166La enfermera llegó rápido, acompañada por Callum, y comenzó a revisar a Maximiliano. Él intentaba enfocarse en las palabras de la mujer mientras esta lo examinaba con precisión. —¿Sabe dónde está, señor Hawks? —preguntó ella, anotando algo en su tabla. —Hospital… —murmuró él, entrecerrando los ojos mientras su mente volvía a centrarse— lo siento, no vi el nombre al llegar.La enfermera asintió. —Perfecto. Y dígame, ¿cómo se siente? —eran preguntas frecuentes.—Aturdido… pero… —hizo una pausa, buscando desesperado entre sus pensamientos algo que lo reconfortara—. ¿Mi hija? ¿Julieta? ¿Sabe como está mi mujer y mi hija? —las preguntas de Max salieron atropelladamente de sus labios, a Julieta se le calentó el corazón al oír decirle su mujer.La enfermera sonrió con dulzura y señaló con la cabeza hacia su izquierda. —Ambas están aquí, sanas y a salvo. Bienvenido de regreso a la tierra de los vivos, señor Hawks —le dijo con alegría de que un paciente parecía estar bien—
167Las palabras hicieron que Maximiliano se quedara inmóvil por un instante del color más rojo que Julieta algunas vez lo hubiera visto y trató de contener la lengua de su mejor amigo… solo que fue demasiado tarde. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su tono bajo, frío y mortal cargado de sospecha, mientras miraba fijamente a Tomás— es metafórico ¿Cierto?Julieta abrió los ojos como platos, alarmada, y le lanzó a Tomás una mirada que claramente decía: ¡No digas nada! Pero, como siempre, Tomás decidió ignorarla. —¿No sabes aún? Julieta te donó sangre mientras estaba expulsando a su hermosa niña —soltó casualmente, como si fuera la cosa más normal del mundo. —¿¡Qué!? —gritó Maximiliano, girando la cabeza hacia Julieta con una mezcla de enojo y asombro— ¡Estás loca! —continuó, su voz elevándose mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar—. ¿Cómo se te ocurre hacer tal cosa? Julieta lo miró fijamente, sus ojos ardiendo de determinación. —No estoy loca, Maxi
168.Julieta y Max se quedaron más tiempo en el hospital, Julieta para ver cómo se recuperaba por la donación de sangre y haber dado a luz al mismo tiempo, y Max por su operación. Anthony, el abuelo de Max, fue a visitarlos con globos y regalos para su bisnieta y estaba encantado con cargar a la tercera generación de los Hawks. Estaba más que contento y se los hizo saber con gran alegría y muchos regalos que sus asistentes entregaron. Julieta estaba feliz de que su hija fuera aceptada por el maestro Hawks, aunque siempre tuvo su apoyo. —Está hermosa, hola, hola… —le hacía carantoñas a su bisnieta— espero que mi nieto se esté portando bien, sino avísame y yo mismo le doy una tunda con mi bastón.—Gracias, maestro Hawks —dijo Julieta con una risita— se está portando como un buen papá.Ese comentario no le gustó a Maximiliano, él quería ser más que el papá de Maxime —era un honor— pero quería llegar a ser su esposo… si ella se lo permitía, pero tal parece que las cosas no habían ca
169Max intentó hablar, pero su cuerpo aún no respondía por completo. Miró los papeles en las manos de Julieta, incapaz de explicar lo que había sucedido.—No… no fue así… —suspira por fin y se explica, la mira a los ojos— cualquier cosa podía pasar y quería dejar a mi hija protegida con su patrimonio ¿Quién mejor que su madre para cuidar eso?Julieta lo miró con desesperación. El miedo se apoderó de su estómago, y la frustración brotó sin control.—¡Esto no tiene sentido! —gritó, pero su voz se quebró—. ¿Qué va a decir tu madre? ¡Brigitte va a pegar el grito al cielo cuando lo descubra! —la niña seguía profundamente ajena a los gritos de su madre ya que recién le habían dado de comer— deshazte de esto —le ordena al abogado.—Imposible, se filtró la noticia y saben que Hawks Holding cambio de dueño y la torre Hawks se volvió un caos. Es por eso que estoy aquí —explica tranquilamente, apreciaba a Julieta, pero esto era cuestión de trabajo y tenia que optar por una máscara de profe
170Max la observó en silencio, un leve gesto de satisfacción cruzando su rostro. Sabía que Julieta estaba tomando una decisión importante, y aunque dudara, sabía que estaba tomando el camino correcto, uno que, aunque incierto, la llevaría a ser una mujer más fuerte, capaz de enfrentar lo que viniera.Julieta caminaba de un lado a otro en su amplio dormitorio. Había intentado leer un libro, incluso tomar un baño para despejar su mente, pero nada parecía funcionar. Las palabras de Maximiliano y del abogado Yoon resonaban una y otra vez en su cabeza, como un eco interminable. Veía a su hija en su cunita y no sabía si la decisión era la correcta, pero creía haber llegado a una conclusión.Ya la decisión estaba tomada.No podía ignorarlo más. Agarró su teléfono y marcó el número de Max. Dudó un instante antes de presionar “llamar”, pero el sonido de la línea al otro lado la obligó a enfrentarlo. Le habían dado de alta hace un par de días y simplemente se sintió mal regresar a la
171 El sonido del timbre resonó por toda la casa, sacando a Julieta de su nerviosismo. Había pasado las últimas dos horas organizando, reorganizando y preguntándose si esta conversación era buena idea. Cuando abrió la puerta, encontró a Isabel, un poco delgada y pálida, pero con una energía tranquila que no había visto antes. —Julieta, hola —saludó Isabel, sosteniendo un pequeño ramo de flores— me alegra que ya estés de regreso en casa. —¡Isabel! —respondió Julieta, dando un paso al frente para abrazarla suavemente—. Pasa, por favor. Gracias. Una vez dentro, Julieta la guió hacia la sala. La casa aún tenía ese aire de instalación reciente, con cajas abiertas y muebles recién colocados. Isabel se acomodó en el sofá mientras Julieta recogía un par de juguetes del piso y se movía inquieta. La conversación con Maximiliano le había ayudado mucho y llegó a la conclusión que necesita personas de confianza. —¿Quieres un café? ¿Un té? ¿Un refresco? —preguntó Julieta, tratando de
172Los ojos de Isabel se abrieron de par en par. —¿Qué? ¿Tu asistente? ¿De verdad? —la miró incrédula— pero… pero… estoy embarazada.Julieta asintió con seriedad, aunque una sonrisa comenzó a asomarse en sus labios sin poder contener la. —Sí. Aún no se te nota el embarazo, así que creo que podríamos trabajar juntas sin levantar sospechas, al menos por ahora, su que tampoco es que importe si saben de tu embarazo —le comenta su plan—. Pero sobre todo… siento que podríamos complementarnos muy bien. Isabel se quedó callada un momento, claramente tocada por la propuesta. —¿Estás segura de esto, Julieta? No quiero que lo hagas por… —Isabel se puso nerviosa.Julieta le tomó la mano para que confiará en sus palabras, mirándola directamente a los ojos.—No es por lástima, no por nuestra amistad, Isabel, ni por obligación —la interrumpió Julieta con suavidad—. Lo hago porque confío en ti. Porque creo que podrías ser una gran aliada en todo esto, y porque… —hizo una pausa, mirand
173Isabel abrió los ojos de repente, notando la sombra de Callum sobre ella. Parpadeó, confundida, hasta que sus miradas se cruzaron. Los ojos de Callum estaban oscuros, como chocolate caliente en una noche fría, llenos de un deseo ardiente que hizo que su cuerpo reaccionara de inmediato. El aire parecía cargado, y el tiempo, suspendido. Isabel sintió un estremecimiento recorrer su piel, como si el calor del agua no fuera suficiente para contrarrestar la intensidad de su mirada. Si—Callum… —murmuró, su voz apenas un susurro. Pero él no respondió. Sus labios se entreabrieron, y ella pudo ver la lucha interna en su expresión, entre el hombre controlador y protector que había sido y el hombre vulnerable que ahora se arrodillaba ante ella. —No quería asustarte… —dijo él finalmente, su voz ronca. Isabel tragó saliva, incapaz de apartar la mirada. Una mezcla de tensión y algo más profundo, algo que no quería nombrar, llenaba el espacio entre ellos. El silencio entre ellos