El hermoso espectáculo en el cielo había perdido todo el protagonismo para Úrsula, que no le quitaba la vista de encima a Alfonso y a Parker. ¿Parker era nombre o apellido? Nunca lo había visto tan animado hablando con una mujer.Martín llegó junto a ella.—¡Qué maravilla! ¿no? —exclamó él. Olía a champagne.—No lo sé, ese vestido parece quedarle grande.—¿Qué? Hablo de los portátiles y del golpe maestro que acaba de dar Kamus. Por eso lo amo, aunque esté un poco loco. ¿De quién hablabas tú?La respuesta la halló el mismo, Úrsula quedaría visca de tanto mirar en dirección a su jefe.—¿De Parker? Es una linda chica.—¿Es amiga del señor Kamus?—¿Amiga? Qué va, es el amor de su vida.La revelación le llegó como una bofetada.—Y si se aman tanto, ¿por qué no están casados?—No todo es tan sencillo como en las novelas, en la vida real hay dificultades. Ella viaja mucho, Kamus se queda donde se siente más cómodo, como un topo, así que aprovechan al máximo cada segundo cuando por fin se en
Con la fría dureza del muro a su espalda y el cálido torso de Kamus rozando su pecho, Úrsula se perdió por unos instantes. Un mojito se había tomado y se le había subido a la cabeza. —Vamos a hablar —declaró él, con un fervor impropio para un hombre tan compuesto y recatado. También se le debían haber subido los mojitos. ¿Quién iba a hablar a un callejón oscuro, arrinconándola duro contra el muro? —¿Por qué quiere hablar conmigo? Vaya con Parker, aproveche mientras está aquí.Alfonso sonrió.—¿Estás celosa de Parker? —preguntó con incredulidad y sorpresa. —¿Por qué estaría celosa? Usted y yo no somos nada.—Pues te comportas como si lo estuvieras, esa rabia que sientes no salió de la nada.Para ser un genio él era bastante lento.—Usted iba a besarme en el mirador, pero resulta que Parker es el amor de su vida. ¿Quería una distracción mientras ella volvía? Yo no voy a gustarle, no tengo los "atributos" que Parker tiene. Quería zafarse de su agarre, pero él no aflojaba ni un centí
—Estos panqueques están buenísimos, te quedan igual de ricos que los que hacía la abuela —comentó Pedro mientras desayunaban.Ambos miraron hacia el cielo con ternura y se persignaron, luego siguieron comiendo.—¿Te fuiste a la cama temprano ayer? —preguntó Úrsula.—Sí, estuve viendo una película y luego me fui a dormir.Ella asintió, sin la menor duda. Su hermanito no mentía.—¿No oíste ningún ruido extraño?—No, ¿por qué?Ella meditó si sería prudente contarle que una extraña se había metido a la casa, pero él ya no era un niño y debían cuidarse mutuamente.—Cuando llegaba, vi a una mujer salir. Se llevó un jarrón de la sala.—¿No me digas? ¿Estás segura? —Completamente. No parece haber forzado las cerraduras, tal vez se metió por una ventana. Pensé que este barrio de gente rica sería seguro. Habrá que instalar alarmas.Pedro asintió, muy preocupado por el asunto. La seguridad era lo primero.—Al menos se llevó sólo un jarrón y no mis videojuegos —bromeó él.Era fundamental mantene
El tiempo que Úrsula había tardado en lucir deslumbrante fue compensado con la expresión embobada de Kamus al verla. Fueron unos cuantos segundos en que el cerebro del hombre se apagó y él dejó de respirar.Luego el cerebro volvió a encendérsele, pero a medias. Se le dio vuelta el café cuando lo revolvía y el líquido hizo un desastre sobre el escritorio. Úrsula fue por un paño y se inclinó frente a él para limpiar. Kamus la miraba con atención, más pasmado que antes. No se movía y había dejado de respirar de nuevo. —¿Está bien, señor Kamus? ¿Se quemó?Kamus carraspeó, mirando para otro lado.—Estoy bien... Tienes... tienes una marca en el hombro, cerca del cuello. ¿Te picó un mosquito?Úrsula se miró donde él indicaba y se acomodó la blusa para que no se viera.—No... No fue precisamente un mosquito —confesó, avergonzada. Kamus exhaló pesadamente. Qué iluso había sido. Qué ingenuo y estúpido. Claro que no era una picadura. Era una marca indecente, repugnante sobre su piel de porcel
Alfonso entró al ascensor con la fatalidad de quien hubiera matado a alguien. Él sólo había querido darle una pequeña lección, nada más, sólo la había enviado a limpiar y buscar algunos documentos. Documentos que ni siquiera necesitaba, los que estaban allí tenían más de diez años de antigüedad. Ojalá y no la hubiera picado una araña venenosa o mordido una rata rabiosa y sólo siguiera ocupada porque todavía limpiaba. El ascensor se detuvo y él corrió por el pasillo, que se le hizo el triple de largo. La puerta del archivo estaba cerrada y no se colaba luz por debajo. Intentó abrirla y se quedó con la manija en la mano.—¡Daniela!No hub0 respuesta y su desesperación lo hizo embestir la puerta. No le dio importancia al crujido de su hombro y la embistió de nuevo. La puerta seguía firme en su sitio. Retrocedió y le dio una patada donde debía ir la manija. Tres patadas y el marco cedió.El aire cálido, de aroma rancio y lleno de polvo que se acumulaba en el archivo lo hizo toser. El ca
El repartidor llegó poco después del mediodía a la casa de los Narváez. Fue Pedro quien recibió el paquete que había enviado Alfonso Kamus para Daniela, un gran canasto envuelto en papel celofán, lleno de chocolates, galletas y frutas. —¿Por qué Daniela? —Porque mi nombre está m4ldito, por eso.—¿Y no te llamabas Unavi?—Unavi es el nombre artístico de Daniela. Daniela es para fines formales —explicó Úrsula. Los chocolates tenían ochenta por ciento de cacao y estaban rellenos con salsa de frutos rojos. Ella llevó el paquete a su nariz e inhaló, cerrando los ojos. —Estuviste a punto de morir y te manda dulces. ¿Quién se cree que es? ¿Quién se cree que somos? Por suerte no nos envió una gallina.Úrsula probó una galleta. Venían en una caja transparente, atada con una cinta con un estampado de diseño étnico. Qué exquisito gusto tenía Kamus y qué deliciosa estaba la galleta.—¡Unavi!Ella estaba en las nubes, seducida por los aromas y sabores del interesante regalo. Le tendió a Pedro
Tras un día de licencia médica por el desafortunado accidente, Úrsula se reincorporó al trabajo. Pese a que se veía igualmente llamativa, esta vez no hub0 café derramado ni apagadas de cerebro de su jefe, mucho menos miradas de infarto. De hecho, Kamus ni siquiera la miraba. ¿Por qué no podía ponerse celoso como un hombre normal? No lo entendía. —El regalo que me envió fue un lindo detalle, muchas gracias.—Agradécele a Valentina, ella se encargó.La directora de marketing. Ya le parecía que había una mano femenina detrás de todo eso, un hombre cuadrado y frívolo como él no tendría la sensibilidad de escoger esas cintas estampadas tan bonitas. —Se lo agradeceré, con permiso.La distancia entre sus interacciones era como la que había de la Tierra a la Luna, casi como los primeros días. Tal vez peor porque ahora evidentemente se esforzaba por ignorarla. A mediodía él avisó que saldría y ya no volvería, así que Úrsula canceló la reunión que tenía por la tarde. —¿Qué le pasa al señor K
Kamus abrió la puerta de su casa y su expresión al ver a Daniela fue para enmarcarla. Hesher lo había hecho otra vez, sin dudas. El pasatiempo de ese hombre era fastidiarlo. —¿Qué haces aquí?Úrsula, que era muy buena leyendo expresiones (talento que curiosamente siempre le fallaba con Martín), dedujo que lo que en realidad quería decir era: "¿cómo te atreves a venir a mi casa?".—El señor Hesher le envía esto —le tendió la carpeta.—Creí que enviaría los documentos por correo.Eso explicaba su informal apariencia y su sudadera cumpliendo el objetivo para el que había sido hecha. Tenía todo el pecho húmedo con sudor, el mismo que le bañaba el rostro y el cabello alborotado. Su piel, clara como la crema, resplandecía. Siendo objetiva, se veía bastante bien. Apetecible. Deseable. Ella era débil cuando de hombres ejercitándose se trataba, pero no dejó que se le notara. Si él había decidido ignorarla, ella también lo haría.Rogar por nalgadas, ¡ja! Había que estar demasiado caliente para