Una vez que me tranquilizo y me hundo en el asiento trasero de la camioneta de Sebastián, veo todo con mayor claridad: No es posible que el psiquiatra siga vivo porque los forenses hacen pruebas para descubrir la identidad de un cadáver cuyo estado no deja ver de quién se trata, además, el asesinato de su esposa se basó en su confesión, una nota escrita que seguramente los grafóscopos compararon con documentos escritos por él.Veo más viable el hecho de que no soportó la culpa y se mató. En algún momento pudo caer todo el peso de sus actos sobre él y al darse cuenta del mal que hizo, acabó con su vida. El fingir su muerte para terminar con su trabajo me parece algo irreal. Además, la hija no pudo ser inventada, crear una persona falsa involucra mucho dinero y conexiones. Sería una coartada buena, pero dudo que el psiquiatra tuviera tanto poder. Ciertamente, el país es corrupto, tiene un pésimo sistema penal y todo se va a la mierda, pero tampoco veo posible algo tan elaborado como fin
El silencio es tenso, doloroso. No quiero alzar la cabeza por temor a ver miradas juzgándome. No quiero pasar de nuevo por las sospechas sin sentido. Hace dos minutos sospechaste de Pavel. Lo sé, a veces es inevitable, pero ya decidí que, por muchas sospechas, estos tres chicos son los de más confianza.―Quedamos que no más sospechas ―anuncia nuestro conductor―, así que mi cabeza está formulando mil teorías, pero no haré caso. Pero joder ¡no más secretos!Alzo el meñique en señal de pacto. Es infantil, lo sé, pero no sé qué más hacer.―Si no es Ventura, entonces con Tristán ―mierda, que no quiero―. No tienes que cogértelo, pero si son compañeros de medicina, debes aprovecharlo.Pavel tiene un punto, al ser compañera de Tristán, podría acercarme a él para espiar y descubrir qué mierda tienen que ver con todo esto, pero Tristán me da miedo. Es fácil enfrentarlo cuando estamos rodeados de gente, pero el estar sola con él me causa escalofríos. Si me quisiera hacer daño, ya lo habría hecho
―Ventura me dibujó ―trago saliva al recordar sus trazos delicados y perfectos―. El día que fuimos por Dalia los olvidé en el taxi que me llevó. El día que fui a pintar con Tristán él me los entregó ―eso siempre me molestó―. La única forma de conseguir los dibujos era subirse al mismo taxi que yo; el acosador siempre estuvo ahí, justo cuando llegué, él se fue. Una parte de mí llegó a pensar que Tristán era el acosador, pero sería demasiado obvio. Creo que son sus amigos.Mientras les comunico mis sospechas sobre Juan Pablo, Ulruir y Jaco (y su relación con Giuli), Dalia me mira, pensativa, seguramente está meditando qué tan probable es que su novio, un amigo de los Diener, también esté inmiscuido. Él podría ser amigo cercano de Ventura, claro. Todo este tiempo me convencí de que el supuesto cuarto hermano sería Andrés, cuando bien pudo ser el amigo, la cuarta persona que buscamos. Ventura fue a su casa el día que secuestraron a Sebastián, se veían unidos, parecían llevarse muy bien. Ma
Tomo una de las piezas y la admiro. Es tan pequeña y se siente tan frágil, que temo romperla si aplico un ápice de fuerza de más.Tengo que buscar alguna fotografía sobre ese laberinto. La chica mencionó que el año pasado la maqueta "anónima" fue sobre una casa embrujada. Desde mi punto de vista pudo tratarse de una casa del terror en donde mataron a gente. Eso significa que la masacre fue planeada al menos con un año de anticipación. ¡Nos han vigilado desde hace más de un año! Mientras felizmente estaba entrando a la universidad y aceptando a Juan Pablo como mi pareja, él se organizaba con los demás para matarnos.Al otro día, después de mucho tiempo de búsqueda, doy con la tienda de miniaturas. Reconozco a la chica que me acercó la lupa aquella vez. En cuanto suena la campana anunciando mi llegada, alza la cabeza y me sonríe.―¡Bienvenida! ―se pone en pie―. ¿Buscas algo en específico?De hecho, sí.―Vi una maqueta de laberinto en la feria de hace unas semanas ―explico como si no est
Una vez que llega Dalia y concluimos con las formalidades de saludo, les muestro las fotografías tomadas.―¿Cómo supo el acosador que irías a la feria de miniaturas?―No sabía, su intención no era que yo lo viera ―el acosador es inteligente, pero no adivino―. Hace un año hizo una de casa embrujada ―no he visto las fotos de esa maqueta―. Creo que es sobre la masacre. Es como el típico asesino que deja pistas al azar a ver si alguien las encuentra. Supongo que es su forma de desahogarse. No puede decir lo que planea, pero lo expresa con...arte.El asesinato no es arte, pero la cerámica lo es.―Apuesto a que se sintió satisfecho cuando el año pasado dejó en claro sus planes de matar y nadie lo previó ―Pavel rasca su nariz―. Es un cabrón orgulloso.―¿Estos seríamos nosotros?Dalia observa atentamente las fotografías del laberinto. Acomoda sus lentes graciosamente y frunce la nariz. Observo la misma foto que ella, es de un chico de cabello un poco claro, tiene un libro en las manos, más ad
El trayecto hasta la habitación de Sebastián es un suplicio para ellos, para mí se reduce en un intento por llegar a una puerta imaginaria porque tengo conocimiento de un suceso que nadie puede saber o al menos eso dice la voz: "Sabes el secreto, no puedes vivir". Una risa macabra capaz de helarme la sangre me obliga a centrar mi objetivo en escapar. Por momentos escucho las palabras de Dalia, los bufidos de Sebastián y la respiración de Pavel, pero una parte de mí está muy lejos de ahí, se aferra a quedarse en una pesadilla.Muy por lo bajo, escucho la melodía familiar que me acompaña desde hace un tiempo, los tonos graves y suaves me arrullan, me anclan a la realidad. Quisiera hacer mía ese tarareo, hundirme en el sonido, embargarme de la tranquilidad que transmite; es tan hermosa, sé que puedo confiar.Hay algo que no cuadra en la maqueta y es que, si el acosador la hizo, ¿cómo iba a saber que uno de los cinco se separaría? La figura de cristal del centro parecía tranquila, como si
―¡Cállense!Se hace el silencio, al fin.―¿Mi ex les ofreció algún trago?Los tres me miran como si fuera una idiota.―Infinidad de personas me ofrecieron tragos ―Pavel voltea los ojos―. Porristas, de americano, unos de básquetbol...―No sé ―Dalia me mira derrotada―. Andrés me dejó plantada y estaba triste, bebí de todo.Sebastián alza la cabeza de golpe.―¿Él te invitó? ―Dalia asiente―. Si no te hubiera invitado, ¿habrías ido? ―niega―. Puta madre, seguro no se presentó porque quería que bebieras sin límite ―los ojos enormes de Dalia reflejan puro dolor―. ¿Qué excusa te dio?―Que una familiar tuvo un accidente y debió ir a ayudarla ―traga saliva―. Perdió el teléfono y no pudo avisarme. Estuvo todo el fin de semana afuera.Es increíble como uno puede creer mentiras cuando está enamorado. No soy quién para juzgar, pues organicé mi vida con base en las aspiraciones de mi novio, pero eso me abrió los ojos para darme cuenta de que a veces nos mandan señales y no las vemos porque no queremo
Escucho risas a lo lejos o tal vez se tratan de risas externadas en susurro, no podría decirlo, pues siento los párpados pesados, tengo un dolor en el codo y mi corazón martillea con fuerza, así que mi concentración está por los suelos. Trago saliva con pesar, al tener la boca tan seca, no hay mucho con que lubricar. Quisiera decir algo, preguntar qué causa tanta gracia, pero la lengua me pesa tanto, que no puedo.Conforme me espabilo, me doy cuenta de varias cosas, primero noto el frío, el viento golpea como cuchillas diminutas mis brazos y mis mejillas, después me doy cuenta de que algo me arrastra, pues se me clava algo en la espalda. El tacto duro de unos dedos, en mis pantorrillas, presionan cada vez más fuerte como si sostenerme le resultara cada vez más difícil.―Pobre tonta ―dice una voz de chica―. Eso le pasa por hablar como niña consentida ―Esto último lo dice imitando una voz chillona.―Deja eso ―interfiere una voz de chico, casi como de niño―. Me hizo quedar como imbécil.