183Julieta llegó a casa con una sensación de inquietud que no podía ignorar. Era bueno que Nicoll estuviera con Maxime en el parque y así poder hacer está llamada. Apenas dejó su bolso en el sofá, tomó el teléfono y marcó el número de Maximiliano. Él contestó al segundo timbre. —¿Julieta? —Su voz era firme, pero con un tinte de preocupación— ¿Máxime está bien? —Sí, ella está perfecta como siempre. Max… ¿puedes venir a mi casa? Necesito hablar contigo —murmuró. Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, seguido de un suspiro. —Claro, estaré allí en una hora —se levanta de la cama a pesar de su malestar.Tal como siempre, Maximiliano llegó puntual. Vestía un traje oscuro que realzaba su imponente presencia. Cuando Julieta le abrió la puerta, él la observó detenidamente.—Estás nerviosa —dijo al instante, cruzando los brazos. Su mirada penetrante no le daba escapatoria—. Ve al punto, Julieta. Presiento que no me va a gustar. Y me estás poniendo nervioso.Julieta resp
184Julieta regresó al trabajo con una sonrisa al día siguiente, esforzándose por mantener la normalidad. Aunque los días recientes habían sido complicados, se sentía más tranquila sabiendo que Maxime estaba bien cuidada. Nicoll, como siempre, era impecable en su labor y se encargaba personalmente de la pequeña. Era imposible no notar cómo muchos en la oficina se habían encariñado con la bebé Hawks; ya todos la conocían y la adoraban.Además, la nueva guardería en las instalaciones estaba casi lista. Julieta revisaba la lista de niños inscritos mientras sentía un orgullo inmenso por haber impulsado ese proyecto. Todo parecía estar encajando perfectamente, al menos por ahora.Mientras revisaba algunos informes en su oficina, Isabel entró con discreción, cerrando la puerta tras de sí.—Señorita Beaumont —dijo, con una mezcla de seriedad y curiosidad en su tono—. Tiene una visita.Julieta levantó la vista de los papeles, arqueando una ceja. —¿Quién es? Y dime Julieta, estamos sol
185Marcelo continuó si explicación, su palabras dirigiéndose tanto a Isabel como a Julieta.—Hasta ahora, hemos intentado mantener el secuestro de Julieta en silencio. No queríamos que se filtrara información, pero si, Dimitri está activo otra vez, y debemos actuar de inmediato —les informa— las dos son objetivos por lo que para mí cuenta.Maximiliano cerró los ojos un momento, tratando de mantener la calma. Luego se volvió hacia Julieta, sus ojos llenos de determinación.—No voy a permitir que ese hombre te haga daño otra vez, Julieta —le asegura nervioso— debemos hacer esto bien está vez.—¿Qué sugieres? —preguntó Isabel, su rostro reflejando la misma preocupación que Julieta.Marcelo respondió está vez por Max:—Lo primero es aumentar la seguridad de ambas. Julieta y tú también, Isabel necesitan guardaespaldas de tiempo completo. No podemos arriesgarnos.—No quiero… —Julieta comenzó a protestar, pero Max la interrumpió.—Yo… es que… no creo que yo necesite… —en eso Marcelo
186Tomás, con una taza de café en la mano y ojeras que delataban noches largas, suspiró profundamente mientras revisaba la lista interminable de pendientes. Había avanzado, sí, pero los imprevistos seguían apareciendo como si fueran una prueba constante de su paciencia.—Ser yo es tan complicado —murmuró en voz alta, sin darse cuenta de que estaba siendo observado por dos personas que sonreían al oírlo.—¿Hablando solo otra vez? —la voz divertida de Verónica lo sacó de sus pensamientos. Su socia, siempre impecable y con esa energía arrolladora, entró al lugar con una sonrisa. Detrás de ella venía Andreas Von Heller, su esposo, un hombre alto y con una presencia imponente, pero con un aire relajado que lo hacía accesible.—Más bien desahogándome —respondió Tomás, dejando el café sobre la mesa y cruzándose de brazos—. Esto es un caos. Si no es el DJ, son las luces, y si no, alguna modelo que decide desaparecer justo antes de los ensayos —resopla, las modelos a veces no ayudan. Esto
187El móvil tembló en su mano mientras el color desaparecía de su rostro. Sabía exactamente quién era. Esa voz la había perseguido en sus peores pesadillas.—Gunter… —murmuró, incapaz de contener el temblor en su voz.—¿Extrañaste mi voz, Isabel? Porque yo no he dejado de pensar en ti, en todo lo que me quitaste —su voz sonando siniestra a oídos de Isabel que tembló en su silla.Isabel sintió como si el suelo bajo sus pies se desmoronara. Esta no podía ser una llamada desde la cárcel. No era posible. Había un acuerdo, una condena… ¿o no? —¿Cómo…? —Intentó preguntar, pero las palabras no salían. —¿Cómo estoy hablando con mi esposa? —interrumpió Gunter, su tono teñido de burla. —Ex… soy… nos divorciamos Gunter —Isabel habló con un poco de valentía.—Eso no es lo importante. Lo que importa es que estoy aquí y que tú no vas a escapar de mí —se burla con hastío— estamos casados, bebé. No puedes dejarme y ya. Así no funcionan las cosas, pero veo que necesitas una lección.La
188Julieta, notando la chispa de indecisión en los ojos de Isabel, sonrió con complicidad. —¡Qué buena idea, Isa! Yo sé que yo no lo pensaría dos veces. ¡Esa sopa es un regalo para el alma! —bromeó, intentando animarla. Isabel suspiró y finalmente asintió, aunque fuera a regañadientes. —Está bien —dijo con voz baja—, aunque no sé cómo voy a comer algo con los nervios destrozados. —No te preocupes —respondió Callum con una leve sonrisa—. No es solo por la comida, también para que te distraigas un poco. Mientras Julieta sonreía satisfecha por la decisión, Isabel miró a Callum, agradecida en silencio por su paciencia. Aunque las emociones seguían revueltas en su interior, sabía que ambos solo querían lo mejor para ella. Una comida tranquila con Callum podría ser justo lo que necesitaba para empezar a despejarse.Isabel miraba por la ventana del coche, perdida en sus pensamientos. Callum, que sostenía el volante con una mano, la observó de reojo. No estaba acostumbrado a
189Callum, que parecía más animado que nunca desde que le dijo que sí, le mostró el cuarto que había preparado para ella. Era el mismo que había usado antes, cuando tuvieron aquella discusión que marcó una distancia entre ambos. Esta vez, sin embargo, todo estaba dispuesto con esmero: las sábanas frescas, una lámpara cálida en la mesilla y un pequeño ramo de margaritas en la cómoda.—Espero que te sientas cómoda aquí. Si necesitas algo más, solo dilo —dijo Callum, manteniendo su tono amable pero sin invadir su espacio— nada ha cambiado por aquí desde que te fuiste.Callum quería decirle tantas cosas, pero no se atrevía, quería ir despacio con ella y reconquistarla.—Gracias, está perfecto —respondió Isabel, acariciando el borde de las sábanas con nerviosismo— yo… gracias, Cal.Callum y ella se quedaron viendo un tiempo, pero él término dando pasos atrás hasta cerrar la puerta y luego se le ocurrió que tal vez ella quiera ponerse algo más cómodo así que con pasos apresurados entró
190Frente a él estaba Arabella, luciendo como si hubiera salido directamente de un desfile nocturno, pero con ese aire desafiante que tanto conocía.—¿Qué haces aquí? —preguntó Callum, su voz baja pero cargada de una fuerza que podría cortar el aire— ¿Es Terrence?Arabella ladeó la cabeza, sonriendo como si no percibiera la evidente hostilidad. —¿Así recibes a la madre de tu hijo? Pensé que habíamos tenido mejores tiempos, Callum —soltó una risita que a Callum le irritó— me llegó una citación a los juzgados… me estás demandando. Pero luego pensé, esto debe ser un error ¿No, Callum?Callum dejó escapar un corto suspiro, pero su mirada no se suavizó ni un milímetro. —Deja de usar a Terrence como excusa para tus espectáculos. Si tienes algo importante que decir, dilo ahora. Si no, vete y comunícate con mis abogados —dejo Callum en claro— sé lo que haces, hiriendo a tu propio hijo —negó con la cabeza.Arabella se cruzó de brazos, aparentemente divertida. —Tanta agresividad,