248Un policía y su compañero tocaron la puerta. Un hombre rubio la abrió con una sonrisa en los labios, pero ésta se congeló en cuanto los vio.—Me tenías preocupa… —sus pupilas se dilataron— ¿En qué puedo ayudarlos? —preguntó, intentando mantener la calma, aunque la creciente tensión en su pecho era evidente.—¿Es usted familiar o conocido de Tomás Weaver? —inquirió uno de los oficiales, su voz grave.Fabricio tembló de pies a cabeza. Su mente quedó en blanco. —S-sí, soy… soy su novio —dijo débilmente, sintiendo cómo sus piernas se volvían de gelatina.—Hemos encontrado un Maybach gris y las placas coinciden con un tal Tomás Weaver, estaba en la autopista 44, el auto estaba destrozado —informó el oficial— me puede decir que relación tiene usted con Tomás Weaver?—¿Qué? ¿Cómo está él? ¿En qué hospital? —Las manos de Fabricio temblaban incontrolablemente, su voz apenas un susurro, se dio la vuelta para buscar sus llaves—Señor… no había nadie en el auto. Por eso vinimos. ¿Sabe
249Un timbre despertó a Julieta. Aturdida por el sueño y confundida, respondió con voz entrecortada:—¿Bueno…?—¡Julieta! Lo siento, sé que es muy tarde, pero… es… es Tomás.Esas palabras hicieron que Julieta se despertara de golpe, su mente aún nublada por el sueño, pero el pánico en su voz la alertó inmediatamente.—¿Qué sucede con Tomás? —preguntó, ahora más alerta, sin poder ocultar la ansiedad en su tono—. ¿Sigue molesto o es su mamá de nuevo?La respuesta, sin embargo, fue aún más alarmante.—Creo… creo que fue secuestrado, y no sé qué hacer —la voz de la otra persona se quebró—. ¿Qué hago si no me devuelven a mi Tomás sano y salvo, Julie?Julieta sintió como si el aire se le escapara de los pulmones. Un nudo se formó en su estómago, y sus pensamientos se atropellaron unos con otros, sin encontrar salida. El miedo la envolvió por completo.—Voy a resolver esto… lo prometo —dijo Julieta apurada—. Lo haré —dije apresurada— en media hora estoy en tu casa, no te muevas, cie
250Dimitri se inclinó hacia atrás en su silla de cuero, con el teléfono móvil pegado a su oído y el ceño fruncido de frustración. La luz tenue de su oficina proyectaba sombras largas en las paredes, haciéndolo parecer aún más siniestro.—¿Y? ¿Ya habló? —preguntó, su tono cortante reflejando su impaciencia.Al otro lado de la línea, uno de sus hombres dudó antes de responder. Sabía que Dimitri no toleraba la incompetencia.—Aún no dice nada, jefe. El tipo insiste en que no sabe nada… Pero podríamos pasar a cortar, ¿no? —La sugerencia del matón estaba cargada de sadismo, y su risa áspera resonó al otro lado de la línea.Dimitri apretó los dientes, considerando la propuesta. Había invertido mucho tiempo y dinero en retrasar el juicio, pero no había logrado poner sus manos en la evidencia que buscaba. El amigo de Julieta era su única pista, y eliminarlo ahora sería desperdiciar una oportunidad valiosa.—No. Espera un momento. —Su voz salió fría, calculadora—. Déjalo allí, sin agua n
251El rugido de los motores se había apagado hace unos minutos, pero todavía no se movían de la carretera desierta. Marcelo estaba mirando al frente, su mirada fija y decidida mientras Julieta, estaba a su lado esperando, sostenía el dispositivo con el rastreador que indicaba la ubicación exacta de Tomás. Cada segundo contaba, y ambos lo sabían.—Estamos cerca de recuperarlo —dijo Julieta, revisando el mapa en la pantalla—. El GPS marca una bodega abandonada al final de la calle —señaló hacia el lugar.Marcelo asintió y apretó los puños. Atrás, dos camionetas llenas de hombres entrenados seguían esperando instrucciones, las otras dos ya estaban en posiciones. Julieta había movilizado todo lo que tenía a su disposición para rescatar a su mejor amigo.La bodega se alzaba frente a ellos, oscura y silenciosa, como un animal agazapado esperando atacar. Marcelo apagó las luces del auto y señaló a los hombres que se prepararan.—Julieta, quédate aquí —ordenó Marcelo, su tono firme pero prot
252—Ya voy al límite, Julieta —respondió Marcelo con la mandíbula apretada—. No te preocupes, lo llevaremos a tiempo.Tomás murmuró algo inaudible y se movió ligeramente, lo que hizo que Julieta se inclinara más cerca de él.—Estoy aquí, Tomás. No te preocupes. Vamos al hospital —le dijo, acariciando suavemente su cabello.—Duele… todo duele —murmuró él con voz apenas audible y los ojos cerrados.—Lo sé, lo sé —respondió Julieta, con lágrimas en los ojos—. Pero estarás bien. No voy a dejar que te pase nada. ¡Tiene fiebre!Cuando llegaron al hospital, ya había personal médico esperando. Marcelo había llamado de camino para informarles que llevaban a un paciente en estado crítico.—¡Rápido, necesitamos una camilla! —gritó Julieta al bajarse de la camioneta.Dos paramédicos llegaron corriendo con una camilla. Marcelo y uno de los hombres ayudaron a levantar a Tomás con cuidado, mientras los médicos les pedían espacio.—¿Qué le pasó? —preguntó uno de los médicos.—Fue… golpeado
1 POV Julieta Mi respiración estaba atascada en mi garganta mientras él bombeaba sin descanso dentro de mí, una explosión se acumulaba en mi vientre bajo ya familiar para mí. Miré sus hermosos ojos de azules que me devolvían la mirada de manera cálida. Era el único momento que teníamos donde no era como el hombre de las nieves, frío y distante. Siempre era tan frío en el trabajo, que me siento privilegiada cuando la calidez entra en su mirada y solo es para mí, compaginando con su cuerpo caliente. Sus musculosos brazos sostenían todo su peso me besaba de manera ardorosa mordiendo mis labios casi con saña. Me entrego sin vergüenza al único hombre que he amado siempre. Llegamos a nuestro clímax casi al mismo tiempo y me siento en las nubes. Como cada vez. Aún mi sudor no se había secado cuando él ya estaba levantándose de la cama y metiéndose al baño. Suspiré un poco triste, pero ya acostumbrada porque nunca fue el tipo de hombre que se acurruca y se queda horas hablando o simpl
2POV JulietaLos murmullos en la oficina empezaron a crecer en toda la oficina, sus compañeros de trabajo eran bastantes chismosos y amaban regarlo en los demás pisos de la compañía.—Pensé que salía con Julieta, juraba que era su amante —dijo un hombre al que la misma Julieta había rechazado con educación en varias ocasiones.—Liliane es más bonita, mírala —dijo alguien más— toda la clase y la belleza que tiene la chica, no como ella que se cree la gran cosa.—Liliane siempre ha hecho gran pareja con el señor Maximiliano, no sé porque no se casaron hace cinco años —dijo una mujer cerca de Julieta.La madre de Max la favorecía frente a su hijo y de mí misma siempre que podía, para que él no se olvide de ella. No sé por qué Max no admite que tenemos una relación, así su madre lo dejaría en paz, sería lo más fácil.—Lamento tener que decepcionarlas —dijo Max Hawks sin pizca de arrepentimiento en su voz o su rostro—. Tengo una videoconferencia…—En cinco minutos con la gente de S
3POV JulietaMe tuve que quedar hoy viernes hasta tarde para hacer unos pendientes que se retrasaron por nuestra escapada al hotel y la videoconferencia de Shanghái, él se había ido hace mucho rato.Eran las nueve de la noche cuando salí de la oficina y estaba totalmente solitario y oscuro, los demás se habían ido y me fui caminando sola hasta llegar a la estación del metro, que quedaba al menos unas ocho cuadras de Hawks Holdings. Sin embargo, era mi rutina diaria y mi único ejercicio, no importaba qué tan tarde saliera me gustaba tomar transporte público me hacía sentir menos sola.Cuando llegué a mi casa sintiendo mi alma apesumbrada, sola, vi a mi alrededor. Solo tenía alumbrada la cocina; todo lo demás estaba a oscuras. Nadie me esperaba, nadie me abrazaba. Tenía al menos cinco años sin ver a mi familia simplemente porque no quería regresar.—Que sola me veo en el futuro —solo el eco era mi compañía. Ni siquiera me atrevía a tener una mascota porque a Max no le gustaba el p