El maestro frunció el ceño al verme. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, apretando los labios en una línea fina. Luego levantó la vista nuevamente, encontrando mis ojos con una expresión de creciente irritación. El aula entera estaba en silencio, con todos los estudiantes observando la escena con curiosidad y anticipación.
—Ha llegado veinte minutos tarde, señorita —dijo, con un tono de voz cortante como un cuchillo.
Cada palabra parecía cargada de desaprobación. El profesor se cruzó de brazos, con una postura rígida, reflejando claramente su irritación. Pude sentir el peso de las miradas de mis compañeros, y el calor del rubor volvió a mi rostro, esta vez por la vergüenza de ser el centro de atención por segunda vez en el día.
Mis ojos barrieron el aula en busca de culpables y se detuvieron en Lucas, quien estaba sentado al fondo, con una expresión de triunfo mal disimulada. Su sonrisa burlona y el brillo de satisfacción en sus ojos delataban que había sido él quien había alertado al profesor sobre mi llegada tardía. Pude ver cómo jugueteaba con su bolígrafo, observándome con descaro mientras el maestro me reprendía. Era evidente que disfrutaba de mi incomodidad y no sentía ni un ápice de remordimiento por su acción.
El profesor suspiró, relajando ligeramente su expresión severa.
—Dado que es la primera vez, la dejaré pasar con una amonestación. Pero espero que no vuelva a repetirse, señorita —dijo, con un tono que dejaba claro que no había margen para más errores.
Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta por la situación incómoda en la que me encontraba. Sabía muy bien que la acumulación de estas infracciones podía tener consecuencias más severas. Con la beca que poseía, no me podía permitir ni un solo desliz más.
Mientras me dirigía a un asiento vacío, descubrí con horror que el único lugar disponible estaba junto al chico de ojos color océano. Convertí mis manos en puños, luchando por controlar la rabia y la frustración. Esto no me podía estar pasando. ¿Qué iba a suceder ahora? ¿Que me cayera un rayo encima para por fin irme de este mundo?
Intenté mantener la compostura mientras me sentaba a su lado, evitando a toda costa mirarlo directamente. Podía sentir su mirada sobre mí, pero no le iba a dar la satisfacción de verme alterada.
Lucas se inclinó hacia mí, invadiendo mi espacio personal, con su aliento cálido contra mi piel, haciendo que mi pulso se acelerara de rabia contenida. Con una sonrisa burlona, sus labios se acercaron peligrosamente a mi oído y, en un susurro cargado de insolencia, dijo:
—¿Te cambiaste las bragas?
Abrí los ojos, sorprendida por el comentario tan atrevido. Sin pensarlo, lo empujé con fuerza usando ambas manos, casi haciéndolo caer de la silla. El ruido de su tambaleo resonó por todo el aula, atrayendo instantáneamente la atención de todos.
Las risas y murmullos comenzaron a llenar el salón, creando una atmósfera de caos mientras el profesor, con el ceño fruncido y una expresión de enfado aún mayor, se giraba bruscamente hacia nosotros, buscando la fuente de la interrupción.
Lucas rápidamente se incorporó, claramente sorprendido por mi reacción. No se lo esperaba de mi parte, lo cual era extraño considerando la actitud que había tomado hacia él. Con una sonrisa forzada y tratando de recuperar la compostura, se dirigió al maestro.
—Creo que una de las sillas está en mal estado, profesor. Casi conozco el piso —dijo, tratando de desviar la atención y restarle importancia a la situación, mientras yo luchaba por mantener mi calma y no responder a su provocación.
Nuevamente, fallé en eso.
El profesor, visiblemente irritado pero dispuesto a retomar la clase, suspiró y volvió a escribir en el pizarrón, quitando la atención del imbécil que tenía a mi lado. Aproveché el momento de distracción para inclinarme hacia Lucas, mirándolo con una rabia que apenas podía contener.
—No vuelvas a hacerme ese tipo de comentarios, pedazo de idiota —le susurré con los dientes apretados, intentando mantener la voz lo más baja posible para que no nos escucharan.
Lucas me devolvió la mirada, claramente disfrutando de mi enfado. Una sonrisa burlona se formó en sus labios mientras sus ojos se iluminaban con malicia.
—¿Te pusiste nerviosa? —preguntó, deleitándose en mi reacción.
Resoplé con desdén y le lancé una mirada fulminante.
—Alguien como tú nunca podría ponerme nerviosa —dije con firmeza, aunque el latido acelerado de mi corazón me traicionaba.
Me crucé de brazos y desvié la mirada hacia el frente, negándome a seguir alimentando su ego con una respuesta más.
Él rio suavemente.
Sus labios carnosos se curvaron en una sonrisa confiada mientras añadía suavemente:
—Apuesto a que ese corazón tuyo prácticamente te está perforando el pecho en este momento…
Su comentario me hizo sentir un pequeño escalofrío de frustración. Era increíble cómo había logrado adivinar mi estado interno con tanta precisión. Pero yo sabía que no podía permitirle que creyera que me tenía bajo su control. Estaba segura de que todas las chicas caían rendidas a sus pies con estas tácticas, pero yo no sería una más.
En lugar de eso, si alguien iba a jugar, sería yo. Había abandonado cualquier atisbo de sentimentalismo hace tiempo y no estaba dispuesta a ser presa de sus juegos de seducción.
Recordé vívidamente todas las noches en vela, las discusiones interminables y las promesas vacías que llenaron mis relaciones pasadas. Cada uno de mis exnovios había sido una decepción a su manera, incapaces de entenderme o valorarme como merecía. Eran unos imbéciles, eso estaba claro ahora. Me culpaba por elegir mal una y otra vez, por dejar que personas tan equivocadas ocuparan un lugar en mi vida. Desde entonces, prefería mantenerme alejada de cualquier compromiso amoroso. Había aprendido, a base de corazones rotos, que involucrarse emocionalmente solo conducía al dolor y la desilusión.
Sabía que alguien como Lucas solo traería consecuencias negativas. Si podía evitar cruzar palabra con él desde ahora, mucho mejor. No necesitaba más complicaciones en mi vida, especialmente no las que él parecía llevar consigo.
Decidida a concentrarme en mis estudios y en mantenerme al margen de cualquier drama, desvié mi atención hacia la clase de Literatura y Teoría Política, donde ya había perdido minutos valiosos. Si bien el tema no me apasionaba, me esforzaría en sacar excelentes notas, como lo había estado haciendo desde el colegio. Así que anoté todo, cada detalle que decía el profesor.A mi lado, Lucas parecía entretenido con su teléfono, sin un atisbo de interés en la asignatura. Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla de aquel aparato último modelo, y de vez en cuando soltaba una sonrisa burlona, como si estuviera leyendo algo divertido. Su actitud despreocupada me irritaba aún más.¿Cuál era el sentido de estar aquí si se concentraba en cualquier cosa menos en lo que era realmente importante? Cada pieza de su atuendo gritaba opulencia: la camisa de diseñador, perfectamente planchada, los jeans impecablemente ajustados que probablemente costaban más que todo mi guardarropa, y las zapatill
Suspiré aliviada al verlo irse y recogí mis cosas, decidida a enfocarme en la próxima clase. Mientras caminaba por el pasillo, mi mente aún estaba ocupada con la situación absurda que había acabado de vivir. No estaba prestando mucha atención a mi entorno cuando de repente me choqué con alguien, haciendo que todos sus libros y papeles cayeran al suelo.—¡Lo siento mucho! —exclamé, agachándome rápidamente para ayudar a recoger sus cosas.Al tomar un libro y levantar la mirada, mis ojos se encontraron con los del chico al que Lucas había lastimado. Su mirada era intensa, con una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar de inmediato. Tenía un rostro anguloso y serio, con un aire de vulnerabilidad que contrastaba con su expresión dura.—¿Estás bien? —pregunté, intentando romper el hielo mientras le entregaba sus cosas.—Sí, gracias —respondió, tomando sus libros con una sonrisa agradecida, aunque sus ojos todavía mostraban una sombra de algo más profundo.Nos quedamos unos segund
Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, intelig
Seguía mirando a esa estúpida, idiota, engreída... todas las palabras descalificativas que pudieran existir para describir a Carolina cruzaban mi mente, pero no dije nada, porque de repente, el término "pegamento" rebotó en mi cabeza una y otra vez. ¿Sara acababa de decir que el slime se hacía con pegamento? ¡¿Pegamento?!Mi rabia se transformó en una mezcla de incredulidad y preocupación. Recordé cómo esa sustancia se había sentido pesada y pegajosa, y el pensamiento de que contenía pegamento me hizo entrar en pánico. Como dijo ella, si no salíamos de ahí rápidamente, el slime se secaría, y quitarlo sería mucho más difícil.Sentí un nudo en el estómago mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.Sara, aún intentando tirarme del brazo, me sacó de mi ensimismamiento. Asentí rápidamente, dándome cuenta de que necesitábamos movernos. No podía dejar que esa rubia maleducada disfrutara más de su pequeña victoria. Con el corazón latiendo a mil por hora y la rabia aún burbuj
Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que est
Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y
Sara estaba al tanto de todo lo que había estado sucediendo; le había contado cada detalle para que también estuviera alerta. Justo ahora, iba caminando hacia el lugar donde debíamos encontrarnos para conversar. Ella me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías, ya que, se había quedado sin ideas y el concurso estaba a la vuelta de la esquina. Necesitaba inspiración, y sabía que nuestras charlas solían ayudarla a desbloquear su creatividad.Había mucho viento, pero ninguna nube a la vista. El sol pegaba con fuerza, haciendo que cualquier corriente de aire que rozara mi rostro se sintiera como vapor. Era sofocante, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior.Quedamos en vernos en las instalaciones deportivas, el mismo lugar al que fui cuando me empujaron a la piscina. Estaban bastante alejadas del resto del campus para evitar el bullicio y no molestar a quienes tuvieran clases. Al acercarme, pude apreciar lo bien cuidado que estaba todo: el césped verde y s