Capítulo 16. ¿Te gusta?

¿Qué carajos?

Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.

De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.

—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.

No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.

Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.

—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.

Me sorprendí al ver cómo, a medida que el minutero avanzaba, los chicos vigías comenzaron a alejarse de sus puestos. Era como si estuvieran siguiendo un horario estricto, y al parecer, la hora del almuerzo era su señal para retirarse hacia una de las áreas de descanso, desapareciendo por completo de la vista.

—Entonces, ahora que se han ido, podríamos... —comencé a decir, pero Sara ya se había movido, haciendo una seña para que la siguiera.

Nos acercamos al muro con más libertad, sabiendo que la vigilancia había cesado por el momento. La tensión en el aire se disipó un poco, y mi curiosidad sobre lo que podría haber detrás de esos muros se intensificó.

La superficie de estos era bastante lisa y sólida, pero noté que había un pequeño espacio entre un muro y la estructura de un cobertizo cercano que podría ofrecer una visión parcial del interior. Me subí a un banco cercano para alcanzar mejor el borde del muro.

Me agaché y me estiré lo más que pude, tratando de mirar a través del espacio estrecho que se había formado. Desde esa posición elevada, podía distinguir vagamente sombras y movimientos en el interior de la cancha, pero no podía ver claramente lo que estaba ocurriendo. La perspectiva no era ideal, y el calor del sol me hacía sudar mientras intentaba obtener una vista más clara.

—¿Puedes ver algo? —me preguntó Sara, inclinándose para mirar también.

—No mucho —respondí, frunciendo el ceño—. Hay algo de movimiento, pero no puedo distinguir qué está pasando exactamente.

Sara miró alrededor y su expresión se tornó pensativa.

—¿Crees que podríamos intentar otra cosa? Quizás haya una forma mejor de verlo.

Miré a mi alrededor en busca de una solución. Encontré una escalera de mano apoyada contra el cobertizo cercano. Aunque estaba algo oxidada y parecía no haber sido utilizada en un tiempo, parecía lo suficientemente resistente para mi propósito.

—Voy a probar con eso —dije, señalando la escalera—. De esa manera podré ver todo el panorama.

Sara asintió y se acercó para ayudarme a mover la escalera. La apoyé cuidadosamente contra el muro, y luego subí.

—Ten cuidado —me advirtió Sara desde abajo—. No queremos llamar la atención.

Al llegar a la cima de la escalera, me incliné hacia la pared y estiré el cuello. Desde allí, pude ver por encima del muro y finalmente obtener una vista clara del interior de la cancha. Mis ojos se ajustaron al contraste, y pude distinguir lo que estaba ocurriendo.

Lo que vi me hizo reír por lo bajo, llevándome la mano a la boca para evitar que el sonido se escapara. Sara, viendo mi reacción, se puso aún más curiosa.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó en un susurro ansioso.

Le hice un gesto con la mano para que subiera y le hice un espacio en la escalera. Ella trepó con cuidado y, cuando finalmente vio lo que estaba ocurriendo al otro lado del muro, su rostro se transformó automáticamente en una expresión de decepción.

—¿Qué esperabas? —le pregunté, aún con una sonrisa—. Son solo chicos entrenando.

Y era así, porque volví la vista hacia ellos y observé con más detenimiento. Los chicos estaban haciendo ejercicios de calentamiento en grupos pequeños, trotando en círculos y practicando pases de balón con una precisión notable. El entrenador, un hombre alto con un silbato colgando de su cuello, supervisaba cada movimiento con una mirada crítica y daba instrucciones con voz firme.

Uno de los jugadores destacaba entre el resto, no solo por su habilidad, sino por la forma en que los demás lo seguían. Parecía el capitán, y su liderazgo era evidente en la manera en que organizaba a su equipo y corregía sus errores. Su presencia era inconfundible: Lucas.

—Qué fastidio, este tipo aparece en todos lados —murmuré, casi para mí misma.

Sara, que seguía mi mirada, suspiró soñadoramente.

—Es precioso —dijo con un tono anhelante.

La miré de inmediato, como la niña de "El Exorcista", girando la cabeza en un rápido movimiento.

—¿Te gusta? —le pregunté, tratando de contener mi sorpresa.

Ella asintió con entusiasmo.

—Muchísimo.

No podía creer lo que estaba escuchando. Por un momento, me quedé sin palabras. Luego, traté de procesar la información.

Justo cuando estaba a punto de decirle algo más, Sara me interrumpió con una sonrisa.

—Definitivamente Sebastián es uno de los hombres más guapos que he conocido.

—¿Sebastián? —pregunté, confundida. No conocía a nadie con ese nombre.

Sara notó mi desconcierto y rápidamente aclaró:

—Sí, el chico que te dije durante las clases que me atraía.

Por alguna razón, que aún desconocía, suspiré aliviada al saber que no era Lucas quien le gustaba a Sara.

Me sentí un poco rara por haberme...¿preocupado?, pero al menos ahora sabía que su atención estaba en alguien más.

—Ah, claro, Sebastián —dije, tratando de sonar casual—. Bueno, me alegra que no sea... —me detuve a mitad de la frase, dándome cuenta de que no quería revelar más de lo necesario—. Me alegra que te apasione tanto la fotografía, porque creo que es momento de que empiece la acción.

Desvié el tema rápidamente, intentando salir de allí lo más pronto posible. Sara captó la indirecta y sacó su cámara con rapidez.

—Tienes razón —dijo, ajustando el lente—. Vamos a tomar algunas fotos y larguémonos de aquí antes de que los otros chicos lleguen o incluso los jugadores nos descubran.

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