Seguía mirando a esa estúpida, idiota, engreída... todas las palabras descalificativas que pudieran existir para describir a Carolina cruzaban mi mente, pero no dije nada, porque de repente, el término "pegamento" rebotó en mi cabeza una y otra vez. ¿Sara acababa de decir que el slime se hacía con pegamento? ¡¿Pegamento?!
Mi rabia se transformó en una mezcla de incredulidad y preocupación. Recordé cómo esa sustancia se había sentido pesada y pegajosa, y el pensamiento de que contenía pegamento me hizo entrar en pánico. Como dijo ella, si no salíamos de ahí rápidamente, el slime se secaría, y quitarlo sería mucho más difícil.
Sentí un nudo en el estómago mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.
Sara, aún intentando tirarme del brazo, me sacó de mi ensimismamiento. Asentí rápidamente, dándome cuenta de que necesitábamos movernos. No podía dejar que esa rubia maleducada disfrutara más de su pequeña victoria. Con el corazón latiendo a mil por hora y la rabia aún burbujeando bajo la superficie, finalmente me dejé llevar por mi amiga, decidida a encontrar una solución a este desastre.
Todos, absolutamente todos, nos estaban viendo mientras casi corríamos a resguardarnos en la residencia.
Las miradas curiosas y divertidas nos seguían, haciendo que cada paso se sintiera como una eternidad. Sentí el calor de la humillación subir por mi cuello y enrojecer mis mejillas, pero me obligué a caminar firmemente, evitando caerme y que ese fuera otro motivo más para generar risa.
Sorprendentemente, Sara manejó bien la situación. No sé si fue por la gran mezcla de emociones que experimentó en tan poco tiempo, pero no mostraba la vergüenza que yo esperaba. En lugar de eso, su rostro manifestaba una profunda preocupación.
¿Qué pasaría si no lográbamos quitarnos esto del cabello? Dios, no quería ni imaginarlo. El pensamiento de tener que cortarnos siquiera un mechón me aterrorizaba. Miré de reojo a Sara, cuyo rostro reflejaba la misma inquietud que sentía.
Prometo que si esto termina con tijeras en nuestras manos, la ridícula que nos hizo esto, pagará. Al menos, deberá raparse la mitad de la cabeza y yo me encargaré de que eso se cumpla. La imagen en mi mente me dio un pequeño consuelo en medio del caos, no permitiría que esta humillación quedara así como si nada. Con cada paso hacia la residencia, esa promesa ardía más fuerte en mí.
Cuando finalmente llegamos, ignorando las miradas inquisitivas de los que nos encontramos en el camino, nos dirigimos directamente al baño. Cerré la puerta tras nosotras y ambas nos miramos en el espejo, evaluando el desastre pegajoso que cubría nuestras cabezas.
——¡Maldita desgraciada! —grité, sintiendo la frustración y el enojo fluir libremente, mientras golpeaba el mesón del lavabo con fuerza, desahogándome.
Sara se acercó a mí, poniendo una mano en mi hombro con gesto de comprensión.
—Necesitamos removerlo inmediatamente —dijo con determinación—. Pero, ¿cómo lo hacemos? No podemos simplemente arrancarlo.
Miré a mi alrededor, buscando alguna solución, pero no se me ocurría nada.
De repente, vi a Sara levantar la cabeza como si recordara algo.
—Espera, creo que sé qué hacer. —dijo con un destello de esperanza en sus ojos—. A la hija de una vecina le sucedió lo mismo una vez. Recuerdo que su mamá salió como loca a comprar vinagre y también creo que la escuché decir algo sobre agua caliente.
Apenas la oí decir eso, salí corriendo hacia la cocina común, sin siquiera esperar a que ella terminara de hablar. Mis pasos resonaban en el pasillo mientras mi mente se centraba en una sola cosa: encontrar vinagre.
La cocina estaba vacía, lo cual fue una suerte. Abrí los armarios con desesperación, revisando cada estante hasta que finalmente encontré una botella de lo que necesitaba.
La sujeté con fuerza y corrí de vuelta al baño. Al llegar, vi que Sara ya estaba preparando las duchas, asegurándose de que el calentador de agua estuviera encendido.
—¿Cuáles son los pasos? —pregunté, aún agitada—. ¿Primero el vinagre, luego el agua, los combinamos, o cómo?
Ella abrió la boca para responder, pero su rostro mostró una mezcla de confusión y duda.
—No lo sé —admitió finalmente, mordiéndose el labio—. No recuerdo exactamente cómo lo hizo, fue hace mucho.
Nos miramos con frustración. La incertidumbre era desesperante, pero no podíamos darnos el lujo de perder tiempo.
—Vamos a intentarlo todo —dije, dispuesta a probar cualquier cosa.
Ambas nos metimos en los cubículos correspondientes, dejando la botella de vinagre en la mitad, al alcance de ambas. El agua ya estaba caliente, así que solo giramos el pomo para dejarla correr.
Tomé un poco de vinagre y lo vertí sobre mi cabello, masajeando con cuidado. El olor fuerte invadió el pequeño espacio, pero me obligué a concentrarme en el proceso y fue así como sentí cómo la nueva sustancia comenzaba a aflojar el slime.
—¡Sara, empieza con el vinagre! —grité por encima del ruido del agua.
Podía oírla hacer lo mismo en su cubículo. Después de unos minutos, enjuagué con el agua caliente, observando cómo todo caía sobre los azulejos.
—¡Está funcionando! —exclamó Sara con alivio en su voz.
Repetimos el proceso varias veces y aunque estábamos agotadas y el olor del vinagre era casi insoportable, la satisfacción de ver nuestros cabellos limpios era una gran motivación para seguir.
Finalmente, mis dedos no tocaron ningún residuo amarillento. Sentí un alivio inmenso mientras me pasaba las manos por el cabello, asegurándome de que todo el slime había desaparecido. Miré a Sara, quien también parecía haber logrado deshacerse de la sustancia pegajosa.
—Nunca pensé que estaría tan feliz de tener el pelo limpio —dijo, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
Nos reímos, liberando la tensión acumulada, y supe que, aunque este había sido un desastre, habíamos salido victoriosas. Pero la promesa de hacer pagar a Carolina por lo que nos había hecho seguía firme en mi mente.
Mientras me secaba el cabello con la toalla, mis ojos se desviaron hacia mi celular que reposaba sobre la encimera, junto a mi ropa manchada y la cual ya había dado por perdida. Eran las 6:30, lo que significaba que las clases habían terminado hacía media hora y yo estaba claramente llegando tarde para la cita que tenía concertada con Lucas.
Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que est
Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s
¿Qué carajos?Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.Me sorprendí al ver cómo, a m
Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con u
—¿A qué te refieres? —preguntó Sara, frunciendo el ceño.Me puse las manos en el rostro, sintiendo la presión acumulada en mi cabeza.—Ya no sé ni lo que digo —murmuré, dejando caer las manos a los lados—. Vayamos por algo de comer. Necesito distraerme un poco.Nos dirigimos a la cafetería común, un lugar que siempre me había encantado. No solo ofrecía una variedad deliciosa de comida tipo buffet, sino que también la arquitectura era impresionante. Al cruzar las puertas, el aire acondicionado nos envolvió en un fresco abrazo, alejándonos del calor sofocante del exterior.Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura, y las mesas de mármol blanco brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. Grandes ventanales con cortinas de terciopelo rojo permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente cálido y acogedor. Las sillas tapizadas en cuero negro y los detalles dorados en la decoración añadían un toque de sofisticación que hacía que el lugar se sintiera lujos
Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos.Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían.Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión entre la carpeta y el enfado de Lucas se hizo más clara en mi mente. Su novia había dicho que Carolina se encargaba de esos documentos, pero ahora parecía que había algo más en juego o quizá no estaba ha