Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con un
—¿A qué te refieres? —preguntó Sara, frunciendo el ceño.Me puse las manos en el rostro, sintiendo la presión acumulada en mi cabeza.—Ya no sé ni lo que digo —murmuré, dejando caer las manos a los lados—. Vayamos por algo de comer. Necesito distraerme un poco.Nos dirigimos a la cafetería común, un lugar que siempre me había encantado. No solo ofrecía una variedad deliciosa de comida tipo buffet, sino que también la arquitectura era impresionante. Al cruzar las puertas, el aire acondicionado nos envolvió en un fresco abrazo, alejándonos del calor sofocante del exterior.Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura, y las mesas de mármol blanco brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. Grandes ventanales con cortinas de terciopelo rojo permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente cálido y acogedor. Las sillas tapizadas en cuero negro y los detalles dorados en la decoración añadían un toque de sofisticación que hacía que el lugar se sintiera lujos
Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos.Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían.Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión entre la carpeta y el enfado de Lucas se hizo más clara en mi mente. Su novia había dicho que Carolina se encargaba de esos documentos, pero ahora parecía que había algo más en juego o quizá no estaba ha
El colchón se amoldó a mi cuerpo, proporcionando un alivio temporal mientras la gravedad de la situación seguía presionando en mi mente.Justo entonces, el sonido familiar de mi teléfono rompió el silencio. Saqué el celular del bolsillo y vi el nombre "Mamá" en la pantalla. Una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato, iluminando el momento con un rayo de esperanza. Contesté la llamada, sintiendo una calidez reconfortante solo al escuchar su voz.—Hola, mamá —dije, tratando de mantener mi voz lo más normal posible, aunque sabía que ella podría percibir cualquier rastro de inquietud.—Hola, mi niña. Solo quería saber cómo estás —respondió su voz familiar y llena de cariño, la cual siempre lograba calmarme.Aunque tenía 22 años, ella seguía tratándome como si fuera pequeña. La manera en que su tono se suavizaba y se llenaba de ternura, me hacía sentir como si estuviera de nuevo en casa, protegida y querida. Lo entendía; para los padres, sus hijos siempre serían sus bebés a quienes cui
Pero la que se llevó una sorpresa fui yo cuando me di cuenta de que la chica con el labial corrido y la ropa arrugada era Carla. Ella levantó una ceja y abrió los ojos como si estuviera en shock al encontrarme allí. En un instante, su asombro se transformó en molestia.—¿Qué rayos haces aquí? —preguntó, con un tono lleno de irritación, como si yo fuera la intrusa en esta situación absurda.—¿Qué rayos hago yo aquí? —respondí, con mi indignación creciendo—. ¡Esta es mi habitación! ¡Aquí duermo!Carla me miró de arriba abajo, como si evaluara mi presencia.—¿No deberías estar en clases? —dijo, con fastidio.—Me cambiaron el horario —contesté, cruzando los brazos—. ¿Y tú? ¿No deberías estar estudiando en lugar de estar casi cogiéndote a un tipo, que probablemente ni siquiera conoces, en un dormitorio compartido?—No sabía que ibas a estar aquí —respondió, como si eso justificara todo.Se dio la vuelta, tomando la mano del desconocido, y cerró la puerta tras de sí, dejándome en una mezcla
Hice una mueca, tratando de ocultar mi frustración.—Lo último que quiero hacer ahora es buscar una prenda para que te vayas de fiesta, Carla.—Habrá aperitivos, alcohol y muchos chicos sexys. Necesito toda la ayuda que pueda obtener porque estoy super indecisa sobre qué vestidito usar. ¡Vamos, por favor! —imploró, juntando las manos y haciendo un puchero que añadía un toque dramático a su petición.Ignorando sus alaridos, me dirigí hacia la puerta con firmeza. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, ella apareció frente a mí, bloqueando la salida con un gesto de súplica.—No me dejes en esto sola —dijo con un tono de desesperación.La apunté con un dedo, sintiendo cómo la rabia crecía dentro de mí.—Me estás haciendo enojar, Carla —hablé con dureza, con la esperanza de que entendiera lo seria que era mi advertencia.De repente, su teléfono vibró. Lo sacó de su bolsillo trasero con un movimiento rápido y, con un suspiro, me dijo que necesitaba atender la llamada. Traté de apartarla
Me resultaba difícil creer que no supiera todo acerca del lugar en el que estudiaba y vivía. Aunque muchas cosas sobre la universidad aún eran un misterio para mí, pensaba que al menos cosas tan básicas como estas debería conocerlas.—¿No se supone que también es tu primer año? —pregunté, frunciendo el ceño con incredulidad. Carla se irguió, dejando de buscar en su armario y girándose para mirarme.—Sí, lo es —respondió con una sonrisa traviesa—, pero he hecho algunos amigos de años superiores que me han mostrado todos los rincones secretos. —Hizo una pausa, su mirada se iluminó con entusiasmo—. Además, estos eventos no son tan publicitados. Solo los que están en el círculo correcto lo saben.—¿Por eso mencionaste algo de una tarjeta? —dije, comenzando a entender—. O sea, ¿que son fiestas... privadas?Ella asintió, y sus ojos empezaron a brillar con complicidad.—Exacto. Son exclusivas y muy selectas. No cualquiera puede entrar. Necesitas una invitación o, en este caso, una tarjeta es
La pelirroja regresó rápidamente a mi lado, y sin decir una palabra, emprendimos nuevamente el camino. Mientras avanzábamos, no pude contener mi curiosidad.—¿Quién era él? —pregunté, tratando de sonar casual.—Uno de los chicos con los que tengo sexo—respondió ella con un tono despreocupado.—Fue muy afectuoso contigo —comenté, recordando el beso en la mejilla y la mano en su cintura.Carla hizo una mueca y rodó los ojos.—Sí, a veces suelen confundirse y se vuelven muy cariñosos, pero ya le he dejado las cosas claras. Ya sabes, para que no se ilusionen —dijo, encogiéndose de hombros con indiferencia.—¿Y por qué no tener una pareja fija? —pregunté, genuinamente curiosa.Carla me miró como si se cansara de repetir lo mismo.—Otra vez con eso... —suspiró—. Soy joven y bonita, tengo que vivir todo lo que pueda —respondió con media sonrisa.La entendía. Estar en una relación amorosa implicaba mucha responsabilidad, especialmente porque podías encontrarte con cualquier tipejo. De cierta