Yoav se puso de pie inmediatamente, dio dos pasos hacia nosotros, mirándome, después se detuvo y solo tomó una silla, tocándola distraídamente. Sabina se quedó sentada y me miró con expresión de total aburrimiento, después dirigió su mirada hacia Román y vi el esbozo de una pequeña, casi minúscula sonrisa. Jalea hirviendo ardió en mi interior.
Cuando Román se acercó a Sabina, vi sus intenciones de lanzársele encima, no tanto como para tener relaciones ahí mismo, pero sí para darme otra puñalada en el estómago. Centré mi atención en la mesa mientras recitaba una letra de canción para niños de forma que su interacción no fuera más que un suceso lejano que podría disfrazar como una pesadilla.
Ahora que los tenía de frente, me preguntaba cómo habría sido su relación. Amantes, ¿pero de qué tipo? ¿Se habrían querido? ¿Era algo únicamente físico? Lo primero que llegué a pensar cuando descubrí la infidelidad fue que ambos estaban hechos el uno para el otro. Mientras que la tonta e ingenua bailarina esperaba en casa, Sabina estaría metida hasta el cuello de misiones que requerían acción y adrenalina. Ella era el fuego ardiente; yo, una aburrida nube blanca.
Sin darme cuenta estaba rascando fuertemente la mesa, descarapelando la descuidada pintura seca y enterrándome astillas bajo las uñas. El dolor en mi estómago acrecentó, necesitaba comer algo ya.
Yoav me miraba, el azul gélido de sus ojos acariciándome. El tipo ya estaba enterado del chisme completo, si alguien había visto la peor versión de mí misma, era él. No creía que un agente de Etiale tuviera voz y voto en Meza, pero quería ilusionarme con la idea de que, si él no estaba de acuerdo, la misión no se llevaría a cabo.
—Odele ha aceptado los términos…
—No, alto —interrumpí a Román—. Dije que sí, pero quiero que me expliques cual va a ser mi papel. ¿Qué diré? ¿Qué haré?
Sabina rodó los ojos y se cruzó de brazos.
—Esta idiota va a arruinar todo.
—Es lo único en lo que creo que podríamos estar de acuerdo…
—Y que tu marido es un semental en la cama.
Me tomó tan desprevenida y debido al hambre voraz, no pensé en las consecuencias de lanzarme contra ella. El punto a mi favor fue que ella tampoco lo esperó, así que pude propinarle dos golpes antes de que me contuviera. Maldita zorra, no dejaría que me humillara.
Su brazo en mi cuello apenas me permitía respirar, me removía bajo ella, pero era más fuerte y tenía más entrenamiento. Pero tenía tanta hambre, el agujero en mi estómago clamaba algo, lo que fuera… Lo que fuera. En un rápido movimiento mordí su brazo fuertemente.
—¡Hija de perra!
Aproveché su distracción para lanzarme de nuevo hacia ella, esta vez, pude morder su hombro. Estaba consciente de que mis acciones eran maníacas, pero lo único en lo que podía pensar era que moría de hambre y necesitaba comer.
Román me atrapó en un segundo, sus poderosos brazos inmovilizándome, luchaba con todas las fuerzas que tenía, pero su fuerza no se comparaba con la mía.
—Tengo hambre —lloriqueé, mi frustración externándose sin miramientos—. Solo un mordisco, ya no puedo más —jadeé—. Por favor, solo un poco.
Tanto Yoav como Sabina me miraron, conmocionados.
—Está loca.
Sabina me lanzó una mirada asqueada y se alejó de mí. Ahora que veía todo con más claridad, me di cuenta de que acababa de implorar por un trozo de carne… Humana. ¿Qué me pasaba? No tenía sentido, el hambre me controlaba.
—Te voy a soltar, Odele —susurró Román en mi oído—. Y te vas a comportar.
—No, por favor —imploré—. No sé de qué sea capaz, pero tengo mucha hambre.
Todos, incluyéndome, estábamos perplejos, nadie entendía qué pasaba, pero me aterraba pensar qué era lo que podía hacer si me soltaba.
Mis jadeos desesperados y quejidos frustrados eran lo único que resonaba en la habitación. Estaba a punto de perder la cabeza, era mi única certeza.
Yoav Lablé se acercó lentamente a mí, su mirada jamás dejando la mía, sus movimientos finos y calculados me calmaban, pero no lo suficiente. Lentamente, sacó del bolsillo de su gabardina una ciruela, al verla, mi estómago gruñó.
Estando a escasos metros de mí, Román me soltó, tomé la ciruela que me ofreció y la devoré en tres bocados. Eso solo avivó mi apetito.
—Necesito más.
—Tendrás más cuando aceptes —estaba a punto de replicar, pero me di por vencida y solo asentí—. Tenemos a un agente, Francisco, lleva cuatro meses, no hay mucho avance —explicó lentamente, como si fuera una niña—. Sigue al pie de la letra mis instrucciones y todo saldrá bien.
—¿Cuánto tiempo estaré? —inquirí—. Si tu infiltrado lleva cuatro meses y cero avances, yo podría tardar años —mi estómago gruñó de nuevo—. Debí quedarme muerta.
—No moriste.
—¿Cómo sabes?
—Porque la gente muerta se queda muerta, Odele y yo te veo viva —gruñó—. Tal vez jamás te dispararon y todo fue un cuento tuyo —su mirada era un cuchillo—. Ha pasado una semana, muéstrame la herida.
Pero no había, ese era el problema. Lentamente, me levanté la playera para dejar al descubierto mi abdomen liso, sin relieves. El calor inundó mi rostro, la herida sería la única prueba de lo que pasó, pero no existía.
—No me lo explico.
—El juego que estás jugando es peligroso —murmuró Román—. Verdaderamente creí que estabas muriendo.
Ya ni siquiera repliqué.
Lo siguiente fue firmar mil documentos, escribir que estaba de acuerdo, aceptar las cláusulas y entregarme al diablo. Jugaría a ser la detective infiltrada, solo esperaba que mi bienvenida a “La Baraja” no fuera un tiro en la cabeza.
Cumplieron con su promesa, pues una vez que firmé el último papel, me dieron comida en cantidad exorbitante, lo más sorprendente fue que me comí hasta la última migaja. Y bebí como tres litros de agua.
Al final de la comida, Román y Sabina entraron, no se veían muy contentos el uno con el otro, bien.
—Debido a tu relación conmigo, se ha decidido que no puedes informarme directamente a mí —masculló—. Será a Sabina.
No, no aceptaría eso, preferiría morir.
—No, a ella no le dirigiré la palabra.
—Es eso o morir, perra.
—Que me torturen y maten, no hay problema.
—No lo aguantarías —amenazó Román.
—Ponme a prueba.
Nos miramos duramente, esta vez me obligué a aguantarle la mirada hasta el final. No supe cuánto tiempo estuvimos, pero fue Yoav quien rompió el silencio.
—Puede informarme a mí —dijo seriamente—. Cooperaré con lo necesario.
Convencer a Román fue difícil, pero al final el trato estaba cerrado.
Me infiltraría en “La Baraja” y Yoav sería mi única ancla con la realidad.
Correr, esconderme, tratar de no morir. El tiroteo llevaba un minuto que había empezado y ya había estado a punto de morir dos veces.Tanto teatro que armó el ejército para que yo lo arruinara en los primeros cinco minutos, Román me odiaría para siempre.Una semana después de haber firmado mi pacto con el diablo, sacaron a la luz “nuevas pistas” que culminaron en el arresto de un pobre drogadicto con problemas de ira al que acusaron de robo a mano armada y homicidio.Por suerte para todos, los Meyer creyeron cuando se les dijo que Hermann me sacó del tiroteo y me dejó a mi suerte mientras escapaba a Etiale porque casualmente encontraron medio millón de pesos escondidos en una cabina en la frontera, justamente ese medio millón fue el mismo que los Meyer perdieron un día anterior.Conclusión: Hermann quiso escapar con dinero de su familia, lo asaltaron y lo mataron. El drogadicto enfrentaría juicio hasta dentro de seis meses, por lo mientras estaría en una cárcel de máxima seguridad.Y
—Ah, la que mató al hijo de los riquillos esos.—Ya tienen al responsable —aporté en tono firme.—Lo atrapó la FEM, pero ellos pusieron tu foto en los medios —la chica apareció en mi campo de visión y se posicionó tras el hombre—. ¿Por qué pensarían que tú lo mataste?Esa era una pregunta que Román juró que me iban a hacer, desde el momento en que me preparó en cuestión de interrogatorio, me obligó a aprender la respuesta al derecho y al revés.—Mi papá mandó a un tipo por mí, quería que me entregara —expliqué destilando ácido—. Dijo que tenían una fotografía de Hermann conmigo, el pobre iluso le robó a sus padres y me pidió ayuda, pero yo estaba enojada porque mi marido hijo de puta me puso el cuerno —sonreí excesivamente—. Lo último que supe fue que lo mataron y a mí me habían acusado.—¿Crees que nací ayer?—Es la verdad.El tipo hizo una señal y entre dos hombres me agarraron, me removí, pero eran fuertes. La chica, pasó su lengua por su labio superior y se acercó amenazadoramente
Caminaba hacia camerinos con el corazón desbordando felicidad, pues mi debut en la prestigiosa Compañía de Danza Aérea de Meza fue un éxito.Desde niña tuve el sueño de ser la mejor bailarina de danza aérea del país, hoy apenas tuve un solo de tres minutos, pero en algún momento sería protagonista. Además, me emocionaba saber que mi marido pudo verme en acción, cada movimiento se lo dediqué y esperaba que estuviera tan orgulloso de mí, como yo de él.Román Arreola era uno de los generales más respetados del ejército de Meza, un hombre atractivo, imponente, frío y seductor. Su mirada ámbar podía ser despiadada con sus enemigos, pero dulce con la gente que quería. Su mera presencia cautivaba a cualquiera.Era la fantasía de cualquier mujer, el terror de los criminales, la justicia de los inocentes. Se rumoreaba incluso que, entre las mafias, lo apodaban “El Cazador”.Y lo amaba, pensaba que él también me amaba, pero no siempre fue así.Nuestro matrimonio fue fruto de un arreglo al que m
El olor fétido pegó de lleno en mis fosas nasales, se mezcló con un aroma metálico que podría haberme hecho vomitar de no ser porque en ese momento no tenía fuerzas para hacerlo.Abrir los párpados fue un martirio, pues ante cualquier esfuerzo mi cabeza punzaba duramente, rebotaban de un lado a otro en mi cráneo.Me sentía exhausta, incluso respirar se me dificultaba, pero conforme más era consciente del aire entrando y saliendo de mis pulmones, más recuperaba fuerzas, el latido de mi corazón bombeaba sangre a cada parte de mi ser, escuchaba el eco de los pálpitos. ¡Sangre!Sentir mi pulso me hizo ver que estaba… Viva.Respiraba, me movía, veía, sentía. Eso fue lo peor, porque, así como me hacía consciente de la parte física, también lo hacía de mis pensamientos, mis recuerdos. La realidad de la traición y la humillación.Moví un pie, luego el otro y poco a poco, mis muñecas despertaron. Ponerme de pie fue difícil, tuve que agarrarme de la pared más cercana y poner todo mi esfuerzo en
Si se trataba de un proxeneta, era su día de suerte, me puse en bandeja de plata.— Qui es vous? —su tono era ronco y grave, no había duda de que era un hombre—. Ils ont prévenu que vous as tué quelqu'un.Algo que siempre detesté de mis años de formación, fue que mis padres solo me obligaron a aprender un idioma: Inglés. No era experta, pues dejé de practicarlo con los años, pero tenía nociones que me permitirían comunicarme en nuestro país vecino del norte: Walshe.Pudiendo aprender francés, italiano o alemán, me quedé estancada en el inglés.Para el día de hoy teníamos conexiones mucho más importantes con Gremia, Schweinzig y Etiale. Meza, mi país, era el más poderoso.Eso era, debía estar en Etiale, el país vecino del sur de Meza. Y el tipo ese debía estar hablando francés.—Sorry, I don`t speak… Your fucking language.—Who are you? What are you doing here?Ay, no sé ni por qué le hablé en inglés, después de todo, tampoco es como que hubiese poca gente que supiera español. Solo que
Sentía el estómago arder por la ira, aunque también podía deberse a que estaba famélica, no había pasado ni una hora desde que desperté, pero sentía un agujero, podría comerme una vaca. El tipo ese estacionó frente a la estación junto a las patrullas, abrió la puerta y salió exponiendo toda su anatomía. Madre santa, hombres así deberían estar prohibidos, hacen que una se desconcentre, que tenga pensamientos que solo deberían aparecer en situaciones específicas… No cuando estaba arrestada y temía por mi vida.—Tengo derechos —espeté mientras me llevaba al interior de la estación—. Quiero saber de qué se me acusa.De pronto, mis piernas flaquearon y mi cabeza dio vueltas, ya no pude mantenerme en pie.—Ya no puedo —jadeé, incluso hablar requería de mucho esfuerzo—. Me siento mal.El tipo titubeó un antes de bufar y apretar los labios, me tomó entre sus poderosos y cálidos brazos para levantarme con tanta facilidad como si fuera un peluche.Me llevó hasta una especie de recepción en l
Lo último que recordaba era a Román yéndose junto con Sabina mientras mi sangre se esparcía por el suelo y luego nada, todo era un vacío negro.La noticia me dejó tan impactada, que no pude hablar, me dejé arrastrar hasta el interior de un cuarto detrás de la recepción. Fue hasta que se cerró la puerta que pude reaccionar.—No conozco a ningún Hermann, ¿no escuchaste? —mi voz sonó más chillona de lo que planeé—. ¡Alguien me mató! ¡Me dispararon! Mi esposo me abandonó para irse con su amante. ¡Me dejó morir!El tipo apretaba con fuerza mi brazo, me estaba haciendo daño, no podía creer que, aún después de soportar el dolor de la bala atravesando mi cuerpo, pudiera verme afectada por sus dedos enterrándose en mi piel. Escocía, como si estuviera al rojo vivo y mi sangre se volviera de fuego.Una vez que me soltó, vi que estábamos en una especie de oficina, la luz de la lámpara en el escritorio era muy bajita, como si el foco estuviera librando su última batalla antes de fundirse. El tipo
Mi mirada se encontró con la azul gélida de Yoav, fue suficiente para congelarme. Pude notar un ligero cambio en él, casi como si verme le diera lástima. Entonces se dio cuenta de que estaba excesivamente cerca del escritorio y su semblante cambió radicalmente.—Deja eso —ordenó en un susurro que pareció más un gruñido—. No seas entrometida.Me aparté lo más que pude esperando que se tragara el cuento de que apenas iba a revisar y en realidad no vi nada. Percibí un retazo de culpa apareciendo en mi interior, pero lo deseché al instante, tenía todo el derecho de buscar respuestas.—Me dejaste encerrada —repuse mordaz—. No iba a quedarme sentada esperando a que vinieras por mí.—¿Cómo prendiste la luz? —cuestionó.—Magia.Me miró, incrédulo, como si no esperara esa respuesta.—Vámonos¿A dónde?Me pareció increíble que hablara español e inglés fluido. No quería menospreciar a los policías, pero la mayoría de los que conocía, solo hablaban el idioma del lugar en el que vivían. Así que e