La noticia de las negociaciones para adquirir Sandex se habían mantenido en estricta reserva dentro de la empresa. Sin embargo, el que dichas negociaciones hubieran fallado estrepitosamente se esparció como la peste. Hasta la señora de la limpieza estaba enterada del tema y opinaba al respecto. "¡Las acciones!", decía, "¡las acciones se desplomarán!". Sandex había rechazado el monto que Deluxe les había ofrecido, monto que ella le había filtrado a Bill, así como el resto de cláusulas que constaban en el acuerdo. Por fortuna Sandex no había hecho tratos con Xiamsung o hubiera sido demasiado sospechoso otro golpe viniendo de ellos. Por lo que sabía, se habían fusionado con una empresa alemana.—Te dije que no se podía confiar en ese tipo. Es una amanerado, yo no confío en los amanerados —decía Martín dentro de la oficina de Kamus, ella lo oía desde su posición junto a la estatua, como habitualmente hacía.—Estaba seguro de que cerraríamos el trato, él estaba de acuerdo con todo. ¿Qué p
El estridente grito de Úrsula (del que estaba muy orgullosa porque era perfecto para películas de terror) se amplificó por la acústica del estacionamiento y se oyó el triple de fuerte. El hombre que la había cogido del hombro, y que no distinguía del todo por la poca luminosidad, se llevó las manos a los oídos, momento que ella aprovechó para asestarle un bolsazo en toda la cara.—¡Vete de aquí, maleante!—¡Espera, soy yo!Úrsula se detuvo a punto de darle otro golpe. ¡Su jefe! ¡Por poco y había descalabrado a su jefe!—¡¿Por qué se acercó así?!El hombre se aferraba la cabeza, como si quisiera acomodarse las partes que la formaban. —No me regañes, suficiente tuve con tu grito y tu golpe. ¿Qué llevas en ese bolso? ¿Piedras?—No, ¿cómo cree? Sólo... sólo una llavecita inglesa. ¿Está bien?Bien desarmado, pensó él. La cabeza le retumbaba.—Creo que estoy sangrando.Volvieron al ascensor. La luz le permitió a Úrsula descubrir el desastre que había hecho con el pobre e imprudente hombre.
Úrsula sospechó de las intenciones de Kamus cuando supo que era él a quien había golpeado en el estacionamiento. Igual que en el mirador y que en el callejón junto al bar, él la abordaba en la oscuridad. ¿Sería tímido? Consideró esa posibilidad al principio, cuando recién empezaba a saborear sus labios. Ahora que él usaba hasta la lengua, ya lo había descartado.Ella se apartó un instante para respirar. Él le besó la comisura, la mejilla, el pómulo. Quería devorarla, derretirla con el calor de su pecho, que se agitaba bajo las manos de Úrsula. Volvieron a besarse, ella quería devorarlo también. ¿Se sentirían tan deliciosos sus besos si ella no estuviera con tanta hambre acumulada? Porque con hambre hasta un triste hot dog era un manjar. Él no era un triste hot dog, era todo un banquete, pero estaba medio malogrado. Úrsula volvió a apartarse. Esa respiración agitada de él la tenía con taquicardia. Sus pezones endurecidos presionaban tras el brasier, deseosos por liberarse y conocer
Úrsula llegó a las 8:10 a casa de Kamus y, para no parecer ansiosa o desesperada, estacionó una cuadra antes y ahí estuvo hasta que fue la hora indicada. Lo que pasara a continuación dependería de lo que hiciera su jefe al abrir la puerta. Si salía, se irían al trabajo de inmediato.¡Buuuuu!Si la hacía entrar, continuarían con el complejo, pero exquisito proceso de conocerse íntimamente y presentarían a las partes de su cuerpo que seguían sin encontrarse. Eso era inaceptable considerando lo social que era ella. Quería dialogar con todo el cuerpo de Kamus.Un vistazo al espejo para confirmar que sus mejillas no estuvieran sonrojadas y bajó.—Pasa —dijo él al abrirle la puerta.¡Aleluya! Úrsula entró con el vientre apretado y el pulso en ascenso, mientras su cabeza se llenaba de expectativas. Se quedaron mirando frente a frente, disfrutando de ese primer encuentro luego de casi doce horas sin verse, ¡una eternidad! ¿Había cambiado algo en el rostro de él desde entonces? Sí, la zona a
En el estacionamiento de la empresa, Kamus se bajó del auto de Úrsula y fue a buscar algo al suyo. Ella entró primero al edificio con lo que había comprado en el camino para el desayuno.Kamus se encontró con Martín en el ascensor.—¿Qué te pasó en la cara, hombre? Espero que el otro haya quedado peor.—No fue una pelea, sino un accidente. Martín no pareció muy convencido con lo que parecía demasiado un combo en el ojo. —¿A que no te has enterado del nuevo chisme de Deluxe?Kamus se tensó. No era posible que se supiera ya lo de él y Daniela, apenas estaba empezando y no estaba muy seguro del destino que tuviera, mucho menos se sentía preparado para que se hiciera público. No, era imposible, él y ella no tenían nada, salvo un... coqueteo muy intenso. —No me interesan los chismes.—Pero hacen más sabrosa la vida. ¿Qué opinarías sobre un romance entre mi asistente y tu asistente?Un microinfarto, eso tuvo Kamus. Este chisme era mucho peor. —¿De dónde sacaste eso? —en su voz se eviden
Úrsula, caracterizada como Daniela, contemplaba absorta la incipiente escena de celos de Kamus cuando, según sus cálculos, había pasado poco más de trece horas desde que iniciaran lo que fuera que hubiera entre ellos.El frío hombre revelaba ser intenso, había un corazón que vibraba con ardiente pasión debajo de capas y capas de hielo, que se derretían con la llegada del verano y las vacaciones, pero ellos estaban todavía en otoño.—¿A qué se refiere con "lo que pasa entre nosotros"? Darío es mi compañero y tenemos una relación de cordialidad, nada más —una respuesta moderada—. Yo me besé con usted, ¿acaso cree que me ando besando con todo el mundo? —se le salió un poco de Úrsula, no pudo evitarlo.—Están circulando rumores que los vinculan a ustedes dos. —¿De verdad? Yo no he oído nada. —Martín se enteró y me lo dijo —afirmó Kamus, con total convencimiento.La incredulidad de Úrsula acabó con una risa.—Ahora veo que no soy la única crédula que cae en sus embustes, eso me alegra.K
Si el restaurante al que la había llevado Mad era elegante, el escogido por Kamus era lo que le seguía. Se sintió como si fuera de la realeza avanzando por ese piso de mármol sobre el que se alzaba un techo abovedado decorado con frescos como los que había en las catedrales más importantes del mundo.Fueron a un privado, donde sólo serían ellos dos y la tensión sexual que la estaba matando lentamente.Úrsula deslizó los dedos por el mantel aterciopelado de un rojo purpúreo encantador. Los cubiertos eran dorados.—No son de oro, ¿o sí? —se atrevió a preguntar, a riesgo de quedar como una pueblerina ignorante.Así mismo se sentía, como la cenicienta. Eso convertía a Bill en su hada madrina y a Kamus en su príncipe.—No lo sé —dijo él—, se lo preguntaremos al garzón cuando venga. ¿Te gusta este lugar? —Es precioso, como un palacio. Gracias por traerme aquí.Él le cogió la mano y se la besó, sin perder el contacto visual. Tal gesto añadió varios puntos al calentómetro de Úrsula, que esta
Un poco de agua en la nuca y en los brazos la refrescaría lo suficiente hasta llegar a casa de Kamus. Así no realizaría ninguna arriesgada, pero excitante, maniobra en el auto durante el camino, que sospechaba se le haría eterno.Kamus seguía sentado a la mesa, con una cara que le llegaba hasta el suelo. No creyó que fuera por lo elevada de la cuenta.—¿Pasó algo?—Te llamó tu ex.¿Cuál ex?, pensó de inmediato. Casi lo dijo. Por fortuna su cabeza fue más rápida. —¿Y qué quería?—¿Cómo podría saberlo? No le contesté, no voy a transgredir tu autonomía de ese modo, pero no lo quiero cerca de ti.—Si me prohíbes relacionarme con alguien estás transgrediendo mi autonomía —soltó ella, ¡Úrsula!, que se metía donde nadie la llamaba.Daniela habría dicho algo como: "no sé qué hacer para que deje de llamarme. ¿Debería denunciarlo por acoso?". Y Kamus se habría ofrecido a acompañarla a la policía, como ya había hecho.¡Qué desastre! Acababa de iniciar una discusión. —¡¿Cómo?! Ese tipo es peli