Capítulo 10. ¿Ya has hablado con ese chico?

Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.

—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.

Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.

—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, inteligente, y amable. ¿Cuántas personas hay así por aquí? No muchas, te lo aseguro.

Ella levantó la vista, como si esperara a que me riera por lo que acababa de decir. Viendo su expresión de incertidumbre, continué:

—Lo que dije antes solo fue un comentario mío. Pero podría equivocarme, y no hay manera de saberlo si no te animas a descubrirlo. —La miré con seriedad y le pregunté—: ¿Ya has hablado con ese chico?

Sara negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior.

—No, no he tenido el valor —admitió, bajando la mirada de nuevo.

—Pues deberías. No tienes nada que perder y mucho que ganar. Además, si es tan guapo e interesante como parece, seguro que estará encantado de conocerte. —Le di un pequeño empujón en el hombro, tratando de infundirle algo de confianza.

Sara me miró de nuevo, esta vez con una chispa de determinación en sus ojos.

—Tienes razón. Tal vez deba intentarlo.

Sonreí, satisfecha de haberle dado el impulso que necesitaba.

—Exacto. Así que, ¿qué tal si después de clase le hablas? —sugerí, viendo cómo la idea comenzaba a tomar forma en su mente.

—Sí, después de clase —repitió, como si se estuviera convenciendo a sí misma—. Hablaré con él.

Una hora después, observaba desde mi lugar cómo mi amiga se acercaba nerviosamente al desconocido. Él levantó la mirada para guardar sus cuadernos, pero al notar la presencia de ella, sus ojos se encontraron con los suyos. Vi claramente cómo Sara intentó hablar, abrió la boca pero pareció quedarse sin palabras. Luego la cerró de golpe, y después la volvió a abrir como si estuviera tratando de encontrar el valor para decir algo. Parecía un pez dorado que se sorprende al estar fuera del agua.

Sus manos temblaban ligeramente, y su respiración se volvió más rápida y superficial ¿Le estaba dando un ataque de pánico? Me puse de pie inmediatamente, decidida a acercarme para ayudarla, pero justo en ese momento Sara dio media vuelta y salió prácticamente corriendo. La seguí con la mirada preocupada mientras se alejaba a toda prisa por el pasillo.

Decidí actuar y, recogiendo rápidamente nuestras cosas, me apresuré tras ella por el pasillo. Logré alcanzarla justo cuando estaba saliendo por la puerta principal.

—¡Sara! —grité, haciendo que se detuviera abruptamente.

Ella se volteó hacia mí, sus ojos reflejaban una mezcla de angustia y frustración. Puse una mano sobre su hombro, buscando tranquilizarla.

—¿Estás bien? —pregunté, con mi voz en apenas un susurro preocupado.

Ella me miró con una expresión de profunda angustia y negó con la cabeza.

—Lo siento, Elena —murmuró, con la voz entrecortada—. No pude hacerlo. Simplemente me bloqueé.

Sus palabras resonaron en el aire, llenas de desaliento y autocrítica. Sin pensarlo, la abracé con ternura, envolviéndola en un gesto de consuelo y apoyo silencioso.

De repente, una sustancia viscosa de color amarillo cayó fuertemente sobre nosotras. Era fría y generaba una sensación de cosquilleo mientras se extendía por nuestro cuerpo y se adhería a la ropa, generando un peso adicional sobre nosotras. Nos miramos sorprendidas, tratando de entender lo que acababa de pasar. La sustancia, pegajosa y con un ligero olor a químico, cubría nuestras cabezas y hombros.

El líquido se sentía espeso y resbaladizo, haciendo que el cabello se apelmazara y la ropa se volviera incómodamente pegajosa. El olor no era desagradable, pero definitivamente tenía una nota química distintiva que se percibía en el aire. ¿Esto era slime? La textura y la consistencia parecían coincidir con las de esa masa viscosa que solían usar en juegos y experimentos.

—¡¿Qué diablos?! —exclamé,  levantando una mano para tocarme la cabeza y sintiendo la sustancia espesa resbalar entre mis dedos.

Sara también intentó limpiar su rostro, pero solo logró esparcirlo más. Ella, aún en shock, miró hacia arriba y noté como fruncía el ceño, claramente disgustada por quien sea que haya visto.

—Vamos, Elena, vámonos de aquí —dijo, tirando de mi brazo.

Pero en lugar de hacerle caso, levanté lentamente la mirada en esa dirección y me encontré con una sonrisa pícara que destilaba satisfacción por el caos que se había desatado. Sus ojos, oscuros y brillantes, resplandecían con una mezcla de malicia y triunfo, como si hubiera colocado cuidadosamente una trampa y ahora disfrutara viendo cómo su presa cae exactamente donde quería. Cada detalle de su expresión, desde el brillo calculador en sus pupilas hasta la mueca de satisfacción en sus labios, revelaba que había anticipado este momento y lo celebraba abiertamente.

Me sentí como si un rayo de ira atravesara mi pecho. La miré con una intensidad que esperaba que pudiera derribarla y sepultarla cien metros bajo tierra. Mis labios se apretaron con tanta fuerza que sentí el sabor metálico de la rabia en mi boca, y mis puños se cerraron involuntariamente, temblando de furia contenida.

Sara volvió a tirar de mi brazo, insistente, pero esta vez habló con voz firme a pesar del caos que nos rodeaba.

—Elena, sé cómo se hace esto. Uno de los ingredientes principales es el pegamento. Mientras más tiempo estemos aquí, más se secará y será más difícil de quitar.

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