Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:
—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.
—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?
Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.
Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."
—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?
Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.
—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.
¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea de que él va a hacer acto de presencia mientras yo hago toda la tarea.
La ira empezaba a correr por mis venas, haciendo que mis manos temblaran ligeramente.
—Escucha, pequeño idiota, hoy la paciencia la tengo así de chiquita —le espeté con rabia, juntando mis dedos índice y pulgar para mostrar lo diminuta que era mi tolerancia—. Así que déjate de jueguitos y empieza a mover el culo.
Pude ver cómo su sonrisa nuevamente comenzaba a aparecer, como si le divirtiera hacerme enojar.
—Siendo sincero, prefiero que muevas el culo tú, así yo tengo una buena vista desde aquí.
Ya sabes lo que dicen de los gatos, ¿verdad? Cómo arañan antes de abalanzarse, pues eso fue lo que hice.
Gracias a su comentario mordaz, me levanté rápidamente de mi silla y me lancé hacia a él con furia, sin embargo, sus instintos se activaron automáticamente, porque extendió sus manos y me agarró las muñecas con fuerza cuando intenté golpearlo una vez más. De un rápido tirón, me inmovilizó fácilmente los brazos por detrás de la espalda, utilizando el peso de su cuerpo para mantenerme sujeta contra la superficie de la mesa. El contacto me hizo sentir el calor que irradiaba de él.
—Eh-eh, cálmate, muñeca. No hay necesidad de romper nada...todavía.
Intenté luchar con él, moviéndome todo lo que podía pero era imposible, me tenía aprisionada.
Acto seguido, se inclinó hacia mí, con nuestros rostros a apenas una respiración de distancia.
—Deberías trabajar para controlar esas emociones explosivas que tienes. No podemos permitir que te pongas furiosa por el campus, ¿no? —dijo, con una sonrisa de medio lado.
De cerca, era mucho más guapo. Sus pestañas eran largas y densas, lo que hacía que su mirada resaltara aún más. En ese momento, sus ojos parecían más claros, irradiando con una intensidad que no había notado antes. Sus labios se veían apetitosos, bien formados, y su aroma era embriagador, una mezcla de colonia y algo más sutil que me envolvía.
Pude ver cada detalle de su rostro, desde la ligera sombra de barba que cubría su mandíbula hasta el brillo en sus ojos. Su cercanía me hizo sentir una mezcla de rabia e incomodidad, pero también una extraña atracción que no quería admitir.
—Suéltame, idiota —le ordené con firmeza, apretando los dientes con furia.
—¿O qué, qué vas a hacer? —respondió Lucas, con evidente burla.
Justo cuando tuve la intención de levantar la rodilla para golpearlo en sus partes nobles y por fin liberarme, una voz al costado hizo presencia, ocasionando que ambos volteáramos el rostro para observar a una mujer baja, con unos kilos de más y unas gafas más grandes que su rostro, era la bibliotecaria, que hasta este momento no había hecho más que mirar y quedarse callada ante el alboroto de ambos.
—¿Hay algún problema aquí? —preguntó ella con voz firme, observándonos con una mezcla de curiosidad y advertencia.
Lucas soltó una risa suave y me soltó, retrocediendo un paso con las manos en alto como si estuviera rindiéndose.
—Nada que no podamos manejar, señora Johnson. Solo una pequeña discusión entre amigos —dijo, con una sonrisa encantadora que no llegaba a sus ojos.
Eso ni él se lo creía realmente. Sin embargo, su habilidad para manipular la situación era tan evidente que cualquiera podría haberle dado la razón sin cuestionar. Su tono seguro y su sonrisa cautivadora parecían diseñados para disolver cualquier posible conflicto.
La bibliotecaria pareció dudar por un momento, evaluando la situación con detenimiento antes de asentir y alejarse hacia otro rincón del lugar, pero yo aproveché ese instante para salir de allí lo más pronto posible.
Aún sentía mucha rabia y si permanecía ahí por otro minuto más, estaba completamente segura de que las cosas saldrían con el mismo resultado o peor.
Mientras iba caminando como si me llevara el diablo, divisé el portón principal de la universidad, así que, para tomar aire fresco y relajarme, me dirigí en esa dirección, exactamente hacia el gran bosque que rodeaba el campus.
Sentí la frescura de la noche envolviéndome cuando me adentré a él, estaba apenas iluminado por algunas farolas y la luz de la luna. Las sombras de los árboles se alargaban y se movían con el viento, creando un ambiente sereno y un tanto misterioso. El aire estaba lleno del aroma de la tierra húmeda y las hojas frescas, lo que me ayudaba a relajarme.
Caminé más adentro, hasta encontrar un claro donde la luz de la luna iluminaba el suelo. Me senté en una roca grande y cerré los ojos, dejando que los sonidos nocturnos de la naturaleza me envolvieran. El canto de los grillos y el susurro de las hojas me ayudaban a calmar la tormenta de emociones que había sentido minutos antes.
Pero un escalofrío me recorrió cuando sonidos de pisadas acercándose a mí me hicieron darme la vuelta y, para mi sorpresa, no vi a nadie. Me quedé quieta, agudizando mis sentidos, tratando de escuchar cualquier otro ruido que indicara la presencia de alguien más. El bosque parecía haberse sumido en un silencio aún más profundo, como si también estuviera conteniendo la respiración.
Justo cuando comenzaba a relajarme de nuevo, escuché un crujido detrás de mí. Me giré rápidamente, pero otra vez, no había nadie.
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s
¿Qué carajos?Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.Me sorprendí al ver cómo, a m
Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con u
—¿A qué te refieres? —preguntó Sara, frunciendo el ceño.Me puse las manos en el rostro, sintiendo la presión acumulada en mi cabeza.—Ya no sé ni lo que digo —murmuré, dejando caer las manos a los lados—. Vayamos por algo de comer. Necesito distraerme un poco.Nos dirigimos a la cafetería común, un lugar que siempre me había encantado. No solo ofrecía una variedad deliciosa de comida tipo buffet, sino que también la arquitectura era impresionante. Al cruzar las puertas, el aire acondicionado nos envolvió en un fresco abrazo, alejándonos del calor sofocante del exterior.Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura, y las mesas de mármol blanco brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. Grandes ventanales con cortinas de terciopelo rojo permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente cálido y acogedor. Las sillas tapizadas en cuero negro y los detalles dorados en la decoración añadían un toque de sofisticación que hacía que el lugar se sintiera lujos
Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos.Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían.Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión entre la carpeta y el enfado de Lucas se hizo más clara en mi mente. Su novia había dicho que Carolina se encargaba de esos documentos, pero ahora parecía que había algo más en juego o quizá no estaba ha
El colchón se amoldó a mi cuerpo, proporcionando un alivio temporal mientras la gravedad de la situación seguía presionando en mi mente.Justo entonces, el sonido familiar de mi teléfono rompió el silencio. Saqué el celular del bolsillo y vi el nombre "Mamá" en la pantalla. Una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato, iluminando el momento con un rayo de esperanza. Contesté la llamada, sintiendo una calidez reconfortante solo al escuchar su voz.—Hola, mamá —dije, tratando de mantener mi voz lo más normal posible, aunque sabía que ella podría percibir cualquier rastro de inquietud.—Hola, mi niña. Solo quería saber cómo estás —respondió su voz familiar y llena de cariño, la cual siempre lograba calmarme.Aunque tenía 22 años, ella seguía tratándome como si fuera pequeña. La manera en que su tono se suavizaba y se llenaba de ternura, me hacía sentir como si estuviera de nuevo en casa, protegida y querida. Lo entendía; para los padres, sus hijos siempre serían sus bebés a quienes cui
Pero la que se llevó una sorpresa fui yo cuando me di cuenta de que la chica con el labial corrido y la ropa arrugada era Carla. Ella levantó una ceja y abrió los ojos como si estuviera en shock al encontrarme allí. En un instante, su asombro se transformó en molestia.—¿Qué rayos haces aquí? —preguntó, con un tono lleno de irritación, como si yo fuera la intrusa en esta situación absurda.—¿Qué rayos hago yo aquí? —respondí, con mi indignación creciendo—. ¡Esta es mi habitación! ¡Aquí duermo!Carla me miró de arriba abajo, como si evaluara mi presencia.—¿No deberías estar en clases? —dijo, con fastidio.—Me cambiaron el horario —contesté, cruzando los brazos—. ¿Y tú? ¿No deberías estar estudiando en lugar de estar casi cogiéndote a un tipo, que probablemente ni siquiera conoces, en un dormitorio compartido?—No sabía que ibas a estar aquí —respondió, como si eso justificara todo.Se dio la vuelta, tomando la mano del desconocido, y cerró la puerta tras de sí, dejándome en una mezcla