Capítulo 13. Cálmate, muñeca

Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:

—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.

—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?

Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.

Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."

—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?

Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.

—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.

¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea de que él va a hacer acto de presencia mientras yo hago toda la tarea.

La ira empezaba a correr por mis venas, haciendo que mis manos temblaran ligeramente.

—Escucha, pequeño idiota, hoy la paciencia la tengo así de chiquita —le espeté con rabia, juntando mis dedos índice y pulgar para mostrar lo diminuta que era mi tolerancia—. Así que déjate de jueguitos y empieza a mover el culo.

Pude ver cómo su sonrisa nuevamente comenzaba a aparecer, como si le divirtiera hacerme enojar.

—Siendo sincero, prefiero que muevas el culo tú, así yo tengo una buena vista desde aquí.

Ya sabes lo que dicen de los gatos, ¿verdad? Cómo arañan antes de abalanzarse, pues eso fue lo que hice.

Gracias a su comentario mordaz, me levanté rápidamente de mi silla y me lancé hacia a él con furia, sin embargo, sus instintos se activaron automáticamente, porque extendió sus manos y me agarró las muñecas con fuerza cuando intenté golpearlo una vez más. De un rápido tirón, me inmovilizó fácilmente los brazos por detrás de la espalda, utilizando el peso de su cuerpo para mantenerme sujeta contra la superficie de la mesa. El contacto me hizo sentir el calor que irradiaba de él.

—Eh-eh, cálmate, muñeca. No hay necesidad de romper nada...todavía.

Intenté luchar con él, moviéndome todo lo que podía pero era imposible, me tenía aprisionada.

Acto seguido, se inclinó hacia mí, con nuestros rostros a apenas una respiración de distancia.

—Deberías trabajar para controlar esas emociones explosivas que tienes. No podemos permitir que te pongas furiosa por el campus, ¿no? —dijo, con una sonrisa de medio lado.

De cerca, era mucho más guapo. Sus pestañas eran largas y densas, lo que hacía que su mirada resaltara aún más. En ese momento, sus ojos parecían más claros, irradiando con una intensidad que no había notado antes. Sus labios se veían apetitosos, bien formados, y su aroma era embriagador, una mezcla de colonia y algo más sutil que me envolvía.

Pude ver cada detalle de su rostro, desde la ligera sombra de barba que cubría su mandíbula hasta el brillo en sus ojos. Su cercanía me hizo sentir una mezcla de rabia e incomodidad, pero también una extraña atracción que no quería admitir.

—Suéltame, idiota —le ordené con firmeza, apretando los dientes con furia.

—¿O qué, qué vas a hacer? —respondió Lucas, con evidente burla.

Justo cuando tuve la intención de levantar la rodilla para golpearlo en sus partes nobles y por fin liberarme, una voz al costado hizo presencia, ocasionando que ambos volteáramos el rostro para observar a una mujer baja, con unos kilos de más y unas gafas más grandes que su rostro, era la bibliotecaria, que hasta este momento no había hecho más que mirar y quedarse callada ante el alboroto de ambos.

—¿Hay algún problema aquí? —preguntó ella con voz firme, observándonos con una mezcla de curiosidad y advertencia.

Lucas soltó una risa suave y me soltó, retrocediendo un paso con las manos en alto como si estuviera rindiéndose.

—Nada que no podamos manejar, señora Johnson. Solo una pequeña discusión entre amigos —dijo, con una sonrisa encantadora que no llegaba a sus ojos.

Eso ni él se lo creía realmente. Sin embargo, su habilidad para manipular la situación era tan evidente que cualquiera podría haberle dado la razón sin cuestionar. Su tono seguro y su sonrisa cautivadora parecían diseñados para disolver cualquier posible conflicto.

La bibliotecaria pareció dudar por un momento, evaluando la situación con detenimiento antes de asentir y alejarse hacia otro rincón del lugar, pero yo aproveché ese instante para salir de allí lo más pronto posible.

Aún sentía mucha rabia y si permanecía ahí por otro minuto más, estaba completamente segura de que las cosas saldrían con el mismo resultado o peor.

Mientras iba caminando como si me llevara el diablo, divisé el portón principal de la universidad, así que, para tomar aire fresco y relajarme, me dirigí en esa dirección, exactamente hacia el gran bosque que rodeaba el campus.

Sentí la frescura de la noche envolviéndome cuando me adentré a él, estaba apenas iluminado por algunas farolas y la luz de la luna. Las sombras de los árboles se alargaban y se movían con el viento, creando un ambiente sereno y un tanto misterioso. El aire estaba lleno del aroma de la tierra húmeda y las hojas frescas, lo que me ayudaba a relajarme.

Caminé más adentro, hasta encontrar un claro donde la luz de la luna iluminaba el suelo. Me senté en una roca grande y cerré los ojos, dejando que los sonidos nocturnos de la naturaleza me envolvieran. El canto de los grillos y el susurro de las hojas me ayudaban a calmar la tormenta de emociones que había sentido minutos antes.

Pero un escalofrío me recorrió cuando sonidos de pisadas acercándose a mí me hicieron darme la vuelta y, para mi sorpresa, no vi a nadie. Me quedé quieta, agudizando mis sentidos, tratando de escuchar cualquier otro ruido que indicara la presencia de alguien más. El bosque parecía haberse sumido en un silencio aún más profundo, como si también estuviera conteniendo la respiración.

Justo cuando comenzaba a relajarme de nuevo, escuché un crujido detrás de mí. Me giré rápidamente, pero otra vez, no había nadie.

Leia este capítulo gratuitamente no aplicativo >

Capítulos relacionados

Último capítulo