―Bien.Me mira como si esperara algo más, pero la verdad no tengo más que decir.―No te pongas en esa actitud.―De acuerdo, Sebastián, te perdono ―suspiro irritada―. Agradezco profundamente tus disculpas.―Vale, entonces ven con nosotros ―echa un vistazo hacia atrás―. Te ahorro el tener que convivir con la niña obsesiva.―Es mi compañera de habitación ―replico, ofendida―. Y me cae bien, es mi amiga.Me mira como si estuviera bromeando. Genial, acaba de pedir disculpas y la acaba de cagar otra vez.―Debe ser una broma ―dice al comprender que hablo en serio―. A todos en Economía nos desespera, habla más que Dalia. Además...cae mal, solo mírala.Giuli se esmera en acomodar su comida en el plato, no es nuevo para mí, ya que la he visto comer en la cocineta, es parte de su TOC. Ni siquiera es tan grave, he visto personas que necesitan contar sus pasos y si pierden la cuenta, volver a donde empezaron o mirar hacia atrás constantemente porque si no algo malo podría pasar (según ellos). O cos
Llego al estudio de Tristán y lo veo encaramado sobre el modelo, parece estar arreglando algún minúsculo imperfecto. Al escuchar mis pasos alza la cabeza y me hace una seña para que me acerque.―Intenté este tono de azul ―no estaba arreglando, estaba probando―. Parece incluso morado, pero creo que va bien, ¿te gusta?Aunque no me gustara, tendríamos que usarlo porque ya pintó un grueso trazo que pertenece a la yugular interna...o eso creo.―Contrasta con el verde, queda bien.Asiente en acuerdo con mi argumento y prepara más pintura. Me extiende un pincel y nos dividimos a la mitad.Mientras pintamos no puedo dejar de pensar en lo que dijo Andrea, vi su mirada esperanzada cuando le dijimos que veníamos para hablar de Tristán, ella sí lo quería. Dijo que era buena persona, que Marlene fue agradable y que Rolán Diener la elogió...si su padre la aprobaba, ¿por qué Tristán la dejó?Le echo un rápido vistazo, veo una fina arruga formarse en su frente mientras se esfuerza por dibujar a la p
El viernes durante Anatomía tenemos el tradicional examen semanal y la clase de núcleos del hipotálamo es relativamente larga, así que es fácil evitar a Tristán.Más tarde Dalia escribe en el grupo de los chicos si alguno de nosotros tiene algo que hacer terminando las clases. El martes, durante mi tutoría tuve que pintar algún cuadro de un fauvista, me quedó horrible, pero no tanto como la primera vez que pinté uno. Andrés me dejó de tarea intentar hacer un dibujo original estilo fauvista, pensaba hacerlo el fin de semana, pero el sábado veremos al acosador, así que dudo poder hacer algo de tarea. Pero hoy tampoco tengo muchas ganas de hacerlo.Pavel: Entrenamiento, el próximo viernes hay partido.Sebastián: Si es alcohol, me apunto. Y si no también.Comentarios como esos reafirman mi teoría de que se ha quedado sin amigos.Kendra: Con tal de no hacer mi tarea, voy.En punto de las dos de la tarde nos encontramos con Dalia en su habitación. El reglamento estipula que se prohíbe el al
Tal vez el único monstruo aquí soy yo.Una mujer (o lo que parece ser una), está tirada en un suelo rojo, lo primero que pienso es que se trata de sangre, pero no puede serlo porque sobre el suelo hay una especie de río color negro que sale de su boca y de las cuencas vacías de los ojos. Hay dos cucharas amarillas cruzadas sobre su pecho anaranjado. Además, se ve el rostro deformado de alguien que parece lamentarse. Todo en el dibujo es colorido exceptuando por el río lo que le da un aspecto más tétrico de lo que debería. El fondo es verde con tintes coral, eso fue lo que estaba pintando cuando recobre la conciencia.La única vez que tuve lagunas mentales debido al alcohol fue cuando me embriagué con mi mejor amiga después de que Juan Pablo rompiera conmigo. Pero fueron tipo que estaba en la sala y de repente ya estaba llorando en el baño, después aparecía riendo mientras bailaba, intentaba hablarle a Juan Pablo y de repente ya estaba llorando otra vez.Jamás llegué al nivel de dibuja
En su mente, el atacante volvería en cualquier momento, repetiría su acción y ella jamás encontraría paz. Intentándose todo tipo de terapia, de medicamentos, después de gritos de desesperación, ruegos por ayudar a quitar tanto terror, súplicas para lograr que se adapte de nuevo a la vida, si no se logra un avance significativo, ¿qué seguiría?".―Matar a un violador al azar y convertirse en asesino ―masculla Sebastián desde adelante.No quiero imaginar el terror que sintió la chica cuando fue atacada por el repartidor...―¿Cómo supo que era un repartidor? ―me enderezo y saco mi teléfono―. Se supone que es un caso hipotético, pero no avientas palabras al azar.Doy con la noticia en un blog viejo. La víctima se llamaba Lizbeth Roque Rodríguez, tenía doce años cuando fue atacada en su casa por un repartidor de pizza que había hecho una entrega a dos calles de distancia. Estuvo en el hospital psiquiátrico de Velaria por tres años sin mostrar mejoría, sin embargo, tres meses antes del incen
Dudo durante una milésima de segundo antes de dejar en el suelo al salvador y correr hacia Sebastián. Pavel es el primero en llegar a él, lo levanta suavemente y lo recarga en los barandales de las escaleras, pero le ordeno que lo recueste en el suelo del quiosco y lo cambia de posición. Tiene una herida bastante fea en la sien, además, una mancha de sangre adquiere tamaño en su playera verde claro. No es grande, pero la mera visión me aterra; por un instante quiero salir corriendo, después pierdo la razón y me dejo llenar por el color, por un minúsculo instante quisiera tomarla entre mis dedos.―Descubre la herida del abdomen ―digo hacia Pavel, me inclino sobre Sebastián―. Necesito ver el tamaño y qué tanto sangra.Las manos del futbolista son bruscas y sin querer golpea la herida lo que le saca un quejido a Sebastián quien abre un poco los ojos. Con muy poco tacto, aparto a Pavel de su lado y me dedico a inspeccionar la herida. Está en el flanco derecho, dado que no sale sangre a bo
Niegan. Tengo mi teléfono, fuera de eso no traje más conmigo. Tal vez solo querían hablar.―¿Nos estaban midiendo? ―Pavel se encoge de hombros―. Para ver qué tanta pelea damos.No sé, las acciones de los acosadores carecen de sentido para mí.Escuchamos que la puerta se abre y el hombre nos avisa que podemos pasar. Soy la primera en cruzar el umbral, Sebastián está sentado sobre la mesa, sin playera, puedo ver que la herida está vendada, no hay sangre visible. Me acerco a él y lo ayudo a ponerse la playera, ni siquiera me da las gracias.―¿Y?―Viviré ―se encoge de hombros como si no fuera la gran cosa―. De la cabeza también estoy bien.Escucho un quejido y un crujido, volteo y veo a Dalia con las manos en la nariz, el doctor limpia con gasas la sangre de su barbilla y nariz.―Sanará sin problemas ―Dalia le agradece al hombre en voz baja―. La cuchillada no fue profunda ―dice hacia mí, serio―. Unos centímetros más profundos y habría alcanzado alguna arteria, pero habría vivido. Lo que m
Ah, eso. Me muerdo el labio, nerviosa. No sé ni qué contestar, se supone que lo corté porque debía resolver el tema sola, pero lejos de resolverlo ha empeorado. Todo bien, creo que estamos por descubrir a tu otro hermano.―La verdad...podría estar peor―podría estar muerta.Instintivamente bajo la mirada hacia su dedo anular, busco un anillo que no hay. Si un Diener usar un anillo seguramente sería de oro o plata, no una baratija de madera improvisada.―Kendra ―si dice mi nombre, es difícil resistirse―, me he preocupado por ti ―da otro paso y apenas respiro―. No quiero que te ocurra algo.―¿No has estado con Joanna?En cuanto las palabras salen de mi boca me arrepiento. Tampoco quise sonar tan brusca, además, se supone que yo no conozco a Joanna. Mierda, sabrá que he estado revisando Instagram. La cara se me ha caído de vergüenza y no pienso recogerla. Que la recoja quien quiera. Además, estoy siendo hipócrita si me encelo porque él está con la chica bonita cuando yo he besado a su her