X Inesperadamente tierno

Úrsula se zafó del agarre de Mad. Ella estaba perfectamente bien, sólo seguía viendo borroso y tenía la frente colorada y adolorida, tal vez también estaba algo asqueada por haber fantaseando con su espalda y otras cosas que no valía la pena mencionar, pero nada más.

—Permiso, yo me voy.

Apenas se levantó y Mad volvió a sentarla.

—No tan deprisa, tal vez tengas una conmoción cerebral.

—¡Ja! ¿Desde cuándo eres médico?

—¿Estás mareada?

¡El mundo le daba vueltas!

—Sí —respondió a regañadientes.

—¿Náuseas?

—Un poco.

—Sigue mi dedo.

—Dedos —corrigió ella, intentando seguir los que se movían frente a sus ojos. Sólo consiguió marearse más.

—Necesitas estarte quieta un momento. Vayamos a beber algo.

Ciertamente el golpe debía haberle afectado porque allá fue ella. Terminaron sentados en un café junto al gimnasio. Pidió un refresco frío y se lo apoyó contra la frente.

Él pidió un té negro, muy cargado y amargo, como su alma oscura.

—¿Siempre vienes a este gimnasio? —se atrevió a preguntarle
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