La noche comenzaba a caer sobre la ciudad eterna, envolviendo sus calles empedradas y monumentos antiguos en una cálida luz anaranjada. Sean Dante, profesor de literatura universal en la prestigiosa Universidad de Roma La Sapienza, caminaba cabizbajo por el centro de la ciudad. A sus treinta y ocho años, Sean había alcanzado la cúspide de su carrera académica, con varios doctorados y el respeto de sus colegas. Sin embargo, su reciente compromiso con su novia lo había sumido en una realidad financiera que no había previsto.Las bodas son eventos costosos, y contratar a una wedding planner que se ocupara de cada detalle, resultaba incluso más caro, aunque su salario como profesor era considerable, no era suficiente para cubrir los gastos exorbitantes de una ceremonia tan elaborada.Cada día después de sus clases, Sean vagaba por las calles de Roma, entrando a diferentes negocios en busca de un empleo adicional. Hasta ahora, había sido rechazado en todas partes, y su frustración crecía
Sean llegó al apartamento que compartía con su novia Zoe, sus manos temblorosas delataban el nerviosismo que sentía mientras introducía la llave en la cerradura. Cuando la puerta se abrió, el murmullo de una conversación se apoderó de él, señalando que había visitas inesperadas. Lo que menos necesitaba después de un día agotador era enfrentarse a una reunión familiar. Al entrar, se encontró en la sala con sus padres y los de Zoe, compartiendo anécdotas y risas. El contraste entre su agotamiento y la vivacidad de la escena le hizo sentir una punzada de incomodidad. Su madre fue la primera en notar su presencia y, con una sonrisa cálida, comenzó a levantar las manos y agitarlas. —Hijo, te estábamos esperando.Sean caminó hacia ellos, esforzándose por sonreír. —Hola mamá, papá, no sabía que vendrían hoy. Si lo hubiera sabido, habría llegado más temprano.Su padre sonrió, levantando su copa para darle un sorbo antes de responder:—Ya sabes lo impaciente que es tu madre. Decidimos sorpre
James se preparaba para marcharse a la universidad. Cerró la puerta de su casa y, casi al instante, recibió uno de los numerosos mensajes que su mejor amigo, Mark, le había dejado en el buzón de voz aquella tarde. Mark sonaba bastante irritado: "¡Despierta! Estamos esperándote desde hace diez minutos." James guardó su móvil mientras se dirigía al estacionamiento y se subía a su motocicleta.Esa mañana había quedado con Alex y Mark para merendar algo, como solían hacer cada día de la semana en los que tenían la clase del Profesor Dante a primera hora de la tarde. A menudo llegaban tarde, y esto en gran parte se debía a que James disfrutaba molestando al hombre que no solo era su profesor, sino que también ahora, trabajaba en el bar de Arón. La idea de ver al profesor enfadado y, por ende, imponerles castigos absurdos, le resultaba extrañamente excitante.Al estacionar frente a la cafetería, James supo que recibiría una reprimenda por parte de Mark. Tomó una respiración profunda, apar
La tarde avanzaba, y la universidad se llenaba del bullicio típico de los estudiantes. Pero en la mente de James, el eco de la clase seguía resonando, junto con una resolución renovada de llevar su juego un paso más allá. Sabía que cada interacción con Sean era una prueba de límites, y estaba decidido a descubrir hasta dónde podía llegar.Tamborileaba en su cuaderno con la punta del bolígrafo, sintiendo cómo la monotonía de la clase lo consumía lentamente. Cada palabra de la profesora parecía alargarse interminablemente, y su mente vagaba en busca de algún escape. El aburrimiento se mezclaba con un creciente deseo de buscar al profesor Dante, cuya presencia siempre lograba sacudir su día de alguna manera. La profesora continuaba con su monótono discurso, y James, incapaz de soportarlo más, levantó la mano de manera abrupta, interrumpiendo la lección.—¿Qué pasa, señor Martín? —preguntó la profesora, notoriamente irritada por la interrupción.James, con una sonrisa sardónica, respondió
De repente, el ambiente del bar cambió. La puerta se abrió de golpe y un grupo de hombres entró. Eran cinco, todos con miradas duras e intimidantes. La forma en que se movían y la confianza en sus gestos dejaban claro que no estaban allí para disfrutar de una noche tranquila. Sean sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Los hombres se acercaron a la barra y pidieron bebidas, sus voces eran firmes y autoritarias. Mientras preparaba sus pedidos, Sean no pudo evitar notar que estaban armados. Las armas eran visibles, asomando de sus chaquetas de cuero, un recordatorio constante del peligro que representaban. El bar, que momentos antes parecía un refugio seguro, se convirtió en un escenario cargado de tensión. El sonido de las bolas de billar cesó y las conversaciones se apagaron gradualmente. Sean entregó las bebidas a los hombres con manos firmes, tratando de no mostrar el nerviosismo que sentía. A su alrededor, el aire se cargaba de una tensión palpable, como la calma antes de un
El reloj marcaba una hora avanzada y Sean sintió la presión del tiempo. El bar se estaba vaciando, el ambiente todavía tenso tras el reciente altercado. Miró alrededor, buscando la salida con la vista, su mente aún atrapada en la confusión de lo que había sucedido entre él y James.—Es tarde y debería irme ya —dijo Sean, su voz traicionando el nerviosismo que intentaba ocultar.James, que permanecía cerca, lo miró con una mezcla de seriedad y algo indescifrable en sus ojos.—Deje que lo lleve en mi moto —sugirió James, su tono firme—. Los tipos de hace un momento deben andar cerca.Sean no sabía a qué temía más: a estar solo con James después de lo que había pasado o a encontrarse nuevamente con aquellos peligrosos hombres. Su mente intentó sopesar las opciones, pero el miedo y la urgencia lo superaron.— Está bien, pero solo porque es tarde —aceptó Sean, tratando de sonar casual.—Claro, profesor. Vamos. Mi moto está detrás.Salieron juntos del bar, el aire nocturno envolviéndolos en
El tiempo pasaba lentamente, cada minuto arrastrándose mientras Sean luchaba por encontrar la calma. Sentía que no podía seguir así, que algo tenía que cambiar. Pero por ahora, lo único que podía hacer era tratar de dormir, de encontrar algún tipo de descanso en medio de su tormento interno. Cerró los ojos una vez más, abrazando la esperanza de que el sueño lo llevaría lejos de sus preocupaciones, aunque solo fuera por unas horas.Finalmente, el cansancio comenzó a hacer efecto, y Sean se sumió en un sueño inquieto. Las imágenes de James seguían presentes, mezclándose con sueños confusos y fragmentados. Zoe seguía durmiendo a su lado, ajena al conflicto que desgarraba a Sean desde dentro. Y en la quietud de la noche, Sean se dio cuenta de que su vida nunca volvería a ser la misma, no después de lo que había pasado esa noche.Sean tenía clases a primera hora de la mañana y, para evitar encontrarse con Zoe y responder a las preguntas que seguramente tendría sobre su llegada tardía, deci
El aula quedó vacía, y Sean se permitió un momento para respirar profundamente, tratando de asimilar todo lo que acababa de descubrir. Reflexionando sobre su falta de obligaciones en el bar esa noche, sacó el teléfono del bolsillo de su chaqueta y rápidamente envió un mensaje a Zoe: "Llegaré tarde a casa, tengo que corregir exámenes". Lo guardó de nuevo y salió apresuradamente del salón, esperando que James no se hubiera marchado aún. El pasillo estaba casi vacío, salvo por algunos estudiantes rezagados, y su corazón latía con fuerza mientras se apresuraba hacia la salida.Al llegar al estacionamiento, sus ojos buscaron frenéticamente a James. Para su alivio, lo vio subirse a su moto, ajustándose el casco con un aire despreocupado. Sean alzó la voz, intentando llamar su atención antes de que arrancara.— ¡James! —gritó, caminando rápidamente hacia él—. ¿Quieres ir a un café conmigo? Me gustaría continuar la conversación.James detuvo su movimiento y lo miró con una mezcla de sorpres