Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.
—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.
Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.
—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, inteligente, y amable. ¿Cuántas personas hay así por aquí? No muchas, te lo aseguro.
Ella levantó la vista, como si esperara a que me riera por lo que acababa de decir. Viendo su expresión de incertidumbre, continué:
—Lo que dije antes solo fue un comentario mío. Pero podría equivocarme, y no hay manera de saberlo si no te animas a descubrirlo. —La miré con seriedad y le pregunté—: ¿Ya has hablado con ese chico?
Sara negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior.
—No, no he tenido el valor —admitió, bajando la mirada de nuevo.
—Pues deberías. No tienes nada que perder y mucho que ganar. Además, si es tan guapo e interesante como parece, seguro que estará encantado de conocerte. —Le di un pequeño empujón en el hombro, tratando de infundirle algo de confianza.
Sara me miró de nuevo, esta vez con una chispa de determinación en sus ojos.
—Tienes razón. Tal vez deba intentarlo.
Sonreí, satisfecha de haberle dado el impulso que necesitaba.
—Exacto. Así que, ¿qué tal si después de clase le hablas? —sugerí, viendo cómo la idea comenzaba a tomar forma en su mente.
—Sí, después de clase —repitió, como si se estuviera convenciendo a sí misma—. Hablaré con él.
Una hora después, observaba desde mi lugar cómo mi amiga se acercaba nerviosamente al desconocido. Él levantó la mirada para guardar sus cuadernos, pero al notar la presencia de ella, sus ojos se encontraron con los suyos. Vi claramente cómo Sara intentó hablar, abrió la boca pero pareció quedarse sin palabras. Luego la cerró de golpe, y después la volvió a abrir como si estuviera tratando de encontrar el valor para decir algo. Parecía un pez dorado que se sorprende al estar fuera del agua.
Sus manos temblaban ligeramente, y su respiración se volvió más rápida y superficial ¿Le estaba dando un ataque de pánico? Me puse de pie inmediatamente, decidida a acercarme para ayudarla, pero justo en ese momento Sara dio media vuelta y salió prácticamente corriendo. La seguí con la mirada preocupada mientras se alejaba a toda prisa por el pasillo.
Decidí actuar y, recogiendo rápidamente nuestras cosas, me apresuré tras ella por el pasillo. Logré alcanzarla justo cuando estaba saliendo por la puerta principal.
—¡Sara! —grité, haciendo que se detuviera abruptamente.
Ella se volteó hacia mí, sus ojos reflejaban una mezcla de angustia y frustración. Puse una mano sobre su hombro, buscando tranquilizarla.
—¿Estás bien? —pregunté, con mi voz en apenas un susurro preocupado.
Ella me miró con una expresión de profunda angustia y negó con la cabeza.
—Lo siento, Elena —murmuró, con la voz entrecortada—. No pude hacerlo. Simplemente me bloqueé.
Sus palabras resonaron en el aire, llenas de desaliento y autocrítica. Sin pensarlo, la abracé con ternura, envolviéndola en un gesto de consuelo y apoyo silencioso.
De repente, una sustancia viscosa de color amarillo cayó fuertemente sobre nosotras. Era fría y generaba una sensación de cosquilleo mientras se extendía por nuestro cuerpo y se adhería a la ropa, generando un peso adicional sobre nosotras. Nos miramos sorprendidas, tratando de entender lo que acababa de pasar. La sustancia, pegajosa y con un ligero olor a químico, cubría nuestras cabezas y hombros.
El líquido se sentía espeso y resbaladizo, haciendo que el cabello se apelmazara y la ropa se volviera incómodamente pegajosa. El olor no era desagradable, pero definitivamente tenía una nota química distintiva que se percibía en el aire. ¿Esto era slime? La textura y la consistencia parecían coincidir con las de esa masa viscosa que solían usar en juegos y experimentos.
—¡¿Qué diablos?! —exclamé, levantando una mano para tocarme la cabeza y sintiendo la sustancia espesa resbalar entre mis dedos.
Sara también intentó limpiar su rostro, pero solo logró esparcirlo más. Ella, aún en shock, miró hacia arriba y noté como fruncía el ceño, claramente disgustada por quien sea que haya visto.
—Vamos, Elena, vámonos de aquí —dijo, tirando de mi brazo.
Pero en lugar de hacerle caso, levanté lentamente la mirada en esa dirección y me encontré con una sonrisa pícara que destilaba satisfacción por el caos que se había desatado. Sus ojos, oscuros y brillantes, resplandecían con una mezcla de malicia y triunfo, como si hubiera colocado cuidadosamente una trampa y ahora disfrutara viendo cómo su presa cae exactamente donde quería. Cada detalle de su expresión, desde el brillo calculador en sus pupilas hasta la mueca de satisfacción en sus labios, revelaba que había anticipado este momento y lo celebraba abiertamente.
Me sentí como si un rayo de ira atravesara mi pecho. La miré con una intensidad que esperaba que pudiera derribarla y sepultarla cien metros bajo tierra. Mis labios se apretaron con tanta fuerza que sentí el sabor metálico de la rabia en mi boca, y mis puños se cerraron involuntariamente, temblando de furia contenida.
Sara volvió a tirar de mi brazo, insistente, pero esta vez habló con voz firme a pesar del caos que nos rodeaba.
—Elena, sé cómo se hace esto. Uno de los ingredientes principales es el pegamento. Mientras más tiempo estemos aquí, más se secará y será más difícil de quitar.
Seguía mirando a esa estúpida, idiota, engreída... todas las palabras descalificativas que pudieran existir para describir a Carolina cruzaban mi mente, pero no dije nada, porque de repente, el término "pegamento" rebotó en mi cabeza una y otra vez. ¿Sara acababa de decir que el slime se hacía con pegamento? ¡¿Pegamento?!Mi rabia se transformó en una mezcla de incredulidad y preocupación. Recordé cómo esa sustancia se había sentido pesada y pegajosa, y el pensamiento de que contenía pegamento me hizo entrar en pánico. Como dijo ella, si no salíamos de ahí rápidamente, el slime se secaría, y quitarlo sería mucho más difícil.Sentí un nudo en el estómago mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.Sara, aún intentando tirarme del brazo, me sacó de mi ensimismamiento. Asentí rápidamente, dándome cuenta de que necesitábamos movernos. No podía dejar que esa rubia maleducada disfrutara más de su pequeña victoria. Con el corazón latiendo a mil por hora y la rabia aún burbuj
Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que est
Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s
¿Qué carajos?Era cierto, frente a nosotras se alzaban grandes muros que impedían ver directamente la cancha. Me acerqué un poco para apoyar mi mano en uno de los muros, intentando escuchar cualquier sonido proveniente de dentro.De repente, Sara me haló del brazo con una expresión de alarma en su rostro.—¡Ya vienen! —susurró, con urgencia.No logré ver a los chicos vigilantes, pero el tono de voz de Sara y su repentina preocupación eran suficientes para ponerme nerviosa. Nos escondimos rápidamente tras un arbusto cercano, tratando de pasar desapercibidas.Sara se quedó en una posición estratégica, oculta detrás de la vegetación, y pudo observar a aquellos guardianes desde una perspectiva que yo no podía alcanzar. Mientras yo seguía presionando para que nos fuéramos, insistiendo en que no teníamos nada que hacer allí, Sara miró su reloj con detenimiento.—Es la hora del almuerzo —murmuró, apenas audible para no llamar la atención—. Son las doce en punto.Me sorprendí al ver cómo, a m
Me di cuenta de por qué Lucas tenía el cuerpo que tenía. Era futbolista, y su físico evidenciaba años de entrenamiento y disciplina. Los músculos en sus piernas y brazos estaban bien definidos, y su agilidad en el campo era impresionante. Cada movimiento, desde los pases hasta las carreras, demostraba una técnica afinada y una dedicación inquebrantable al deporte.—¿Debería enfocarme solo en Sebastián o tomar fotos de todos los jugadores? —preguntó Sara en voz baja mientras ajustaba la cámara para capturar la dinámica en el campo.Miré alrededor para evaluar la situación y luego respondí:—Creo que sería mejor capturar un poco de todo. Las fotos de los entrenamientos en general podrían darle un buen contexto a las imágenes, no solo de Sebastián. Además, él se dará cuenta de que estuviste espiándolo y fotografiándolo.Ella negó con la cabeza.—Las fotos publicadas serán anónimas. Solo el staff sabrá quién es quién, así que no habrá problema.—Bien, entonces como quieras —respondí con u
—¿A qué te refieres? —preguntó Sara, frunciendo el ceño.Me puse las manos en el rostro, sintiendo la presión acumulada en mi cabeza.—Ya no sé ni lo que digo —murmuré, dejando caer las manos a los lados—. Vayamos por algo de comer. Necesito distraerme un poco.Nos dirigimos a la cafetería común, un lugar que siempre me había encantado. No solo ofrecía una variedad deliciosa de comida tipo buffet, sino que también la arquitectura era impresionante. Al cruzar las puertas, el aire acondicionado nos envolvió en un fresco abrazo, alejándonos del calor sofocante del exterior.Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura, y las mesas de mármol blanco brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. Grandes ventanales con cortinas de terciopelo rojo permitían la entrada de luz natural, creando un ambiente cálido y acogedor. Las sillas tapizadas en cuero negro y los detalles dorados en la decoración añadían un toque de sofisticación que hacía que el lugar se sintiera lujos