Treinta y seis.2

Una vez que llega Dalia y concluimos con las formalidades de saludo, les muestro las fotografías tomadas.

―¿Cómo supo el acosador que irías a la feria de miniaturas?

―No sabía, su intención no era que yo lo viera ―el acosador es inteligente, pero no adivino―. Hace un año hizo una de casa embrujada ―no he visto las fotos de esa maqueta―. Creo que es sobre la masacre. Es como el típico asesino que deja pistas al azar a ver si alguien las encuentra. Supongo que es su forma de desahogarse. No puede decir lo que planea, pero lo expresa con...arte.

El asesinato no es arte, pero la cerámica lo es.

―Apuesto a que se sintió satisfecho cuando el año pasado dejó en claro sus planes de matar y nadie lo previó ―Pavel rasca su nariz―. Es un cabrón orgulloso.

―¿Estos seríamos nosotros?

Dalia observa atentamente las fotografías del laberinto. Acomoda sus lentes graciosamente y frunce la nariz. Observo la misma foto que ella, es de un chico de cabello un poco claro, tiene un libro en las manos, más ad
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