XXVII El jefe sádico

Tras un día de licencia médica por el desafortunado accidente, Úrsula se reincorporó al trabajo. Pese a que se veía igualmente llamativa, esta vez no hub0 café derramado ni apagadas de cerebro de su jefe, mucho menos miradas de infarto. De hecho, Kamus ni siquiera la miraba. ¿Por qué no podía ponerse celoso como un hombre normal? No lo entendía.

—El regalo que me envió fue un lindo detalle, muchas gracias.

—Agradécele a Valentina, ella se encargó.

La directora de marketing. Ya le parecía que había una mano femenina detrás de todo eso, un hombre cuadrado y frívolo como él no tendría la sensibilidad de escoger esas cintas estampadas tan bonitas.

—Se lo agradeceré, con permiso.

La distancia entre sus interacciones era como la que había de la Tierra a la Luna, casi como los primeros días. Tal vez peor porque ahora evidentemente se esforzaba por ignorarla. A mediodía él avisó que saldría y ya no volvería, así que Úrsula canceló la reunión que tenía por la tarde.

—¿Qué le pasa al señor K
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