Capítulo 13. Cálmate, muñeca

Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:

—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.

—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?

Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.

Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."

—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?

Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.

—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.

¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
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