Correr, esconderme, tratar de no morir. El tiroteo llevaba un minuto que había empezado y ya había estado a punto de morir dos veces.
Tanto teatro que armó el ejército para que yo lo arruinara en los primeros cinco minutos, Román me odiaría para siempre.
Una semana después de haber firmado mi pacto con el diablo, sacaron a la luz “nuevas pistas” que culminaron en el arresto de un pobre drogadicto con problemas de ira al que acusaron de robo a mano armada y homicidio.
Por suerte para todos, los Meyer creyeron cuando se les dijo que Hermann me sacó del tiroteo y me dejó a mi suerte mientras escapaba a Etiale porque casualmente encontraron medio millón de pesos escondidos en una cabina en la frontera, justamente ese medio millón fue el mismo que los Meyer perdieron un día anterior.
Conclusión: Hermann quiso escapar con dinero de su familia, lo asaltaron y lo mataron. El drogadicto enfrentaría juicio hasta dentro de seis meses, por lo mientras estaría en una cárcel de máxima seguridad.
Y ahora estaba fingiendo que yo solo pasaba por la calle cuando la redada se llevó a cabo y quedé en medio del fuego cruzado. Debía encontrarme con Francisco Leal, el infiltrado de la FEM, pero entre tanto caos, apenas podía avanzar. Me arrastraba por el suelo con dificultad, mi objetivo era llegar al edificio rosa, pues desde ahí disparaban los de la organización.
Román me envió por un camino lateral, de forma que no me pusiera en bandeja de plata para las balas, pero algunas perdidas chocaban con la pared o autos y sentía que moriría. Si me ponía de pie llegaría más rápido, pero una de esas balas podría herirme… Otra vez.
No quería atravesar ese dolor de nuevo.
Logré llegar hasta un callejón, mi bolsa de mano era un estorbo más que una ayuda, pero podría golpear a alguien con ella sin me atacaban.
Hubo un momento en que el fuego se detuvo, aproveché para asomarme, pero lo único que vi fue la calle desierta. ¿Sería buen momento para correr y entrar al edificio? Apenas me puse en pie y avancé dos pasos, cuando algo salió volando por una ventana del edificio.
Una granada.
Estaba lejos, pero la explosión seguramente me afectaría, solté un grito y corrí de nuevo al callejón, pero esta explotó y mandó a volar, concreto, vidrio y más cosas. La fuerza de la explosión me empujó hacia el piso y rodé hasta terminar bajo un coche, sentí una punzada aguda en la pierna y otra en el brazo, seguramente fragmentos de vidrio enterrándose en mi piel.
¡Maldita sea! Fue pésima idea enviarme de infiltrada, ni siquiera podía llegar a un edificio. Román se pudriría en el infierno, ya fuera en esta vida u otra, pero debía pagar por esto.
Tosí varias veces, saqué el trozo de vidrio de mi brazo y entonces fui hacia mi pierna. La sangre escurría en un hilillo, no era grave, pero sí doloroso. Conté hasta tres y quité el vidrio. Grité de dolor y frustración, quería llorar, pero de nada me serviría.
Incluso medité el quedarme bajo el coche por siempre, pero Román fue claro: «Ve al edificio, Francisco no se arriesgará a salir».
Pero no lo iba a lograr.
«Tus padres y tu hermano no podrán saberlo, para ellos no serás la asesina, pero en lo que a ellos concierne, tú ya no quieres saber de ellos».
Román fue claro, la única forma de limpiar mi nombre era teniendo éxito, si no lo hacía o me rebelaba, la evidencia saldría a la luz y volvería a ser la asesina de Hermann. No lo iba a permitir, tenía que llegar de alguna forma.
De pronto, unos brazos me tomaron de los tobillos y me jalaron sacándome de mi escondite. Mi primer instinto fue gritar como desquiciada, pero una mano grande me tapó la boca.
—O eres muy pendeja o tuviste mala suerte.
El tipo en cuestión era robusto, con barba, ojos oscuros y se veía peligroso. Al ver mi expresión asustada, rio, divertido.
—Me mandaron por ti —me levantó sin gentileza—. Ahora mueve el culo antes de que nos cargue la chingada.
Corrimos al edificio, pero entramos por una puerta lateral, no por enfrente. Ya había dos personas esperando, ambos me lanzaron miradas inquisitivas.
Me sentía ridícula con mi vestido, saco y la bolsa, pero según Sabina se vería más real si aparentaba no tener idea de nada.
—¡Todo cargado!
Dos hombres pasaron corriendo a mi lado y por poco me tiran al piso. Una chica me miró de pies a cabeza burlonamente, soltó una risotada mientras guardaba un arma en el pantalón y corría.
El tiroteo comenzó de nuevo, una bala rompió una ventana y dieron la orden de retirada. El tipo que me sacó del coche me empujaba para ir más rápido, pero los tacones no ayudaban. Logramos llegar a la parte trasera y salimos por una abertura que había en la pared. Del otro lado había dos camionetas, una de las cuales arrancó y se alejó a máxima velocidad.
La chica que se burló de mi abrió la cajuela y me subieron a esta, apenas estaba procesando lo que ocurría cuando alguien puso una bolsa de tela sobre mi cabeza. Mi primer instinto fue removerme, pero una voz grave y autoritaria me detuvo.
—Haces drama y te vuelo la jeta —informó—. Llegaremos en treinta minutos, entonces nos explicarás qué carajo viniste a hacer acá.
No estaba segura, pero mi intuición me decía que el dueño de la voz era Francisco, así que me acomodé y recé para que, a partir de ahora, tuviera la fortaleza e inteligencia para no meter la pata.
No me quitaron la bolsa de la cabeza al llegar, me guiaban al caminar para no caer, pues no veía nada, dimos tantas vueltas y giros, que no habría forma de escapar en dado caso de que fuera necesario.
Los nervios me carcomían, sentía el estómago burbujear, los malos pensamientos cayeron en picada sobre mi mente, no estaba hecha para eso, mentir jamás se me dio bien, si daba un paso en falso…
—¿Quién carajo trajo a una puta?
Estaba tan asustada, que ni siquiera pude ofenderme.
—En realidad, es alguien importante —me descubrieron la cabeza y la luz me cegó—. La hija de un gobernador.
Lo primero que enfocaron mis ojos fue a un hombre musculoso frente a mí, usaba sombrero de charro y la pistola la tenía en el cinto. No se veía tan intimidante, parecía sacado de una película del oeste.
—¿Quién?
—Ignacio Conde.
El semblante del hombre se transformó de desagrado a triunfo, su sonrisa ladeada y ese brillo ávido en la mirada lo hicieron parecer un maníaco.
—Ah, la que mató al hijo de los riquillos esos.—Ya tienen al responsable —aporté en tono firme.—Lo atrapó la FEM, pero ellos pusieron tu foto en los medios —la chica apareció en mi campo de visión y se posicionó tras el hombre—. ¿Por qué pensarían que tú lo mataste?Esa era una pregunta que Román juró que me iban a hacer, desde el momento en que me preparó en cuestión de interrogatorio, me obligó a aprender la respuesta al derecho y al revés.—Mi papá mandó a un tipo por mí, quería que me entregara —expliqué destilando ácido—. Dijo que tenían una fotografía de Hermann conmigo, el pobre iluso le robó a sus padres y me pidió ayuda, pero yo estaba enojada porque mi marido hijo de puta me puso el cuerno —sonreí excesivamente—. Lo último que supe fue que lo mataron y a mí me habían acusado.—¿Crees que nací ayer?—Es la verdad.El tipo hizo una señal y entre dos hombres me agarraron, me removí, pero eran fuertes. La chica, pasó su lengua por su labio superior y se acercó amenazadoramente
Caminaba hacia camerinos con el corazón desbordando felicidad, pues mi debut en la prestigiosa Compañía de Danza Aérea de Meza fue un éxito.Desde niña tuve el sueño de ser la mejor bailarina de danza aérea del país, hoy apenas tuve un solo de tres minutos, pero en algún momento sería protagonista. Además, me emocionaba saber que mi marido pudo verme en acción, cada movimiento se lo dediqué y esperaba que estuviera tan orgulloso de mí, como yo de él.Román Arreola era uno de los generales más respetados del ejército de Meza, un hombre atractivo, imponente, frío y seductor. Su mirada ámbar podía ser despiadada con sus enemigos, pero dulce con la gente que quería. Su mera presencia cautivaba a cualquiera.Era la fantasía de cualquier mujer, el terror de los criminales, la justicia de los inocentes. Se rumoreaba incluso que, entre las mafias, lo apodaban “El Cazador”.Y lo amaba, pensaba que él también me amaba, pero no siempre fue así.Nuestro matrimonio fue fruto de un arreglo al que m
El olor fétido pegó de lleno en mis fosas nasales, se mezcló con un aroma metálico que podría haberme hecho vomitar de no ser porque en ese momento no tenía fuerzas para hacerlo.Abrir los párpados fue un martirio, pues ante cualquier esfuerzo mi cabeza punzaba duramente, rebotaban de un lado a otro en mi cráneo.Me sentía exhausta, incluso respirar se me dificultaba, pero conforme más era consciente del aire entrando y saliendo de mis pulmones, más recuperaba fuerzas, el latido de mi corazón bombeaba sangre a cada parte de mi ser, escuchaba el eco de los pálpitos. ¡Sangre!Sentir mi pulso me hizo ver que estaba… Viva.Respiraba, me movía, veía, sentía. Eso fue lo peor, porque, así como me hacía consciente de la parte física, también lo hacía de mis pensamientos, mis recuerdos. La realidad de la traición y la humillación.Moví un pie, luego el otro y poco a poco, mis muñecas despertaron. Ponerme de pie fue difícil, tuve que agarrarme de la pared más cercana y poner todo mi esfuerzo en
Si se trataba de un proxeneta, era su día de suerte, me puse en bandeja de plata.— Qui es vous? —su tono era ronco y grave, no había duda de que era un hombre—. Ils ont prévenu que vous as tué quelqu'un.Algo que siempre detesté de mis años de formación, fue que mis padres solo me obligaron a aprender un idioma: Inglés. No era experta, pues dejé de practicarlo con los años, pero tenía nociones que me permitirían comunicarme en nuestro país vecino del norte: Walshe.Pudiendo aprender francés, italiano o alemán, me quedé estancada en el inglés.Para el día de hoy teníamos conexiones mucho más importantes con Gremia, Schweinzig y Etiale. Meza, mi país, era el más poderoso.Eso era, debía estar en Etiale, el país vecino del sur de Meza. Y el tipo ese debía estar hablando francés.—Sorry, I don`t speak… Your fucking language.—Who are you? What are you doing here?Ay, no sé ni por qué le hablé en inglés, después de todo, tampoco es como que hubiese poca gente que supiera español. Solo que
Sentía el estómago arder por la ira, aunque también podía deberse a que estaba famélica, no había pasado ni una hora desde que desperté, pero sentía un agujero, podría comerme una vaca. El tipo ese estacionó frente a la estación junto a las patrullas, abrió la puerta y salió exponiendo toda su anatomía. Madre santa, hombres así deberían estar prohibidos, hacen que una se desconcentre, que tenga pensamientos que solo deberían aparecer en situaciones específicas… No cuando estaba arrestada y temía por mi vida.—Tengo derechos —espeté mientras me llevaba al interior de la estación—. Quiero saber de qué se me acusa.De pronto, mis piernas flaquearon y mi cabeza dio vueltas, ya no pude mantenerme en pie.—Ya no puedo —jadeé, incluso hablar requería de mucho esfuerzo—. Me siento mal.El tipo titubeó un antes de bufar y apretar los labios, me tomó entre sus poderosos y cálidos brazos para levantarme con tanta facilidad como si fuera un peluche.Me llevó hasta una especie de recepción en l
Lo último que recordaba era a Román yéndose junto con Sabina mientras mi sangre se esparcía por el suelo y luego nada, todo era un vacío negro.La noticia me dejó tan impactada, que no pude hablar, me dejé arrastrar hasta el interior de un cuarto detrás de la recepción. Fue hasta que se cerró la puerta que pude reaccionar.—No conozco a ningún Hermann, ¿no escuchaste? —mi voz sonó más chillona de lo que planeé—. ¡Alguien me mató! ¡Me dispararon! Mi esposo me abandonó para irse con su amante. ¡Me dejó morir!El tipo apretaba con fuerza mi brazo, me estaba haciendo daño, no podía creer que, aún después de soportar el dolor de la bala atravesando mi cuerpo, pudiera verme afectada por sus dedos enterrándose en mi piel. Escocía, como si estuviera al rojo vivo y mi sangre se volviera de fuego.Una vez que me soltó, vi que estábamos en una especie de oficina, la luz de la lámpara en el escritorio era muy bajita, como si el foco estuviera librando su última batalla antes de fundirse. El tipo
Mi mirada se encontró con la azul gélida de Yoav, fue suficiente para congelarme. Pude notar un ligero cambio en él, casi como si verme le diera lástima. Entonces se dio cuenta de que estaba excesivamente cerca del escritorio y su semblante cambió radicalmente.—Deja eso —ordenó en un susurro que pareció más un gruñido—. No seas entrometida.Me aparté lo más que pude esperando que se tragara el cuento de que apenas iba a revisar y en realidad no vi nada. Percibí un retazo de culpa apareciendo en mi interior, pero lo deseché al instante, tenía todo el derecho de buscar respuestas.—Me dejaste encerrada —repuse mordaz—. No iba a quedarme sentada esperando a que vinieras por mí.—¿Cómo prendiste la luz? —cuestionó.—Magia.Me miró, incrédulo, como si no esperara esa respuesta.—Vámonos¿A dónde?Me pareció increíble que hablara español e inglés fluido. No quería menospreciar a los policías, pero la mayoría de los que conocía, solo hablaban el idioma del lugar en el que vivían. Así que e
La mayor parte del interrogatorio fueron gritos y ofensas.Sabina desde el principio fue a la pregunta: «¿Por qué mataste a Hermann?» Ni siquiera preguntó si era culpable o no. Ella ya había decidido que yo era la asesina.—Escúchame bien, perra asesina —Sabina golpeó la mesa que nos separaba y el sonido retumbó en la habitación—. Sabemos que fuiste tú, mientras más rápido cooperes, menor será el castigo. Yoav no hacía más que recargarse en la pared y observar detenidamente. Su ecuanimidad era admirable, sabía que, teniendo un testigo, más adelante podría demandar el pésimo trato al que estaba siendo sometida.Ella quería respuestas, yo también. No entendía por qué estaba viva, cómo llegué a Etiale y por qué tenía esa ropa. Y más que nada, ¿por qué me acusaban de matar a Hermann?Espontáneamente mi mano tocó la piel en dónde debería estar la bala, o al menos el agujero de bala. Lisa y sin imperfecciones.Sabina seguía gritando y diciendo cosas, lo sabía porque veía su boca moverse y