175Mientras los asistentes a la reunión se retiraban, algunos murmuraban entre dientes, claramente descontentos con la idea de ser dirigidos por una mujer tan joven. Isabel notó cómo Julieta apretaba los labios, controlando su irritación. Cuando la sala quedó vacía, Isabel la mira un rato.—Estuviste increíble. Aunque sé que ese tipo te sacó de tus casillas— susurra, dándole ánimos— todo mejora con el tiempo. Julieta suspiró, apoyándose brevemente en la mesa. —No tengo que gustarles, solo obedecerme. Ya me encargaré de ganarme el respeto con resultados —dijo finalmente, luego de pensarlo un poco. Sin embargo, su expresión cambió de repente; algo más urgente la incomodaba. —¿Estás bien? —pregunta Isabel preocupada.—Voy al baño un momento. Ya regreso —dijo con aire de urgencia sin esperar respuesta de Isabel.Julieta caminó con paso rápido hacia el baño privado de su oficina. Sus senos estaban hinchados y doloridos, y sabía que tenía que extraer la leche para su hija
176Tomás, que había estado observando en silencio, intervino con una sonrisa. —No sé ustedes, pero estoy muy orgulloso de ti, Julieta. Has demostrado que puedes con todo lo que te propongas —Tomás rompe la tensión del momento.Max asintió lentamente, sus ojos fijos en ella. —Tomás tiene razón. Estoy orgulloso de ti. Más de lo que podría expresar —agrega en voz baja, solo para ella. Lo que hace que sus mejillas adopten el color rosa.Julieta sintió cómo su corazón se aceleraba ante esas palabras. Desvió la mirada hacia Maxime, acariciando suavemente su cabecita. La pequeña se movió, emitiendo un sonido suave que hizo que todos sonrieran.El momento de tensión quedó atrás, reemplazado por un ambiente cálido y familiar. Por un instante, todo parecía estar en su lugar.—Quiero abrir una guardería para los trabajadores —dijo mordiendo su labio inferior.—Eso sería bueno, definitivamente otro enfoque —admitió Max. Mientras él trabajaba Tras la conversación sobre Brigitte, Tomá
177Maximiliano había esperado nervioso, tamborileaba los dedos contra el volante mientras miraba la entrada de la casa de Julieta. La impaciencia lo estaba carcomiendo, y su mente no dejaba de darle vueltas a lo que debería decir. Así que salió del auto a esperar al idiota.—¿Qué hago aquí? —se preguntó en voz baja, apoyando la frente en el volante. Luego suspiró y se enderezó. —Tal vez debería irme. Ella ni siquiera me quiere aquí… ¿no? —sigue pensando en voz alta como si la oscuridad fuera a darle una respuesta.El silencio en el coche parecía responderle con el eco de su inseguridad, pero entonces vio movimientos en la puerta de entrada. Enderezó la espalda instintivamente, como si un resorte invisible lo empujara. Miró la hora. —¿No han pasado ni diez minutos? —murmuró, sorprendido. La puerta se abrió, y allí estaba Jameson, saliendo con una expresión de derrota en el rostro, como si hubiera perdido una batalla antes de siquiera entrar en combate. Una sonrisa floreció
178.Isabel la miró de reojo. Sabía que Julieta era una mujer fuerte y decidida, pero siempre parecía tener esa faceta cálida cuando se trataba de su hija y de Maximiliano, aunque ella quiera cubrirlo con dureza. Los ojos no mentían. —Tienes un equilibrio admirable con la niña y el trabajo, Julieta —comentó Isabel con una leve sonrisa. —¿Equilibrio? Más bien, voy improvisando sobre la marcha y tratando de no caerme —respondió Julieta con una carcajada breve, pero sincera—. Ser mamá y dirigir una empresa al mismo tiempo es como caminar por la cuerda floja. Sobre todo porque no me ha dado tiempo de nada para procesar todo está locura —suspira.El ascensor llegó al piso de la oficina y ambas salieron. Isabel le cedió el cochecito a Julieta, quien se inclinó para besar la frente de Maxime antes de acomodarla cerca de su escritorio. —Veamos cómo nos va con el almuerzo. Si todo sale bien, estaremos en el parque antes de que el sol comience a bajar —comenta Julieta soñadora. Isa
179El humo se extendió rápidamente, nublando su visión y ahogando el sonido. Julieta estaba atrapada bajo el peso de Sebastián, que permanecía inconsciente encima de ella. Intentó moverse, pero su cuerpo no respondía, y su respiración era cada vez más difícil. Sus pensamientos comenzaron a desvanecerse, llevándola a un recuerdo vívido: su pequeña hija, Maxime, con su cabello rubio y sus grandes ojos llenos de inocencia. “¿Es esto lo último que veré?” pensó, mientras el mundo se sumía en un silencio absoluto y abrumador.La conciencia iba y venía, como olas golpeando una roca, llevándose todo rastro de estabilidad. Julieta no entendía qué pasaba, y las luces y las voces gritadas intermitentes a su alrededor la aturdían más de lo que ayudaban. Pero, nuevamente, la oscuridad la envolvía en su abrazo, llevándola a un lugar sin tiempo ni sentido. Cuando finalmente despertó, una calma inquietante la recibió. Una habitación blanca, silenciosa, y el pitido rítmico de una máquina cerca
180—Hola —dijo con voz pequeña, sintiéndose perdida.Se preguntó que hacía aquí… tal vez ni quiera verla.—Señorita Beaumont… —murmuró, claramente sorprendido— ¿Cómo está?—Perdón por interrumpir —dijo Julieta, jugando con los bordes de la bata mientras trataba de no mirar directamente a su torso—. Sólo quería… agradecerle por salvarme la vida. Estoy bien gracias a usted —sus ojos se llenaron de lágrimas de verlo pasando dolor por su culpa.Una sonrisa suave se dibujó en el rostro de Sebastián, a pesar del dolor evidente que estaba soportando. —No hay nada que agradecer. Fue instinto, no podía permitir que algo le pasara —sonríe el guapo socio, pero pronto se convierte en una mueca de dolor.Julieta sintió un nudo en la garganta, profundamente conmovida por su actitud. —Aun así, lo valoro mucho. Gracias… de verdad —contesta Julieta.Sebastián asintió, su mirada cálida a pesar de su usual semblante reservado. —Es un placer verla de pie. Eso es lo que importa —asiente se
181El sol estaba a punto de ocultarse cuando Julieta y Maximiliano llegaron a casa, Max había manejado en silencio, pensativo, mientras Julieta trataba de mantener una conversación ligera, aunque el cansancio empezaba a ganarle. La llamada con Tomás había sido alegre y vivaz, pero el cansancio cada vez era más presente.Al doblar la esquina, ambos notaron una figura conocida junto a la reja. Mark Hawks, el padre de Maximiliano, estaba allí, con las manos en los bolsillos y una bolsa con regalos junto a sus pies. Julieta sintió la tensión de Max antes de que él siquiera hablara.—Max… Máxime —susurro de nuevo Julieta al mismo tiempo que Max habla. —¿Qué hace aquí? —murmuró Max, sus dedos apretando el volante. —Supongo que vino a conocer a Maxime —respondió Julieta, mirándolo con cautela. Antes había hablado precipitadamente y detuvo a Max cuando quiso salir como un loco.El auto seguía frente a la casa, y Mark, al verlos llegar, enderezó su postura. Su respiración se aceler
182Unos días después, Julieta recibió una llamada de la policía solicitándole que acudiera a la comisaría. Querían tomar su declaración sobre la explosión en el restaurante y saber si había alguien que pudiera tener motivos para hacerle daño. Julieta accedió, aunque el tema le generaba cierta incomodidad. Cuando llegó a la sala de interrogatorios, dos oficiales, un hombre y una mujer, la esperaban con una actitud profesional, pero amable. La invitaron a sentarse antes de comenzar con las preguntas.—Señorita Beaumont, gracias por venir. Sabemos que ha pasado por mucho estos días, pero queremos aclarar cualquier posible amenaza hacia usted o su entorno. ¿Tiene alguna idea de quién podría haber hecho esto o si alguien podría desearle algún mal? —preguntó el oficial. Julieta negó con la cabeza casi de inmediato. —No, no que yo sepa. Hawks Holding es una empresa grande, pero no tengo enemigos personales que yo recuerde —lo dice obviando el tema de Dimitri. Nunca se reveló ofic