Capítulo 8. ¿Es que nunca cierras la boca?

Decidida a concentrarme en mis estudios y en mantenerme al margen de cualquier drama, desvié mi atención hacia la clase de Literatura y Teoría Política, donde ya había perdido minutos valiosos. Si bien el tema no me apasionaba, me esforzaría en sacar excelentes notas, como lo había estado haciendo desde el colegio. Así que anoté todo, cada detalle que decía el profesor.

A mi lado, Lucas parecía entretenido con su teléfono, sin un atisbo de interés en la asignatura. Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla de aquel aparato último modelo, y de vez en cuando soltaba una sonrisa burlona, como si estuviera leyendo algo divertido. Su actitud despreocupada me irritaba aún más.

¿Cuál era el sentido de estar aquí si se concentraba en cualquier cosa menos en lo que era realmente importante? Cada pieza de su atuendo gritaba opulencia: la camisa de diseñador, perfectamente planchada, los jeans impecablemente ajustados que probablemente costaban más que todo mi guardarropa, y las zapatillas blancas que nunca habían tocado un charco de agua sucia.

Las joyas que llevaba, desde el reloj de pulsera brillante hasta la cadena de oro que asomaba por el cuello de su camisa, lo delataban sin remedio. Todo en él, desde su postura relajada hasta la indiferencia en su mirada, indicaba que venía de una familia con dinero.

Quizá por eso se comportaba como si fuera el dueño del mundo, creyendo que su riqueza lo eximía de cualquier esfuerzo o responsabilidad real.

Me pregunté si se estaba quedando en la residencia ubicada al otro extremo de la mía. Esa lujosa y bellísima residencia que parecía un hotel de cinco estrellas, con ventanas enormes y una fachada impresionante. Ni siquiera podía imaginar cómo sería por dentro, con todas las comodidades y lujos que sólo los más ricos podían permitirse.

O tal vez se iba a su casa cada noche, aunque debía quedar lejos. La universidad estaba bastante apartada del bullicio del centro de la ciudad, rodeada de naturaleza y tranquilidad. Probablemente, al igual que la mayoría de los estudiantes, Lucas se quedaría en la residencia. Era lo más lógico, especialmente si no quería perder tiempo valioso en largos desplazamientos. Pero, con alguien como él, era difícil saberlo. No era un simple estudiante; estaba claro que jugaba bajo sus propias reglas.

—¿Qué pasa, te volví a agitar el corazón o por qué me miras tanto? —interrumpió Lucas con su tono prepotente.

Rodé los ojos, irritada por su arrogancia. Justo cuando estaba a punto de responderle, el profesor intervino, atrayendo la mirada de todos.

—Atención, clase —anunció el maestro con voz firme y autoritaria—. Vamos a discutir un proyecto sumamente crucial para esta asignatura, que representará más del 50% de la calificación final.

¡¿Más del 50%? ese porcentaje era demasiado exagerado, lo que significaba que las tareas anteriores que él había menospreciado ahora valdrían mucho menos, lo que me faltaba, que el profesor cambiara todo a última hora.

—Este proyecto lo realizarán en parejas —comunicó él, y un murmullo de sorpresa recorrió la clase.

Inmediatamente busqué con la mirada a Sara. Sabía perfectamente que sería una excelente compañera de estudio, aumentando nuestras posibilidades de obtener una buena calificación.

Pero lo que dijo a continuación fue la cereza del pastel y está claro que no a todos les gusta, incluyéndome.

—Para fomentar la cooperación y aprovechar al máximo el tiempo de clase, las parejas serán determinadas por la proximidad. Trabajarán con la persona sentada a su lado —continuó el profesor con firmeza.

No podía creerlo. Miré hacia Lucas y me encontré con su sonrisa burlona. Esto no podía estar pasando.

Él disfrutaba al verme retorcerme, sabiendo exactamente cómo debía sentirme al tenerlo como compañero involuntario y estaba segura de que él creía que esto iba a ser mucho más entretenido de lo que había previsto inicialmente.

—Parece que el destino ha decidido por nosotros, cariño. —Su ​​tono era engañosamente amable, ocultando el brillo travieso en su mirada.

Rodé los ojos y suspiré profundamente. Esto iba a ser una pesadilla.

—Considérate afortunada —continuó hablando, inclinándose levemente hacia mí—. Podrás beneficiarte de mi incomparable experiencia en esta asignatura.

Y allí empecé a experimentar cómo la irritación crecía dentro de mí.

—No es que espere que puedas seguir mi ritmo intelectual, pero bueno, siempre es divertido intentar poner a otros al día —dijo con un tono que sugería que tenía sus propias ideas sobre cómo transcurrirían las cosas.

—¿Es que nunca cierras la boca? —le pregunté, incapaz de contener mi frustración.

—Oh, ¿quieres intentarlo? Hay varias maneras, podemos utilizarlas todas —respondió Lucas con una sonrisa provocadora, acercándose aún más.

Sentí cómo mi rostro se calentaba de la ira. No podía dejar que me viera afectada por sus palabras. Me armé de valor y le dirigí una mirada fría y penetrante.

—Prefiero concentrarme en el proyecto. Si realmente eres tan brillante como dices, demuéstralo. Nos vemos en la biblioteca después de clases para empezar a trabajar.

Lucas levantó una ceja, aparentemente sorprendido por mi respuesta, pero su sonrisa no desapareció.

—Así es como me gustan, mandonas —respondió con un tono juguetón, desafiante.

No entendía por qué me hacía ese tipo de comentarios. ¿No estaba con Valeria? Además de insoportable, ahora parecía desleal.

Fingí una sonrisa forzada, mis labios se curvaron en un gesto irónico mientras levantaba lentamente el dedo medio en dirección a Lucas. Sus ojos centellearon con diversión maliciosa, y una risa burlona escapó de sus labios, llenando el aire con una tensión incómoda y cargada de rivalidad, para finalmente marcharse cuando la clase finalizó.

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