172Los ojos de Isabel se abrieron de par en par. —¿Qué? ¿Tu asistente? ¿De verdad? —la miró incrédula— pero… pero… estoy embarazada.Julieta asintió con seriedad, aunque una sonrisa comenzó a asomarse en sus labios sin poder contener la. —Sí. Aún no se te nota el embarazo, así que creo que podríamos trabajar juntas sin levantar sospechas, al menos por ahora, su que tampoco es que importe si saben de tu embarazo —le comenta su plan—. Pero sobre todo… siento que podríamos complementarnos muy bien. Isabel se quedó callada un momento, claramente tocada por la propuesta. —¿Estás segura de esto, Julieta? No quiero que lo hagas por… —Isabel se puso nerviosa.Julieta le tomó la mano para que confiará en sus palabras, mirándola directamente a los ojos.—No es por lástima, no por nuestra amistad, Isabel, ni por obligación —la interrumpió Julieta con suavidad—. Lo hago porque confío en ti. Porque creo que podrías ser una gran aliada en todo esto, y porque… —hizo una pausa, mirand
173 Isabel abrió los ojos de repente, notando la sombra de Callum sobre ella. Parpadeó, confundida, hasta que sus miradas se cruzaron. Los ojos de Callum estaban oscuros, como chocolate caliente en una noche fría, llenos de un deseo ardiente que hizo que su cuerpo reaccionara de inmediato. El aire parecía cargado, y el tiempo, suspendido. Isabel sintió un estremecimiento recorrer su piel, como si el calor del agua no fuera suficiente para contrarrestar la intensidad de su mirada. Si—Callum… —murmuró, su voz apenas un susurro. Pero él no respondió. Sus labios se entreabrieron, y ella pudo ver la lucha interna en su expresión, entre el hombre controlador y protector que había sido y el hombre vulnerable que ahora se arrodillaba ante ella. —No quería asustarte… —dijo él finalmente, su voz ronca. Isabel tragó saliva, incapaz de apartar la mirada. Una mezcla de tensión y algo más profundo, algo que no quería nombrar, llenaba el espacio entre ellos. El silencio entre ell
174Isabel tenía ganas de gritarle a ese hombre, últimamente hasta su voz le parecía insoportable ¿Y ahora tenía que tolerar su comportamiento machista?—¿Y entonces? —preguntó, con un tono desafiante mientras llenaba la tetera con agua para preparar su termo—. No estoy enferma terminal, Callum. Solo estoy embarazada. Muchas mujeres trabajan estando embarazadas.Callum se levantó, dejando el periódico olvidado en la mesa.—Sí, lo sé, acabas de salir del hospital y no creo conveniente que sigas trabajando y además esas mujeres no son mis mujeres. Tú lo eres —replicó, acercándose a ella con firmeza.Isabel dejó caer unas conchitas de limón seco en su taza y se giró lentamente para enfrentarlo. Su mirada era helada, pero su voz era controlada. —No soy tu mujer, Callum —le deja claro Isabel y se sintió como una puñalada, Isabel casi da un paso atrás y se disculpa, pero no podía hacer eso. Él tenía que empezar a aceptar que no era una muñeca inflable, era una persona independiente.
175Mientras los asistentes a la reunión se retiraban, algunos murmuraban entre dientes, claramente descontentos con la idea de ser dirigidos por una mujer tan joven. Isabel notó cómo Julieta apretaba los labios, controlando su irritación. Cuando la sala quedó vacía, Isabel la mira un rato.—Estuviste increíble. Aunque sé que ese tipo te sacó de tus casillas— susurra, dándole ánimos— todo mejora con el tiempo. Julieta suspiró, apoyándose brevemente en la mesa. —No tengo que gustarles, solo obedecerme. Ya me encargaré de ganarme el respeto con resultados —dijo finalmente, luego de pensarlo un poco. Sin embargo, su expresión cambió de repente; algo más urgente la incomodaba. —¿Estás bien? —pregunta Isabel preocupada.—Voy al baño un momento. Ya regreso —dijo con aire de urgencia sin esperar respuesta de Isabel.Julieta caminó con paso rápido hacia el baño privado de su oficina. Sus senos estaban hinchados y doloridos, y sabía que tenía que extraer la leche para su hija
176Tomás, que había estado observando en silencio, intervino con una sonrisa. —No sé ustedes, pero estoy muy orgulloso de ti, Julieta. Has demostrado que puedes con todo lo que te propongas —Tomás rompe la tensión del momento.Max asintió lentamente, sus ojos fijos en ella. —Tomás tiene razón. Estoy orgulloso de ti. Más de lo que podría expresar —agrega en voz baja, solo para ella. Lo que hace que sus mejillas adopten el color rosa.Julieta sintió cómo su corazón se aceleraba ante esas palabras. Desvió la mirada hacia Maxime, acariciando suavemente su cabecita. La pequeña se movió, emitiendo un sonido suave que hizo que todos sonrieran.El momento de tensión quedó atrás, reemplazado por un ambiente cálido y familiar. Por un instante, todo parecía estar en su lugar.—Quiero abrir una guardería para los trabajadores —dijo mordiendo su labio inferior.—Eso sería bueno, definitivamente otro enfoque —admitió Max. Mientras él trabajaba Tras la conversación sobre Brigitte, Tomá
177Maximiliano había esperado nervioso, tamborileaba los dedos contra el volante mientras miraba la entrada de la casa de Julieta. La impaciencia lo estaba carcomiendo, y su mente no dejaba de darle vueltas a lo que debería decir. Así que salió del auto a esperar al idiota.—¿Qué hago aquí? —se preguntó en voz baja, apoyando la frente en el volante. Luego suspiró y se enderezó. —Tal vez debería irme. Ella ni siquiera me quiere aquí… ¿no? —sigue pensando en voz alta como si la oscuridad fuera a darle una respuesta.El silencio en el coche parecía responderle con el eco de su inseguridad, pero entonces vio movimientos en la puerta de entrada. Enderezó la espalda instintivamente, como si un resorte invisible lo empujara. Miró la hora. —¿No han pasado ni diez minutos? —murmuró, sorprendido. La puerta se abrió, y allí estaba Jameson, saliendo con una expresión de derrota en el rostro, como si hubiera perdido una batalla antes de siquiera entrar en combate. Una sonrisa floreció
178.Isabel la miró de reojo. Sabía que Julieta era una mujer fuerte y decidida, pero siempre parecía tener esa faceta cálida cuando se trataba de su hija y de Maximiliano, aunque ella quiera cubrirlo con dureza. Los ojos no mentían. —Tienes un equilibrio admirable con la niña y el trabajo, Julieta —comentó Isabel con una leve sonrisa. —¿Equilibrio? Más bien, voy improvisando sobre la marcha y tratando de no caerme —respondió Julieta con una carcajada breve, pero sincera—. Ser mamá y dirigir una empresa al mismo tiempo es como caminar por la cuerda floja. Sobre todo porque no me ha dado tiempo de nada para procesar todo está locura —suspira.El ascensor llegó al piso de la oficina y ambas salieron. Isabel le cedió el cochecito a Julieta, quien se inclinó para besar la frente de Maxime antes de acomodarla cerca de su escritorio. —Veamos cómo nos va con el almuerzo. Si todo sale bien, estaremos en el parque antes de que el sol comience a bajar —comenta Julieta soñadora. Isa
179El humo se extendió rápidamente, nublando su visión y ahogando el sonido. Julieta estaba atrapada bajo el peso de Sebastián, que permanecía inconsciente encima de ella. Intentó moverse, pero su cuerpo no respondía, y su respiración era cada vez más difícil. Sus pensamientos comenzaron a desvanecerse, llevándola a un recuerdo vívido: su pequeña hija, Maxime, con su cabello rubio y sus grandes ojos llenos de inocencia. “¿Es esto lo último que veré?” pensó, mientras el mundo se sumía en un silencio absoluto y abrumador.La conciencia iba y venía, como olas golpeando una roca, llevándose todo rastro de estabilidad. Julieta no entendía qué pasaba, y las luces y las voces gritadas intermitentes a su alrededor la aturdían más de lo que ayudaban. Pero, nuevamente, la oscuridad la envolvía en su abrazo, llevándola a un lugar sin tiempo ni sentido. Cuando finalmente despertó, una calma inquietante la recibió. Una habitación blanca, silenciosa, y el pitido rítmico de una máquina cerca