XVIII El grupo de ¿apoyo?

Una pregunta de Alfonso Kamus sobre Pedro y Úrsula no había parado de hablar de él, de lo buen hermano que era y lo mucho que lo amaba.

—Olvidé que pasaría a buscarlo. A esta hora ya suele estar durmiendo. Cuando no duerme ocho horas se despierta de mal humor, pero se le pasa con un trozo de tarta con crema.

—Parece un buen niño. ¿Y ahora está al cuidado de algún familiar o de una niñera?

—No es un niño, tiene veintidós años. Oh, aquí es —señaló una casona en un callejón.

No había ningún letrero que identificara al lugar como una fundación o centro en el que funcionara un grupo de apoyo. De seguro era para asegurar la privacidad de los asistentes, pensó ella.

Empezó a teclear un mensaje para avisarle a Pedro que había llegado. La puerta de la casona se abrió y salió un hombre. Si no fuera por la mujer a la que llevaba cogida de la cintura, habría terminado estampado en el suelo de lo ebrio que estaba. Ella también se tambaleaba un poco.

—¿Este es un bar clandestino o algo así? —preg
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