro, relajado en el sueño, tenía una expresión serena, casi vulnerable, pero era su boca lo que más capturó mi interés. Sus labios, ligeramente entreabiertos, esbozaban una pequeña sonrisa, como si incluso dormido, fuera consciente de su efecto en los demás.Mis pensamientos empezaron a correr descontrolados. ¿Cómo había terminado aquí, junto a él? Los recuerdos de la noche anterior se arremolinaban en mi mente, volviendo en fragmentos desordenados: la fiesta, su tacto, el vértigo que experimenté y luego...nada.—Mierda, no, no, no —murmuré en voz baja.Me llevé la mano a la frente como si intenta
Nunca imaginé que mi primer día en la universidad sería tan caótico. Mientras caminaba por el campus con mi mapa arrugado, tratando de encontrar el edificio de ciencias, me di cuenta de que todo esto era mucho más grande de lo que había esperado. Las personas iban de un lado a otro, hablando, riendo, como si ya pertenecieran a este sitio, mientras yo me sentía completamente fuera de lugar.Venir de un pequeño pueblo a una ciudad grande y bulliciosa era abrumador. No conocía a nadie aquí, y estar completamente sola me hacía sentir vulnerable. Todo lo que había conocido estaba a kilómetros de distancia, y aunque había estado emocionada por este nuevo comienzo, ahora solo sentía un nudo en el estómago.Finalmente, encontré el aula 203 y entré justo antes de que el profesor comenzara la clase. Busqué un asiento libre y me senté, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, eso fue imposible cuando una figura alta y oscura se plantó frente a mí.—Ese es mi asiento —dijo con voz grave.Lev
—¿Bienvenida? Parece más bien que están buscando a alguien a quien humillar para sentirse mejor con ustedes mismas —respondí con voz firme, mirando directamente a la chica rubia.Ella arqueó una ceja, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le contestara de esa manera.—Oh, tenemos una valiente aquí —dijo la secuaz con tono sarcástico.En lugar de retroceder, la chica rubia dio un paso hacia mí, con una expresión desafiante en su rostro. Extendió una mano y tomó un mechón de mi cabello.—¿Por qué eres tan aburrida? —dijo, tirando ligeramente de mi cabello como si fuera un juguete.Sentí una mezcla de rabia y humillación. Nadie tenía derecho a tratarme así, especialmente no el primer día en la universidad. Sin pensar, aparté bruscamente su mano, haciendo que soltara mi cabello.—¡No vuelvas a tocarme! —exclamé, con voz tensa y mirándola fijamente a los ojos.Ella abrió los ojos con sorpresa y enojo, claramente no esperaba que le respondiera de esa manera.—¡Maldita! ¿Quién te c