Treinta y cinco.3

―Ventura me dibujó ―trago saliva al recordar sus trazos delicados y perfectos―. El día que fuimos por Dalia los olvidé en el taxi que me llevó. El día que fui a pintar con Tristán él me los entregó ―eso siempre me molestó―. La única forma de conseguir los dibujos era subirse al mismo taxi que yo; el acosador siempre estuvo ahí, justo cuando llegué, él se fue. Una parte de mí llegó a pensar que Tristán era el acosador, pero sería demasiado obvio. Creo que son sus amigos.

Mientras les comunico mis sospechas sobre Juan Pablo, Ulruir y Jaco (y su relación con Giuli), Dalia me mira, pensativa, seguramente está meditando qué tan probable es que su novio, un amigo de los Diener, también esté inmiscuido. Él podría ser amigo cercano de Ventura, claro. Todo este tiempo me convencí de que el supuesto cuarto hermano sería Andrés, cuando bien pudo ser el amigo, la cuarta persona que buscamos. Ventura fue a su casa el día que secuestraron a Sebastián, se veían unidos, parecían llevarse muy bien. Ma
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