James se preparaba para marcharse a la universidad. Cerró la puerta de su casa y, casi al instante, recibió uno de los numerosos mensajes que su mejor amigo, Mark, le había dejado en el buzón de voz aquella tarde.
Mark sonaba bastante irritado: "¡Despierta! Estamos esperándote desde hace diez minutos." James guardó su móvil mientras se dirigía al estacionamiento y se subía a su motocicleta. Esa mañana había quedado con Alex y Mark para merendar algo, como solían hacer cada día de la semana en los que tenían la clase del Profesor Dante a primera hora de la tarde. A menudo llegaban tarde, y esto en gran parte se debía a que James disfrutaba molestando al hombre que no solo era su profesor, sino que también ahora, trabajaba en el bar de Arón. La idea de ver al profesor enfadado y, por ende, imponerles castigos absurdos, le resultaba extrañamente excitante. Al estacionar frente a la cafetería, James supo que recibiría una reprimenda por parte de Mark. Tomó una respiración profunda, aparcó frente a la entrada y entró al lugar. De inmediato reconoció la resplandeciente cabellera rubia de su amigo gruñón, Mark, quien movía su pierna mientras murmuraba algo con mal gesto, llevándose el teléfono a la oreja. Antes de que el de James pudiera empezar a sonar, él tomó asiento con una gran sonrisa en sus labios. —¡Hey! —saludó Alex, repartiendo unos extraños choques con sus manos—. Menos mal que llegaste, Mark estaba a punto de irse. —Oh, joder, James —gruñó el rubio, exasperado mientras bebía del jugo que sostenía entre sus manos—. Lo siento, pero tardaste demasiado y ya comimos. Espero que aprendas a ser más puntual. — No es mi culpa —se excusó James, moviendo su mano como si espantara un mosquito—, anoche tuve un altercado en el bar. Mark lo miró con ojos entrecerrados, mientras Alex reía. —No era necesario saber eso, no es nuevo —comentó Alex, divertido. —Voy a comprar mi merienda, esperen aquí. —Con una sonrisa irremediable, James le dio un ligero empujón a su amigo, quien soltó un gruñido, garantizándole su mal humor. Cuando volvió con su comida, notó que Mark había relajado su rostro. Justo cuando tomó asiento una vez más, la incomparable risa de su amigo lo llenó. Supuso que Alex habría estado contando las mismas estupideces de siempre, pero no se interesó en indagar. Más bien, le dio una enorme mordida a su sándwich y bebió jugo al mismo tiempo, sintiendo las miradas burlonas de sus amigos sobre él, que pronto se posaron en la entrada del lugar. —¿Estás viendo lo mismo que yo? —preguntó Alex, con una sonrisa espontánea en su rostro, haciendo que Mark asintiera de inmediato. Sin querer perderse de lo que ellos estuviesen observando, James volteó la cabeza. Una chica de baja estatura, con una cola de caballo amarrada en el centro de su cabeza y unas enormes gafas, caminaba dentro del lugar. James tragó la comida, evitando escupirla cuando la risa lo atacó, y mirando a sus amigos con divertida extrañeza, se aclaró la garganta. —James también la vio —afirmó el rubio, con una risa suave escapando de sus labios—. Parece un gnomo, ¿eh? Qué graciosa. —Oh, Dios. Debería ser ilegal que tus anteojos sean más grandes que tú —se burló Alex, robando un mordisco de la comida de James. Este de inmediato negó con la cabeza, riendo ante los comentarios de sus amigos. —No creí que les atrajeran las nerds —bromeó James, dando una nueva mordida mientras observaba a la chica dirigirse a la caja. La siguió con la mirada, sintiendo cómo esta quemaba cada segundo que transcurría—. Joder, qué fea. Tras ese comentario, dos nuevas risas estallaron, acompañadas por la de James, quien no pudo evitarlo por más tiempo. La chica había volteado sobre su hombro, dándose cuenta de que había llamado la atención de los tres escandalosos jóvenes. Intentando ignorarlos, deseó no haber entrado sola al lugar. Su plegaria pareció ser escuchada cuando una nueva presencia apareció. Una enorme sonrisa que no pasó desapercibida para Alex y Mark, quienes, sorprendidos, golpearon la pierna de James por debajo de la mesa. James enseguida volteó, esperando encontrarse con otro motivo de burla, pero una sonrisa apareció en su rostro al admirar al hombre que tanto le gustaba. Sean estaba allí, y se veía guapo; el hombre mayor no parecía darse cuenta de que el lugar estaba habitado por tres de sus peores estudiantes. Caminando con seguridad, llegó a la caja, ofreciendo un abrazo protector alrededor de la nerd. —¡Qué m****a! —exclamó James, poniéndose blanco y en cuestión de segundos, rojo. Pero no de furia ni mucho menos, una carcajada salió de su boca—. Oh, m****a. ¡Miren, miren! Sus amigos lo acompañaron en nuevas carcajadas, sin poder creer lo que sus ojos sorprendidos admiraban. Y cuando comenzaron a reír más fuerte, el moreno volteó, abriendo los ojos como platos al cerciorarse de quiénes eran y de que les hacía gracia encontrarlo allí. —Por Dios, ahora entiendo por qué me rechaza tanto —asintió James, cesando su carcajada—. ¡Tiene unos pésimos gustos! —De todas las personas que imaginé, no creí que sería una potencial cita de tu sexy profesor —aseguró Mark, recostándose del respaldo de la silla. Alex golpeaba la mesa, mientras conseguían otras contadas miradas más. James permaneció inmóvil un minuto, deshaciendo la felicidad de su rostro y analizando la situación. Cuando Sean besó la mejilla de ella y pareció susurrarle algo, él alzó una ceja, celoso; aun así, sintió terribles ganas de reírse en su cara. —No lo puedo creer, ¿Es en serio? Por favor, golpéenme —pidió, su voz baja y sus amigos pararon de reír—. ¡Parece una renacuaja de laboratorio! Tras esas palabras, reanudó su carcajada, sus amigos sin poder evitarlo mucho más, y la mirada miel dirigiéndose hacia él. Sean estaba enojado; James ya podía reconocer esa forma de mirarlo, estaba en problemas. —¡Hey, Profesor Dante! —gritó James, levantándose un poco de su silla y levantando la mano. El moreno apretó la mandíbula, esperando que les dieran su pedido para largarse de allí—. ¿No debería estar en el salón preparando la clase de hoy? —¿Son tus alumnos? —murmuró Zoe a su lado, manteniendo su mirada desagradable en torno a los tres sujetos ruidosos. Sean soltó un pesado suspiro y, cogiendo la bolsa con la comida, entrelazó su mano con la de la chica y la jaló de regreso a la salida. Cuando pasó al lado de la mesa, escuchó la martillante risa de James y supo que ese día había ido demasiado lejos. Sin siquiera responderle, la sacó de allí, no sin antes echar una mirada reprobatoria a sus alumnos, que, al verlos irse, rieron con más ganas. Cuando James se cansó, quedó en completo silencio, su ceño fruncido y su cabeza moviéndose de un lado a otro. —¿Por qué nunca dijo que era heterosexual? Está trabajando en un bar gay y tiene novia —dijo, su voz sonando furiosa. Dos pares de ojos lo miraban, y sus hombros se encogieron mientras jugaba con la pajilla en su vaso—. Peor aún, qué mal gusto tiene. Después de terminar en la cafetería, James y sus amigos se dirigieron directamente al salón de clases. El sol de la mañana iluminaba los pasillos de la universidad, y el sonido de sus pasos resonaba en el ambiente, marcando un ritmo apresurado. James, con su actitud despreocupada, lideraba el grupo, mientras Alex y Mark intercambiaban bromas y comentarios sarcásticos sobre el encuentro reciente con el Profesor Dante y su acompañante. Al llegar al aula, la puerta ya estaba abierta, y desde el pasillo podían escuchar la voz firme y modulada de Sean impartiendo la clase. Sin dudar, James entró primero, seguido de sus amigos, sin preocuparse por interrumpir. Sean apenas les dirigió una mirada fugaz, manteniendo su concentración en la lección que estaba dando. James se acercó a la mesa más cercana al frente, eligiendo el asiento que le proporcionaría una vista directa del profesor. Con un movimiento deliberado, apoyó su brazo en el respaldo de la silla y miró a Sean con una expresión divertida, casi desafiante. La clase continuaba su curso, y los estudiantes tomaban notas o escuchaban con atención, ajenos a la tensión sutil que comenzaba a formarse en el ambiente. —En la lección anterior les hablé sobre las obras de Shakespeare —dijo Sean, recorriendo la clase con la mirada—. Hoy profundizaremos en algunas de sus obras más significativas. James aclaró su garganta de manera ruidosa, captando la atención de varios de sus compañeros. Con un tono que destilaba irreverencia, preguntó: —¿Existe alguna obra de Shakespeare que sea homosexual? El comentario resonó en el aula, y un murmullo de risas maliciosas se extendió entre los estudiantes. Sean se detuvo en seco, su expresión endureciéndose al tiempo que clavaba una mirada severa en James. Las risas de los estudiantes eran una burla insoportable, un eco que amplificaba la falta de respeto y el desafío que James acababa de lanzar. Sean inhaló profundamente, intentando mantener la compostura. Podía sentir la tensión en sus hombros, un peso que parecía incrementarse con cada carcajada que resonaba en el aula. Sin embargo, no iba a permitir que James lo desestabilizara. Su voz, cuando habló, estaba cargada de una frialdad controlada. —La obra de Shakespeare aborda muchos aspectos de la condición humana, incluyendo temas de amor y deseo en diversas formas —respondió Sean, manteniendo su tono profesional—. Si tienes un interés genuino en explorar esas temáticas, te sugiero que leas "Soneto 20", que algunos críticos interpretan como una expresión de amor hacia un joven. James sonrió de manera burlona, disfrutando de la incomodidad que había provocado. Sin embargo, la firmeza en la voz de Sean y su control de la situación empezaron a disipar la atmósfera de burla en el aula. Sean continuó con la clase, ahora más decidido a no dejar que la interrupción de James desviara el propósito de su lección. Con paciencia y precisión, habló sobre la riqueza literaria de Shakespeare, sus contribuciones al teatro y la poesía, y la universalidad de sus temas. James, aunque aparentaba desinterés, no pudo evitar sentir una chispa de admiración por la forma en que Sean había manejado la situación. Había esperado enfadarlo o avergonzarlo, pero en su lugar, el profesor había transformado la provocación en una oportunidad educativa. El resto de la clase transcurrió sin mayores incidentes, y al finalizar, Sean recogió sus materiales y se dispuso a salir. James, Alex y Mark se quedaron unos momentos más, comentando entre ellos y preparando su próxima movida. James sabía que había cruzado una línea, pero también sabía que la batalla apenas comenzaba. Al salir del aula, James miró a Sean que se alejaba por el pasillo. Había algo en su porte, en su manera de enfrentar los desafíos, que le resultaba irresistible. Una mezcla de respeto y deseo, de admiración y provocación, que lo empujaba a seguir buscando la manera de romper esa fachada de control que Sean mantenía con tanto esfuerzo.La tarde avanzaba, y la universidad se llenaba del bullicio típico de los estudiantes. Pero en la mente de James, el eco de la clase seguía resonando, junto con una resolución renovada de llevar su juego un paso más allá. Sabía que cada interacción con Sean era una prueba de límites, y estaba decidido a descubrir hasta dónde podía llegar.Tamborileaba en su cuaderno con la punta del bolígrafo, sintiendo cómo la monotonía de la clase lo consumía lentamente. Cada palabra de la profesora parecía alargarse interminablemente, y su mente vagaba en busca de algún escape. El aburrimiento se mezclaba con un creciente deseo de buscar al profesor Dante, cuya presencia siempre lograba sacudir su día de alguna manera. La profesora continuaba con su monótono discurso, y James, incapaz de soportarlo más, levantó la mano de manera abrupta, interrumpiendo la lección.—¿Qué pasa, señor Martín? —preguntó la profesora, notoriamente irritada por la interrupción.James, con una sonrisa sardónica, respondió
De repente, el ambiente del bar cambió. La puerta se abrió de golpe y un grupo de hombres entró. Eran cinco, todos con miradas duras e intimidantes. La forma en que se movían y la confianza en sus gestos dejaban claro que no estaban allí para disfrutar de una noche tranquila. Sean sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Los hombres se acercaron a la barra y pidieron bebidas, sus voces eran firmes y autoritarias. Mientras preparaba sus pedidos, Sean no pudo evitar notar que estaban armados. Las armas eran visibles, asomando de sus chaquetas de cuero, un recordatorio constante del peligro que representaban. El bar, que momentos antes parecía un refugio seguro, se convirtió en un escenario cargado de tensión. El sonido de las bolas de billar cesó y las conversaciones se apagaron gradualmente. Sean entregó las bebidas a los hombres con manos firmes, tratando de no mostrar el nerviosismo que sentía. A su alrededor, el aire se cargaba de una tensión palpable, como la calma antes de un
El reloj marcaba una hora avanzada y Sean sintió la presión del tiempo. El bar se estaba vaciando, el ambiente todavía tenso tras el reciente altercado. Miró alrededor, buscando la salida con la vista, su mente aún atrapada en la confusión de lo que había sucedido entre él y James.—Es tarde y debería irme ya —dijo Sean, su voz traicionando el nerviosismo que intentaba ocultar.James, que permanecía cerca, lo miró con una mezcla de seriedad y algo indescifrable en sus ojos.—Deje que lo lleve en mi moto —sugirió James, su tono firme—. Los tipos de hace un momento deben andar cerca.Sean no sabía a qué temía más: a estar solo con James después de lo que había pasado o a encontrarse nuevamente con aquellos peligrosos hombres. Su mente intentó sopesar las opciones, pero el miedo y la urgencia lo superaron.— Está bien, pero solo porque es tarde —aceptó Sean, tratando de sonar casual.—Claro, profesor. Vamos. Mi moto está detrás.Salieron juntos del bar, el aire nocturno envolviéndolos en
El tiempo pasaba lentamente, cada minuto arrastrándose mientras Sean luchaba por encontrar la calma. Sentía que no podía seguir así, que algo tenía que cambiar. Pero por ahora, lo único que podía hacer era tratar de dormir, de encontrar algún tipo de descanso en medio de su tormento interno. Cerró los ojos una vez más, abrazando la esperanza de que el sueño lo llevaría lejos de sus preocupaciones, aunque solo fuera por unas horas.Finalmente, el cansancio comenzó a hacer efecto, y Sean se sumió en un sueño inquieto. Las imágenes de James seguían presentes, mezclándose con sueños confusos y fragmentados. Zoe seguía durmiendo a su lado, ajena al conflicto que desgarraba a Sean desde dentro. Y en la quietud de la noche, Sean se dio cuenta de que su vida nunca volvería a ser la misma, no después de lo que había pasado esa noche.Sean tenía clases a primera hora de la mañana y, para evitar encontrarse con Zoe y responder a las preguntas que seguramente tendría sobre su llegada tardía, deci
El aula quedó vacía, y Sean se permitió un momento para respirar profundamente, tratando de asimilar todo lo que acababa de descubrir. Reflexionando sobre su falta de obligaciones en el bar esa noche, sacó el teléfono del bolsillo de su chaqueta y rápidamente envió un mensaje a Zoe: "Llegaré tarde a casa, tengo que corregir exámenes". Lo guardó de nuevo y salió apresuradamente del salón, esperando que James no se hubiera marchado aún. El pasillo estaba casi vacío, salvo por algunos estudiantes rezagados, y su corazón latía con fuerza mientras se apresuraba hacia la salida.Al llegar al estacionamiento, sus ojos buscaron frenéticamente a James. Para su alivio, lo vio subirse a su moto, ajustándose el casco con un aire despreocupado. Sean alzó la voz, intentando llamar su atención antes de que arrancara.— ¡James! —gritó, caminando rápidamente hacia él—. ¿Quieres ir a un café conmigo? Me gustaría continuar la conversación.James detuvo su movimiento y lo miró con una mezcla de sorpres
— James, no es lo que piensas —comenzó Sean, intentando mantener la compostura—. Tú eres homosexual, a ti te gustan los hombres, y que te sientas atraído por mí no quiere decir que yo tenga que sentir lo mismo.James notó el titubeo en la voz de Sean, la manera en que sus palabras parecían forzadas, y no dejó pasar la oportunidad de presionar.— ¿Por qué me miente? —replicó James, su tono se volvía más insistente—. Cuando lo besé en el bar, usted pudo haberse apartado de mí, incluso golpearme ya que estábamos fuera de la universidad, y no lo hizo. Se dejó besar.Sean sintió un nudo en la garganta. Sabía que James tenía razón, pero admitirlo sería cruzar una línea que había intentado mantener clara.— James, con respecto a ese tema...— No voy a olvidarlo, profesor —lo interrumpió James, su mirada intensa y llena de determinación—. Porque siento que usted sí desea algo más allá de lo correcto. Entonces, dígame, ¿usted se sentía atraído por ese profesor?Sean se quedó callado, sus dedos
ra lunes por la mañana y Sean había dado su primera clase, para beneficio de él, no había visto a su James aún y no tenía que continuar con aquella conversación que se había quedado a medias y con muchas cosas por decir.Dejaría atrás su pasado y se dedicaría únicamente a los planes de boda con su prometida, nada ni nadie podía cambiar su estabilidad que tanto había luchado por conseguir. ¡Él jamás le sería infiel a su novia! Menos aún con el pensamiento, porque, James no era sólo su estudiante y que se preocupara por su bienestar no era excusa para cometer un acto tan sucio.Entrando en el baño de profesores, miró su reflejo en el espejo, tenía unas ojeras terribles bajo sus ojos, y es que en todos aquellos años jamás se vio tan estresado como lo estuvo el fin de semana y excusándose que podrían ser producto a la boda, abrió el grifo, echándose agua en el rostro, intentando refrescarseEl rebote de unos nudillos en la puerta, lo hicieron mirar sobre su hombro. Cogió unas cuantas toa
James miró sus uñas, pareciendo desinteresado, por dentro estaba implorando el que todas aquellas palabras pudieran ser revertidas, porque no quería que Sean lo odiase de aquella manera. De igual forma, su expresión lograba enojar más al hombre y es que parecía por completo inmune a sus palabras.— ¡Lo más sorprendente es que ni siquiera lo lamentas! — Prosiguió, sintiendo un increíble nudo en su garganta—. Siempre creí que podría ignorarte, pero es imposible, tengo que soportarte aquí y también en el bar.James frunció los labios, entrecerrando los ojos fijos en los contrarios. Notó como, Sean parecía estarse conteniendo por dentro. Y aquello tan sólo lo hizo inspirar con fuerza. Por supuesto que no estaría dispuesto a que, todo se fuera a la mierda.Desviando su mirada, James mordió su labio. Por completo seguro de su siguiente paso.— Usted no me entiende — respondió, pareciendo seguro.Sean mantenía su ceño fruncido, y vio cuando James se acomodó en el pupitre—. Y ya que hablamos