Capítulo 7. ¿Te pusiste nerviosa?

El maestro frunció el ceño al verme. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, apretando los labios en una línea fina. Luego levantó la vista nuevamente, encontrando mis ojos con una expresión de creciente irritación. El aula entera estaba en silencio, con todos los estudiantes observando la escena con curiosidad y anticipación.

—Ha llegado veinte minutos tarde, señorita —dijo, con un tono de voz cortante como un cuchillo.

Cada palabra parecía cargada de desaprobación. El profesor se cruzó de brazos, con una postura rígida, reflejando claramente su irritación. Pude sentir el peso de las miradas de mis compañeros, y el calor del rubor volvió a mi rostro, esta vez por la vergüenza de ser el centro de atención por segunda vez en el día.

Mis ojos barrieron el aula en busca de culpables y se detuvieron en Lucas, quien estaba sentado al fondo, con una expresión de triunfo mal disimulada. Su sonrisa burlona y el brillo de satisfacción en sus ojos delataban que había sido él quien había alertado al profesor sobre mi llegada tardía. Pude ver cómo jugueteaba con su bolígrafo, observándome con descaro mientras el maestro me reprendía. Era evidente que disfrutaba de mi incomodidad y no sentía ni un ápice de remordimiento por su acción.

El profesor suspiró, relajando ligeramente su expresión severa.

—Dado que es la primera vez, la dejaré pasar con una amonestación. Pero espero que no vuelva a repetirse, señorita —dijo, con un tono que dejaba claro que no había margen para más errores.

Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta por la situación incómoda en la que me encontraba. Sabía muy bien que la acumulación de estas infracciones podía tener consecuencias más severas. Con la beca que poseía, no me podía permitir ni un solo desliz más.

Mientras me dirigía a un asiento vacío, descubrí con horror que el único lugar disponible estaba junto al chico de ojos color océano. Convertí mis manos en puños, luchando por controlar la rabia y la frustración. Esto no me podía estar pasando. ¿Qué iba a suceder ahora? ¿Que me cayera un rayo encima para por fin irme de este mundo?

Intenté mantener la compostura mientras me sentaba a su lado, evitando a toda costa mirarlo directamente. Podía sentir su mirada sobre mí, pero no le iba a dar la satisfacción de verme alterada.

Lucas se inclinó hacia mí, invadiendo mi espacio personal, con su aliento cálido contra mi piel,  haciendo que mi pulso se acelerara de rabia contenida. Con una sonrisa burlona, sus labios se acercaron peligrosamente a mi oído y, en un susurro cargado de insolencia, dijo:

—¿Te cambiaste las bragas?

Abrí los ojos, sorprendida por el comentario tan atrevido. Sin pensarlo, lo empujé con fuerza usando ambas manos, casi haciéndolo caer de la silla. El ruido de su tambaleo resonó por todo el aula, atrayendo instantáneamente la atención de todos.

Las risas y murmullos comenzaron a llenar el salón, creando una atmósfera de caos mientras el profesor, con el ceño fruncido y una expresión de enfado aún mayor, se giraba bruscamente hacia nosotros, buscando la fuente de la interrupción.

Lucas rápidamente se incorporó, claramente sorprendido por mi reacción. No se lo esperaba de mi parte, lo cual era extraño considerando la actitud que había tomado hacia él. Con una sonrisa forzada y tratando de recuperar la compostura, se dirigió al maestro.

—Creo que una de las sillas está en mal estado, profesor. Casi conozco el piso —dijo, tratando de desviar la atención y restarle importancia a la situación, mientras yo luchaba por mantener mi calma y no responder a su provocación.

Nuevamente, fallé en eso.

El profesor, visiblemente irritado pero dispuesto a retomar la clase, suspiró y volvió a escribir en el pizarrón, quitando la atención del imbécil que tenía a mi lado. Aproveché el momento de distracción para inclinarme hacia Lucas, mirándolo con una rabia que apenas podía contener.

—No vuelvas a hacerme ese tipo de comentarios, pedazo de idiota —le susurré con los dientes apretados, intentando mantener la voz lo más baja posible para que no nos escucharan.

Lucas me devolvió la mirada, claramente disfrutando de mi enfado. Una sonrisa burlona se formó en sus labios mientras sus ojos se iluminaban con malicia.

—¿Te pusiste nerviosa? —preguntó, deleitándose en mi reacción.

Resoplé con desdén y le lancé una mirada fulminante.

—Alguien como tú nunca podría ponerme nerviosa —dije con firmeza, aunque el latido acelerado de mi corazón me traicionaba.

Me crucé de brazos y desvié la mirada hacia el frente, negándome a seguir alimentando su ego con una respuesta más.

Él rio suavemente.

Sus labios carnosos se curvaron en una sonrisa confiada mientras añadía suavemente:

—Apuesto a que ese corazón tuyo prácticamente te está perforando el pecho en este momento…

Su comentario me hizo sentir un pequeño escalofrío de frustración. Era increíble cómo había logrado adivinar mi estado interno con tanta precisión. Pero yo sabía que no podía permitirle que creyera que me tenía bajo su control. Estaba segura de que todas las chicas caían rendidas a sus pies con estas tácticas, pero yo no sería una más.

En lugar de eso, si alguien iba a jugar, sería yo. Había abandonado cualquier atisbo de sentimentalismo hace tiempo y no estaba dispuesta a ser presa de sus juegos de seducción.

Recordé vívidamente todas las noches en vela, las discusiones interminables y las promesas vacías que llenaron mis relaciones pasadas. Cada uno de mis exnovios había sido una decepción a su manera, incapaces de entenderme o valorarme como merecía. Eran unos imbéciles, eso estaba claro ahora. Me culpaba por elegir mal una y otra vez, por dejar que personas tan equivocadas ocuparan un lugar en mi vida. Desde entonces, prefería mantenerme alejada de cualquier compromiso amoroso. Había aprendido, a base de corazones rotos, que involucrarse emocionalmente solo conducía al dolor y la desilusión.

Sabía que alguien como Lucas solo traería consecuencias negativas. Si podía evitar cruzar palabra con él desde ahora, mucho mejor. No necesitaba más complicaciones en mi vida, especialmente no las que él parecía llevar consigo.

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