Treinta y cinco

Una vez que me tranquilizo y me hundo en el asiento trasero de la camioneta de Sebastián, veo todo con mayor claridad: No es posible que el psiquiatra siga vivo porque los forenses hacen pruebas para descubrir la identidad de un cadáver cuyo estado no deja ver de quién se trata, además, el asesinato de su esposa se basó en su confesión, una nota escrita que seguramente los grafóscopos compararon con documentos escritos por él.

Veo más viable el hecho de que no soportó la culpa y se mató. En algún momento pudo caer todo el peso de sus actos sobre él y al darse cuenta del mal que hizo, acabó con su vida. El fingir su muerte para terminar con su trabajo me parece algo irreal. Además, la hija no pudo ser inventada, crear una persona falsa involucra mucho dinero y conexiones. Sería una coartada buena, pero dudo que el psiquiatra tuviera tanto poder. Ciertamente, el país es corrupto, tiene un pésimo sistema penal y todo se va a la mierda, pero tampoco veo posible algo tan elaborado como fin
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