A la semana siguiente, decidí volver a la piscina. Pero esta vez, el lugar no estaba vacío. Un grupo de nadadores estaba entrenando y sus movimientos coordinados creaban ondas en el agua cristalina. Me acerqué al borde de la piscina, absorta en observarlos y fue allí, cuando estaba tan concentrada en el ritmo de los deportistas que no noté la presencia de alguien hasta que fue demasiado tarde.
De repente, sentí un empujón fuerte y desequilibrante en la espalda, y antes de poder reaccionar, me encontré cayendo hacia adelante, sumergiéndome bruscamente en el agua fría.
Con suerte, no me topé con uno de los nadadores, aunque el impacto de mi caída provocó un gran chapoteo que perturbó la práctica.
La interrupción fue suficiente para llamar la atención del entrenador, un hombre corpulento con una expresión severa, quien se volvió hacia mí con el ceño fruncido y los ojos llenos de irritación.
Se acercó al borde de la piscina, señalándome con un dedo acusador mientras su voz resonaba por todo el lugar.
—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —gritó, con su tono cargado de frustración—. ¡Estás interrumpiendo el entrenamiento! ¡¿Acaso no sabes que este es un espacio para los atletas?!
Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba explicar, jadeando, que había sido empujada, pero ese hombre no parecía dispuesto a escuchar. Sus palabras siguieron lloviendo sobre mí y dejé de escucharlo cuando me fijé en unas risas provenientes de un grupo de personas ubicadas en la gradería.
Salí de la piscina, sintiendo mi ropa empapada pegarse a mi cuerpo por la humedad. Con la mirada llena de rabia, me giré hacia Carolina y sus amiguitas, quienes parecían estarse divirtiendo de la situación. Sus risas y miradas burlonas eran la confirmación de que habían planeado todo esto para humillarme. La furia y la impotencia se mezclaban en mi pecho.
También vi a Valeria, claramente alegre pero con una expresión de fingida preocupación en su rostro. Se acercó a mí, con una sonrisa apenas contenida, y preguntó:
—¿Te encuentras bien?
Su tono era tan falso como su angustia. Las palabras se me atoraron en la garganta mientras intentaba mantener la calma y no darles el gusto de verme aún más afectada.
Así que me giré y me fui sin decir nada, porque sabía que si abría la boca solo saldrían insultos. Caminé por el pasillo, sintiendo cada gota de agua escurriéndose por mi piel, desesperada por llegar a la residencia y cambiarme lo más pronto posible antes de mi próxima clase.
Mientras avanzaba, el frío se colaba por mi ropa empapada, y cada paso resonaba en el silencio del pasillo vacío. Ya iba a mitad de camino cuando, al doblar una esquina, vi a Lucas caminando en dirección contraria. Nos topamos de frente.
Él llevaba su expresión habitual de arrogancia, y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios al verme en ese estado. Mi corazón se aceleró, pero no por miedo, sino por la ira que seguía creciendo dentro de mí. Sentí un calor abrasador en mi pecho, con la furia burbujeando bajo la superficie, mientras nuestros ojos se encontraban y esa sonrisa suya solo alimentaba mi rabia.
Él se detuvo frente a mí y preguntó con tono burlón:
—¿Qué pasa, nadaste tan rápido que no te diste cuenta de que seguías vestida?
—Púdrete —respondí con frialdad, empujándolo ligeramente para apartarlo de mi camino.
—Vaya, alguien está de mal humor hoy —dijo con sarcasmo.
—Oh, perdón por arruinar tu día de chistes sin gracia —respondí con una sonrisa falsa, lanzándole una mirada de desdén antes de irme.
Sin embargo, un comentario suyo hizo que casi mi corazón se detuviera.
—Por cierto, lindas bragas.
Me detuve en seco. Había olvidado por completo que estaba usando un short blanco. El agua lo había hecho tan transparente que mi ropa interior roja quedaba completamente expuesta. Sentí cómo el rubor comenzaba a instalarse en mi rostro y me avergoncé a más no poder. Dios, ¿no pude haber elegido hoy un color que no fuera tan llamativo?
Pero no me giré, sabía perfectamente la sonrisa que tendría aquel engreído. En lugar de eso, caminé más rápido hacia mi habitación, sintiendo la mirada de Lucas clavada en mi espalda, y con cada paso intenté ignorarlo y concentrarme en llegar lo antes posible.
Al entrar en mi habitación, cerré la puerta de golpe y me apoyé contra ella, respirando hondo para calmarme.
Luego, me dirigí rápidamente al armario y busqué algo que ponerme. Opté por unos jeans ajustados oscuros y una camiseta de manga corta color negro. Me sequé el cabello con una toalla y me aseguré de que mi aspecto fuera lo más presentable posible antes de salir de nuevo.
Con ropa seca y una apariencia más adecuada, me dirigí al edificio de humanidades con la esperanza de llegar a tiempo.
Cuando llegué, los pasillos estaban casi desiertos y temía que la puerta del salón ya estuviera cerrada.
Para mi mala suerte, así fue. Me asomé para ver al profesor escribiendo en el pizarrón, de espaldas a mí. Si entraba en silencio, lo más probable es que él ni siquiera se diera cuenta. Con cuidado, abrí la puerta lo justo para deslizarme dentro y cerrarla sin hacer ruido.
Pero mi dicha no duró tanto, porque una voz masculina resonó desde el fondo del aula, atrayendo la atención de todos.
—Miren quién llegó.
Me detuve en seco, y el profesor se volteó lentamente, con sus ojos encontrando los míos en la entrada. El aula entera se sumió en un silencio expectante mientras todas las miradas se posaban sobre mí.
El maestro frunció el ceño al verme. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, apretando los labios en una línea fina. Luego levantó la vista nuevamente, encontrando mis ojos con una expresión de creciente irritación. El aula entera estaba en silencio, con todos los estudiantes observando la escena con curiosidad y anticipación.—Ha llegado veinte minutos tarde, señorita —dijo, con un tono de voz cortante como un cuchillo.Cada palabra parecía cargada de desaprobación. El profesor se cruzó de brazos, con una postura rígida, reflejando claramente su irritación. Pude sentir el peso de las miradas de mis compañeros, y el calor del rubor volvió a mi rostro, esta vez por la vergüenza de ser el centro de atención por segunda vez en el día.Mis ojos barrieron el aula en busca de culpables y se detuvieron en Lucas, quien estaba sentado al fondo, con una expresión de triunfo mal disimulada. Su sonrisa burlona y el brillo de satisfacción en sus ojos delataban que había sido él quien había alert
Decidida a concentrarme en mis estudios y en mantenerme al margen de cualquier drama, desvié mi atención hacia la clase de Literatura y Teoría Política, donde ya había perdido minutos valiosos. Si bien el tema no me apasionaba, me esforzaría en sacar excelentes notas, como lo había estado haciendo desde el colegio. Así que anoté todo, cada detalle que decía el profesor.A mi lado, Lucas parecía entretenido con su teléfono, sin un atisbo de interés en la asignatura. Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla de aquel aparato último modelo, y de vez en cuando soltaba una sonrisa burlona, como si estuviera leyendo algo divertido. Su actitud despreocupada me irritaba aún más.¿Cuál era el sentido de estar aquí si se concentraba en cualquier cosa menos en lo que era realmente importante? Cada pieza de su atuendo gritaba opulencia: la camisa de diseñador, perfectamente planchada, los jeans impecablemente ajustados que probablemente costaban más que todo mi guardarropa, y las zapatill
Suspiré aliviada al verlo irse y recogí mis cosas, decidida a enfocarme en la próxima clase. Mientras caminaba por el pasillo, mi mente aún estaba ocupada con la situación absurda que había acabado de vivir. No estaba prestando mucha atención a mi entorno cuando de repente me choqué con alguien, haciendo que todos sus libros y papeles cayeran al suelo.—¡Lo siento mucho! —exclamé, agachándome rápidamente para ayudar a recoger sus cosas.Al tomar un libro y levantar la mirada, mis ojos se encontraron con los del chico al que Lucas había lastimado. Su mirada era intensa, con una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar de inmediato. Tenía un rostro anguloso y serio, con un aire de vulnerabilidad que contrastaba con su expresión dura.—¿Estás bien? —pregunté, intentando romper el hielo mientras le entregaba sus cosas.—Sí, gracias —respondió, tomando sus libros con una sonrisa agradecida, aunque sus ojos todavía mostraban una sombra de algo más profundo.Nos quedamos unos segund
Me sentí mal al ver su desilusión, pero antes de que pudiera decir algo, Sara se adelantó.—Además, ¿a quién quiero engañar? Un chico así nunca se fijaría en mí. Ni en mis mejores sueños. Solo me estaba ilusionando sin motivo —dijo con una sonrisa triste, que apenas ocultaba su decepción.Sus ojos se desviaron hacia el suelo y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su cuaderno. Trataba de mantener una actitud despreocupada, pero podía ver el dolor en su expresión. A pesar de su esfuerzo por aparentar que no le importaba, su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que intentaba esconder. Me dolía verla así, y sentí una punzada de culpa por haber sido tan directa.—Oye, no digas ese tipo de cosas —le dije, tratando de animarla—. Puedes conseguir a quien quieras, Sara. Solo mírate —la señalé de arriba a abajo, deteniéndome en sus bonitos ojos, su sonrisa cálida, y su estilo siempre impecable—. Eres muy linda, y ni hablemos de tu personalidad. Eres divertida, intelig
Seguía mirando a esa estúpida, idiota, engreída... todas las palabras descalificativas que pudieran existir para describir a Carolina cruzaban mi mente, pero no dije nada, porque de repente, el término "pegamento" rebotó en mi cabeza una y otra vez. ¿Sara acababa de decir que el slime se hacía con pegamento? ¡¿Pegamento?!Mi rabia se transformó en una mezcla de incredulidad y preocupación. Recordé cómo esa sustancia se había sentido pesada y pegajosa, y el pensamiento de que contenía pegamento me hizo entrar en pánico. Como dijo ella, si no salíamos de ahí rápidamente, el slime se secaría, y quitarlo sería mucho más difícil.Sentí un nudo en el estómago mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.Sara, aún intentando tirarme del brazo, me sacó de mi ensimismamiento. Asentí rápidamente, dándome cuenta de que necesitábamos movernos. No podía dejar que esa rubia maleducada disfrutara más de su pequeña victoria. Con el corazón latiendo a mil por hora y la rabia aún burbuj
Desenredé mi cabello ondulado con los dedos, tratando de eliminar los últimos rastros de caos de mi cabeza, mientras me ponía rápidamente un short y la primera blusa blanca con tiras que encontré.Miré a Sara, quien también se arreglaba con premura, compartiendo mi ansiedad.—Tengo que irme —le dije a ella—. Debo encontrarme con un imbécil.Sara asintió con comprensión, aunque pude ver una chispa de diversión en sus ojos.—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa amistosa.Con la urgencia de no perder más tiempo, caminé rápidamente hacia la biblioteca.Por supuesto, estaba perdida. Nunca había ido allí, no porque no quisiera, sino porque asumía que al igual que las áreas deportivas, la biblioteca, la sala de estudio, el auditorio y otros servicios estaban restringidos para "personas del común". Sin embargo, después de preguntar a una de las tantas recepcionistas de la universidad, resultó que sí tenía acceso.Así que aquí estaba, guiándome por los pequeños carteles que indicaban que est
Ante su pregunta atrevida, no se me ocurrió otra cosa más que decir:—No, para nada —respondí, aunque sabía que era una mentira descarada—. No tenía ni idea de que tuvieras tatuajes.—También tengo en el abdomen. ¿Quieres verlos?Su tono sugerente y la sonrisa en sus labios hicieron que volteara mis ojos. Le lancé una mirada fulminante, para callarlo.Abrí mi cuaderno, buscando las notas que había tomado en clase. Las palabras del profesor se desplegaron ante mí: "Análisis de cómo los textos literarios reflejan o desafían las teorías políticas."—Aquí está —dije, señalando y mostrándole las instrucciones escritas con precisión—. Necesitamos centrarnos en esto. ¿Alguna idea de por dónde empezar?Él se recostó en la silla y levantó los hombros con indiferencia.—No sé, busca por allí —dijo, levantando uno de sus dedos hacia las estanterías.¿Que busque por allí? ¿Es en serio lo que me acaba de decir? No sé cómo habrá trabajado con sus demás compañeros, pero que se vaya quitando la idea
La incertidumbre y la sensación de ser observada hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me puse de pie, lista para salir corriendo si era necesario.—¿Quién está ahí? —pregunté con voz firme, intentando ocultar el nerviosismo en mi tono.La respuesta vino en forma de un susurro entre los árboles, una voz que apenas pude distinguir pero que me heló la sangre. Volví a mirar alrededor, esforzándome por ver algo en la oscuridad. De repente, algo fugaz pasó corriendo entre los árboles, apenas una sombra que se movió tan rápido que casi me pareció una alucinación.El miedo me invadió por completo, y retrocedí un paso, manteniendo los ojos bien abiertos, tratando de identificar qué o quién se había movido. Los sonidos del bosque parecieron intensificarse, y cada crujido de las hojas y de las ramas me hacía saltar. Tenía que salir de allí.Me giré y empecé a caminar rápidamente hacia el campus, con la piel erizada y la mente en alerta. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y