Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.
Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.
—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.
Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.
—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.
Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.
Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.
Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que estaba llegando a mi objetivo. Cada paso resonaba en los pasillos tranquilos, aumentando mi ansiedad. No podía evitar sentirme desorientada, pero necesitaba llegar cuanto antes, este proyecto era muy importante y no pensaba hacerlo sola.
Finalmente, después de varios giros y escaleras, vi la entrada de la biblioteca.
Al llegar frente a ella, lo que vi me dejó sin aliento. Era precioso. Se veían cientos, quizás miles de libros de todos los tamaños y colores, organizados en estanterías que parecían interminables, cubriendo probablemente cualquier tema que existiera y creando un laberinto de conocimiento que invitaba a perderse en sus pasillos.
A lo largo de las paredes, grandes ventanales permitían que la luz de las farolas inundaran el espacio, destacando el polvo que flotaba en el aire y creando un ambiente casi mágico. En el centro, varias mesas de lectura estaban dispuestas en perfecta alineación, cada una equipada con lámparas de lectura de luz suave que añadían un toque de calidez al entorno.
Las escaleras de caracol en las esquinas llevaban a niveles superiores, donde más estanterías aguardaban, probablemente con libros especializados y obras raras. Cada rincón de la biblioteca parecía susurrar historias y conocimientos acumulados a lo largo de los años.
El aroma a papel antiguo y madera barnizada me envolvió, transportándome a otro tiempo. Era un refugio del caos exterior, un santuario para cualquier amante de los libros. Respiré hondo, maravillada por la inmensidad y belleza del lugar, sin embargo, la felicidad se me acabó pronto, porque una figura más alta que yo se posicionó a mi costado.
—¿Qué pasa? ¿En tu pueblo no hay uno de estos? —preguntó Lucas con una sonrisa burlona en los labios.
Claro que no, pensé, pero me contuve de decirlo en voz alta. Mi mente se llenó de recuerdos del pequeño puesto de novelas de un anciano, con sus novelas viejísimas, rotas y con un olor desagradable a humedad y polvo. No había ni la menor comparación con esta maravilla que estaba presenciando. Cada estante, cada libro perfectamente organizado, todo era un sueño para cualquier amante de la lectura. Pero, un segundo... ¿Acaba de mencionar a mi pueblo? ¿Cómo sabía él de mi origen?
—¿Cómo es que sabes de dónde vengo? —le pregunté, tratando de mantener mi voz neutral, aunque la sorpresa y la sospecha se filtraban en mis palabras.
Él arqueó una ceja y se acercó lentamente, con confianza rebosando en cada poro.
—Una chica como tú no encaja exactamente entre la multitud. Tu aura grita 'chica de pueblo perdida en la gran ciudad'. Entonces, ¿qué será, Elena? ¿Vas a preguntarme cómo percibí tus raíces rústicas o nos centraremos en por qué estamos aquí?
Ese cuentico no me lo creía ni por un segundo. No tenía ningún aspecto llamativo que me hiciera distinta al resto y mi acento no era tan marcado como para que todo el mundo se diera cuenta de que no pertenecía aquí. De seguro, con unos cuantos billetes, Lucas había investigado sobre mí. No entendía por qué lo habría hecho; ¿qué tenía de interesante? Malgastó el dinero en cuanto recibió una historia aburrida y sosa sobre mí. No había duda de que era un estúpido. Pero decidí no hacer más cuestionamientos y simplemente seguir con el propósito de nuestra reunión.
—Entonces, ¿comenzamos? ¿O preferirías quedarte ahí parada indefinidamente, contemplando la arquitectura urbana? —Su voz tenía un tono burlón, retándome a morder el anzuelo.
Ignorándolo, empujé la puerta de vidrio, recibiendo de inmediato la frescura ocasionada por el aire acondicionado del lugar.
Había pocas personas y solo se escuchaba el suave murmullo de las voces y el sonido de las páginas de los libros siendo leídas. La biblioteca era un remanso de tranquilidad, con su ambiente sereno y acogedor, en contraste con el bullicio del exterior.
Decidimos sentarnos en una mesa redonda, uno frente al otro y escuché como Lucas hizo crujir suevamente su chaqueta de cuero negra al dejarla sobre el respaldo de la silla, revelando debajo de ella una camiseta gris que permitía exhibir sus musculosos brazos. El tipo hacía ejercicio, bastante, yo como evaluadora de cuerpos fitness le daría un diez de diez y era muy lamentable que alguien con su personalidad hubiera sido bendecido con ese estado físico, añadiendo que solo le estaba dando un vistazo a una parte del cuerpo, quién sabe qué habrá en el resto.
Mis ojos se detuvieron en sus tatuajes, observando cómo los detalles y trazos se entrelazaban sobre su piel. Uno parecía un intrincado diseño geométrico en el antebrazo derecho, con líneas precisas que formaban patrones que se extendían hacia su muñeca. En el bíceps izquierdo, un tatuaje más grande representaba un paisaje montañoso, con árboles y nubes que se difuminaban delicadamente en su piel. Cada tatuaje contaba su propia historia silenciosa, añadiendo un aire de misterio y profundidad a su apariencia física.
—¿Te gusta lo que ves? —Dijo Lucas, con una sonrisa pícara.
¡Hola! muchas gracias a todos por estarme apoyando con la novela, espero siga siendo de su agrado en los próximos capítulos^^
Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s
¿Qué carajos?Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.Me sorprendí al ver cómo, a m
Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con u
—¿A qué te refieres? —preguntó Sara, frunciendo el ceño.Me puse las manos en el rostro, sintiendo la presión acumulada en mi cabeza.—Ya no sé ni lo que digo —murmuré, dejando caer las manos a los lados—. Vayamos por algo de comer. Necesito distraerme un poco.Nos dirigimos a la cafetería común, un lugar que siempre me había encantado. No solo ofrecía una variedad deliciosa de comida tipo buffet, sino que también la arquitectura era impresionante. Al cruzar las puertas, el aire acondicionado nos envolvió en un fresco abrazo, alejándonos del calor sofocante del exterior.Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura, y las mesas de mármol blanco brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. Grandes ventanales con cortinas de terciopelo rojo permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente cálido y acogedor. Las sillas tapizadas en cuero negro y los detalles dorados en la decoración añadían un toque de sofisticación que hacía que el lugar se sintiera lujos
Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos.Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían.Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión entre la carpeta y el enfado de Lucas se hizo más clara en mi mente. Su novia había dicho que Carolina se encargaba de esos documentos, pero ahora parecía que había algo más en juego o quizá no estaba ha
El colchón se amoldó a mi cuerpo, proporcionando un alivio temporal mientras la gravedad de la situación seguía presionando en mi mente.Justo entonces, el sonido familiar de mi teléfono rompió el silencio. Saqué el celular del bolsillo y vi el nombre "Mamá" en la pantalla. Una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato, iluminando el momento con un rayo de esperanza. Contesté la llamada, sintiendo una calidez reconfortante solo al escuchar su voz.—Hola, mamá —dije, tratando de mantener mi voz lo más normal posible, aunque sabía que ella podría percibir cualquier rastro de inquietud.—Hola, mi niña. Solo quería saber cómo estás —respondió su voz familiar y llena de cariño, la cual siempre lograba calmarme.Aunque tenía 22 años, ella seguía tratándome como si fuera pequeña. La manera en que su tono se suavizaba y se llenaba de ternura, me hacía sentir como si estuviera de nuevo en casa, protegida y querida. Lo entendía; para los padres, sus hijos siempre serían sus bebés a quienes cui