167. Visita de padres

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Las palabras hicieron que Maximiliano se quedara inmóvil por un instante del color más rojo que Julieta algunas vez lo hubiera visto y trató de contener la lengua de su mejor amigo… solo que fue demasiado tarde.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su tono bajo, frío y mortal cargado de sospecha, mientras miraba fijamente a Tomás— es metafórico ¿Cierto?

Julieta abrió los ojos como platos, alarmada, y le lanzó a Tomás una mirada que claramente decía: ¡No digas nada! Pero, como siempre, Tomás decidió ignorarla.

—¿No sabes aún? Julieta te donó sangre mientras estaba expulsando a su hermosa niña —soltó casualmente, como si fuera la cosa más normal del mundo.

—¿¡Qué!? —gritó Maximiliano, girando la cabeza hacia Julieta con una mezcla de enojo y asombro— ¡Estás loca! —continuó, su voz elevándose mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar—. ¿Cómo se te ocurre hacer tal cosa?

Julieta lo miró fijamente, sus ojos ardiendo de determinación.

—No estoy loca, Maxi
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