Sean Dante es un respetado profesor de literatura, comprometido con su novia y a punto de casarse. Sin embargo, bajo su apariencia de cordura y lealtad, se esconde un oscuro deseo que solo James Martín, su estudiante más odiado, logra despertar. James, vinculado a la mafia, introduce a Sean en un mundo de tentaciones y lujurias que desafían su moral y sus promesas. Obligado a elegir entre la estabilidad con su prometida y la pasión prohibida con James, Sean se ve atrapado en una encrucijada donde cada decisión podría destruirlo.
Leer másSean dejó escapar un suspiro, aún algo tenso pero mucho más tranquilo. Sabía que podía confiar en James y en Derek, pero el temor persistía en su corazón, un temor que venía del amor profundo que sentía por su esposo. No quería que nada los pusiera en peligro, pero entendía también que el deseo de formar una familia era una necesidad en ambos, algo que los había unido y que ahora los guiaba hacia un futuro nuevo, más allá de los riesgos y las amenazas.—No tienes idea de lo que significas para mí, James —murmuró, dejando que el alivio le llenara mientras lo miraba con una intensidad casi dolorosa—. Te amo, y no soportaría que algo malo te sucediera por esto.James le sonrió, acercándose de nuevo para rodearlo con sus brazos y besarle suavemente la frente.—Nada ni nadie nos detendrá, Sean. Vamos a construir esta familia juntos, y lo haremos como siempre: a nuestra manera, sin miedo y sin que nadie nos diga lo contrario.Sean soltó un suspiro entre cansado y resignado, todavía aferrado
La mano de Sean temblaba ligeramente mientras sostenía el teléfono con fuerza, mirando la pantalla con los ojos vidriosos y la respiración agitada. Sus dedos, blancos por la presión, presionaban el botón de llamada una y otra vez, casi desesperado, como si insistir pudiera forzar a James a contestar. En su mente, las peores imágenes comenzaban a invadirlo. Sabía que Riso era un hombre peligroso, alguien que no tenía escrúpulos ni respeto por la vida ajena, y su esposo había ido directamente a enfrentarse a él en su territorio, a decirle que iba a quedarse con lo único que podría hacerle vulnerable: su hijo.—Por el amor de Dios, James, ¡contesta el maldito teléfono! —gritó Sean a la pantalla, casi con lágrimas en los ojos, sintiendo que la angustia le devoraba por dentro.Intentó marcar de nuevo, esta vez al número de Derek, su cuñado, con la esperanza de que al menos él respondiera. Pero cada intento era en vano; ambos parecían inalcanzables, como si estuvieran en otro mundo. Su resp
Arrancaron el motor y continuaron en silencio, pero esta vez, el silencio era más ligero, cargado de propósito.El viaje hacia la prisión había sido tenso, cargado de un silencio que incluso Derek, normalmente relajado, parecía respetar. James mantenía la vista fija en la carretera, sus pensamientos en espiral mientras se preparaba mentalmente para el encuentro que estaba a punto de tener. Dos horas de camino lo llevaron a las afueras de la ciudad, donde la prisión de máxima seguridad se alzaba en medio de un paisaje árido y desolado. Las instalaciones eran imponentes, casi opresivas, con sus altos muros coronados de alambre de púas, torres de vigilancia, y oficiales armados en cada esquina, como si el edificio mismo se asegurara de que nadie, ni siquiera la esperanza, escapara de aquel lugar.Cuando llegaron al primer puesto de control, varios oficiales rodearon el auto y revisaron cada rincón, inspeccionando documentos y comprobando que no llevaran armas. James notó la atención minu
El camino de regreso a casa se llenó de un silencio cargado de pensamientos y emociones no dichas. Sean mantenía la vista fija en la carretera, sus manos aferradas al volante, mientras robaba miradas ocasionales a James, quien parecía sumido en sus propios pensamientos, mirando por la ventana. Había algo que Sean deseaba preguntar, pero las palabras se le quedaban atoradas, una sensación de incomodidad que no lograba disipar.Finalmente, James rompió el silencio, mirándolo de reojo con una pequeña sonrisa que mezclaba empatía y curiosidad.—Dime lo que quieres decir, amor —dijo, su tono cálido pero directo.Sean se sobresaltó ligeramente, como si lo hubieran atrapado en pleno acto de indecisión. Se aclaró la garganta y, después de un breve momento de vacilación, habló.—No sabía que conocías al padre de Jin —dijo en voz baja, casi como si dudara en tocar un tema tan delicado.James suspiró, mirando hacia adelante, y luego asintió, con una expresión grave en su rostro.—Es casi imposib
Sean no lograba quedarse quieto. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba de un lado a otro en el pasillo del orfanato, mirando de vez en cuando hacia la oficina donde James estaba hablando con la directora. Había esperado este momento durante días y, aunque trataba de mantener la calma, el miedo y la emoción se mezclaban en su pecho.Desde la oficina, James lo observaba con una pequeña sonrisa, notando lo nervioso que estaba su esposo. Era raro ver a Sean en ese estado; por lo general, él era el que tenía las palabras justas para calmarlo a él, pero esta vez era diferente. James, aunque también sentía cierta ansiedad, trataba de mantenerse sereno.—Entonces, ¿me dice que el niño nunca ha tenido posibilidad de ser adoptado por una familia antes? —preguntó James, dirigiéndose a la directora del orfanato.La mujer, una mujer mayor de cabello canoso y una expresión amable pero seria, asintió con un leve suspiro.—No es el niño el problema, señor Martin —explicó con voz calmada—. Le
La cocina estaba cálida, impregnada del aroma de la pasta recién hecha y un toque de albahaca fresca que Sean había añadido para darle ese sabor especial que tanto le gustaba a James. Había dispuesto cuidadosamente la mesa con dos copas de vino y velas encendidas, creando un ambiente acogedor y privado, perfecto para una cena en pareja. Sean suspiró al terminar de arreglar la mesa y miró el reloj; sabía que James llegaría en cualquier momento.Apenas escuchó el sonido de la llave en la cerradura, Sean sintió una ola de emoción recorrerle el pecho. Se acomodó rápidamente y, cuando la puerta se abrió, su rostro se iluminó con una sonrisa sincera.—Hola, mi amor —saludó James, dejando caer su mochila al suelo en un gesto apresurado, sin importar que al día siguiente tendría que buscar entre sus libros y papeles desordenados. Sin esperar una respuesta, avanzó hacia Sean y lo abrazó, sujetándolo por la cintura, con la fuerza de alguien que ha deseado este momento todo el día. Inclinó su ro
El mar se extendía frente a ellos, con sus olas rompiendo suavemente contra la orilla, creando un sonido rítmico que acompañaba la brisa cálida de la tarde. La arena blanca se extendía como un lienzo perfecto para el evento, y en medio de ella se alzaba una alfombra igualmente blanca que se extendía hacia un arco cubierto de flores. El arco estaba decorado con rosas, lirios, y jazmines en tonos pastel, las flores formaban una cascada que caía suavemente, creando un contraste hermoso con el cielo azul y el mar turquesa detrás.A los lados de la alfombra, pequeños ramos de flores en jarrones de cristal estaban dispuestos con precisión, creando un camino floral que dirigía la vista hacia el altar. Las sillas de madera, perfectamente alineadas, tenían detalles delicados en las cabeceras, adornadas con flores similares a las del arco. Los invitados, vestidos con ropa de hilo blanco, estaban sentados en silencio, expectantes, sus miradas fijas en el arco y el camino que pronto recorrerían l
Los ojos del mayor se cerraron, James riendo ante su pequeña broma, y la pronta calentura del Sean haciéndole imposible el hecho de siquiera sonreír ante ello. Acercándose al fuerte cuerpo de James, se encargó en hacerle saber lo excitado que estaba. Su polla pareciendo querer romper la tela que la aprisionaba, y sus labios entreabriéndose ante la extraordinaria fricción de ambas erecciones rozándose. James rodó los ojos hacia la parte trasera de su cabeza, apenas jadeando, percibiendo la caricia estimulante que los dedos del mayor ocasionaban sobre su cráneo, y el almizclado aroma contrario fundiéndose en sus fosas nasales.»-Me gusta arriesgarme -se permitió susurrar, logrando que los labios temblorosos de Dante intentaran estirarse en una sonrisa agradecida. Chocando sus bocas juntas una nueva vez, los espasmos satisfactorios invadieron de manera suprema sus cuerpos, y perdiéndose en la lujuria que los acarreaba, suprimieron sus propios gemidos ante la lengua contraria.Las manos d
Zoecópata."¡Eres un completo desgraciado! Ni creas que esto se va a quedar así. ¡Me la van a pagar, los dos! Asquerosos de mierda. ¡Los detesto! Espero que aquel niñato infeliz te pague con la misma moneda que me diste a mí. Idiota."Sean disparó sus cejas hacia arriba antes de escuchar la resonante carcajada que dejó salir James. Frunciendo los labios de manera divertida, él puso los ojos en blanco antes de dejar el móvil sobre la mesita y volver a caminar bajo los incesantes rayos de sol que le quemaban la piel. Cuando estuvo al borde de la piscina, fue libre de exhalar el aire retenido, y escudriñando al castaño sumergido en el agua, negó con la cabeza. Una sonrisa burlona en su rostro.-No ha dejado de enviarme mensajes desde que salimos de Italia, esta mujer tiene que tener algún problema de retardo, porque no colmarme la paciencia en cuanto la dejé, lo hace tan tarde, -dijo Sean riéndose.-Está claro que es retrasada, ha pasado un mes y ahora es que te envía mensajes o es cada