Capítulo 5

Mi mirada se encontró con la azul gélida de Yoav, fue suficiente para congelarme. Pude notar un ligero cambio en él, casi como si verme le diera lástima. Entonces se dio cuenta de que estaba excesivamente cerca del escritorio y su semblante cambió radicalmente.

—Deja eso —ordenó en un susurro que pareció más un gruñido—. No seas entrometida.

Me aparté lo más que pude esperando que se tragara el cuento de que apenas iba a revisar y en realidad no vi nada.  Percibí un retazo de culpa apareciendo en mi interior, pero lo deseché al instante, tenía todo el derecho de buscar respuestas.

—Me dejaste encerrada —repuse mordaz—. No iba a quedarme sentada esperando a que vinieras por mí.

—¿Cómo prendiste la luz? —cuestionó.

—Magia.

Me miró, incrédulo, como si no esperara esa respuesta.

—Vámonos

¿A dónde?

Me pareció increíble que hablara español e inglés fluido. No quería menospreciar a los policías, pero la mayoría de los que conocía, solo hablaban el idioma del lugar en el que vivían. Así que existían dos opciones o tenía un rango elevado o tal vez aquí tenían una educación superior.

No me moví, así que alzó las esposas en señal de que podía llevarme por las buenas o por las malas.

Solo quería que eso terminara pronto.

Una parte de mí esperaba ver a la prensa lista para comerme viva, así que mi alivio fue inmenso al que todo estaba igual de tranquilo.

Salimos por una puerta lateral, ya había una camioneta custodiada por dos soldados esperándonos. Sus armas eran tan grandes y se veían tan poderosas, que un sentimiento de angustia escaló por mi interior. ¿Qué ameritaba tanta seguridad?

Me metieron bruscamente a la camioneta, sin nadie como testigo, el miedo subió por mi garganta, me iban a desaparecer, no había de otra . Yoav se subió junto a mí, cerraron la puerta y arrancamos como si el mismo diablo nos estuviera persiguiendo.

Después de hora y media de viaje, llegamos a una zona alejada en la que esperamos pacientemente.

Supe que algo andaba mal cuando un zumbido rompió el silencia anunciando la llegada de un helicóptero.  

Todo ocurrió tan rápido, de repente ya estaban ayudando a subirme a la mole y Yoav Lablé se despedía de los soldados.

Tardamos cerca de dos horas en llegar a nuestro destino. En cuánto vi el edificio, lo reconocí: El edificio central del Ejército de Meza. Nunca había entrado, tenía un sistema de seguridad infalible, solo personal autorizado tenía acceso.

Hora y media en coche y dos horas en helicóptero, estaba cerca de la frontera con Etiale. ¿Cómo llegué hasta allá?

Con nula delicadeza me bajaron del helicóptero, tuve que entrecerrar los ojos porque una luz blanca y dura me pegó de lleno. Bueno, nos pegó de lleno, pues Yoav también se cubrió los ojos. Noté a lo lejos a tres personas que caminaban directo hacia a nosotros, pero no distinguí sus rostros.

Por el rabillo del ojo noté los movimientos nerviosos de Yoav. Un movimiento repetitivo y rápido de su mano me indicó que no estaba ni de lejos tan tranquilo como quería aparentar.

Cuando las luces duras se apagaron y solo quedaba la iluminación básica, casi me desmayé al reconocer a la mujer que nos recibió: Sabina Lara.

Casi tan alta como Yoav, me miró con desagrado desde arriba, sentí su mirada desaprobadora recorrerme de arriba abajo. El traje ajustado no dejaba nada a la imaginación y vi al agente que estaba junto a ella mirarla de reojo. Mi único consuelo fue que Yoav la miraba directo al rostro.

—Agente especial Yoav Lablé, teniente coronel…

—Sé quién es —interrumpió cortante Sabina.

Lo que más me hizo ruido fue el título: teniente coronel. ¿Qué m****a hacía un teniente coronel en una pulgosa estación de policía en la frontera de Etiale con Meza ?

—Desde aquí nos encargamos, gracias por su servicio.

—Es un caso de Etiale —declaró Yoav—. El trato fue, que compartiríamos el caso.

—Ella es de Meza, Hermann tenía nacionalidad de Meza —ronroneó Sabina casi como un coqueteo, tuve que evitar vomitar—. Nos encargamos nosotros.

—No tengo problemas con llevarla de regreso.

Imaginaba que la caída de pestañas, la sonrisa seductora y la voz apasionada le habían servido de mucho a Sabina, pero al parecer, Yoav no era de los que caían fácilmente. Ambos se miraron durante varios segundos que parecieron horas, la tensión entre ambos fue palpable, incluso uno de los agentes que acompañaban a Sabina se removió incómodo.

Por mi parte, la ira hirviente solo incrementaba por momentos. El agujero en mi estómago era cada vez mayor.

—Avisen a Etiale que su agente llegó —dijo Sabina al aire—. Y contacten inmediatamente al general Arreola, es de máxima urgencia.

Escuchar su apellido fue como recibir una cubeta de agua helada. No estaba preparada para verlo, nunca más podría. ¿Verlos interactuar? Sería más de lo que podría soportar.

Cuando avanzábamos, tomé en un acto reflejo el brazo de Yoav como si así pudiera evitarme el sufrimiento. Mi mirada era un ruego, él me miró sin odio o reproche durante un momento, como si entendiera mi sentir, pero entonces hizo una mueca, se soltó de mi agarre y me hizo una seña para continuar.

Tuve la certeza de que lo que viniera, solo sería un tormento y que lejos de generarme respuestas, solo me crearía más dudas.

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