Capítulo 15. Cancha de fútbol

Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.

Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.

Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y suave, los árboles altos ofreciendo algo de sombra, y las pistas deportivas impecables. La universidad tenía una belleza serena, con senderos bordeados de flores y arbustos cuidadosamente podados. La brisa cálida agitaba las hojas de los árboles, creando un susurro constante que casi podía calmar mis pensamientos agitados.

Al llegar, vi a Sara sentada en una mesa de picnic bajo uno de los grandes árboles. Su pelo se movía suavemente con el viento, y me dio la bienvenida con una sonrisa que iluminó su rostro. Se había vestido con una camiseta ligera y unos vaqueros cómodos, perfectos para una sesión de fotos improvisada. La cámara descansaba sobre la mesa frente a ella, y su mochila estaba abierta, revelando un desorden de lentes y accesorios fotográficos.

—Pensé que era solo un hobby —dije, acercándome.

Sara se ruborizó ligeramente y miró hacia abajo, ajustando una correa de su cámara con una expresión que mezclaba timidez y orgullo.

—Lo es —admitió, con una sonrisa nerviosa—. Pero la verdad es que me apasiona mucho.

Estaba por preguntarle otra cosa, pero su actitud demostraba que no quería hablar más del tema, así que lo dejé allí. Empecé a observar el paisaje: el césped en perfectas condiciones, y algunos tenistas en acción en las canchas cercanas. Todo parecía tranquilo y ordenado.

Miré otra vez en dirección a mi amiga, pero algo en el fondo llamó mi atención. Tres chicas estaban golpeando con unos mazos, unas bolas que atravesaban unos arcos sujetos firmemente al suelo. La escena parecía sacada de otro tiempo, casi surrealista.

Pude ver sus rostros y me di cuenta de que eran nuevamente ellas: Valeria, Carolina y la chica cuyo nombre aún desconocía y, la verdad, prefería dejar así.

Estaban vestidas casi idénticas, todas de blanco, con pantalones y gorras del mismo color. La diferencia era que solo Valeria y Carolina jugaban, mientras la otra colocaba las bolas para ser tiradas. Parecía que esa era su única función: encargarse de recoger y poner. De cierta forma, era humillante, ¿no? no había rotación en sus tareas; repetía la misma acción una y otra vez, sin participar realmente en el juego.

Noté como la coordinación de sus movimientos mostraba que no era la primera vez que jugaban juntas. Había algo en la manera en que se movían, en la sincronización casi perfecta de sus acciones, que transmitía una especie de armonía inquietante. El contraste entre su juego meticuloso y el entorno tranquilo y sereno me dejó una sensación extraña.

—¿Qué es lo que hacen? —pregunté, señalando en su dirección.

Sara siguió mi mirada, observando a las chicas por un momento antes de responder.

—Oh, eso es croquet —dijo, con una mezcla de interés y conocimiento—. Es un deporte bastante antiguo, si no me equivoco. Solía ser bastante popular en jardines de mansiones y eventos sociales del siglo XIX. Aparentemente, aún hay quienes lo disfrutan.

Ella resopló y añadió:

—Tantos deportes, y justo eligen ese.

—¿Y qué tiene? —pregunté, intrigada.

Ella alzó los hombros, mirando nuevamente hacia las chicas.

—El croquet era únicamente para personas de la nobleza. Tiene toda esa connotación elitista. Supongo que les gusta sentirse especiales, o algo así.

—Vaya m****a —murmuré, haciendo una mueca de desagrado.

No me sorprendió esa información. El espectáculo que montaron la vez pasada en la entrada no fue porque sí; evidentemente, se creían superiores.

—Bueno, en fin, ¿a dónde quieres ir a tomar tus fotografías? —le pregunté, tratando de cambiar de tema.

Sara se acercó a mí, mirando a su alrededor como si temiera que alguien pudiera escucharla. Su comportamiento me intrigó.

—En la parte trasera del campus, hay una cancha de fútbol —dijo en un susurro, con los ojos brillando de emoción contenida—, pero es un tanto extraña.

Fruncí el ceño, tratando de entender a qué se refería.

—¿Extraña? —repetí, con curiosidad.

—Sí —respondió, asintiendo lentamente—. Está rodeada por unos muros muy altos, tan altos que no permiten ver lo que sucede adentro desde fuera. Es como si quisieran ocultar lo que pasa allí.

—O quizás está deshabilitada —sugerí.

Ella negó con la cabeza rápidamente.

—No, he escuchado voces de chicos e incluso el silbato del entrenador. No está deshabilitada, solo... parece que no quieren que nadie sepa qué ocurre ahí.

Desde que puse un pie en el campus, estaba claro que todo era muy misterioso. La estructura de la universidad, con sus edificios antiguos y corredores laberínticos, irradiaba una atmósfera de secretos. Los profesores parecían saber más de lo que dejaban entrever, y muchos de los alumnos tenían un aire de superioridad que resultaba inquietante. Y luego estaba lo que me había estado sucediendo estos últimos días, desde el incidente en la piscina hasta el caos en mi habitación. Era como si una red de enigmas y tensiones invisibles envolviera a todo el lugar.

—Entonces, vamos a verla —dije, tomando la iniciativa de ir.

Pero Sara me detuvo, agarrando mi brazo con un gesto urgente.

—Espera, hay algo más que necesito decirte —dijo en voz baja, mirándome con seriedad—. La última vez que intenté acercarme, vi a dos chicos en los extremos de la cancha, como si estuvieran vigilando. No parecía una simple casualidad.

Me quedé quieta, procesando su advertencia. Esto solo añadía más misterio al asunto.

—¿Vigilando? —pregunté, queriendo asegurarme de haber entendido bien.

Sara asintió y tenía en su rostro una expresión de preocupación y curiosidad.

—Sí, como si quisieran asegurarse de que nadie se acerque demasiado. No sé qué hacen ahí dentro, pero está claro que no quieren que nadie lo sepa.

Marya J

¡Hola! aquí les traigo un nuevo capítulo para ustedes y espero que sigan disfrutando tanto como yo lo hago escribiendo, recuerden comentar que me encanta leerlos, besitos.

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